3/30/09

Éxito de la “Marcha por la Vida” en toda España


Cerca de 700 asociaciones de todo el mundo mostraron su apoyo a la iniciativa española


Cientos de miles de personas han participados en las Marchas a favor de la vida, convocadas por la plataforma “Derecho a Vivir” en más de 80 ciudades españolas simultáneamente, para protestar por la ley de plazos del aborto que tramita actualmente el Gobierno.
Las manifestaciones, bajo el lema “No existe el derecho a matar, existe el derecho a vivir”, y en la semana en que se celebra en muchos lugares del mundo la Jornada por la Vida (25 de marzo), presentaron un manifiesto en el que rechazan la reforma de la ley de 1985, la cual supondría la transformación del aborto, de un delito despenalizado, a un “derecho reproductivo”.
Esta convocatoria ha tenido eco fuera de España, ya que se ha celebrado también en algunas ciudades de Latinoamérica. Según el Instituto de Política Familiar, además, la marcha ha contado con el apoyo de cerca de 700 asociaciones de los cinco continentes.
Entre los apoyos, figura el de la Federación AIC que agrupa 53 asociaciones de África, América Latina, Asia, Europa y Estados Unidos; Red Familia, que representa más de 500 asociaciones en toda América Latina; y las norteamericanas C-FAM, United Familias Internacional, Internacional Organization Research Group, Alliance Defence Fund, Concerned Women of América y el Internacional Organization Law Group.
En Europa destaca el apoyo de la Asociación Húngara de Familias Numerosas, Gift of Life de Malta, la Confederación Portuguesa de Familias, la británica Society for the Protection of the Unborn Children, la Sección Alemana de Familias, o el Forum Zivota (Foro por la Vida) con 30 ONGs en la República Eslovaca.
La manifestación más importante tuvo lugar en Madrid, a la que acudieron cientos de miles de personas (según los organizadores), junto al Congreso de los Diputados. Allí, la portavoz y médico pediatra Gádor Joya leyó el manifiesto de convocatoria, en la que se pide al Gobierno que “proteja el derecho a vivir y a ser madre”.
El manifiesto muestra su rechazo “una nueva ley del aborto que sólo traerá más muertes y más sufrimiento para miles de mujeres”, especialmente en el caso de menores de 16 años, a quienes la nueva ley permitiría abortar sin el consentimiento paterno.
También reclama que se respete “el derecho a la objeción de conciencia del personal sanitario”, así como un plan nacional de apoyo a la mujer embarazada y que se facilite la adopción.

