Ramiro Pellitero
No ha venido para dar respuestas fáciles, cómodas o ingenuas. Por eso les aconseja: “Desconfiemos de las fórmulas prefabricadas —son laberínticas—, desconfiemos de las respuestas que parecen estar al alcance de la mano, de esas respuestas sacadas de la manga como cartas de juego trucadas; desconfiemos de esas propuestas que parece que lo dan todo sin pedir nada".
"Deseosos de sentido": buscar y arriesgar
Es como la perla de gran valor de la que habla Jesús. Hay que buscarla con inteligencia e iniciativa, y arriesgarlo todo para conseguirla (cf. Mt 13,45-46). “Buscar y arriesgar: estos son los dos verbos. del peregrino. Buscar y arriesgar”. Ya lo dijo el poeta Pessoa :”Estar insatisfecho es ser hombre”.
De hecho, continúa Francisco, “estar insatisfechos —en este sentido y en su justa medida—, es un buen antídoto contra la presunción de autosuficiencia y contra el narcisismo”. Estamos llamados a seguir caminando, a buscar más allá, porque “estamos en el mundo, pero no somos del mundo” (cf. Jn 17, 16).
Apela el Papa a ese anhelo de búsqueda tan propio del corazón humano (que también san Agustín sentía, cuando se refería al “corazón inquieto”) desde la cultura portuguesa: “No nos alarmemos, entonces, si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro, com saudades do futuro!“. Necesitamos mantener esa “memoria del futuro”, sin ceder a la tentación de detenerse en un oasis que en realidad es un espejismo.
¿Y cuándo sucede esto? Explica Francisco a los jóvenes: “Cuando sustituimos los rostros por las pantallas, lo real por lo virtual; cuando, en lugar de las preguntas que desgarran, preferimos las respuestas fáciles que anestesian; y las podemos encontrar en cualquier manual de trato social, de cómo comportarse bien. Las respuestas fáciles anestesian”.
Por eso el Papa propone “buscar y arriesgar”. Precisamente en un momento de grandes desafíos para el mundo. Presenciamos quejidos dolorosos porque estamos como en una especie de parto, o también al comienzo de un gran espectáculo que necesita una “nueva coreografía”, una danza de la vida, que venza la tentación del miedo y de la auto-preservación (el encerrarse en uno mismo y en sus seguridades).
Conversión del corazón y de la antropología
Y entonces Francisco habla tanto para las personas –todos nosotros– como para la universidad, tanto para los alumnos como, ante todo, para los educadores: “Tengan la valentía de sustituir los miedos por los sueños; sustituyan los miedos por los sueños, ¡no sean administradores de miedos, sino emprendedores de sueños!”
No es un idealista Francisco. Pide la valentía de sustituir “el actual sistema elitista y desigual del mundo, en el que la instrucción superior es un privilegio para unos pocos”, para que la educación llegue a todos. Pide que quienes hemos llegado a estas instituciones seamos responsables y nos hagamos las pregunta que hace Dios en el paraíso: ¿Dónde estás?” (Gn 3, 9) ”¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4, 9).
Pide que eduquemos mediante experiencias de servicio fraterno y de justicia social, porque los jóvenes quieren ser protagonistas del cambio. Y el cambio necesita ahora una generación de maestros: “maestros en humanidad, maestros en compasión, maestros en nuevas oportunidades para el planeta y sus habitantes, maestros de esperanza. Y maestros que defiendan la vida del planeta amenazada en este momento por una grave destrucción ecológica”.
Pero todo esto no se puede hacer “sin una conversión del corazón y un cambio en la visión antropológica” que incida sobre la política y la economía, más allá de compromisos tímidos y ambiguos, más allá de terminos medios y visiones parciales. Un cambio que lleve a redefinir en qué consiste el progreso:
“Porque –sostiene Francisco– en nombre del progreso, se ha abierto el camino a una gran regresión. Estudien bien esto que les digo. En nombre del progreso, se ha abierto el camino hacia una gran regresión. Ustedes son la generación que puede vencer este desafío, tienen los instrumentos científicos y tecnológicos más avanzados, pero, por favor, no caigan en la trampa de visiones parciales”; pues necesitamos una ecología integral.
