Gilberto A. Gamboa
- “La estupidez humana es una constante matemática y la historia de cada lugar es el desarrollo en el tiempo de esta lamentable ecuación”
El avance científico no deja de sorprender y los sueños en el terreno de la biotecnología cada vez se están realizando más aceleradamente. La misma sociedad se ha encargado muchas veces de empujar a los científicos a resolver problemas antiguos, nuevos, e incluso supuestos o inexistentes –para el caso da casi igual–. Los avances que se incluyen en las grandes obras de ciencia ficción, cada vez con mayor celeridad dejan de ser tales, pues entran en obsolescencia o se constituyen en temores anticipatorios de tecnoutopías cada vez más próximas, con sus correspondientes tiránicos paradigmas.
Dos hechos recientes han alertado a la opinión pública mundial sobre las posibilidades, pero también sobre los límites, de la aplicación de la biotecnología. Su relación con la Bioética es patente pues en cada caso la dignidad de la persona humana está en juego.
Treinta años después de Louise Brown, la primera “niña probeta”, las técnicas de reproducción asistida (TRA) han mostrado unos avances paradójicos: a pesar de los miles de nacimientos que esta técnica ha hecho posibles, los porcentajes de éxito no han aumentado como se esperaba, y las pérdidas de vidas humanas tampoco parece que hayan disminuido, pues generalmente no se tienen en cuenta, ni hacen parte de las estadísticas de los centros dedicados a estas lucrativas técnicas.
Es llamativo que en el último año en solo España hayan nacido cerca de siete mil niños con la utilización de las TRA, y sin embargo, esta técnica que se está posicionando como un recurso frecuente, no pueda ofrecer porcentajes de éxito superiores al 20 ó 30%, cuando en el mundo médico una técnica que no se sitúe por encima del 70% sencillamente no se realiza.
Uno de los refinamientos de las TRA es el recurso a los “bebés medicamento”. En octubre de este año, científicos de Sevilla (España) dieron la noticia del primero de ellos que logra nacer. Javier fue “querido” con la finalidad de servir de tratamiento para la enfermedad congénita que padece su hermano de 6 años, una anemia talasémica mayor.
Los medios de comunicación no dicen nada de los hermanos de Javier que no llegaron a nacer, bien porque fueron diagnosticados como portadores de la misma u otra enfermedad, y como consecuencia de la selección genética no fueron implantados en el útero de la madre, o bien porque sencillamente su desarrollo no fue satisfactorio y se “perdieron” en el intento.
Este procedimiento, que ya se ha venido empleando en países distintos de España, ha sido posible por la permisión que en 2006 hizo la Ley de Reproducción Humana Asistida en ese país; pero la difusión mediática no había alcanzado cotas globales como ha ocurrido en el caso de Javier.
También en días pasados, con gran despliegue la prensa inglesa comunicó al mundo la noticia sobre el desarrollo de una nueva técnica, la “karyomapping”, para ayudar a los padres en riesgo de engendrar hijos con algún defecto genético (en teoría casi todos), al diagnosticar algún problema potencial en el embrión; de esta manera, mediante diagnóstico preimplantatorio será posible implantar sólo los embriones sanos.
La técnica ha sido desarrollada por el equipo del Centro Bridge de Fertilidad en Londres, quienes afirman que con ella están en capacidad de detectar casi todos los 15.000 trastornos hereditarios conocidos.
“La técnica básicamente consiste en el análisis de cualquier diferencia individual en la estructura del ADN de los padres y los embriones”, explicó el profesor Alan Handyside, a la BBC.
“Esto nos permite trazar un mapa de los cromosomas de los padres y los abuelos para poder rastrear genes defectuosos e identificar embriones que serán afectados por enfermedades como fibrosis quística o distrofia muscular de Duchenne”.
Sin embargo, las noticias tampoco hablan del destino de aquellos otros embriones diagnosticados con esas enfermedades o aquellos otros que con la aplicación de la técnica dejan de existir, simplemente se deduce que no se implantan.
Estos dos casos son ejemplos inobjetables de la aplicación de una técnica que no se pregunta por su dimensión ética, ni en el diseño ni en el desarrollo, ni en los efectos, mostrando un severo divorcio que lleva consigo efectos deseables para unos, pero a costa de la lesión de otros, generalmente los más indefensos y débiles.
