3/19/14

En la fiesta de San José

opusdei.es

Don Álvaro sugiere que, en la fiesta de san José, le pidamos "la gracia de una fidelidad −más acendrada en cada instante− a nuestros compromisos de cristianos que desean cumplir siempre y en todo la amabilísima Voluntad de Dios"
“Jesucristo espera que nos mantengamos unidísimos a Él por una entrega real, constantemente renovada, y por el esfuerzo de un apostolado diario, llevando con sinceridad Dios a las almas de los demás y a nuestra propia alma.
De cara a la próxima fiesta de San José (…) esta divina exigencia se hace −por así decir− más urgente e imperiosa, y sentimos la necesidad de recurrir especialmente a nuestro Padre y Señor, rogándole que nos obtenga de su Esposa Inmaculada y de su Hijo Jesús, a quien cuidó con amor de padre, la gracia de una fidelidad −más acendrada en cada instante− a nuestros compromisos de cristianos que desean cumplir siempre y en todo la amabilísima Voluntad de Dios.
Muchas veces os he hablado ya de este punto, porque la necesidad de que todos seamos leales a la vocación −en los momentos fáciles y en los difíciles, en la juventud y en la madurez y en la ancianidad, ¡siempre!− constituye una música de fondo que resuena sin cesar en mi alma, y ha de resonar en la vuestra, si de veras estamos empeñados en ser apóstoles”. (Carta, marzo 1988, I, n. 352)
Cuaresma y apostolado
“Creced en oración y penitencia. Considerad que aunque Dios no pierde batallas, aunque el diablo no puede prevalecer, la Trinidad Beatísima, en su misericordia infinita, cuenta en el tiempo, para esa victoria suya definitiva, con la correspondencia leal de sus elegidos, con la fidelidad de los que tiene llamados desde la eternidad, con nosotros. Empeñaos conmigo (…) en no defraudarle.

Para esto, rezad más y mejor; trabajad más y mejor; lanzaos más y mejor a un apostolado sin pausas, decididos −dentro de la flaqueza de cada uno− a transformar toda vuestra jornada en reparación, que es la manera de amar de quienes se saben pecadores. Sed ambiciosos cada día; pedid gracias al Espíritu Santo, por la intercesión de la Virgen, de San José, de nuestro Fundador, para compensar tanta indiferencia y tanta deserción entre los cristianos. Nuevamente se repiten las escenas que tantas veces hemos leído en el Antiguo Testamento: Dios nos escuchará y adelantará la hora de la salvación de esta época nuestra, si encuentra −aunque seamos pocos en proporción− hombres de fe, mujeres de fe, que se dirigen a su infinita misericordia llenos también de esperanza, de amor.
¡Unos pocos!, me parece escuchar aquella exclamación que, para la vida espiritual, se cumple a la letra: dadme un punto de apoyo, y removeré el mundo. Es un grito que el Señor nos dirige a cada uno, para salvar a esta humanidad, que tan empeñada corre en una fuga de Dios.
Con vosotros y conmigo mantiene ahora el Señor ese diálogo. Somos los cristianos, eres tú (…), el punto de apoyo que Dios quiere necesitar para que la palanca de su gracia remueva y santifique el ambiente” (Carta, 1-III-1976, 14).