3/29/09

Benedicto XVI no olvidará su viaje a África


Intervención con motivo del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas:
Deseo ante todo dar las gracias a Dios y a todos los que, de diferentes maneras, han colaborado con el buen resultado del viaje apostólico que he podido realizar a África en los días pasados e invoco la abundancia de las bendiciones del Cielo sobre las semillas esparcidas en tierra africana. De esta significativa experiencia pastoral me propongo hablar más ampliamente el próximo miércoles, en la audiencia general, pero no puedo dejar de aprovechar la oportunidad para manifestar la emoción profunda que experimenté al encontrar las comunidades católicas y las poblaciones de Camerún y de Angola.
Sobre todo me impresionaron dos aspectos, ambos muy importantes. El primero es la alegría visible en los rostros de la gente, la alegría de sentirse parte de la única familia de Dios, y doy las gracias al Señor por haber podido compartir con las multitudes de estos hermanos y hermanas nuestros momentos de sencilla fiesta, compartida en el conjunto y llena de fe.
El segundo aspecto es precisamente el intenso sentido de lo sagrado que se respiraba en las celebraciones litúrgicas, característica ésta común a todos los pueblos africanos. Podría decir que emergió en cada momento de mi estancia entre esas queridas poblaciones. La visita me ha permitido ver y comprender mejor la realidad de la Iglesia en África en la variedad de sus experiencias y de los desafíos que tiene que afrontar en estos momentos.
Pensando precisamente en los desafíos que marcan el camino de la Iglesia en el continente africano, y en cualquier otra parte del mundo, experimentamos cómo son actuales las palabras del Evangelio de este quito domingo de Cuaresma. Jesús, ante la inminencia de la pasión, declara: "si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Juan 12, 24). Ya no es hora de palabras ni de discursos; ha llegado la hora decisiva para la que ha venido al mundo el Hijo de Dios, y a pesar de que su alma está turbada, declara su disponibilidad para cumplir hasta el final la voluntad del Padre. Esta es la voluntad de Dios: darnos la vida eterna que hemos perdido. Para que esto se realice es necesario, sin embargo, que Jesús muera, como un grano de trigo que Dios Padre ha sembrado en el mundo. Sólo así, de hecho, podrá germinar y crecer una nueva humanidad, libre del dominio del pecado y capaz de vivir en fraternidad, como hijos e hijas del único Padre que está en los cielos.
En la gran fiesta de la fe, que hemos vivido juntos en África, hemos experimentado que esta nueva humanidad está viva, a pesar de sus límites humanos. Allí donde los misioneros, como Jesús, han dado y siguen dado la vida por el Evangelio, se recogen frutos abundantes. A ellos les deseo dirigir un particular pensamiento de gratitud por el bien que hacen. Se trata de religiosas, religiosos, laicas y laicos. Para mí ha sido hermoso ver el fruto de su amor a Cristo y constatar el profundo reconocimiento que los cristianos tienen por ellos. Demos gracias a Dios y pidámosle a María santísima para que en el mundo entero se difunda el mensaje de esperanza y de amor de Cristo.
[Al final del Ángelus, el Papa dirigió este saludo a los peregrinos:]
Saludo con gran afecto a los numerosos africanos que viven en Roma, entre ellos muchos estudiantes, acompañados por el arzobispo Robert Sarah, secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Queridos: habéis querido venir a manifestar alegría y reconocimiento por mi viaje apostólico a África. Os doy las gracias de corazón. Rezo por vosotros, por vuestras familias y por vuestros países de origen. ¡Gracias!
El jueves próximo, a las 18 horas, presidiré en San Pedro la santa misa en el cuarto aniversario de la muerte de mi querido predecesor, el siervo de Dios Juan Pablo II. Invito a participar especialmente a los jóvenes de Roma para prepararnos juntos a la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará a niel diocesano en el Domingo de Ramos.

3/28/09

Día de la vida


Por el obispo de Tehuacán, monseñor Rodrigo Aguilar Martínez



El 25 de marzo se celebra en buen número de países el "Día de la Vida", centrados en el acontecimiento que nos narra san Lucas en su Evangelio, cuando el arcángel Gabriel anuncia a María los planes que Dios tiene para con ella: que conciba y dé a luz un hijo, a quien pondrá por nombre Jesús y será Hijo del Altísimo.
La narración del hecho, a la vez sencilla y sublime, nos coloca embelesados y agradecidos ante la actitud de la Virgen María, que acepta los planes de Dios, poniéndose como "esclava" y dispuesta enteramente a cumplir lo que Dios quiera. María cumplirá su misión como madre, discípula y misionera de Cristo Jesús. El "sí" de María se une al "sí" del Hijo de Dios para hacerse Hombre, como dice de Jesucristo el autor de la Carta a los Hebreos: "Aquí estoy, Dios mío; vengo para cumplir tu voluntad".
En el rezo del Rosario, éste es el primero de los misterios gozosos y, por lo mismo, el primero de toda la secuencia de misterios de la vida y misión de Cristo Jesús -misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos, como los vamos desgranando en el Rosario-, a quien está profundamente unida la Virgen María. De esta manera el misterio de la anunciación del Señor, o también de la encarnación de Jesucristo, es el escondido e igualmente tangible gesto de amor de Dios Padre a la humanidad; la Virgen María vive la noticia en la intimidad, acoge a Cristo primero en la fe y luego lo va sintiendo físicamente, cómo va creciendo en sus entrañas, para darlo a luz nueve meses después -es la gozosa celebración de la Navidad el 25 de diciembre- educarlo y entregarlo a la humanidad para nuestro bien.
Al "sí" de Dios Padre en bien de todos nosotros, al que se une el "sí" de Cristo Jesús y de la Virgen María, se una nuestro "sí": con gratitud y alabanza a Dios que nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo único; con acogida gozosa del don de la vida, para respetarla, promoverla y usarla sabiamente en servicio generoso a los demás:
· Nosotros, nacidos y que vivimos, agradecidos por el cariño de nuestros padres, que nos recibieron (no nos abortaron), nos educaron, ayudaron para que seamos personas de bien;
· Las mamás que están embarazadas: acogedoras del bebé que llevan en sus entrañas, sintiéndolo físicamente y dándole amor con ternura y constancia desde antes de nacer;
· Los papás, corresponsables en acoger y educar al hijo, en unidad conyugal;
· Varón y mujer, esposos que se convierten en padres, partícipes de la obra creadora de Dios, promotores de vida plena en cada uno de los hijos que Dios les ha concedido;
· Ante los muchos signos de cultura de muerte (aborto, eutanasia, asesinatos, violencia, inseguridad, desesperanza...), defendamos y promovamos la cultura de la vida, siendo veraces, amables, justos, solidarios, llenos de esperanza en Jesucristo que nos salva y nos quiere como colaboradores creativos y eficaces, con el don de su Espíritu.

