El papa Francisco se reunió en la tarde de este domingo, con miles de fieles que se reunieron en la Plaza de San Pedro, para el congreso eclesial de la diócesis de Roma.
El Obispo de Roma entró en la jeep abierta y saludó a los allí presentes, familias, catequistas, sacerdotes, operadores sanitarios y niños, muchos de los cuales recibieron su bendición y caricia.
El título del Congreso “Transmitamos lo que hemos recibido” está tomado de la carta de Pablo a los Corintios y lleva el subtítulo “Nosotros genitores, testimonios de la belleza de la vida”.
“Las previsiones ayer decían lluvia, es cierto: lluvia de familias en la plaza de San Pedro”, dijo el Papa al tomar la palabra, y añadió: “Es lindo encontrarles al inicio del congreso pastoral de la diócesis de Roma”.
Indicó que desde hace algunos años se estudia “cómo transmitir la fe en la ciudad”, la cual necesita un nuevo renacimiento moral y espiritual. Porque no todo es lo mismo, ni relativo, como si el Evangelio fuera una linda historia. No puede quedarse como una idea que no toca el corazón, dijo.
Porque los niños comienzan a oír “estas ideas extrañas, esas colonizaciones ideológicas que envenenan el alma”, y las familias "tienen que reaccionar ante esto".
Contó un caso de una familia que cuando los niños regresaban a casa tenían que “recatequizarlos” de lo que habían escuchado de los maestros. Y que por ello en octubre el sínodo de la familia servirá para hacer entender la belleza de la misma. Porque “vivir el evangelio en la familia es posible y vuelve felices”.
Y señaló como primer punto, que la paternidad y maternidad es una vocación de Dios. Y que la providencia quiso confiarles al hombre y a la mujer que se donen totalmente y transmitan la vida. “Un llamado hermoso que nos hace a imagen y semejanza de Dios”. "Esto no se dice en los diarios pero es la realidad", concluyó.
El Santo Padre les dijo a los miles de fieles allí presentes que en el matrimonio Dios les hizo sentir la belleza del amor, no de la pasión, “y esto hay que descubrirlo cada día”. Incluso también cuando pelean, porque después hacen la paz.
“Una vez un niño me dijo: que lindo, mis papás se dieron un beso” confió el Papa a las miles de personas presentes, y comentó que los hijos tienen que descubrir "viendo vuestra vida: que lindo es amarse". "¿Se acuerdan del film 'Los niños nos miran?", preguntó, porque además de la felicidad y también está la seguridad del amor de papá y mamá.
Me permito decir algo feo --añadió el Santo padre-- ver cuanto sufren los niños cuando ven a los papás insultarse, desacreditarse e incluso pegarse. Papá y mamá, ¿cuando ustedes caen en estos pecados piensan que vuestras víctimas son los propios niños? Porque los niños miran a los papás para ver si es posible ser buenos y si con el amor reciproco se supera cada dificultad.
“Antes que vivir en una casa de ladrillos los niños viven en una casa que es el amor recíproco de los papás” señaló.
Otro punto fue la diversidad del hombre y la mujer. Y que cuando los novios piden casarse, le gusta decirle a él: no te olvides que tu vocación es hacerla más mujer, y a ella: hacer a tu marido ser más hombre. Este es el trabajo artesanal de la familia cada día, indicó.
Los años como el vino, a los matrimonios los hace mejores y este desafío los enriquece y los hace grandes. "Una diversidad que es riqueza, que se vuelve complementariedad y reciprocidad". Y es muy importante "para que los hijos maduren la propia identidad". Esto también, dijo, porque las mamás tienen una cierta sensibilidad y los papás otra, y "se trata de poner los talentos al servicio de los hijos".
Francisco alertó que cuando los papás perciben que hay problemas, tienen que pedir ayuda, primero a Dios. Y cuando la separación parece inevitable, “acuérdense que la Iglesia les lleva en el corazón”, busquen un entendimiento para la felicidad de vuestros hijos, “no usen a los hijos como rehenes”. Porque un "que mal hacen los papás separados cuando uno habla mal del otro, porque los niños “son las primeras víctimas de este odio”. Los hijos son sagrados, concluyó.
Contó también de la mirada silenciosa de una mamá, que cuando iba al trabajo miraba en silencio al hijo que se emborrachaba y como esta mirada silenciosa le ayudó al hijo a entender su situación.
Y termino su encuentro recordando a los abuelos, “un cuarto de la población de Roma son abuelos”, dijo . Los abuelos que "son la sabiduría de un pueblo, ¿en la familia tienen un lugar digno?”. Recordó la admiración que le despiertan esos abuelos que en los lugares donde la religión era prohibida les hacían bautizar y les enseñaban las oraciones.
Y contó una historia de cuando él era niño. En una familia un abuelo había tenido un pequeño derrame, y cuando comía se ensuciaba un poco. Así el papá había hecho una pequeña mesa en la cocina para que comiera solo. Pocos días después encuentra a su hijito jugando con maderas, e interrogado le dice que estaba haciendo una mesita para cuando el papá fuera viejo. Reconoció que los abuelos “cuando se enferman nos piden muchos sacrificios”. Pero que “llevarlos a una casa de reposo sea la última posibilidad”.
“Siembren amor --concluyó el Papa-- acuérdense de lo que dijo ese niño: 'Hoy he visto a papá y mamá que se daban un beso'”. Después de sus palabras, Francisco se acercó a familias con personas que sufren discapacidades.