Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC
El Papa Francisco nos invita a celebrar los frutos con fe y esperanza
Leyendo algunos autores, me llama la atención que hablen de un “invierno eclesial”, porque resaltan algo que es verdad: Algunas iglesias europeas se van quedando vacías, sólo participan en las Misas personas mayores y ancianas, hay muy pocas vocaciones sacerdotales y religiosas, el número de quienes se declaran católicos va descendiendo y aumenta el indiferentismo, cosa que también sucede en nuestra América Latina. Esto es innegable, y no se debe sólo a los escándalos por los casos de pederastia clerical, sino sobre todo al ambiente de secularización que se agudizó desde hace décadas.
Sin embargo, hay muchos otros datos que nos demuestran un verano eclesial, por los frutos que estamos constatando en muchas partes. Enumero sólo algunos.
Durante la Semana Santa que acaba de pasar, a mi parroquia natal, que es pequeña, llegaron más de 80 jóvenes misioneros, promovidos por el Instituto “México” de los Hermanos Maristas, y se distribuyeron en diferentes lugares, sufriendo incomodidades y limitaciones, pero entusiastas de poder convivir con el pueblo y compartir el mensaje cristiano. Unos 30 jóvenes y adolescentes nativos de mi pueblo prepararon, durante varias semanas anteriores, una representación de diversas escenas de la Pasión de Jesús, y la llevaron a cabo con ánimo y mucha fe. Soy testigo de sus esfuerzos y sacrificios.
La Conferencia Episcopal Norteamericana informó que, en la Vigilia Pascual, recibieron el bautismo, la Confirmación y Primera Comunión, más de 30,000 jóvenes y adultos. Hace dos años, en la misma fecha, bauticé a 70 adultos en Ocosingo. En las tres diócesis de Chiapas, fueron miles, no exagero, los que asumieron la fe católica en la Vigilia Pascual. En estas diócesis, han ido aumentando las vocaciones sacerdotales y religiosas, también indígenas.
De Bolivia, Marcos Jenaro, que colabora con la Conferencia Episcopal en el área de evangelización, me envió este mensaje: “Hemos celebrado como nunca los episodios pascuales de nuestra fe. Jesucristo, Señor de la Vida, de la Historia, del Cosmos, ha sido alabado en todas las lenguas de las etnias que habitan este País. Tiene un sabor especial, manifestar públicamente ser discípulo-misionero de Jesús, en un contexto social de persecución religiosa. Fieles cristianos católicos de urbes, de zonas periurbanas y comunidades rurales han testimoniado su fe y su pertenencia a la Iglesia. Hemos sentido, mínimamente, lo que sintieron nuestros hermanos de la Iglesia Apostólica”.
Fueron miles quienes se acercaron, con ocasión de la Pascua, al sacramento de la reconciliación. Ayer, un sacerdote me platicaba con entusiasmo de su pastoral en cárceles de Toluca. Ya viene el Sínodo mundial sobre la juventud, y se prepara uno especial sobre la Amazonia. Estamos preparando, en el CELAM, el VII Simposio de Teología India sobre Pneumatología y Pueblos Originarios. Etc., etc., etc.
PENSAR
No nos podemos dormir en nuestros laureles, pues también es cierto que hay muchas deficiencias en nuestra Iglesia. En Aparecida reconocimos, hace más de diez años, que hay sombras preocupantes, como cuando dijimos, asumiendo lo dicho por el Papa Benedicto XVI: “Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad. A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DA 12).
El Papa Francisco, por otra parte, nos invita a celebrar los frutos, no con un corazón tacaño, que sólo ve sombras, sino con fe y esperanza: “La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. La comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien” (EG 24).
ACTUAR
Sin ser ingenuos para no ver los problemas, seamos de mente y corazón abiertos para celebrar la obra del Espíritu Santo entre nosotros. A pesar de nuestros pecados, Jesús sostiene a su Iglesia y la fecunda con su Espíritu. ¡Ánimo y fructuosa Pascua!