8/22/20

Bioética: La teoría ‘queer’ puede negar la realidad de las mujeres

 Enruque Burguete

Observatorio de Bioética 

Universidad Católica de Valencia

El pasado 9 de junio, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se dirigía, a través de un comunicado interno (nº 699), a los (y por supuesto a las) Secretarios de Igualdad y de Organización Autonómicos, Provinciales, Insulares y/o de Distrito, portavoces de Igualdad en el Congreso y en el Senado y Parlamentos Autonómicos, la Delegación Socialista en el Parlamento Europeo y a la Secretaría de Igualdad de las Juventudes Socialistas de España (JSE).

Esta comunicación venía firmada por el Secretario de Organización del PSOE, D. José Luis Ábalos, por la Secretaria de Igualdad de la Comisión Ejecutiva Federal (CEF), Dña. Carmen Calvo, y por los secretarios de Coordinación Territorial y Relaciones Partido/Gobierno y de Relaciones Institucionales del CEF-PSOE. En términos coloquiales se trataba de uno de esos comunicados: “que vienen de arriba”.

Algunos medios se han mostrado sorprendidos con el contenido del comunicado y, particularmente, del documento que lo acompaña: un argumentario que, tal como expresa su título, se erige “contra las teorías que niegan la realidad de las mujeres”. Otros, sin embargo, han obviado valorarlo por más que se refiera al mismísimo eje programático del PSOE en sus políticas de igualdad. No es difícil imaginar por qué si se atiende a su línea editorial.

Por su título, el argumentario al que nos referimos podría contener un manifiesto de corte feminista contra el silenciamiento de la realidad social de las mujeres. Y así es. Sin embargo, por una vez sus autores no sitúan al otro lado del ring, como viene siendo habitual, al patriarcado, a la Iglesia católica o a los partidos conservadores. A quien señalan como enemiga de las mujeres es, en esta ocasión, a la teoría queer. Y no le faltan razones para hacerlo, por más que pueda extrañar.

Extraña, sin embargo, que sea justo ahora cuando el PSOE se desmarque de lo que ha venido siendo, de la mano de sus socios de gobierno, el estandarte de sus políticas de género. A no ser, evidentemente, que por delante de su política social estén los intereses de partido a la hora de establecer pactos estratégicos en estos tiempos convulsos.  Porque a nadie escapa que, tras las más significativas leyes de género aprobadas recientemente por los gobiernos autonómicos cuya presidencia ostenta el PSOE [1], subyace la misma teoría que este documento critica sin ambages. Una teoría que, en síntesis, afirma que la categoría “mujer” no es objetiva sino una mera construcción social, un invento, una falsedad o una interpretación ideológica. Para los teóricos queer, no sólo la “idea” de mujer (esto es, el género) es un constructo social como ha sostenido el feminismo [2] desde Simone de Beauvoir (recordarán aquello de “no se nace mujer, se llega a serlo” [3] sino que también el sexo biológico “mujer” es un constructo histórico-simbólico y cultural.

Podrá resultar sorprendente, pero es así: la perspectiva queer sostiene, sin rubor, que ni los genes, ni los genitales, ni los caracteres sexuales secundarios, ni el sistema endocrino determinan el sexo de una persona. Hay mujeres con pene, afirman, y hombres con vagina[4], con independencia de lo que diga o deje de decir la evidencia empírica y la ciencia. De hecho, hay teóricos queer con cátedra en Universidades españolas que tildan de “retórica” a las evidencias médicas [5] que, a su juicio, consienten la legitimación de la diferencia sexual como una categoría biológica cuando, en realidad, debería admitirse que se trata de una categoría exclusivamente ideológica [6]. La mujer, en definitiva, no existiría. Afirmarse mujer no sería sino expresar una idea, tener un sentimiento o profesar una ideología.

Este Observatorio ha reiterado, tanto en sus informes como en los artículos publicados y las conferencias impartidas por sus colaboradores en España, Europa y Latinoamérica, lo que el socialismo español parece redescubrir ahora: que para la cultura queer, el feminismo es una teoría caduca y ser varón o mujer se reduce a “decirse” y “mostrarse” como “varón” o como “mujer”[7]. Iconos del postfeminismo queer como Judith Butler[8]sostienen que el género es una condición más propia del “hacer” que del “ser”. Para Butler, como intenta ejemplificar apelando a las drag queen, ser mujer es un modo de expresarse. Nada más que eso. No existirían, por tanto, las mujeres, sino las personas que, de modo temporal o permanente se comportan o se sienten como si dicha categoría existiese. Esta es la esencia de la teoría queer.

