11/27/20

Festival de la Doctrina Social de la Iglesia

 Mensaje del Papa a los participantes


Un cordial saludo al obispo y a todos vosotros los que participáis, en Verona y en las diversas ciudades italianas conectadas por internet, en el Festival de la Doctrina Social de la Iglesia que, con su metodología creativa, quiere iniciar una confrontación entre sujetos diferentes por sensibilidad y por acción, pero convergentes en la construcción del bien común.

Es una edición diferente a la habitual, porque estamos enfrentándonos a la pandemia todavía presente, un escenario que comporta dificultades y graves heridas personales y sociales.

Y es una edición algo diferente también porque, por primera vez, Don Adriano Vincenzi no está con vosotros para respaldar este evento formativo que ahora llega a su décima edición. Queremos recordarlo en el rasgo distintivo de su servicio, con palabras que están en sintonía con lo que escribí en la última Encíclica Fratelli tutti: «Una gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra (n. 196).

Este año el tema que habéis elegido es Memoria del Futuro. Suena un poco extraño pero es creativo: “Memoria del Futuro”. Nos invita a esa actitud creativa que podemos decir que es “frecuentar el futuro”.  Para nosotros los cristianos, el futuro tiene un nombre y este nombre es esperanza. La esperanza es la virtud de un corazón que no se cierra en la oscuridad, no se detiene en el pasado, no “se apaña” en el presente, sino que sabe ver el mañana. Para nosotros los cristianos, ¿qué significa el mañana? Es la vida redimida, la alegría del don del encuentro con el Amor trinitario. En este sentido, ser Iglesia significa tener la mirada y el corazón creativos y escatológicos sin ceder a la tentación de la nostalgia, que es una verdadera y propia patología espiritual.

Un pensador ruso, Ivanovic Ivanov, afirma que sólo existe lo que Dios recuerda. Por eso la dinámica de los cristianos no es retener con nostalgia el pasado, sino acceder a la memoria eterna del Padre; y esto es posible viviendo una vida de caridad. Por lo tanto, no la nostalgia, que bloquea la creatividad y nos convierte en personas rígidas e ideológicas incluso en el ámbito social, político y eclesial, sino la memoria, tan intrínsecamente ligada al amor y a la experiencia, que se convierte en una de las dimensiones más profundas de la persona humana.

Todos nosotros hemos sido generados a la Vida en el Bautismo. Hemos recibido el don de la vida que es la comunión con Dios, con los demás y con la creación. Así, pues, estamos llamados a realizar la vida en comunión con Dios, es decir, en la intimidad de la oración en la presencia del Señor, en el amor por las personas que encontramos, o sea, en la caridad, y finalmente por la madre tierra, lo que indica un proceso de transfiguración del mundo.

Y la Vida recibida en don es la misma vida de Cristo, y no podemos vivir como creyentes en el mundo sino manifestando su misma vida en nosotros. Injertados en la vida del Amor trinitario nos volvemos capaces de la memoria, de la memoria de Dios. Y sólo lo que es amor no cae en el olvido, precisamente porque encuentra su razón de ser en el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En este sentido, toda nuestra vida debe ser de alguna manera una liturgia, una anamnesis, una memoria eterna de la Pascua de Cristo.

He aquí, pues, el significado del Festival de este año: vivir la memoria del futuro significa comprometerse a hacer de la Iglesia, el gran pueblo de Dios (cf. Lumen Gentium, 6), el principio y la semilla del reino de Dios en la tierra. Vivir como creyentes inmersos en la sociedad manifestando la vida de Dios que recibimos como don en el Bautismo, para que ahora tengamos memoria de esa vida futura en la que estaremos juntos ante el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Esta actitud nos ayuda a superar la tentación de la utopía, de reducir el anuncio del Evangelio a un simple horizonte sociológico o de que nos embarquen en el “marketing” de las diversas teorías económicas o bandos políticos.

En el mundo con la fuerza y la creatividad de la vida de Dios en nosotros: así sabremos fascinar el corazón y la mirada de las personas con el Evangelio de Jesús, ayudaremos a que fecunden proyectos de nueva economía inclusiva y de política capaz de amor.

Quisiera dirigir unas palabras en particular a los diferentes actores de la vida social reunidos con ocasión del Festival: al mundo de los empresarios, de los profesionales, de los representantes del mundo institucional, de la cooperación, de la economía y de la cultura: seguid comprometiéndoos en el camino que Don Adriano Vincenzi trazó con vosotros para el conocimiento y la formación en la doctrina social de la Iglesia. Constructores de puentes: los que se reúnen aquí no encuentren muros sino rostros…

Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.