Una de esas convicciones erróneas o injustificadas que se pueden encontrar en la decisión de acometer estos procedimientos es no tener en cuenta la diferencia –y la relación mutua– que existe entre el fin y los medios para alcanzarlo. Esta omisión –culpable o no– clausura la entrada a lo real, y ocasiona necesariamente una vital injusticia.
Parecería que en un razonamiento técnico el fin sí justifica los medios, pues para garantizar la eficacia no haría falta considerar la moralidad del medio. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el sabio precepto “El fin no justifica los medios” no se puede dejar de lado cuando se realiza la valoración de cualquier acto humano. Este aforismo está presente en la filosofía clásica cuando ella intenta salvar las evidencias más generales del sentido común. Cinco siglos después lo utilizará Pablo de Tarso para enseñar una de las pautas que es necesario tener en cuenta para que las acciones realizadas con conocimiento y voluntad, los actos humanos, puedan hacer parte de un obrar verdaderamente humano.
Un desarrollo biotecnológico que ignore esta sencilla orientación, antes o después se convierte en un ejemplo paradigmático de la tiranía que la ciencia puede ejercer sobre la persona humana. Cada vez con mayor celeridad la sociedad de consumo va demandando una serie de servicios que en lugar de servirla la degradan y la ponen en peligro. Con Lipovetsky habría que afirmar que la biotecnología como bien de consumo convierte a la vida en una cascada de frustradas expectativas que amenazan con destruir o, al menos, transformar a la sociedad misma. Ese sería parte del precio de dar vía libre a una ciencia sin norte, sin más sentido que el que le imprime el imperativo consumista.
Los dos ejemplos comentados inicialmente, en lugar de mostrar que la razón humana avanza, parecería que reflejan una somnolencia o una hipnosis que el título de un aguafuerte de Goya retrata: “El sueño de la razón produce monstruos”. Cuando la razón humana se oscurece se cierran las posibilidades de la libertad, de alcanzar la verdad, de recorrer con plenitud el itinerario existencial. Las consecuencias de estas claudicaciones están acompañadas de prejuicios que obturan el acceso a la realidad de manera objetiva.
El “sueño de la razón” tiene una aproximación explicativa en el artículo “Relativismo y dogmatismo”, donde se comentan varias de sus causas y consecuencias; sobre todo se ofrece el realismo como antídoto al esbozar algunas condiciones para conocer la realidad, y algunas actitudes que lo favorecen. Y aunque para algunos “La estupidez humana es una constante matemática y la historia de cada lugar es el desarrollo en el tiempo de esta lamentable ecuación”, la razón de la persona, su racionalidad, volverá a ejercer la tarea de liberar al hombre del pesado lastre que el cientificismo le ha impuesto. Esto será posible si esa capacidad de razonar está bien orientada; de lo contrario se podría sostener, con C. S. Lewis, que “la razón humana va a convertirse en tecnociencia”.
En el tercer tomo de la Trilogía de Ramson, escrita en 1945, se encuentra un magistral diálogo entre Mark Studdock y lord Feverstone cuando éste trata de convencer a aquel de sumarse a su causa (dominar el mundo a través de la ciencia), que refleja el falso mesianismo de una razón miope:
– El tercer problema es el propio hombre.
– Sigue. Eso me interesa mucho.
– El hombre tiene que hacerse cargo del hombre. Recuerda que eso significa que algunos hombres tienen que hacerse cargo del resto: otra razón para enfrentarse a ello en cuanto se pueda. Tú y yo queremos ser la gente que se haga cargo, no de las personas de las que se hagan cargo.
– ¿Qué tienes en mente?
– Cosas muy simples y obvias al principio: esterilización de los incapaces, exterminación de las razas atrasadas (no queremos pesos muertos), reproducción selectiva… Después verdadera educación, incluyendo educación prenatal. Por verdadera educación quiero decir una que no incluya el sinsentido de “tómalo o déjalo”. Una verdadera educación transforma al que la experimenta en lo que ella quiere infaliblemente, sea lo que fuere lo que los padres o el paciente traten de hacer al respecto. Por supuesto, tendrá que ser sobre todo psicológica al principio. Pero a la larga llegaremos al condicionamiento bioquímico y a la manipulación directa del cerebro.
