11/01/11

CENTENARES DE MILES DE MILLONES, EMPEÑADOS EN PROMOVER LA JUSTICIA Y LA PAZ


Audiencia del Papa a las delegaciones participantes en el encuentro de Asís

Distinguidos huéspedes, queridos amigos:
Os doy la bienvenida al Palacio Apostólico y os agradezco una vez más vuestra voluntad de tomar parte en el día de reflexión, diálogo y oración por la justicia y la paz en el mundo mantenida ayer en Asís, veinticinco años después de la reunión histórica.
En cierto sentido, esta reunión representa a centenares de miles de millones de hombres y de mujeres a través de nuestro mundo que están comprometidos activamente con la promoción de la justicia y de la paz. Es, también, un signo de amistad y de fraternidad que ha florecido como fruto de los esfuerzos de muchos pioneros en este tipo de diálogo. Que esta amistad continúe creciendo entre los seguidores de las religiones del mundo y con los hombres y mujeres de buena voluntad de todas las partes del mundo.
Quiero agradecer a mis hermanos y hermanas cristianas por su presencia fraternal, quiero agradecer también a los representantes del pueblo judío, que están especialmente cercanos a nosotros, y a todos vosotros, distinguidos representantes de las religiones del mundo. Soy consciente de que muchos habéis venido de lejos y habéis realizado un largo y arduo viaje. Expreso mi gratitud también a aquellos que representan a las personas de buena voluntad que no siguen ninguna tradición religiosa pero que están comprometidas con la búsqueda de la verdad. Están dispuestas a compartir esta peregrinación con nosotros como signo de su deseo de trabajar juntos y de construir un mundo mejor.
Mirando hacia atrás, podemos apreciar la visión del último papa Juan Pablo II en la convocatoria de la primera reunión de Asís, y en la necesidad continua de hombres y mujeres de distintas religiones de testificar juntos que el viaje del espíritu es siempre un viaje de paz.
Reuniones de este tipo son necesariamente excepcionales y poco frecuentes, sin embargo son una vívida expresión del hecho de que cada día, a través de nuestro mundo, personas de diferentes tradiciones religiosas viven y trabajan juntas en armonía. Es ciertamente importante para la causa de la paz que muchos hombres y mujeres, inspirados por sus profundas convicciones, estén comprometidas con el trabajo por el bien de la familia humana.
En este sentido, estoy seguro de que la reunión de ayer nos dió el sentido de cuán genuino es nuestro deseo de contribuir al bien de nuestros semejantes y de cuánto tenemos para compartir con el otro.
A medida que vamos por caminos separados, extraigamos de esta experiencia las fuerzas y, donde quiera que estemos, continuemos renovando este viaje que nos conduce a la verdad, la peregrinación que conduce a la paz. ¡Os doy las gracias de todo corazón!