“Debemos resplandecer como hijos de la luz”
El Papa ayer durante el rezo del Ángelus
Celebramos hoy la Epifanía, la manifestación de Jesús a todas las naciones, representadas por los Magos, que llegaron a Belén desde Oriente para rendir homenaje al Rey de los Judíos, cuyo nacimiento habían conocido por la aparición de una nueva estrella en el cielo (cf. Mt 2,1-12). En efecto, antes de la llegada de los Magos, el conocimiento de este acontecimiento había llegado poco más allá del círculo familiar: además de a María y a José, y probablemente a otros familiares, se había dado a conocer a los pastores de Belén, los cuales, oído el gozoso anuncio, habían acudido a ver al niño mientras todavía yacía en el pesebre. La venida del Mesías, el esperado de las gentes anunciado por los Profetas, permanecía así inicialmente en lo oculto. Hasta que, precisamente, llegaron a Jerusalén esos misteriosos personajes, los Magos, a pedir noticias del “rey de los Judíos”, nacido recientemente. Obviamente, tratándose de un rey, fueron al palacio real, donde residía Herodes. Pero éste no sabía nada de ese nacimiento y, muy preocupado, convocó rápidamente a los sacerdotes y a los escribas, quienes, basándose en la célebre profecía de Miqueas (cf. 5,1), afirmaron que el Mesías debía nacer en Belén. Y, de hecho, volviendo a caminar en esa dirección, los Magos vieron de nuevo la estrella, que les guió hasta el lugar donde se encontraba Jesús. Una vez dentro, se postraron y lo adoraron, ofreciendo dones simbólicos: oro, incienso y mirra. He aquí la epifanía, la manifestación: la venida y la adoración de los Magos es el primer signo de la singular identidad del hijo de Dios, que es también hijo de la Virgen María. Desde entonces empezó a propagarse la pregunta que acompañará toda la vida de Cristo, y que de varias maneras atraviesa los siglos: ¿quién es este Jesús?
Queridos amigos, ésta es la pregunta que la Iglesia quiere suscitar en el corazón de todos los hombres: ¿quién es Jesús? Éste es el ansia espiritual que impulsa la misión de la Iglesia: dar a conocer a Jesús, su Evangelio, para que todo hombre pueda descubrir en su rostro humano el rostro de Dios, y ser iluminado por su misterio de amor. La Epifanía anuncia la apertura universal de la Iglesia, su llamada a evangelizar a todas las gentes. Pero la epifanía nos dice también cómo la Iglesia realiza esta misión: reflejando la luz de Cristo y anunciando su Palabra. Los cristianos están llamados a imitar el servicio que hizo la estrella para los Magos. Debemos resplandecer como hijos de la luz, para atraer a todos a la belleza del Reino de Dios. Y a cuantos buscan la verdad, les debemos ofrecer la Palabra de Dios, que conduce a reconocer en Jesús “al verdadero Dios y la vida eterna” (1 Gv 5,20).
Una vez más, sentimos en nosotros un profundo reconocimiento a María, la Madre de Jesús. Ella es la imagen perfecta de la Iglesia que da al mundo la luz de Cristo: es la Estrella de la evangelización. "Respice Stellam", nos dice san Bernardo: mira la Stella, tú que vas en busca de la verdad y de la paz; dirige la mirada a María, y Ella te mostrará a Jesús, luz para todo hombre y para todos los pueblos.