9/24/18

Letonia: Una nación que ha sabido “cambiar su luto y dolor”

Discurso del Papa al presidente y a las autoridades

Señor Presidente, Miembros del Gobierno y autoridades, Miembros del Cuerpo Diplomático y de la sociedad civil, queridos amigos todos: 
Agradezco, señor Presidente, sus amables palabras de bienvenida así como la invitación que me hizo para visitarlos durante el encuentro que mantuvimos en el Vaticano. Es motivo de alegría poder estar por primera vez en Letonia y en esta ciudad que, como todo vuestro país, ha estado marcada por duras pruebas sociales, políticas, económicas y también espirituales —fruto de las divisiones y conflictos del pasado—, pero que hoy se ha convertido en uno de los principales centros culturales, políticos y portuarios de la región. Vuestros representantes del ámbito de la cultura y del arte y, en particular, del mundo musical son bien conocidos fuera de vuestras fronteras. También lo he podido apreciar a mi llegada en el aeropuerto. De ahí creo que pueden aplicarse bien las palabras del salmista: «Cambiaste mi luto en danza» (Sal 30,12). Letonia, tierra de las “dainas”, ha sabido cambiar su luto y dolor en canto y danza y se ha esforzado en transformarse en lugar de diálogo y de encuentro, de convivencia pacífica que busca mirar hacia adelante. 
Celebráis los 100 años de vuestra independencia, momento significativo para la vida de toda la sociedad. Vosotros conocéis muy bien el precio de esta libertad que habéis tenido que conquistar y reconquistar. Una libertad hecha posible gracias a las raíces que os constituyen, como le gustaba recordar a Zenta Maurina que ha inspirado a tantos de vosotros: «Mis raíces están en el cielo». Sin esa capacidad de mirar hacia arriba, de apelar a horizontes más altos que nos recuerden esa «dignidad trascendente» de la que todos los seres humanos estamos formados (cf. Discurso al Parlamento Europeo, 25 noviembre 2014), la reconstrucción de vuestra nación no hubiera sido posible. Esa capacidad espiritual de mirar más allá, y que se hace concreta en pequeños y cotidianos gestos de solidaridad, compasión y auxilio mutuo, los ha sostenido y, a su vez, les ha dado la creatividad necesaria para generar nuevas dinámicas sociales frente a todos los intentos reduccionistas y de exclusión que siempre amenazan el tejido social. 
Me alegra saber que en el corazón de las raíces que constituyen esta tierra se encuentra la Iglesia Católica, en un trabajo de plena colaboración con las otras Iglesias cristianas, lo cual es signo de cómo es posible desarrollar una comunión en las diferencias. Realidad que ocurre cuando las personas se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y se miran en su dignidad más profunda. Así, podemos afirmar que cada vez que las personas y las comunidades aprendemos a apuntar más alto de nosotros mismos y de nuestros intereses particulares, la comprensión y el compromiso mutuo se transforman en solidaridad; la cual, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte en un modo de hacer la historia, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones e incluso los que se podrían haber considerados opuestos en el pasado, pueden alcanzar una unidad multiforme que engendra nueva vida (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228). Así como nutrió la vida de vuestro pueblo, hoy el Evangelio puede seguir abriendo caminos para afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias y especialmente fomentando la común-unión entre todos.
La celebración del centenario recuerda la importancia de seguir apostando por la libertad y la independencia de Letonia, que ciertamente son un don, pero también una tarea que implica a todos. Trabajar por la libertad es comprometerse por un desarrollo integral e integrador de las personas y de la comunidad. Si hoy se puede hacer fiesta es gracias a tantos que han abierto caminos, puertas, futuro, y les han dejado en herencia la misma responsabilidad: abrir futuro poniendo la mirada en que todo esté al servicio de la vida, generando vida. Y en este sentido, al finalizar este encuentro, iremos hacia el Monumento de la Libertad donde estarán presentes niños, jóvenes y familias. Ellos nos recuerdan que «la maternidad» de Letonia —analogía sugerida por el lema de este viaje— encuentra eco en la capacidad de promover estrategias que sean realmente eficaces y estén más centradas en los rostros concretos de estas familias, ancianos, niños y jóvenes, que en el primado de la economía sobre la vida. La “maternidad” de Letonia se manifiesta también en la capacidad de generar fuentes de trabajo para que nadie necesite desarraigarse por construir su futuro. El índice de desarrollo humano también se mide por la capacidad de crecer y multiplicarse. El desarrollo de las comunidades no se produce únicamente, y menos se mide, por la capacidad de bienes o recursos que se posean, sino por las ganas que se tenga de engendrar vida y crear futuro. Esto solo es posible en la medida que haya arraigo en el pasado, creatividad en el presente y confianza y esperanza en el mañana. Y se mide en la capacidad de entrega y de apuesta tal como las generaciones pasadas nos supieron testimoniar. 
Señor Presidente, amigos todos: Comienzo aquí mi peregrinación por esta tierra, pidiéndole a Dios que siga acompañando, bendiciendo y haciendo próspera la labor de vuestras manos para esta nación.