Durante la Audiencia general
El pasado fin de semana he realizado un viaje a Irlanda para participar en el Encuentro Mundial de las Familias: estoy seguro de que lo habéis visto por televisión. Mi presencia quería sobre todo confirmar a las familias cristianas en su vocación y misión. Las miles de familias −esposos, abuelos, hijos− llegados a Dublín, con toda la variedad de sus lenguas, culturas y experiencias, han sido señal elocuente de la belleza del sueño de Dios para toda la familia humana.
Y nosotros lo sabemos: el sueño de Dios es la unidad, la armonía y la paz, en las familias y en el mundo, fruto de la fidelidad, del perdón y de la reconciliación que Él nos ha dado en Cristo. Él llama a las familias a participar en ese sueño y a hacer del mundo una casa donde nadie esté solo, nadie sea no querido, nadie sea excluido. Pensad bien en esto: lo que Dios quiere es que nadie esté solo, nadie sea no querido, nadie sea excluido. Por eso, era muy apropiado el tema de este Encuentro Mundial. Se llamaba así: “El Evangelio de la familia, alegría para el mundo”.
Agradezco al Presidente de Irlanda, al Primer Ministro, a las distintas autoridades gobernativas, civiles y religiosas, y a las muchas personas de todo nivel que han ayudado a preparar y realizar los actos del Encuentro. Y muchas gracias a los Obispos, que han trabajado tanto. Al dirigirme a las Autoridades, en el Castillo de Dublín, recordé que la Iglesia es familia de familias, y que, como un cuerpo, apoya a esas células suyas en su indispensable tarea para el desarrollo de una sociedad fraterna y solidaria.
Verdaderos y auténticos “puntos de luz” de estas jornadas fueron los testimonios de amor conyugal dados por parejas de toda edad. Sus historias nos han recordado que el amor del matrimonio es un especial don de Dios, que se debe cultivar cada día en la “iglesia doméstica” que es la familia. ¡Cuánto necesita el mundo una revolución de amor, una revolución de ternura, que nos salve de la actual cultura de lo provisional! Y esa revolución comienza en el corazón de la familia.
En la Pro-Catedral de Dublín encontré matrimonios comprometidos en la Iglesia y tantas parejas de recién casados, y muchos niños pequeños. Encontré luego a algunas familias que afrontan particulares retos y dificultades. Gracias a los Frailes Capuchinos, que siempre están cercanos al pueblo, y a la más amplia familia eclesial, experimentan la solidaridad y el apoyo que son fruto de la caridad.
Momento culminante de mi visita fue la gran fiesta con las familias, el sábado por la noche, en el estadio de Dublín, seguida el domingo por la Misa en el Phoenix Park. En la Velada escuchamos testimonios muy emocionantes de familias que han sufrido por las guerras, familias renovadas por el perdón, familias que el amor ha salvado de la espiral de las dependencias, familias que han aprendido a usar bien los móviles y tablets y a dar prioridad al tiempo de estar juntos.
Y se destacaron el valor de la comunicación entre generaciones y el papel específico que corresponde a los abuelos para consolidar los vínculos familiares y trasmitir el tesoro de la fe. Hoy −es duro decirlo− parece que los abuelos estorben. En esta cultura del descarte, los abuelos se “descartan”, se les aparta. ¡Pero los abuelos son la sabiduría, son la memoria de un pueblo, la memoria de las familias! Y los abuelos deben trasmitir esa memoria a los nietos. Los jóvenes y los niños deben hablar con los abuelos para llevar adelante la historia. Por favor: no descartéis a los abuelos. Que estén cerca de vuestros hijos, de los nietos.
La mañana del domingo hice la peregrinación al Santuario mariano de Knock, tan querido al pueblo irlandés. Allí, en la capilla construida en el lugar de una aparición de la Virgen, encomendé a su protección materna a todas las familias, en particular a las de Irlanda. Y aunque mi viaje no incluía una visita a Irlanda del Norte, dirigí un saludo cordial a su pueblo y animé al proceso de reconciliación, pacificación, amistad y cooperación ecuménica.