No se trata, como es fácil observar, de una teoría inocua. De hecho, tiene importantes repercusiones en los ámbitos jurídico, sociosanitarios, educativos y familiares. Conforme a la ley 8/2017 de la Generalitat Valenciana, por ejemplo, los padres no pueden negarse al tratamiento hormonal de sus hijos pequeños para bloquear su desarrollo puberal, so pena de ser literalmente conducidos ante la autoridad judicial (Ley 8/2017, §16,3) como potenciales autores de un delito de negación abusiva a sus hijos o de violencia familiar. Además, y como este Observatorio ha denunciado en no pocas ocasiones, la perspectiva queer sostiene la necesidad de transgredir, ya desde los niveles de educación infantil y primaria y mediante un arduo trabajo de repetición[9] (Gil, 2002, pág. 37), las categorías normativas que estructuran la identidad y expresión de género, la orientación sexual y los modelos de familia; las estructuras de significación que definen “lo normal” y “lo anormal”.

Nótese, en este sentido, que para la teoría queer “transgredir” implicaría no sólo desplazar, sino también subvertir[10]. Como hemos señalado en otras muchas ocasiones[11], el objetivo de la legislación queer (que, permítanme insistir, se promulgó sobre las firmas de presidentes socialistas de gobiernos autonómicos) no es formar a los niños en la tolerancia frente a las identidades sexuales diversas, pues la tolerancia sólo tiene sentido sólo frente a lo que se considera “anormal”[12]. Lo que persiguen, más bien, es subvertir la interpretación tradicional de “lo natural”.

En cualquier caso, a la luz del comunicado nº 699 del PSOE a las Secretarías y Portavocías arriba mencionadas, se nos antojan todavía más injustas las acusaciones vertidas por este partido contra algunos miembros de este Observatorio por atreverse a defender públicamente lo que entonces el PSOE consideraban casi un delito y hoy defiende como una verdad programática socialista. No es necesario traer aquí lo vivido cuando nos personamos como expertos para solicitar la revisión de algunos artículos de la ley 8/2017, todavía en proyecto entonces. En el seno de aquella sesión, hubo quien prácticamente nos acusó de ser causantes de la muerte por suicidio de los niños trans. Como tampoco es necesario recordar las acusaciones vertidas por la Secretaria de Igualdad de la ejecutiva provincial del PSPV-PSOE, Rocío Ibáñez, contra el obispo de Segorbe-Castelló por invitarnos a explicar a sus fieles lo mismo que hoy, su propio partido, le explica a ella a través del documento adjunto al comunicado del que estamos tratando[13]: que la ideología queer es nociva para la causa de la mujer.

Pero antes de leernos o escucharnos; antes de saber lo que íbamos a decir e incluso desconociendo el contenido real de la ideología de género, la secretaria socialista de igualdad de Castellón sostuvo públicamente que estas jornadas pretendían “confundir a la gente” ocultando “la cultura del patriarcado tan instaurada en la sociedad actual”[14]. La presidenta del colectivo LGTBI de Castellón, por su parte, tildó estas sesiones -que todavía no se habían producido y cuyo contenido en consecuencia desconocía- como un “discurso de odio (…) antesala a los delitos de odio, las agresiones, las humillaciones, los insultos y el menosprecio que sufrimos”[15].

Pero, en lo que sí importa y es objeto del presente informe, no les cansaremos repitiendo los argumentos que tantas veces hemos desgranado en nuestros documentos y actividades públicas, relativos a la dignidad de todas las personas con independencia de su orientación sexual o de su identidad y expresión de género. No han faltado, con ellos, apelaciones cariñosas y empáticas a la carga dramática de la vida de las personas que viven su propio cuerpo como una cárcel en la que han caído sin culpa[16], a la intrínseca dignidad que fundamenta sus derechos inalienables[17] o a la belleza de la condición humana de toda persona con independencia de cualquier consideración identitaria[18]. Apelaciones tan constantes, públicas y notorias como las recomendaciones que hemos ofrecido para que la atención que merecen sea acorde con los derechos fundamentales que se derivan de su dignidad y no responda, en su lugar, a una estrategia de marketing al servicio de un determinado color político.

