Jaime Nubiola
Necesitamos autores que no “estén de moda”, que no digan lo que dice todo el mundo, sino que, en la mejor estirpe socrática, lleguen a nuestro corazón despertando a nuestra cabeza tantas veces amodorrada por el consumismo dominante
Entre mis lecturas del último mes destacan los dos libros de aforismos de Carlos Marín-Blázquez. Leí primero su Contramundo (Homo Legens, Madrid, 2020) y ahora estoy con otro libro anterior, más breve, titulado Fragmentos (Sindéresis, Madrid, 2017). Se trata de libros que no pueden leerse de corrido; al menos yo no puedo hacerlo, pues muchos de sus breves textos me dejan bloqueado pensando, en particular cuando dicen cosas que no entiendo o con las que me parece que no estoy de acuerdo. Muchos aforismos han de ser descifrados, ya que requieren un tiempo pausado de reflexión para descubrir su más hondo sentido.
Es verdad que algunos de los aforismos iluminan a otros y nos revelan a un autor profundamente cristiano −«Al descomponerse su cimiento religioso, el orden cultural se tambalea», n. 5; «La humanidad no mata a Dios para liberarse, sino para suplantarlo. El ateísmo moderno es consecuencia de la deificación del hombre», n. 16−, que analiza la situación presente hasta la médula −«Hoy los uniformes se llevan por dentro», n. 14− y se queda desolado. Quizá por esto su libro Contramundo se abre con estas dos citas de Simone Weil y de Romano Guardini:
«No podrías haber nacido en una época mejor que esta, en la que todo se ha perdido» (Weil).
«¿Podemos vivir en medio de esta desolación?» (Guardini).
Escribo estas líneas en una luminosa y amable mañana de Navidad en la que todos −al menos así solemos decir− queremos ser mejores, más afectuosos y cariñosos con quienes nos rodean, con los que están cerca y con los que están lejos, con los que están y se sienten solos, con todos. Sin embargo, estos buenos deseos −que podrían quedarse en un ternurismo facilón− no bastan. Nuestro mundo necesita de autores como Carlos Marín-Blázquez que pongan el dedo en las llagas ulceradas de nuestra sociedad y nos inviten así a seguir pensando para poder transformar creativamente nuestra cultura. Necesitamos autores que no “estén de moda”, que no digan lo que dice todo el mundo, sino que, en la mejor estirpe socrática, lleguen a nuestro corazón despertando a nuestra cabeza tantas veces amodorrada por el consumismo dominante.
Es necesario repensar nuestra sociedad para hacerla más humana. «Más triste que ver sucumbir esta civilización es constatar la ínfima catadura de quienes la destruyen» (n. 131). Quiero aquí coleccionar como regalo de fin de año algunos de los aforismos de Carlos Marín-Blázquez en las primeras páginas de Contramundo que me han cautivado, o mejor, que me han dejado temblando por su acerada lucidez y el acierto de su expresión:
«Lo que una vez se llamó autoridad hoy es fuerza pública» (n. 11).
«La podredumbre de una sociedad comienza por la corrupción de sus oradores» (n. 15).
«A la completa politización de la existencia debemos llamarla por su nombre: totalitarismo» (n. 31).
«La atrofia del espíritu es el fin último de la técnica» (n. 76).
«Lo peor de mentir no es que resulte inmoral; es que nos hace vulgares» (n. 100).
«La fraternidad, convertida en fin político, culmina en regímenes policiales» (n. 144).
«La clave religiosa plantea problemas que la mentalidad actual ignora que existan» (n. 232).
«Nuestra época: individualismo social, colectivismo mental» (n. 259).
«Descifrar nuestra época implica asumir que el poder de la mentira es ilimitado» (n. 275).
«Vivir con lucidez es acostumbrarse a caminar entre escombros» (n. 301).
Como se ve, podría transcribir todo el libro, pero basta con los diez aforismos aquí reunidos para invitar a leer a este autor, nacido en Cieza en 1969, filólogo por la Universidad de Murcia y columnista habitual en la prensa. Carlos Marín-Blázquez da mucho que pensar. ¡Qué mejor regalo para este nuevo 2021!
Jaime Nubiola, en filosofiaparaelsigloxxi.wordpress.com