Ramiro Pellitero
El 3 de agosto, a media mañana, el Papa se encontró con los jóvenes de Scholas Occurrentes en Cascais. Le habían preparado un mural de tres kilómetros y medio, recogiendo situaciones y sentimientos, a base de líneas y de brochazos un tanto inconexos, muchos de los cuales los habían plasmado los mismos que los experimentaban…
Al llegar el Papa se lo fueron enseñando. Y luego le dieron un pincel para que diera el último toque a esa “obra de arte”, a esa “capilla sixtina”, como le llamó Francisco medio bromeando.
Y le hicieron al mismo tiempo algunas preguntas. Concretamente tres preguntas. (Hemos dejado nuestros comentarios entre paréntesis).
Caminar juntos, también en las crisis
En la primera, un musulmán interesado por los valores éticos y el bien común le preguntó por qué Scholas “es un espacio con el que todos se identifican y por qué tanta diversidad para lograr una obra de arte”.
El Papa le respondió que “Scholas te hace respetar al otro y escuchar al otro que tiene algo que decirte y escucharte a vos porque tenés algo que decirle. (…) . Te muestra el camino hacia adelante y, si por ahí te quedás, te levanta y te hace ir adelante”. Se trata, en suma, de un encuentro, caminando, donde se acoge a todos, de cualquier país y religión, con tal que quieran “mirar adelante y caminar junto”.
(Sin duda ese mural era un icono de la catolicidad, que quiere decir universalidad y plenitud) de la Iglesia, tal como puede presentarse a los jóvenes: un camino de respeto y escucha, una familia que acompaña y lleva adelante, asumiendo todo lo mejor de todas las culturas y religiones).
La segunda pregunta abundó en la diversidad (de personas, religiones y culturas), relacionado con el tema del caos, que habían estudiado en Scholas en los últimos meses. Todo eso, con una expresión de sentimientos y sufrimientos, quería reflejarse en ese gigantesco mural que presentaban al Papa para que diera el último toque, junto con algunas preguntas que les surgían ahora delante de ese mural: "¿es que todos tenemos esos sentimientos, que forman parte de nuestra vida? ¿Y qué sería de nuestra vida sin el caos original?"
“Hablas del caos, y está bien”, responde el Papa y compara el caos a las crisis: “¿Sabes de dónde viene la palabra? Cuando se cosechaba el trigo, se va pasaba por una zaranda, se ‘cribaba’. Crisis – cribar. Y la crisis, en las personas, es eso: situaciones de la vida, acontecimientos, problemas orgánicos tuyos, o malhumor, o buen humor. Te hace cribar y tú tienes que elegir. Una vida sin crisis es una vida aséptica. ¿A ti te gusta tomar agua? ¿Te gusta? Si yo te doy agua destilada, vas a decir: ‘Es un asco’. Una vida sin crisis es como el agua destilada, no tiene sabor a nada, no sirve para nada, sino para guardarla en el ropero y cerrar la puerta”. Y anima a afrontar las crisis para resolverlas:
“Las crisis hay que asumirlas, hay que asumirlas y resolverlas, porque quedarse en la crisis tampoco es bueno porque es un suicidio continuo. Es como un estar girando y girando, ¿no? Las crisis hay que caminarlas, hay que asumirlas y raramente solos”. Hay que enfrentar las crisis juntos, seguir adelante y crecer juntos.
(Una respuesta que puede verse en continuidad con la anterior, y que nuestro ser y vivir en la Iglesia nos posibilita: caminar en la Iglesia, como en toda famila requiere afrontar las crisis, pero sabiendo que formamos un solo cuerpo, una sola familia, que no estamos nunca solos).
Buscando el sentido, la obra de arte
La tercera pregunta arranca de nuevo del mural donde se recogen los “caos” de las situaciones y de los sentimientos, que de alguna manera son también los nuestros, los de cada uno.
Llega un momento –dice quien pregunta- en que te distancias del mural y buscas un sentido. Todo viene como fruto de ese escuchar las historias de los otros, también de los que han participado en este mural, ha sido un privilegio tanto para ellos como para nosotros. “Y todo esto porque buscamos un sentido, buscamos este sentido profundo de percibir que hay algo más grande que el simple estar aquí”. Quieren preguntarle qué ha experimentado él, Francisco, al ver el mural y pasar ante él, y a la vez le ofrecen un pincel para que dé el último toque, sabiendo que también el pincel les representa a todos ellos.
Y Francisco responde retomando el tema del caos. Les cuenta que “había alguien que decía que la vida del hombre, nuestra vida humana, es hacer del caos un cosmos, o sea, de lo que no tiene sentido, de lo desordenado, lo caótico, hacer un cosmos, con sentido, abierto, invitador, abarcante”.
(Esa frase, “hacer del caos un cosmos,” es atribuida a Carl Jung, célebre psicoanalista alemán que murió mediado el siglo XX. Y el mismo tema lo trataría Nietzsche en relación con la estética y Goethe en el contexto del romanticismo. Cosmos significa mundo ordenado).
El Papa declara no querer ponerse en plan catequista. Pero acude al relato de la creación tal como aparece en el primer libro de la Biblia, el Génesis. Aclara que es un relato mítico, en el sentido verdadero de la palabra “mito”, que es un modo de conocimiento.
(En efecto. Para los clásicos griegos, el mito es un relato que configura algunos hechos, para transmitir ciertas verdades en forma de alegoría y dentro de un drama. Las verdades que el libro del Génesis quiere revelar no son míticas; antes al contrario son anti-míticas: Dios no es el mundo y es uno solo, ha creado el mundo de la nada –nada de esto lo enseñaban los mitos antiguos–, pero el relato tiene un lenguaje mítico).
