6/09/15

El Espíritu Santo garantiza nuestra identidad

El papa en la homilía de este martes


¿Cuál es la identidad cristiana? Lo acabamos de escuchar en la carta de San Pablo a los Corintios (1,18-22). Es verdad que para llegar a esa identidad cristiana, Dios nos ha hecho recorrer un largo camino hasta que envió a su Hijo. También nosotros, en nuestra vida, debemos hacer un largo camino, para que esa identidad cristiana sea fuerte, de modo que podamos dar ejemplo. Es un camino que podemos definir desde la ambigüedad hasta la verdadera identidad.
Es cierto que está el pecado, y el pecado nos hace caer, pero también tenemos la fuerza del Señor para levantarnos y seguir adelante con nuestra identidad. Yo diría incluso que el pecado es parte de nuestra identidad: somos pecadores, pero pecadores con fe en Jesucristo. Y no solo una fe teórica, de conocimiento, sino una fe que es don de Dios, que entró en nosotros por Dios: Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu (2Cor 1,22). Dios nos da el don de la identidad. Por eso es fundamental ser fiel a la identidad cristiana y dejar que el Espíritu Santo —garantía y prenda en nuestro corazón— nos lleve adelante. No somos personas que van tras una filosofía; estamos ungidos y tenemos la garantía del Espíritu.
Es una identidad hermosa que se muestra en el ejemplo. Jesús nos habla del ejemplo como el lenguaje de nuestra identidad cristiana. Y eso, aunque la identidad cristiana —pues somos pecadores— sea tentada; las tentaciones vienen siempre y la identidad puede debilitarse e incluso perderse. Por eso hemos de estar atentos a dos peligrosos caminos.
1. Primero, pasar del ejemplo a las ideas, aguar el ejemplo: Sí, soy cristiano, y el cristianismo es una bonita idea, y rezo a Dios. Así, del Cristo concreto, ya que la identidad cristiana es concreta —lo leemos en las Bienaventuranzas y también en Mateo 25— pasamos a esa religión un poco light, como los gnósticos. Y detrás viene el escándalo: esa identidad cristiana es escandalosa. La cruz es un escándalo y, por eso, hay quien busca a Dios con espiritualidades cristianas un poco etéreas: los gnósticos modernos. Y luego están los que siempre necesitan novedades para la identidad cristiana y olvidan que han sido elegidos y ungidos, que tienen la garantía del Espíritu, y dicen, por ejemplo: ¿Dónde están los videntes que nos dirán hoy la carta que la Virgen mandará a las 4 de la tarde? ¡Viven de eso! Y esa no es la identidad cristiana. La última palabra de Dios se llama Jesús, y nada más.
2. Otro camino para retroceder en la identidad cristiana es la mundanidad: ensanchar tanto la conciencia que cabe todo. Y no solo moralmente, sino también humanamente. Y la sal pierde su sabor (cfr. Mt 5,13-18). Vemos comunidades cristianas que se dicen cristianas, pero ni pueden ni saben dar testimonio de Jesucristo. Y esa identidad va para atrás, hasta que se pierde. Es el nominalismo mundano que vemos todos los días.
En la historia de la salvación Dios, con su paciencia de Padre, nos llevó de la ambigüedad a la certeza, a lo concreto de la encarnación y muerte redentora de su Hijo. Esa es nuestra identidad. San Pablo se gloría en Jesús hecho hombre y muerto por obediencia: esa es la identidad y ahí está el testimonio. Es una gracia que debemos pedir al Señor: que siempre nos dé ese regalo, ese don de una identidad que no quiera adaptarse a las cosas hasta perder el sabor de la sal.