12/15/21

Do ut des

Jaume Patuel


Dar sin esperar nada es una actitud humana madura y profunda   


Do ut des  es una expresión latina que significa: te doy para que tú me des. Una forma de transacción, de reciprocidad. O también doy para que me hagas. Siempre dar o hacer a cambio de recibir o hacer. En términos populares también sería: nadie da nada por nada. Esta idea está muy extendida: ¡Desconfía de quien te regala algo! ¿Qué quiere a cambio? Siempre que se da se busca de forma consciente o inconsciente una recompensa. Nada es gratuito. Y, además, en un mundo capitalista en el que el dinero lo es todo como principio y fin.

Según contextos, una frase tiene muchas lecturas. En psicoanálisis, Melanie Klein (1882-1960), especialista en infancia, recuerda por un lado, que todo acto viene a ser como una reparación de haber hecho algo con malestar, o siempre en deuda. Pero también dice que hay personas que dan porque aman, y no esperan ninguna recompensa ni han faltado a nadie. Donación gratuita.

El ejemplo más claro de esto es el amor de los padres por los hijos o el amor de amistad. Se da y no se espera nada a cambio. No quiere decir que no haya una satisfacción por tener esta actitud, pero la persona que ama no espera ni se frustra ni se desespera para que no se le reconozca ni se le dé nada a cambio.

Dar sin esperar nada es una actitud humana madura y profunda. Pero es necesario un trabajo interior. Y este trabajo es sanar y clarificar las sombras que todo el mundo tiene. Un maravilloso diálogo con uno mismo.

¿Qué se espera cuando se da? Aquí es necesaria una reflexión. Porque si piensas o crees que no esperas nada, y así puede ser, es necesario averiguar cuáles son las reacciones interiores. Y ahí se ve el grado de madurez de cualquier ser humano. Esto tampoco significa que en un momento dado, no tengan que recordarse los favores ante actitudes inadecuadas.

No siempre es cierta la frase de Hobbes (1589-1679): Homo homini lupus (El hombre es un lobo para el hombre). También existe la frase de Feuerbach (1804-1852): Homo homini Deus (El hombre es un dios para el hombre). Podemos ir todavía, un poco más lejos, a Séneca (4 aC-65 dC): Homo homini sacra res (El hombre es algo sagrado para el hombre). Es decir, ¿qué mirada tenemos de quien da y también de quien recibe?

Entiendo que no se pueden hacer afirmaciones universales, que puede que sean orientativas, pero no de aplicación matemática o de lógica aristotélica, sino que hay que ir “caso por caso”, es decir, analizar la situación concreta. Y más hoy, en el mundo global, basado en la economía, la técnica y la digitalización. Además, la tecnocracia nos conduce a una relación virtual. ¿Quién da o quién hace? ¿Por qué lo hace o por qué da? ¿Existe la donación gratuita sin nada que esperar? Es necesario, más que nunca, practicar los valores de madurez, de desprendimiento, de desafección para poder ir encontrándonos en un mundo mejor, que esté al alcance de todos.

En este paro que la pandemia nos ha traído, nos ha mostrado cuántas personas han dado sin esperar nada a cambio, ni querer respuestas. Pero también durante la pandemia ha habido todo lo contrario: doy si me da, si no me da, no doy. En un artículo anterior reflexionaba sobre el agradecimiento: quien recibe que sea agradecido.

Aquí lo miro desde otro ángulo: aquel que dé, que lo haga generosamente. Y si doy, no me aprovecho de la situación. Y, como siempre, persona por persona. Debemos partir del caso concreto y ver qué dice la ley. Porque la ley por muy perfecta que sea, nunca puede incluir todos los casos. De ahí la sabiduría de los jueces y de las personas con responsabilidades de lo público como de las cívicas privadas.

Es cierto, y es natural, que al ser humano, desde que está en la matriz hasta que nace y empieza a caminar, todo se le da. No hace ningún esfuerzo por conseguir las cosas, ni puede. Todo es protección. Una entrega de los demás hacia él, esperando que de mayor se acuerde o madure. Pero al mismo tiempo el niño debe aprender que también debe dar, así como a él le han dado. Ley de reciprocidad. Y en este proceso de individuación, deslizamiento, maduración o toma de los distintos niveles de conciencia debe poder ver que hay otros que dan y no esperan.

Insisto en esta idea porque en el mundo global, donde la economía no es únicamente la base, sino también el techo, tiene como punto de partida y llegada: el ídolo del dinero (que es fabricado por el hombre y para los hombres).

Una actitud de servicio desinteresada en un mundo global, en un sistema neoliberal imperante, tecnificado, digitalizado y excluyente, o la de dar sin esperar respuesta o recibir generosamente sin tener que devolver son indicadores de madurez, de amor que dan felicidad y al mismo tiempo abren un horizonte de esperanza para que vaya llegando a las personas concretas. Si no fuera así sería un derribo humano y tendríamos la codicia como meta: una inhumanidad.


Fuente: valors.org/