A la luz de lo dicho nos permitimos rescatar los puntos que sostiene el argumentario socialista, valorándolos desde una perspectiva bioética y señalando, también, las coincidencias con aquello que, en los últimos años, hemos defendido incansablemente.

El primer argumento socialista es el siguiente:

“El sexo es un hecho biológico y el género una construcción social. El sexo se refiere a las características corporales, biológicas y fisiológicas, que definen y diferencian a los humanos como hombres y mujeres”.

No podemos estar más de acuerdo. Aunque, probablemente, que lo estemos será utilizado por el Ministerio de Igualdad para acusar al PSOE de haberse colado en la boda equivocada. Pero esta obviedad, que las personas los somos como varones o como mujeres y que esta condición obedece al sobrecruzamiento cromosómico que se produce tras la fecundación, determinando el cariotipo de las células del embrión que permanecerá inalterado durante la vida entera del individuo, ha sido insistentemente descrita por los Dres. Aznar y Tudela, con todo lujo de detalles, en diversas publicaciones[19]

El documento continúa diciendo que:

“El género es la construcción social del sexo biológico con el que se nace. Es decir, el conjunto roles sociales y culturales, de tareas, estereotipos… que se asignan a los hombres y las mujeres de manera diferenciada y que configura expectativas y oportunidades”.

Y nuevamente estamos de acuerdo. Sobre la base de dos identidades sexuales claramente diferenciadas, el varón y la mujer, cada cultura ha ido construyendo, a lo largo del tiempo, una idea relativa al rol social y laboral, a la expresión y otros factores atribuibles a la persona en función de su sexo. Esto es el género, y no otra cosa. Y en función de este significado cabe entender la idea de Simone de Beauvoir que reproducíamos más arriba: “no se nace mujer, se llega a serlo”[20]. Otra cosa distinta, y aquí nos permitimos discrepar en parte, es si esta idea ha sido mediada por una suerte de fuerza omnipresente en la historia universal que el feminismo marxista identifica con el patriarcado, una primera forma de capitalismo que, tal como lo interpreta Engels, convirtió a la mujer en una mercancía, cuando no en un primer proletariado de cuya fuerza de producción (los genitales y el útero), el varón tradicionalmente, y el capitalismo neoliberal en la actualidad, obtiene determinadas plusvalías[21].

El documento añade, además, que el concepto de género “establece la división sexual del trabajo (productivo para los hombres y reproductivo para las mujeres) y de los espacios (públicos para los hombres y privados para las mujeres) y supone una preponderancia de lo masculino sobre lo femenino”. No señala, en cambio, si esto ocurre por igual en todas las culturas, es decir, si Angela Merkel podría ostentar la presidencia del gobierno en países cuyo acervo cultural no es el humanista cristiano o si María Dolores Dancausa, CEO de Bankinter, podría serlo de entidades financieras con domicilio fiscal o social en dichos Estados.

Sí esclarece, para escándalo de sus afiliados queer, que “si el género sustituye al sexo se desdibuja la situación de desigualdad estructural de las mujeres respecto a los hombres”. Y lo compartimos apelando al sentido común, puesto que con esta sustitución desaparecen, en la práctica, el hombre y la mujer como sujetos reales. Baste, para ilustrarlo, con un sencillo ejemplo: la ley 8/2017, en consonancia con los principios de Yogyakarta[22] establece que los delitos de odio u ofensa contra las personas trans deben gestionarse en los tribunales con idéntica consideración que la violencia de género, esto es: aplicando la excepcionalidad jurídica de la inversión en la carga de la prueba (§46). Esto quiere decir que, cuando se juzguen este tipo de delitos, el acusado no será inocente mientras no se demuestre lo contrario. Más bien al revés, será el acusado quien deba demostrar su inocencia si no quiere dar con sus huesos en prisión. Ahora bien: la ley establece, también, que hay mujeres nacidas en cuerpos de varón y que estas no tienen que aportar ningún tipo de evaluación médica o psíquica para demostrarlo. Textualmente, sostiene que la identidad de género es la “vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la siente y autodetermina, pudiendo o no corresponder con el sexo asignado en el momento del nacimiento” (§4,1). En ese caso, ¿podía el acusado apelar a su condición de mujer en lo más íntimo para tener un trato más favorable?

