El Papa ayer en el Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (cfr Mt 16,13-20) presenta el momento en el que Pedro profesa su fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Esta confesión del Apóstol es provocada por el mismo Jesús, que quiere conducir a sus discípulos a dar el paso decisivo en su relación con Él. De hecho, todo el camino de Jesús con los que le siguen, especialmente con los Doce, es un camino de educación de su fe. Antes que nada Él pregunta: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” (v. 13). A los apóstoles les gustaba hablar de la gente, como a todos nosotros. El chisme gusta. Hablar de los demás no es tan exigente, por esto, porque nos gusta; también “despellejar” a los otros. En este caso ya se requiere la perspectiva de la fe y no el chisme, es decir, pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Y los discípulos parece que hacen una competición en el referir las diferentes opciones, que quizá en gran parte ellos mismos compartían. Ellos mismos compartían. Básicamente, Jesús de Narazert era considerado un profeta (v. 14).
Pero estad atentos: es indispensable y loable que la pastoral de nuestras comunidades esté abierta a las muchas pobrezas y emergencias que están por todos lados. La caridad es siempre la vía maestra del camino de fe, de la perfección de la fe. Pero es necesario que las obras de solidaridad, las obras de caridad que nosotros hacemos, no desvíen del contacto con el Señor Jesús. La caridad cristiana no es simple filantropía sino, por un lado, es mirar al otro con los mismos ojos que Jesús y; por el otro, es ver a Jesús en el rostro del pobre. Este es el camino verdadero de la caridad cristiana, con Jesús en el centro, siempre.
María Santísima, bienaventurada porque ha creído, sea para nosotros guía y modelo en el camino de la fe en Cristo, y nos haga conscientes de que la confianza en Él da sentido pleno a nuestra caridad y a toda nuestra existencia.
Y después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
Ayer se celebró la Jornada mundial en recuerdo de las víctimas de actos de violencia basados en la religión y en el credo. Recemos por estos hermanos y hermanas nuestros, y apoyemos con la oración y la solidaridad también a quienes – y son muchos – todavía hoy son perseguidos a causa de su fe religiosa. ¡Muchos! Mañana, 24 de agosto, se cumplen 10 años de la masacre de setenta y dos migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en México. Eran personas de diferentes países que buscaban una vida mejor.
Expreso mi solidaridad a las familias de las víctimas que todavía hoy invocan justicia y verdad sobre lo sucedido. El Señor nos pedirá cuentas de todos los migrantes caídos en los viajes de la esperanza. Han sido víctimas de la cultura del descarte.
Mañana se cumplen también cuatro años del terremoto que golpeó el centro de Italia. Renuevo mi oración por las familias y las comunidades que han sufrido mayores daños, para que puedan ir adelante con solidaridad y esperanza; y mi deseo de que se acelere la reconstrucción, para que la gente pueda volver a vivir serenamente en estos bellísimos territorios de los Apeninos.
Deseo, además, reiterar mi cercanía a la población del Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, que está sufriendo a causa del terrorismo internacional. Lo hago en el vivo recuerdo de la visita que realicé a ese querido país hace un año.
Dirijo un cordial saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos. En particular, a los jóvenes de la parroquia del Cernusco en el Naviglio – estos que están de amarillo, allí – que salieron de Siena en bicicleta y han llegado hoy a Roma a lo largo de la Vía Francigena. ¡Habéis sido buenos! Y saludo también al grupo de familias de Carobbio degli Angeli (provincia de Bérgamo), que han venido en peregrinación en recuerdo de las víctimas del Coronavirus. Y no olvidamos, no olvidamos a las víctimas del coronavirus. Esta mañana he escuchado el testimonio de una familia que ha perdido a los abuelos sin poder despedirlos, en el mismo día. Mucho sufrimiento, muchas personas han perdido la vida, víctimas de la enfermedad; y muchos voluntarios, médicos, enfermeros, monjas, sacerdotes, que también han perdido la vida. Recordamos a las familias que han sufrido por esto.