10/07/18

“El amor herido puede ser curado por Dios a través de la misericordia y el perdón”

El Papa en el Ángelus


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!.
El evangelio de este domingo (Mc 10, 2-16) nos ofrece la palabra de Jesús sobre el matrimonio, la historia comienza con la provocación de los fariseos que preguntan a Jesús si es lícito que un marido repudie a su mujer como lo dispone la ley de Moisés (v 2-4).
En primer lugar, Jesús con la sabiduría y la autoridad que le viene del Padre redimensiona la prescripción mosaica diciendo, a causa de la dureza de su corazón, él, (es decir el antiguo legislador) escribió para ustedes esta norma. En otras palabras, es una concesión que sirve para tapar las lagunas producidas por nuestro egoísmo, pero no corresponde a la intención original del Creador, y aquí Jesús retoma el libro del Génesis.
“Desde el principio de la creación (Dios) nos hizo varón y mujer por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne y concluye, “no debe dividir el hombre lo que Dios a unido” (v 9).
En el proyecto original del Creador no existe el hombre que se casa con una mujer y si las cosas no van bien la repudia, no, en cambio sí hay un hombre y una mujer llamados a reconocerse, a complementarse a ayudarse mutuamente en el matrimonio.
Esta enseñanza de Jesús es muy clara y defiende la dignidad del matrimonio como una unión de amor que implica fidelidad, lo que permite a los esposos permanecer unidos en el matrimonio es un amor de donación reciproca sostenido por la gracia de Cristo. Si por el contrario, prevalecen los cónyuges el interés individual su propia satisfacción entonces esa unión no podrá resistir. Y es en la misma página del Evangelio que nos recuerda con gran realismo que el hombre y la mujer llamados a vivir la experiencia de la relación y del amor pueden hacer dolorosamente gestos que la ponen en crisis.
Jesús no admite el repudio y todo lo que lleva al naufragio de la relación, lo hace para confirmar el plan de Dios en el que destaca la fuerza y la belleza de las relaciones humanas.
La Iglesia Madre y Maestra que comparte las alegrías y los esfuerzos de las personas por un lado, no se cansa de confirmar la belleza de la familia tal como nos ha sido transmitida por la Escritura y Tradición; al mismo tiempo se esfuerza por hacer sentir su cercanía materna de manera concreta a quienes viven la experiencia, relaciones rotas o llevadas a cabo de una manera dolorosa y cansada.
La manera en que Dios mismo actúa con su pueblo infiel, (es decir, con nosotros) nos enseña que el amor herido puede ser sanado por Dios a través de la misericordia y el perdón, por eso a la Iglesia en estas situaciones no se le pide inmediatamente y solo la condena, al contrario, ante tantos fracasos matrimoniales dolorosos se siente llamada a vivir su presencia de caridad y misericordia para redirigir hacia Dios los corazones heridos y perdidos.
Invoquemos a la virgen María para que ayude a los esposos a vivir y renovar siempre su unión a partir del don original de Dios.