Esta visita a Irlanda, además de una gran alegría, también debía hacerse cargo del dolor y de la amargura por los sufrimientos causados en aquel país por varias formas de abuso, incluso por parte de miembros de la Iglesia, y que las autoridades eclesiásticas en el pasado no siempre supieron afrontar de manera adecuada esos crímenes. Una señal profunda me dejó el encuentro con algunos supervivientes −eran ocho−; y muchas veces pedí perdón al Señor por esos pecados, por el escándalo y el sentido de traición causados.
Los Obispos irlandeses han emprendido un serio camino de purificación y reconciliación con los que sufrieron abusos, y con la ayuda de las autoridades nacionales han establecido una serie de normas severas para garantizar la seguridad de los jóvenes. Y luego, en mi encuentro con los Obispos, les animé en su esfuerzo por remediar los fracasos del pasado con honradez y valentía, confiando en las promesas del Señor y contando con la profunda fe del pueblo irlandés, para inaugurar una estación de renovación de la Iglesia en Irlanda.
En Irlanda hay fe, hay gente de fe: una fe con grandes raíces. ¿Y sabéis una cosa? Hay pocas vocaciones al sacerdocio. ¿Cómo es que esa fe no las consigue? Por esos problemas, los escándalos, tantas cosas… Debemos rezar para que el Señor conceda santos sacerdotes a Irlanda, envíe nuevas vocaciones. Y lo haremos juntos, rezando un Avemaría a la Virgen de Knock [todos rezan un Avemaría]. ¡Señor Jesús, envíanos sacerdotes santos!
Queridos hermanos y hermanas, el Encuentro Mundial de las Familias en Dublín ha sido una experiencia profética, confortante, de tantas familias comprometidas en la vía evangélica del matrimonio y de la vida familiar; familias discípulas y misioneras, fermento de bondad, santidad, justicia y paz. Olvidamos a tantas familias −¡tantas!− que sacan adelante su propia familia, los hijos, con fidelidad, pidiéndose perdón cuando hay problemas. Olvidamos porque hoy está de moda en las revistas, en los periódicos, hablar así: “Ese se ha divorciado de aquella… La otra de aquel… Y la separación…”. Por favor: eso es malo. Es verdad: yo respeto a cada uno, debemos respetar a la gente, pero lo ideal no es el divorcio, lo ideal no es la separación, lo ideal no es la destrucción de la familia. Lo ideal es la familia unida. Así va adelante: ¡eso es lo ideal!
El próximo Encuentro Mundial de las familias se tendrá en Roma en el 2021. Encomendémoslas todas a la protección de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, para que en sus casas, parroquias y comunidades puedan ser verdaderamente “alegría para el mundo”.
Saludos
En francés
Me alegra saludar a los peregrinos provenientes de Francia, de Benín y de varios países francófonos, en particular al grupo de fieles provenientes de Toulouse y a los miembros de las Misiones Externas Capuchinas de Benín. En preparación del próximo Encuentro Mundial que se tendrá en Roma en 2021, encomendamos todas las familias a la protección amorosa de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Que puedan ser de verdad “alegría para el mundo”, tanto en sus casas, como en sus parroquias y en sus comunidades. Dios os bendiga.
En inglés
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los venidos de Ghana, Sudáfrica, Corea y Estados Unidos de América. Sobre todos vosotros y sobre vuestras familias invoco la alegría y la paz de nuestro Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
En alemán
Dirijo un cordial saludo a todos los peregrinos de lengua alemana, en particular a los muchos monaguillos aquí presentes. Agradecido por las preciosas experiencias vividas durante mi viaje, os invito a realizar cada vez más el amor de Dios en vuestras familias y os encomiendo a todos a la protección de la Sagrada Familia.
