Luca Marcolivio
Desde algunos años Turín vive su destino de ciudad de grandes eventos. La vieja ciudad industrial, que desde hace mucho tiempo ha perdido su primado de capital económica de Italia, después de haber sido la capital política a los albores del Reino de Italia, conoció un renacimiento con las olimpiadas de invierno en 2006.
Este año, en un contexto metropolitano marcado por una profunda secularización, se cruzan dos eventos cristianos históricos: la ostensión de la Sábana Santa y las celebraciones del bicentenario de san Juan Bosco.
Esta coincidencia --que estará sellada por la visita de dos días del papa Francisco (21 y 22 de junio)-- no tiene nada de casual y se cruza de forma admirable: el sufrimiento del Hombre de los Dolores, perceptible en la imagen impresa en la sábana de la historia, es la redención de todos los sufrimientos de la humanidad, incluidas las de san Juan Bosco tomadas sobre sus hombros, convirtiéndose en padre espiritual de cientos de jóvenes de la calle en la Turín de mitad del siglo XIX.
A la Santa Síndone, visitable hasta el 24 de junio, se accede después de un largo recorrido a pie, que atraviesa lo que un día fueron los Jardines Reales de los Saboya. Un lugar real que se convierte en paso obligatorio para conocer la imagen del Rey de los Cielos, un Rey, cuya corona es de espinas y su trono una Cruz.
A lo largo del camino están instalados paneles con las imágenes y los perfiles de los principales santos y beatos piamonteses de la época moderna. Entre ellos Sebastián Valfré (1629-1710), Ignacio de Santhià (186-1770), José Benito Cottolengo (1786-1842), José Cafasso (1811-1860), Juan Bosco (1815-1888), María Dominga Mazzarello (1837-1881), Domingo Savio (1842-1857), José Allamano (1851-1926), Felipe Rinaldi (1856-1931), Francisco Faà di Bruno (1825-1888). Muchos de ellos están identificados como “santos sociales”, testigos de grandes transformaciones histórico-culturales, en el espíritu de una ciudad trabajadora, donde la caridad está casi siempre profundamente encarnada en obras concretas y está dirigida al progreso integral de la persona.
La ostensión de la Síndone tiene lugar en una catedral prácticamente a oscuras. Toda la luz está dirigida hacia la reliquia: una tela de más de 4 metros de largo, donde la imagen más fácilmente reconocible es el Rostro de Nuestro Señor, muy similar al de la iconografía tradicional. Un elemento que infunde en el peregrino un gran sentido de familiaridad.
Es necesario acercarse para poder apreciar en la Síndone todos los otros elementos que hacen creíble su identificación con la sábana que hace 2000 años envolvió el cuerpo de Jesús crucificado: las rastros de sangre, la marca de los clavos, las quemaduras que pudieron haber convertido en cenizas la reliquia en el incendio de 1532.
La afluencia de peregrinos en estas cinco semanas ha sido masiva, con reservas estimadas en torno a 1.093.000, a fecha de 10 de mayo. En torno al 90 por ciento de los peregrinos llegan de Italia.
El Piamonte, como es predecible, es la región de procedencia de mayor número de peregrinos (496.270), seguido por Lombardía (214.830) y Lazio (70.074), según los datos actualizados a 24 de mayo.
Un gran éxito que implica tanto a creyentes como no creyentes. Hay quien viene para satisfacer una curiosidad histórico-científica y quien sin embargo lo hace como peregrino en el verdadero sentido del término.
Encontramos madres acompañadas por sus hijas, venidas desde el sur de Italia, para prestar servicio como voluntarias en la ostensión. Una señora siciliana declara a ZENIT: “La Síndone es algo que se acepta por fe, de ‘escénico’ o espectacular no tiene nada, también si imagino que haya cierta curiosidad en torno a ello y no todos vengan por el mismo motivo”.
“Me han bastado pocos minutos para entrar en vivo en la Síndone --cuenta la peregrina-- y esto vale mucho más que todas las polémicas que duran siglos. Mi hija buscaba los signos distintivos de la presencia del cuerpo de Cristo pero después de dos mil años es difícil reconocerlos: yo los acepto por la fe…”
Hay también una pareja de la región del Abruzzo que ha vuelto a ver la Síndone cinco años después de la ostensión precedente y cada uno ha conservado las propias condiciones: a la curiosidad científico-racional y “escéptica” de él, se contrapone la emoción devocional de ella.
Entre los peregrinos no faltan los nombres ilustres. Después del presidente de la República, Sergio Mattarella, acompañada para la ocasión por el arzobispo de Turín, monseñor Cesare Nosiglia, han venido a visitar la Síndone la princesa de Bélgica, Astrid Joséphine Charlotte y su marido Lorenzo de Austria-Este. “Estamos honrados de poder ver la imagen de Cristo --han declarado los príncipes-- es la segunda vez que venimos de visita durante la ostensión y hoy queremos rezar por nuestros seres queridos y sobre todo por las víctimas del sufrimiento en el mundo, en particular por Oriente Medio”. Después de la visita a la Sábana Santa, la pareja quiso pararse a rezar en la Catedral.