Pero no hace falta acudir a ejemplos tan enrevesados. Si el género sustituye al sexo ¿Las plazas que asigna por cuota la Administración a las mujeres, serán asignadas también a las mujeres trans? ¿Deben revisarse las condiciones salariales de aquellos que, nacidos en el cuerpo de un varón, consideren que cobran menos que sus compañeros y apelen al techo salarial impuesto a quienes, como él, en su intimidad son mujeres? ¿Qué ocurre con los que no se reconocen en los géneros normativos o binarios, esto es, con asexuales, pansexuales, agénero, etc?

El documento del PSOE es, si cabe, todavía más valiente que nosotros en la proposición de ejemplos para ilustrar lo que venimos afirmando. Transcribimos textualmente:

“Si basta con que un hombre exprese en un momento determinado que se siente mujer, sin ninguna otra consideración:

– ¿Cómo afecta a la recopilación de datos estadísticos? Las estadísticas se desagregan por sexo, y son fundamentales para conocer los problemas (la desigualdad laboral y salarial, la feminización de la pobreza, el techo de cristal, la violencia machista…) y determinar las políticas públicas para su abordaje.

– ¿Cómo afecta a la ley de violencia de género? ¿Podría un hombre maltratador señalar que se siente mujer y por tanto no poder ser juzgado por este delito?

– ¿Cómo afecta a las políticas de paridad y de representación equilibrada?

– ¿Cómo afecta al acceso a recursos y servicios como casas de acogida, centros de reclusión?

– ¿Cómo afecta a la participación en eventos y competiciones deportiva?”

Estas preguntas, quizá, debiera hacérselas a aquellos con quienes han promulgado las leyes de género en las Comunidades autónomas y a sus actuales socios de gobierno, que en 2017 elevaron a la Mesa de las Cortes Generales una proposición de ley[23] que permitía, entre otras cosas, que la afiliación a las federaciones deportivas y el acceso al empleo público tuviese en cuenta la identidad de género sentida, y no ese irrelevante dato biológico al que llamamos sexo….

Si se niega el sexo, prosigue el argumentario socialista “se niega la desigualdad que se mide y se construye en base a este hecho biológico” . Y ante una afirmación tan rotunda, que compartimos plenamente, no podemos más que preguntarnos: ¿Existe, entonces, el hecho biológico? ¿Quieren decir vds. Sr. José Luis Ábalos y Sra. Carmen Calvo, que los niños tienen pene y las niñas tienen vulva? ¿Quieren vds. decir que este hecho es una evidencia empírica? ¡Quién nos lo iba a decir!

El documento prosigue con un análisis de los conceptos identidad de género e identidad sexual, relacionándolos con la vivencia transidentitaria en su versión transexual (esto es, aquella que “pese a no ser en absoluto patológica” se acompaña de una disforia tal que requiere, además de terapia psicológica, terapia farmacológica y hormonal, cirugía de exéresis de mama y genitales, implantes mamarios, reconstrucción de genitales y/u otros tratamientos médicos o quirúrgicos para la modificación corporal), y la vivencia transgénero, esto es, aquella que se limita a un sentimiento interno que sólo requiere reconocimiento social, pero nada más.

A juicio del PSOE, el activismo queer está utilizando interesadamente el concepto de identidad de género y poniendo en riesgo el propio concepto jurídico y sujeto político “mujer” . Lo compartimos. La apelación de Beatriz Preciado (ahora Paul Beatriz, doctora en Teoría de la Arquitectura por la Universidad de Princeton, máster de Filosofía Contemporánea y Teoría de Género en la New School for Social Research de Nueva York, discípula de Jacques Derrida y, en sus propias palabras, adicta a la testosterona) al fin de la naturaleza como orden legitimador; su propuesta de reemplazar ese “contrato social que denominamos Naturaleza” por un contrato contrasexual en el que los cuerpos no se reconocen a sí mismos como hombres o mujeres, sino como cuerpos hablantes y se reconocen la posibilidad de acceder a todas las prácticas significantes y posiciones de enunciación; la renuncia, en definitiva, a una identidad sexual cerrada y determinada naturalmente[24], no es una cuestión que debamos tomar a la ligera. El partido socialista lo ha hecho; la comunidad política internacional lo ha hecho; las universidades, los partidos políticos y la sociedad española en su conjunto lo ha hecho. Y quien no lo ha hecho, ha sido tildado de fascista y expulsado del debate público… Pero haber dado pábulo a este tipo de argumentos, como al de Judit Butler cuando sostiene que es más mujer una drag queen que cualquier otra mujer, ha tenido consecuencias graves, como los protocolos educativos que instan a enseñar a los niños de 3 a 5 años que su sexo no tiene nada que ver con su cuerpo.

