Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Credo, a través del cual todos los domingos hacemos nuestra profesión de fe, nosotros afirmamos: “Creo en un solo bautismo por el perdón de los pecados”. Se trata de la única referencia explícita a un Sacramento en el interior del Credo. Solo se habla del Bautismo allí. En efecto el Bautismo es la “puerta” de la fe y de la vida cristiana. Jesús Resucitado dejó a los Apóstoles esta consigna: “Entonces les dijo: «Id por todo el mundo, anunciando la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará” (Mc 16, 15-16) La misión de la Iglesia es evangelizar y perdonar los pecados a través del sacramento bautismal. Pero volvamos a las palabras del Credo. La expresión se puede dividir en tres puntos: “creo”, “un solo bautismo”, “para la remisión de los pecados”.
1. «Creo». ¿Qué quiere decir esto? Es un término solemne que indica la gran importancia del objeto, es decir del Bautismo. En efecto, pronunciando estas palabras nosotros afirmamos nuestra verdadera identidad de hijos de Dios. El Bautismo es, en un cierto sentido, la tarjeta de identidad del cristiano, su acta de nacimiento. El acta de nacimiento a la Iglesia. Todos vosotros sabéis qué día nacisteis ¿verdad? Celebráis el cumpleaños, todos, todos nosotros celebramos el cumpleaños. Os haré una pregunta que ya os hice en otra ocasión ¿Quién de vosotros se acuerda de la fecha en que fue bautizado? Levantad la mano ¿quién de vosotros? Son pocos, ¡eh! ¡No muchos! Y no les pregunto a los obispos para no pasar vergüenza… ¡Son pocos! Hagamos una cosa, hoy, cuando volváis a casa, preguntad en que día fuisteis bautizados, investigadlo. Este será vuestro segundo cumpleaños. El primero es el cumpleaños a la vida y este será vuestro cumpleaños a la Iglesia. El día del nacimiento en la Iglesia ¿Lo haréis? Es una tarea para hacer en casa. Buscar el día en el que nacisteis. Y darle gracias al Señor porque nos ha abierto la puerta de la Iglesia, el día en el que fuimos bautizados. ¡Hagámoslo hoy!
Al mismo tiempo, al Bautismo está ligada nuestra fe en la remisión de los pecados. El Sacramento de la Penitencia o Confesión es, de hecho, como un segundo “bautismo”, que recuerda siempre el primero para consolidarlo y renovarlo. En este sentido, el día de nuestro Bautismo es el punto de partida de un camino, de un camino bellísimo, de un camino hacia Dios, que dura toda la vida, un camino de conversión y que se sostiene continuamente por el Sacramento de la Penitencia. Pensad esto: cuando nosotros vamos a confesarnos de nuestras debilidades, de nuestros pecados, vamos a pedirle perdón a Jesús pero también a renovar este bautismo con este perdón. ¡Esto es bello! ¡Es como celebrar, en cada confesión, el día de nuestro bautismo! Así, la Confesión no supone sentarse en un sala de tortura. ¡Es una fiesta, una fiesta para celebrar el día del Bautismo! ¡La Confesión es para los bautizados! ¡Para tener limpio el vestido blanco de nuestra dignidad cristiana!
2. Segundo elemento: «un solo bautismo». Esta expresión recuerda aquella de san Pablo “hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo” (Ef 4,5). La palabra “bautismo” significa literalmente “inmersión”, y, de hecho, este Sacramento constituye una verdadera inmersión espiritual… ¿Dónde? ¿En la piscina? ¡No! En la muerte de Cristo. El Bautismo es exactamente una inmersión espiritual en la muerte de Cristo de la cual se resurge con Él como nuevas criaturas (cfr. Rm 6,4). Se trata de una baño de regeneración y de iluminación. Regeneración porque se realiza este nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual nadie puede entrar en el Reino de los Cielos (cfr. Jn 3,5). Iluminación porque, a través del Bautismo, la persona humana se colma de la gracia de Cristo, “luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Jn 1,9) y destruye las tinieblas del pecado. Por esto en la ceremonia del Bautismo a los padres se les entrega un cirio encendido para simbolizar esta iluminación. El Bautismo nos ilumina desde dentro con la luz de Jesús. Por este don, el bautizado está llamado a convertirse él mismo en “luz” para los hermanos, especialmente para los que están en las tinieblas y no ven la luz en el horizonte de sus vidas.
Probemos a preguntarnos: el Bautismo, para mí, ¿es un hecho del pasado, de ese día que vosotros hoy buscareis en casa para saber cuál es, o una realidad viva, que tiene que ver con mi presente, en todo momento? ¿Te sientes fuerte, con la fuerza que te da Cristo, con su Sangre, con su Resurrección? ¿Tú te sientes fuerte? O ¿te sientes débil? ¿Sin fuerzas? El Bautismo da fuerzas. Con el Bautismo, ¿te sientes un poco iluminado, iluminada con la luz que viene de Cristo? ¿eres un hombre o una mujer de luz? O ¿eres un hombre, una mujer oscuros, sin la luz de Jesús? Pensad en esto. Tomad la gracia del Bautismo, que es un regalo, es convertirse en luz, luz para todos.
3. Finalmente, un breve apunte sobre el tercer elemento: «para la remisión de los pecados». Recordad esto: profeso un solo bautismo, para el perdón de los pecados. En el sacramento del Bautismo se perdonan todos los pecados, el pecado original y todos los pecados personales, como también todas las penas del pecado. Con el Bautismo se abre la puerta a una efectiva novedad de vida que no está oprimida por el peso de un pasado negativo, sino que participa ya de la belleza y de la bondad del Reino de los cielos. Se trata de una intervención potente de la misericordia de Dios en nuestra vida, para salvarnos. Pero esta intervención salvífica no quita a nuestra naturaleza humana su debilidad; todos somos débiles y todos somos pecadores ¡No nos quita la responsabilidad de pedir perdón cada vez que nos equivocamos! Y esto es hermoso: yo no me puedo bautizar dos veces, tres veces, cuatro veces, pero sí puedo ir a la confesión. Y, cada vez que me confieso, renuevo la gracia del bautismo, es como si yo hiciera un segundo bautismo. El Señor Jesús, que es tan bueno, que nunca se cansa de perdonarnos, me perdona. Recordadlo bien, el bautismo nos abre la puerta de la Iglesia; buscad la fecha de bautismo. Pero, incluso cuando la puerta se cierra un poco, por nuestras debilidades y nuestros pecados, la confesión la vuelve a abrir, porque la confesión es como un segundo bautismo, que nos perdona todo y nos ilumina, para seguir adelante con la luz del Señor. Vayamos así adelante, alegres, porque la vida se debe vivir con la alegría de Jesucristo. Y esto es una gracia del Señor. Gracias.