El Papa en el Regina Coeli
“¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El evangelio de hoy nos ofrece algunas expresiones pronunciadas por Jesús durante la fiesta de la dedicación del Templo de Jerusalén, que se celebraba a finales de diciembre. Él estaba justamente en le área del Templo, y quizás aquel espacio sacro delimitado le sugiere la imagen del rebaño y del pastor.
Jesús se presenta como “el Buen Pastor” y les dice: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”.
Estas palabras nos ayudan a entender que nadie puede decirse seguidor de Jesús si no escucha su voz. Y este escuchar no hay que entenderlo de una manera superficial, sino avasalladora, al punto que vuelve posible un verdadero conocimiento recíproco, del cual pueden venir un discipulado generoso, expresadas en las palabras “y ellas me siguen”. Se trata de un escuchar no solamente con el oído, pero con el corazón.
Por lo tanto la imagen del pastor de las ovejas indica la estrecha relación que Jesús quiere establecer con cada uno de nosotros. Él es nuestra guía y nuestro maestro, nuestro amigo, nuestro modelo, pero sobre todo nuestro salvador. De hecho la frase sucesiva del evangelio afirma: “Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”.
¿Quién puede hablar así? Solamente Jesús, porque la mano de Jesús es una sola cosa con la mano del Padre, y el Padre es el “superior a todos”.
Estas palabras comunican un sentido de absoluta seguridad y de inmensa ternura. Nuestra vida se encuentra segura en las manos Jesús y del Padre, que son una sola cosa, un único amor, una única misericordia, reveladas para siempre en el sacrificio de la Cruz. Para salvar a las ovejas perdidas que somos todos nosotros, el Pastor se hizo cordero y se dejó inmolar para tomar sobre sí y quitar el pecado del mundo.
De esta manera Él nos ha dado la vida, pero la vida en abundancia. Este misterio se renueva en una humildad siempre sorprendente, en la mesa eucarística. Es allí que las ovejas se reúnen para nutrirse; es allí que se vuelven una sola cosa con el Buen Pastor.
Por esto no tenemos más miedo: nuestra vida ha sido salvada de la perdición. Nada ni nadie podrá nunca quitarnos de las manos de Jesús, porque nada ni nadie puede vencer su amor. ¡El amor de Jesús es invencible! El maligno, el gran enemigo de Dios y de sus criaturas intenta de muchas maneras arrancarnos la vida eterna. Pero el maligno no puede nada si no somos nosotros a abrirle las puertas de nuestra alma, siguiendo sus halagos engañosos.
La Virgen María ha escuchado y seguido dócilmente la voz del Buen Pastor. Nos ayude Ella a recibir con alegría la invitación de Jesús a volvernos sus discípulos y a vivir siempre en la certeza de estar en las manos paternas de Dios”.
El Santo Padre reza el Regina Coeli y después dice las siguientes palabras:
“Queridos hermanos y hermanas,
les agradezco a quienes han acompañado con la oración la visita que he realizado ayer a la Isla de Lesbos en Grecia.
A los refugiados y al pueblo griego he llevado la solidaridad de la Iglesia.
Estaban conmigo el patriarca ecuménico Bartolomé y el arzobispo Jerónimo de Atenas y de toda Grecia, para simbolizar la unidad en la caridad de todos los discípulos del Señor.
Hemos visitado uno de los campos de refugiados: provenían de Irak, Afganistán, Siria, África y de tantos países… Hemos saludado a unos trescientos refugiados uno a uno. Los tres, el patriarca Bartolomé, el arzobispo Jerónimo y yo. Muchos entre ellos eran niños: alguno de ellos –de estos niños– asistieron a la muerte de sus progenitores y de sus compañeros, o de otros que murieron ahogados en el mar. ¡He visto tanto dolor! Y quiero contar un caso particular, de un hombre joven, no tenía aún 40 años. Lo he encontrado ayer con sus dos hijos. Él es musulmán y me contó que estaba casado con una joven cristiana, se amaban y se respetaban mutuamente. Pero lamentablemente esta joven fue degollada por los terroristas, porque no quiso renegar a Cristo y abandonar su fe. ¡Es una mártir! Y este hombre lloraba tanto…
Esta noche un violento terremoto ha golpeado al Ecuador, causando numerosas víctimas y fuertes daños. Rezamos por estas poblaciones, y también por las del Japón, donde se registraron también algunos terremotos durante estos días. El auxilio de Dios y de los hermanos les de a ellos fuerza y apoyo.
Hoy es la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Estamos invitados a rezar por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Y en esta Jornada he ordenado esta mañana a 11 nuevos sacerdotes. Renuevo mi saludo a los nuevos presbíteros, familiares y amigos; e invito a todos los sacerdotes y seminaristas a participar al su Jubileo, en los tres primeros días de junio.
Y a los muchachos y muchachas que se encuentran en la plaza: piensen si el Señor no les llama a consagrar su vida a su servicio, sean en el sacerdocio o en la vida consagrada.
Saludo con cariño a los peregrinos provenientes de Italia y de tantas partes del mundo. Están presentes familias, grupos parroquiales, escuelas, asociaciones. Les bendigo a todos. Saludo en particular a los fieles de Madrid, San Pablo de Brasil y Varsovia, asi como a los peregrinos de las diócesis de Cerreto Sannita-Telese-Sant’Agata de los Goti, y Siena-Colle Val d’Elsa-Montalcino, acompañados por sus obispos; a los fieles de Specchia y de Verona; el coro Laurenziana de Mortara y el grupo ‘Progenitores para la terapia intensiva de los recién nacidos’.
Estoy cerca de tantas familias preocupadas por el problema trabajo. Pienso en particular a las situación precaria de los trabajadores italianos de los ‘call center’. Deseo que sobre todo prevalezca siempre la dignidad de la persona humana y no los intereses particulares.
Y a todos les deseo un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi. Que tengan un buen almuerzo y ‘arrivederci’”.