Hay otras consecuencias, de idéntica gravedad. Una de ellas, sin duda, que los niños puedan iniciar tratamientos de cambio de sexo antes de su pubertad, bastando para ello ¡la simple expresión de su deseo! Este Observatorio ha mostrado, con la seguridad que aporta el aparato crítico de la buena ciencia, que los porcentajes de desistimiento en el deseo de cambiar de sexo oscila, llegada la adolescencia, entre el 80% y el 95% de los niños y niñas que se identificaron como trans durante la infancia[25]. Hemos explicado reiteradamente[26], amparados en el realismo metafísico, en el concepto plessneriano de posición excéntrica[27] y en el concepto spaemanniano de diferencia interna[28], que la persona es una realidad objetiva, física y numérica; que ocupa una posición en el espacio y en el tiempo; que no es una entelequia ni un cogito puro[29]; que no es un sentimiento. Lo escribíamos ya así en 2017. Han tenido que pasar tres años para que la dirección del PSOE escriba, en su argumentario algo tan similar que podría pensarse ha sido escrito por la misma persona… Pero créanme. Nadie mejor que yo puede afirmar que no ha sido así. Eso es lo que dice ahora el Partido Socialista: “Las mujeres no son una identidad ni ninguna esencia. No constituyen ningún colectivo. (…) El sexo con el que nacen determina su lugar en el mundo, a partir del mismo se construye y se delimita el espacio que ocupan y cómo lo hacen” .

Quizá ahora Ximo Puig, President de Generalitat Valenciana, que firmó de puño y letra la ley 8/2017 que proclama el derecho “a la autodeterminación de la identidad de género (…) a la que (las personas) sienten pertenecer” (§3), se arrepienta de lo firmado y se avenga a escucharnos. Quizá el Presidente socialista del Gobierno deba plantearse la conveniencia de mantener en su Ministerio de Igualdad a quien elevó a la Mesa de las Cortes una proposición de ley en la que se afirma “el derecho de cada persona a construir su propia autodefinición con respecto a su cuerpo y sexo” (§ 7,1b). ¡Qué bueno sería que, en lugar de ignorarnos, malinterpretarnos o despreciarnos por principio, se hubiesen dignado a escucharnos! ¡Qué bueno sería escucharnos en estos tiempos de crispación impostada e interesada! ¡Qué bueno sería atrevernos a indagar dialógicamente en busca de lo bueno, de lo bello y de lo verdadero! Si aceptasen vds. el reto…

Nos congratulamos enormemente de este documento del PSOE al que, como es normal en un sistema que respeta las libertades, manifestamos que no nos sumamos plenamente, aunque sí en una parte sustancial. Es bueno que, aunque tarde, los socialistas se posicionen a nuestro lado para manifestar, esta vez sin ambages ni estrategias inmunizadoras, que también están “en contra de los posicionamientos que defienden, que los sentimientos, expresiones y manifestaciones de la voluntad de la persona tienen automáticamente efectos jurídicos plenos” . Que sostengan, como la buena ciencia y la antropología adecuada a la que se suscribe este Observatorio, que “el denominado “derecho a la libre determinación de la identidad sexual” o “derecho a la autodeterminación sexual” carece de racionalidad jurídica” [30].

Tienen vds. razón, amigos del PSOE. El género, tal como lo describe la teoría queer, “es una categoría de análisis que lleva implícita la opresión, la desigualdad y la subordinación de las mujeres respecto de los hombres. Por ello, las socialistas feministas pretendemos su abolición para conseguir la emancipación de las mujeres” . Este Observatorio también lo pide. El sentido común también lo pide. Lo pide la verdad.