Ese relato de la creación –prosigue Francisco– en el Génesis, se escribió mucho después de que el pueblo judío fuera liberado por Moisés de la esclavitud de Egipto, y pasando el mar Rojo comenzara la peregrinación del éxodo por el desierto. Mucho tiempo –muchos siglos– después, sus descendientes miran hacia atrás y se pregunta cómo comenzó esa historia y como se transformó el caos en cosmos.
Es decir, toman pie de “su” historia para mostrar, con un lenguaje poético, como Dios comenzó a crear el mundo: del caos, primero hizo la luz, luego el hombre, y las cosas…,y así fue transformando el caos en cosmos.
Esto, apunta el Papa, pasa también en nuestra vida: “Hay momentos de crisis –vuelvo a tomar la palabra–, que son caóticos (…) y todos pasamos esos momentos, oscuros. Caos”. Y ahí está el trabajo de las personas que nos pueden acompañar, para transformar ese caos en cosmos. Esto es lo que el Papa veía detrás de ese gran mural que recogía muchos momentos caóticos: un cosmos. ¿Y dónde estaba ese cosmos?
“Lo están armando ustedes en el mensaje que están llevando adelante, en el camino… No se olviden nunca esto: de un caos, transformar un cosmos. Y ese es el camino de cada uno, ¿no? Una vida que se queda en lo caótico es una vida fracasada y una vida que nunca sintió el caos es una vida destilada, todo perfecto, ¿no? Y las vidas destiladas no dan vida, se mueren en sí mismas. Una vida que sintió la crisis como caos, que no entiende nada, y lentamente dentro de sí, y en la comunidad, fue transformando la vida personal o la vida relacional en un cosmos… Chapeau!”
(De nuevo la misma enseñanza, tomada a partir de la experiencia de lo que habían hecho los chicos, muy parecido a lo que la Biblia recoge que hizo Dios: transformar el caos en cosmos. ¿Qué cómo se consigue? Caminando en familia, yendo adelante, levantándose personalmente siempre de nuevo, contando con los demás. De la experiencia antropológica de la comunidad y de la familia el Papa les ha introducido en lo que Dios ha hecho… preparando el camino de la Iglesia, que eso significa la historia del Pueblo elegido, y la obra de arte que es la vida cristiana vivida realmente en la familia de la Iglesia).
Situarse en la realidad con compasión
Después de las preguntas le invitan al Papa a dar esa última pincelada va a ser transmitida digitalmente al mundo, como un símbolo con el que quieren decir que lo digital también debe contribuir a la paz, con nuestra colaboración.
Por su parte, y como para terminar de concretar, Francisco les enseña un icono que representa la parábola del buen samaritano. Les cuenta muy brevemente la historia de aquel hombre que quedo apaleado al borde del camino, porque mancharse con la sangre era algo impuro para un levita y un sacerdote.
Pero el samaritano lo recogió y lo llevó a la posada, porque tuvo compasión de él. Y el Papa les preguntaba a los jóvenes -y nos pregunta- “¿Qué cosas a mí me hacen sentir compasión? ¿O tienes un corazón tan seco que ya no tiene compasión?”
Jesús, añade el sucesor de Pedro, presenta esa parábola para que nos fijemos en que es el samaritano el que entra en el Reino de Dios. Y para que nos preguntemos dónde estamos cada uno, si hacemos daño a los demás o tenemos compasión de ellos, si nos manchamos las manos ayudando en las dificultades reales o no. Porque, dice, “a veces, en la vida, hay que ensuciarse las manos para no ensuciar el corazón”.
(En efecto. La obra de arte que es nuestra vida requiere caminar juntos, levantarse siempre si caemos, dejarse acompañar para encontrar el sentido de lo que hacemos, dejarse transformar poco a poco por Dios… tener compasión y ‘mancharse de realidad’, ayudando a los demás en sus dificultades).
No dejarse engañar
(Así se puede buscar el sentido y educar el sentido. Lo diría por la tarde el Papa en la ceremonia de acogida:)
“Hemos sido llamados porque somos amados. Es lindo. A los ojos de Dios somos hijos valiosos, que Él llama cada día para abrazar, para animar, para hacer de cada uno de nosotros una obra maestra única, original. Cada uno de nosotros es único y es original y la belleza de todo esto no la podemos vislumbrar. (…) Nos llama con los defectos que tenemos, con las limitaciones que tenemos y con las ganas que tenemos de seguir adelante en la vida. (…) No tengan miedo, tengan coraje, vayan adelante, sabiendo que estamos "amortizados" por el amor que Dios nos tiene”.
Pero atención, porque esto no es como cuando nuestro nombre aparece a veces en las redes sociales, asociado a algoritmos de preferencias:
“Todo esto no interpela tu unicidad, sino tu utilidad para los estudios de mercado. Cuántos lobos se esconden detrás de sonrisas de falsa bondad, diciendo que saben quién eres, pero que no te quieren; insinúan que creen en ti y prometen que llegarás a ser alguien, para después dejarte solo cuando ya no les interesas más. Y estos son los espejismos de lo virtual y debemos estar atentos para no dejarnos engañar, porque muchas realidades que hoy nos atraen y prometen felicidad, después se muestran por aquello de lo que son: cosas vanas, pompas de jabón, cosas superfluas, cosas que no sirven y que nos dejan vacíos por dentro”