Juan Luis Selma
La libertad lleva a desplegar lo mejor de uno mismo, a potenciar lo mejor, y así, me lleva a amar; a ser capaz de llamar a mis fantasmas por su nombre: prejuicios, miedos, cadenas
Diógenes paseaba en una ocasión con una antorcha encendida en la mano, y alguien le pregunto qué andaba buscando. Su respuesta fue: "Busco un hombre". Pienso que lo que decía es: ando buscando a un hombre de verdad, un hombre libre. Me gusta la libertad, disfruto siendo libre, sintiéndome libre. Admiro a una persona libre. Y no es fácil encontrar hombres libres, libres de verdad. Auténticos. Con convicciones. Políticamente incorrectos, que se deben a ellos mismos. Por eso me asombra la luz de la Pascua, me gusta, quizás más que la de la Semana Santa. El Resucitado que procesiona es el Hombre libre, sin cadena alguna, el que va mostrando las llagas bien visibles y va pregonando que ha vencido: ¡no he bajado de la cruz y por eso, ahora estoy vivo! He podido a la injusticia. Los miles de mentiras juntas no han conseguido ni una pequeña verdad. Ha ganado la verdad, no los fantasmas ¡Soy el hombre¡
¿Qué pasó la mañana de Pascua, al amanecer del primer día de la semana? Dicen las escrituras que al tercer día iba a resucitar. Yo me imagino que fue un estallido de libertad: se rompen los sellos del sepulcro, salta la piedra que lo cerraba, vuelan los lienzos y vendas que lo protegían, irrumpe la luz, la vida. El cielo se asombra y el hombre recupera la libertad mientras las tinieblas se hacen mayores en la casa del mentiroso. El Hijo del hombre vence todas las ataduras, la muerte, la injusticia, los miedos, el dolor. La vida puede sobre la muerte. La verdad deja en evidencia a la mentira. La luz a las tinieblas. Se rompen las cadenas. Los prejuicios. Las mentiras. El hombre puede ser libre.
Culturalmente ensalzamos la libertad. La exaltamos. Le dedicamos monumentos impresionantes. Vamos cantando libertad, libertad. ¿Pero somos libres de decir lo que pensamos si eso nos distingue de los demás, si no es lo correcto políticamente? ¿Tomo una decisión porque pienso que es lo mejor que puedo hacer? Incluso habría que preguntarse si me atrevo a tomar decisiones, si soy capaz de comprometerme con algo. Algunos piensan que ser libres es hacer en cada momento lo que me apetece. Que comprometerme con algo es malgastar la libertad, y sin darse cuenta eligen no elegir. Se quedan con una libertad embotada, vacía, estéril. Malgastada.
La libertad está para usarla, para vivirla. Para ser feliz amando. Un viejo y sabio profesor nos decía que la libertad es la energía que Dios nos ha dado para hacer el bien, para amar. Y es, que, si no elijo, si no tomo decisiones, o elijo lo peor, lo malo −que lo es porque me daña− no estoy siendo libre de verdad. La libertad lleva a desplegar lo mejor de uno mismo, a potenciar lo mejor, y así, me lleva a amar. A ser capaz de llamar a mis fantasmas por su nombre: prejuicios, miedos, cadenas.
La Pascua es un estallido de libertad, una escuela de libertad. Me enseña que puedo elegir no bajar de la cruz, como hizo Él; que, porque me da la gana, me fastidio por los demás. Que puedo aguantar los defectos, las injusticias de los otros, incluso puedo perdonarlas. Que por la paz familiar puedo renunciar a mi opinión, a imponer mi voluntad. Que puedo ver lo bueno del que no es como yo, de los míos. Que la libertad, elegir lo mejor, el bien, puede suponer prescindir de un capricho. Que para salvar mi amor puedo renunciar a un enamoramiento pasajero. Que puedo mirar un poco más allá de mi ombligo. Y, además, luego hay premio. Por eso es también un estallido de alegría. La alegría de la Resurrección, de la vida plena y cumplida. De la excelencia, en vez de lo vulgar y cómodo, de lo políticamente correcto. De la búsqueda abierta de la verdad.
¿Quiero ser esa persona libre? Pues tendré que utilizar la razón, tendré que pensar y formarme. Tendré que ser independiente. Sin prejuicios, no de partido. Ser yo mismo. Tendré que atreverme a mirar al paciente Crucificado para llegar a la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Rm 8,21). ¡Cuánto bien puede hacer una persona libre! ¡Qué bonita es la libertad¡ !Y qué rara ave es¡ ¿Habrá personas que sueñen con ser libres? El Resucitado lo es y Él te enseñará a ser libre con la Verdad.