Enrique García-Máiquez
Estamos cayendo en el tópico unánime de decir que 2020 ha sido desastroso a bulto
El poeta Jesús Beades explicaba en la revista literaria Leer por leer la similitud entre la columna de prensa y el poema: «Su brevedad, la necesidad de ceñirse de algún modo a algún dato real, su tendencia al final lapidario o iluminador o paradójico, el hecho de enfatizar un aspecto de la realidad, y sólo uno, arrojando la luz de la inteligencia sobre éste por un momento…» César González Ruano o Manuel Alcántara o ambos fueron aún más allá y emparentaban la columna periodística al soneto, nada menos.
Hay otra coincidencia esencial: ni la columna ni el poema deben repetir lo consabido. Lo poético, dice Gómez Dávila, no es lo que sirve para escribir un poema, sino lo que ya sirvió; y la opinión general no es lo que vale para una columna de opinión, sino lo que se sostuvo a solas y antes −si hubo suerte− de que fuese común. Este carácter contradictorio me viene hoy de maravilla para defender una viejísima tradición.
El último día de año se entona un Te Deum de acción de gracias a Dios por lo bueno del que acaba. ¿Del año 2020? Sí, también. Si se ha entonado todos los años durante siglos, cuando hubo pestes, terremotos, heladas, hambrunas, guerras e incluso revoluciones, ¿por qué este año no? Estamos cayendo en el tópico unánime de decir que el 2020 ha sido desastroso a bulto, incluso "maldito", y podemos estar siendo algo injustos, hasta con nosotros mismos. Será prácticamente imposible ser ecuánimes en aquellos hogares (¡tantos!) que hayan perdido a algún familiar o amigo.
Ni será nada fácil para aquellos que económicamente lo estén pasando muy mal. Los demás, ¿tenemos derecho a quejarnos lo mismo que ellos? ¿No deberíamos juzgar el año día a día, caso a caso? Desde luego, por honor a la verdad y para ser agradecidos a las cosas buenas que seguro que también nos han pasado o hemos hecho en estos 365 días, que serán muchas.
Pero además por la alegría de volver verlas: la intimidad con la familia del confinamiento; la piedad con los que sufrían; el trabajo bien hecho desde casa; y, en el peor de los casos, los últimos momentos felices con aquellos que se han ido. Si durante el día de hoy nos disponemos a hacer un solemne agradecimiento, rebuscaremos los motivos y los recordaremos. Cimentaremos mucho mejor la fiesta de esta noche; contrastaremos las razones evidentes de queja y podremos desearnos en serio, sin tópicos, con el listón más alto, que el 2021 sea mejor.
Enrique García-Máiquez, en diariodecadiz.es