Y concreta el sucesor de Pedro: “Necesitamos escuchar el sufrimiento del planeta junto al de los pobres; necesitamos poner el drama de la desertificación en paralelo al de los refugiados, el tema de las migraciones junto al del descenso de la natalidad; necesitamos ocuparnos de la dimensión material de la vida dentro de una dimensión espiritual. No crear polarizaciones sino visiones de conjunto”.
Todo ello necesita de Dios. Pues “no es posible una auténtica ecología integral sin Dios”. Y con una expresión que evoca lo que ya decía Benedicto XVI, “no puede haber futuro en un mundo sin Dios”.
Ante este panorama cabría preguntar: ¿Qué nos toca entonces a los cristianos? ¿Cómo educar con una inspiración cristiana? El Papa da algunos criterios.
Primero, hacer creíble la fe a través de las acciones, de las actitudes de los estilos de vida. “Nuestras acciones están llamadas a reflejar la belleza —a la vez alegre y radical— del Evangelio”. Respecto a las actitudes: “Además, el cristianismo no puede plantearse como una fortaleza rodeada de muros, que alza sus bastiones frente al mundo”. Y respecto al estio de vida, propone profundizar en el sentido de la Encarnación y en las bienaventuranzas (lo que implica la cercanía y la misericordia).
“Sin la encarnación, el cristianismo se convierte en una ideología y la tentación de las ideologías cristianas, entre comillas, es muy actual; es la encarnación la que nos permite asombrarnos por la belleza que Cristo revela a través de cada hermano y hermana, de cada hombre y mujer”. Y a este propósito subraya la contribución indispensable de las mujeres para cuidar integralmente a las personas, para impulsar el sentido personal y familiar de la convivencia, la atención a los más necesitados, la dignidad de la economía.
El Pacto educativo global
En segundo lugar, el Papa se refiere a la iniciativa del Pacto educativo global y sus siete principios: Según el videomensaje del 15 de octubre de 2020 esos principios se refieren a la antención especial hacia la persona, los jóvenes, las mujeres, la familia, los más vulnerables, el verdadero progreso, y la ecología integral.
Subraya ahora la acogida, la inclusión, la hospitalidad y el encuentro, con referencia al texto de Mateo 25, 35 : "era peregrino y me acogisteis".
Tercero, señala, haciendo un boceto de una institución educativa de inspiración católica: "Una comunidad educativa viva, abierta a la realidad, y conscientes de que el Evangelio no es un mero adorno, sino que anima las partes y el conjunto".
Observa que, ciertamente, hay que atender a muchos ámbitos (el estudio y la amistad, el servicio social y la responsabilidad civil y política, el cuidado de la casa común y las expresiones artísticas). Pero desea dejar claro que es necesario tener visiones de conjunto (lo cual implica proyectos educativos) : tener en cuenta que "cada elemento está en relación con el todo y que el todo se encuentra en las partes" (Y a este respecto vale la pena volver a considerar lo que propone la exhortación Evangelii gaudium, en los nn. 234-237).
Y concluye apuntando que, de este modo, "mientras se adquieren las competencias científicas, se madura como personas, en el conocimiento de sí mismos y en el discernimiento del propio camino"
Sin duda son criterios a retener e implementar para avanzar en lo que podríamos llamar con redundancia la "plenitud" de lo católico (término que significa precisamente eso: atención al conjunto, a la plenitud, a la universalidad): la coherencia cristiana de acciones, actitudes y estilos (comenzando por los educadores); los requerimientos actuales de la educación; la iluminación y vivificación de la tarea educativa desde el mensaje del Evangelio; las visiones de conjunto y los proyectos educativos; la maduración personal en el conocimiento y en la acción.