PRIMER ANIVERSARIO DE LA VISITA DEL PAPA A BARCELONA
Cardenal Lluís Martínez Sistach
La ciudad de Barcelona vivió con gozo la visita apostólica del papa Benedicto XVI los días 6 y 7 de noviembre de 2010, para dedicar la basílica de la Sagrada Familia y visitar la obra benéfico-social diocesana del Nen Déu. Fue un auténtico don de Dios. El papa visitó nuestra Iglesia diocesana y nos manifestó su afecto y su solicitud pastoral. Al pie del avión que lo retornaba a Roma, me dijo que se llevaba un recuerdo inolvidable de esta visita. También nosotros conservamos un gran recuerdo de ella.
Estos días se cumple el primer aniversario de aquellos acontecimientos. La liturgia de la Iglesia acostumbra a remarcar la dedicación de un templo celebrando el aniversario de su dedicación. Eso hará hoy la archidiócesis con una celebración de la eucaristía en la misma basílica de la Sagrada Familia. Es una buena ocasión para dar gracias a Dios por la visita apostólica de nuestro estimado Santo Padre, para renovar nuestros sentimientos de comunión y afecto hacia él, y para recordar y poner en práctica los mensajes que nos dejó durante su estancia entre nosotros.
Esta celebración es también una ocasión para dar gracias a Dios por el don del sacerdocio ministerial dado por Jesucristo a su Iglesia. Toda ordenación sacerdotal es una muy buena ocasión para agradecer este don del Señor, como lo fue el pasado 23 de octubre cuando, en la misma basílica de la Sagrada Familia, tuve el gozo de ordenar a seis nuevos presbíteros.
En la celebración de hoy recordaremos especialmente una ordenación que tuvo lugar hace ahora cincuenta años en la iglesia parroquial de Santa María de Cornellà. El arzobispo Gregorio Modrego Casaus imponía sus manos de apóstol sobre treinta y seis diáconos de Barcelona, entre los que estaba el que hoy tiene confiada la misión de servir como arzobispo a la comunidad católica de Barcelona.
Han pasado cincuenta años durante los cuales nos hemos esforzado en servir a la Iglesia en el lugar y en los ministerios que han configurado el camino personal de cada uno de aquellos nuevos presbíteros ordenados por el recordado doctor Modrego. Aceptamos la llamada del Señor y nos hemos esforzado en serle fieles. Día tras día, hemos ido repitiendo con alegría más madura aquel sí inicial a Jesucristo. Porque día tras día hemos oído el eco de aquella misma llamada en la Palabra, en la Iglesia y en el mundo.
Al celebrar las bodas de oro sacerdotales, nos preocupa que en el futuro en nuestras comunidades cristianas falten los presbíteros. Por ello, la celebración de hoy tiene una clara intención de invitar a los jóvenes que se puedan sentir llamados al sacerdocio a dar su sí al Señor. De este modo, la celebración de hoy unirá el recuerdo de la visita y la dedicación por el papa de la nueva basílica a la acción de gracias por el don del sacerdocio y la oración por las vocaciones sacerdotales. Y también incluirá un signo de solidaridad con las personas que sufren las consecuencias de la crisis actual. Agradezco a las personas que nos acompañen con su afecto y con su plegaria. Y también agradezco las aportaciones que hagan al proyecto destinado a los jóvenes sin trabajo que gestionará nuestra Caritas Diocesana.