En español
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. Los animo a que sigan adelante en su compromiso cristiano, sin desfallecer, sosteniéndose unos a otros. Y les pido que recen por las familias, y también por los sacerdotes, para que cada uno en su estado de vida sea, en medio de la sociedad, un testigo valiente de la alegría del evangelio y fermento de bondad y de santidad. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
En portugués
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los fieles de Viseu, Aveiro y a los brasileños de Río de Janeiro. Queridos amigos, gracias por vuestra presencia y sobre todo por vuestras oraciones. Pidamos al Espíritu Santo, artífice de la unidad en la Iglesia y en las familias, que nos ayude a buscar siempre el diálogo, el perdón y la reconciliación en las familias, para que podamos construir un mundo de paz y de solidaridad. Dios bendiga a vosotros y a vuestros seres queridos.
En árabe
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los venidos de Siria, Líbano e Medio Oriente. Las dificultades y problemas que las familias atraviesan no pueden minar la importancia de la institución familiar, para la sociedad y para la humanidad, o poner en discusión la necesidad humana fundamental del amor duradero que nos salva del aislamiento de la soledad y de las mentiras de la cultura de lo momentáneo. Recemos por todas las familias que pasan dificultades para volver a descubrir la grandeza del amor que las ha unido y la fuerza de la fe capaz de curar sus heridas. El Señor os bendiga y os proteja del maligno.
En polaco
Doy mi bienvenida a los peregrinos polacos. Os agradezco mucho vuestras oraciones durante mi viaje Apostólico a Irlanda. Hoy, de modo particular saludo a la Asociación Communidad Reina de la Paz de Radom y a los Padres Franciscanos de Niepokalanów. A petición suya, antes de la Audiencia, he bendecido el Altar de la Adoración Eucarística, titulado “Estrella de la Inmaculada”. Será colocado en el Santuario de Niepokalanów que así se convierte en el octavo Centro Internacional de Oración por la Paz. Adorando a Cristo, siguiendo la visión espiritual de San Maximiliano Kolbe, implorad la paz para vuestras familias, para vuestra Patria, para Europa y para todo el mundo. De corazón os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos.
En croata
Saludo de corazón a los peregrinos croatas, en particular a los sacerdotes, profesores, seminaristas y alumnos de los Liceos Diocesanos de la Diócesis de Pozega, acompañados por su Obispo, Mons. Antun Škvorčević. Queridos amigos, el encuentro con el Señor, vivo en los sacramentos, encienda vuestros corazones para que con entusiasmo podáis manifestar vuestra fe y amar a vuestro prójimo. ¡Sean alabados Jesús y María!
En italiano
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En concreto saludo a las Pías Hermanas de la Redención que participan en su Capítulo general; a las Hijas del Divino Celo; a los Sacerdotes del Pontificio Colegio Pío Brasileño; a los Sacerdotes y Diáconos de Milán −¡hacen ruido estos lombardos!−, a los participantes en el encuentro estival para Seminaristas, y a los confirmandos de Chiavari y de Lucca, acompañados por sus Obispos. Saludo al Cuerpo musical Madonna di Dinnammare de Messina y a los grupos parroquiales, en particular a los de Grotte di Castro, de San Giorgio del Sannio y de Curteri di Mercato San Severino.
Un particular pensamiento dirijo a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Hoy se celebra la memoria litúrgica del Martirio de San Juan Bautista. El sacrificio heroico del Precursor os enseñe a comprender cuál es el valor supremo para un cristiano: manifestar el señorío de Cristo, vivo y activo en medio de nosotros, no solo con palabras, sino con el don de su misma vida. Dios os bendiga a todos.
Llamamiento del Santo Padre
El sábado próximo, 1 de septiembre, se celebra la cuarta Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la creación, que celebramos en unión con los hermanos y hermanas ortodoxos y con la adhesión de otras Iglesias y Comunidades cristianas. En el Mensaje de este año deseo llamar la atención sobre la cuestión del agua, bien primario que hay que proteger y poner a disposición de todos. Agradezco las diversas iniciativas que en varios lugares las Iglesias particulares, los Institutos de vida consagrada y las agrupaciones eclesiales han predispuesto. Invito a todos a unirse en oración, el sábado, por nuestra casa común, por el cuidado de nuestra casa común.