El artículo del doctor Antonio Pardo C. contiene un interesante análisis del acto humano que, en buena medida, puede ayudar a dar claridad sobre la necesaria valoración que todo ser humano ha de realizar sobre su propio actuar y para darle una aplicación práctica ofrece una propuesta a manera de pautas para realizar una valoración ética de una acción humana.
Para ayudar a mantener en la práctica biomédica ese precepto según el cual los medios han de ordenarse al fin y no al contrario, se ofrecen cuatro temas que reflejan muy bien –cada uno en su ámbito y muchas veces sin mencionarlo apenas, pues se da por supuesto– la importancia de tener en cuenta en cada actuación el bien del paciente y su irrenunciable dignidad.
Buena parte de la experiencia del doctor Ramón Córdoba P. se vierte en su artículo “Génesis y esencia de la medicina” con el que se busca reforzar lo más propio y originario de la tarea que los médicos –y por extensión, los profesionales de la salud– están llamados a realizar sin desvirtuar con sus acciones su “ethos profesional”.
Aunque también se habrían podido mencionar como ejemplos para la introducción de estas líneas las situaciones puntuales que en el momento actual se presentan en Inglaterra.
Buena parte de la experiencia del doctor Ramón Córdoba P. se vierte en su artículo “Génesis y esencia de la medicina” con el que se busca reforzar lo más propio y originario de la tarea que los médicos –y por extensión, los profesionales de la salud– están llamados a realizar sin desvirtuar con sus acciones su “ethos profesional”.
Aunque también se habrían podido mencionar como ejemplos para la Inglaterra, Italia y España sobre el recrudecimiento de la polémica relacionada con la eutanasia, el artículo del doctor Luis Fernando Giraldo C. brinda algunos elementos que ponen en contexto esa realidad humana de la muerte y muestra la importancia de los cuidados paliativos como un recurso que deja sin piso las pretensiones de humanizar la muerte a través de medios ajenos a la profesión médica.
El tratamiento de todas estas temáticas conduce a una de las tareas más importantes y apasionantes en la Bioética: su enseñanza. La experiencia de un grupo de profesionales, encabezados por el doctor Pablo González B., que en el Brasil está trabajando en este campo con estudiantes de medicina, es compartida a través del artículo “Una nueva metodología docente en Bioética”, donde se muestra el recurso del “portafolio” que permite ir integrando el aprendizaje de esta disciplina con las prácticas clínicas donde el estudiante es el principal protagonista del proceso al darse cuenta de situaciones donde se presentan problemas bioéticos que luego discute tanto con su tutor como con un consultor de Bioética.
La buena acogida que ha recibido la sección Jóvenes Investigadores, que en esta ocasión trae un interesante estudio sobre la influencia del estado civil en las adolescentes embarazadas, nos ha animado a poner en marcha otra iniciativa que es –hasta cierto punto– corriente en publicaciones que tratan temas éticos y huma- nos: llevará por nombre “Bioética en Práctica”, y utilizará la narrativa como vehículo para comunicar y transmitir con fuerza pensamientos, virtudes y valores. Esperamos contar con la experiencia y colaboración de nuestros lectores, que se pueden constituir en autores, al redactar y enviar narraciones de las que se puedan desprender enseñanzas para mejorar el quehacer ético.
Los relatos y los testimonios han demostrado gran utilidad en la laboriosa tarea de contribuir a formar actitudes bioéticas, y se constituyen en poderosos aliados de la fundamentación teórica que muchas veces –por su misma naturaleza– muestra limitaciones para “aterrizar” en la práctica.
Esta nueva sección de la revista Persona y Bioética pretende ser una herramienta cognitiva que permita explicar la acción humana, mostrándola coherente y plausible: las imágenes ayudan a entender e interpretar el porqué y el cómo se llega a la solución de problemas, procurando siempre que predomine el discurso pedagógico. Este recurso está pensado –más que para resolver problemas– para sensibilizar, para añadir conocimiento y experiencia vividos, para intentar comprender sentidos de la vida no accesibles de otros modos. Se utiliza la interacción texto-lector, aprovechando la capacidad mimética del actuar humano y el gran paralelismo entre narrativa e historia personal
Fuente: scielo.org.co