1/11/11

¿Familia tradicional?


Ernesto Juliá Díaz


Familia tiene un único significado. Lo ha tenido desde el comienzo de la presencia del hombre sobre la tierra; y lo tendrá hasta que esa presencia desaparezca. Y es ese significado el que nos toca mantener vivo.

Lo digo enseguida. No me gusta nada hablar de “familia tradicional”. Y menos me gusta todavía, cuando está en juego, como ocurre en estos tiempos, el verdadero sentido de lo que es una “familia”. ¿Por qué?
      Hablar de “familia tradicional”, para referirse a la unión de una mujer con un hombre, para toda la vida, y abierta a la vida; ya es, en mi opinión, dar por perdida la mitad de la batalla.
      Nos toca recuperar el verdadero significado del término Familia, sin añadir adjetivos de ningún género. ¿Por qué? Porque sencillamente la Familia —más o menos numerosa—, en la que se ha originado el desarrollo de todo el género humano, de todas las civilizaciones de los hombres, será siempre tradicional, moderna, actual, eterna, todo a la vez. Así, será Familia a secas; y si no, no será familia en absoluto.
      Toda familia se asienta en un matrimonio —y hablo de matrimonio, también sin ningún tipo de calificativos—, porque matrimonio es una realidad específica y que no tiene sustitutivos: la unión de un hombre y de una mujer, con el deseo de compartir, en exclusividad, cuerpos y almas, la propia vida.  
      Cualquier otra unión entre seres humanos puede tener características propias y muy diferenciadas: contratos de servicios; uniones de cualquier tipo; contratos de trabajo; grupos de investigación; movimiento artístico; etc. etc.; pero nada tiene que ver con la Familia. Apenas pasa de ser algo más que un lamentable simulacro de lo que es verdaderamente una obra de Dios: la Familia.
      Y de esto hemos de ser muy conscientes. Esas otras uniones entre seres humanos de uno y de otro sexo, no son “familia”, por muy recogidas que esté en cualquier texto legal manipulado por los poderes legislativos, judiciales o ejecutivos que sean. Apenas consigue ser una especie de “trampa legal”. Un “término”, una palabra, no cambia la consistencia de la realidad. La expresa bien, si corresponde a lo que la realidad es; o la expresa mal, si quiere significar algo que no es la realidad.
      Con la letra de la ley se puede hacer cualquier cosa que el “dictador” de turno le venga en gana. Y digo así “dictador”, porque el abuso de la ley, el forzar el sentido de los términos supone ya la presencia de un poder “dictatorial”.
      Familia tiene un único significado. Lo ha tenido desde el comienzo de la presencia del hombre sobre la tierra; y lo tendrá hasta que esa presencia desaparezca. Y es ese significado el que nos toca mantener vivo.
      ¿Qué significado? El que manifestó su rostro en la Plaza de Colón el pasado domingo.
      Familia, mujer y hombre, hombre y mujer, que se prometen fidelidad hasta la muerte, que estrena amor cada mañana, que recibe con alegría los hijos, fruto de su amor.
      Familia, en la que los padres transmitan la Fe a sus hijos, enseñándoles a rezar, y rezando con ellos.
      Familia, en la que las alegrías y las penas son de todos, y las comparten todos. En la que los padres piensan en los hijos; y los hijos anhelan dar alegrías a sus padres, en agradecimiento por haber recibido de ellos el don divino de la vida.
      Familia, que tiene historias que contarse; historias de padres, de abuelos, historias de Dios; tradición viva de la vida familiar.
      Familia, en la que los hijos se educan porque sus padres tienen “tesoros” que transmitirles: la Fe; el amor servicial de uno con otros; el valor del sacrificio, de la generosidad en servicio de los demás.
      Familia, en la que se transmite, de generación en generación, el Amor de Dios a los hombres; en el amor de los padres y de los hermanos.
      Sin Familia —tradicional, moderna, actual, eterna— la vida puede llegar a hacerse insoportable. ¿Es eso lo que pretenden los gobernantes que se obstinan en poner todo tipo de trabas para que la Familia eche raíces?