El Santo Padre se ha detenido, en su homilía, sobre cuatro modelos de creyentes, inspirándose en las lecturas del día: Jesús, los escribas , el sacerdote Elí y sus dos hijos, también sacerdotes. El Evangelio, ha observado, nos dice cual era "la actitud de Jesús en su catequesis", "enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas". Estos últimos, ha afirmado, "enseñaban, predicaban, pero ataban a la gente con muchas cosas pesadas sobre los hombros, y la pobre gente no podía continuar":
“Y Jesús mismo les dice que ellos no movían estas cosas ni con un dedo, ¿no? Y después, dirá a la gente: ‘¡Haced lo que dicen pero no lo que hacen!’. Gente incoherente… Pero siempre estos escribas, estos fariseos, es como si dieran bastonadas a la gente, ¿no? ‘Debéis hacer esto, esto y esto’, a la pobre gente… Y Jesús dice: ‘Pero así cerráis – ¡se lo dice a ellos! – la puerta del Reino de los Cielos. ¡No dejáis entrar, y vosotros tampoco entráis!’. Es una manera, un modo de predicar, de enseñar, de dar testimonio de la propia fe… Y así, cuantos hay que creen que la fe es así…”.
En la Primera Lectura, tomada del Libro de Samuel, ha afirmado entonces, encontramos la figura de Elí, “un pobre sacerdote, débil, tibio” que “dejaba hacer muchas cosas malas a sus hijos”. Elí estaba sentado ante la puerta del Templo del Señor y mira a Ana, una señora “que rezaba a su manera, pidiendo un hijo”. Esta mujer, ha señalado el Papa, “rezaba como reza la gente humilde: sencillamente, pero desde su corazón, con angustia”. Ana “movía los labios”, como hacen “tantas buenas mujeres” “en nuestras iglesias, en nuestros santuarios”. Rezaba así “y pedía un milagro”. Y el anciano Elí la miraba y decía: “¡Pero, esta está bebida!” y “la despreció”. Él, ha advertido el Pontífice, “era el representante de la fe, el dirigente de la fe, pero su corazón no sentía bien y despreció a esta señora”:
“Cuantas veces el pueblo de Dios se siente no querido por aquellos que deben dar testimonio: por los cristianos, por los laicos cristianos, por los sacerdotes, por los obispos… ‘Pero, pobre gente, no entiende nada... Debe hacer un curso de teología para entender bien’. Pero, ¿por qué tengo cierta simpatía por este hombre? Porque en el corazón aún tenía la unción, porque cuando la mujer le explica su situación, Elí le dice: ‘Vete en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido. Sale la unción sacerdotal: pobre hombre, la había escondido dentro y su pereza… es un tibio. Y después acaba mal, pobrecito”.
Sus hijos, ha proseguido, no se ven en el pasaje de la Primera Lectura, pero eran los que gestionaban el Templo, “eran ladrones”. “Eran sacerdotes, pero ladrones”. “Iban detrás del poder, detrás del dinero – ha dicho el Santo Padre – explotaban a la gente, se aprovechaban de las limosnas, de los regalos” y “el Señor les castiga fuerte”. Esta, ha observado a continuación, “es la figura del cristiano corrupto”, “del laico corrupto, del sacerdote corrupto, del obispo corrupto, que se aprovecha de su situación, de su privilegio de la fe, de ser cristiano” y “su corazón acaba corrupto”, como sucede a Judas. De un corazón corrupto, ha proseguido, sale “la traición”. Judas “traiciona a Jesús”. Los hijos de Elí son por tanto el tercer modelo de creyente. Y después está el cuarto, Jesús. Y de Él la gente dice: “Este enseña como uno que tiene autoridad: esta es una enseñanza nueva” ¿Pero donde está la novedad?, se pregunta el papa Francisco. Es “el poder de la santidad”, “la novedad de Jesús es que trae consigo la Palabra de Dios, el mensaje de Dios, es decir el amor de Dios por cada uno de nosotros”. Jesús, ha explicado, “acerca a Dios a la gente y para hacerlo se acerca Él: está cerca de los pecadores”. Jesús, ha recordado el Papa, perdona a la adúltera, “habla de teología con la Samaritana, que no era un angelito”. Jesús, ha explicado también, “busca el corazón de las personas, Jesús se acerca al corazón herido de las personas. A Jesús sólo le interesa la persona, y Dios”. Jesús, ha subrayado, “quiere que la gente se acerque, que le busque y se siente conmovido cuando la ve como oveja sin pastor”. Y toda esta actitud, ha revelado, “es por lo que la gente dice: ‘¡Pero, esta es una enseñanza nueva!’”. No, ha observado Francisco, “no es una enseñanza nueva: es la manera de hacerlo, nueva. Es la transparencia evangélica”:
“Pidamos al Señor que estas dos lecturas nos ayuden en nuestra vida de cristianos: todos. Cada uno en su lugar. A no ser legalistas puros, hipócritas como los escribas y los fariseos. A no ser corruptos como los hijos de Elí. A no ser tibios como Elí, sino a ser como Jesús, con ese celo de buscar a la gente, de curar a la gente, de amar a la gente y con esto decirle: ‘¡Pero si yo hago esto así, piensa cómo te ama Dios, cómo es tu Padre!’. Esta es la enseñanza nueva que Dios nos pide. Pidamos esta gracia”.