Benedicto XVI en África: Una opción con vistas al futuro


Por Giovanni Maria Vian, director de "L'Osservatore Romano"



El viaje de Benedicto XVI a Camerún y Angola -a Yaundé y Luanda- ha sido una visita a toda África. No sólo desde un punto de vista ideal y simbólico, como el Papa mismo ha subrayado en repetidas ocasiones, sino también por la amplitud y el alcance de los discursos que ha pronunciado, dirigidos explícitamente a todos los pueblos del continente, con una atención particular y elocuente a las mujeres y a los jóvenes. Situándose en la perspectiva de las celebraciones de un acontecimiento importante no sólo para la Iglesia católica, es decir, el desarrollo de la II Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos, en el próximo mes de octubre. 
Abierta con una polémica mediática contra Benedicto XVI, apoyada en pretextos, infundada y totalmente europea sobre los métodos para luchar contra el sida, la visita papal -lamentablemente enlutada al final por la muerte de dos muchachas angoleñas unas horas antes del encuentro con los jóvenes- fue para la Santa Sede una nueva ocasión para recordar a todo el mundo con gran determinación la importancia cada vez mayor del continente africano. Y los habitantes de Yaundé y Luanda, que abarrotaron las calles para dar la bienvenida y ver a Benedicto XVI, comprendieron y gritaron repetidamente que entre ellos se encontraba un amigo. Toda la África austral estaba representada en la misa celebrada en la inmensa explanada de Cimangola, ante más de un millón de personas. 
Afligida por muchos males y por graves injusticias, explotada por nuevos colonialismos y casi ignorada por la información internacional, África tiene inmensas potencialidades y riquezas, que resultan atractivas para muchos. En diversas ocasiones el Papa recordó este análisis y exhortó continuamente a los pueblos del continente a asumir sus responsabilidades a fin de superar las dificultades que impiden su pleno desarrollo: el hambre, la violencia, las enfermedades y la corrupción. Benedicto XVI puso de relieve sobre todo la solidaridad, la democracia y el rechazo de políticas impuestas desde fuera, como las neocolonialistas que saquean las riquezas locales y a menudo promueven la llamada "salud reproductiva", buscando de hecho apoyar el aborto como método de control de nacimientos. 
Así pues, el mensaje político, en sentido elevado, de Benedicto XVI es una opción abierta de la Iglesia de Roma en favor de África, en el contexto de toda la familia humana. Del mismo modo, la reflexión del Papa partiendo de las lecturas bíblicas durante las diversas celebraciones supo hablar al corazón de sociedades naturalmente religiosas y en las que el catolicismo -en algunas regiones arraigado desde hace mucho tiempo- es maduro, con rasgos y contenidos que van más allá de los confines africanos. 
Así, han sido especialmente significativas las palabras, dirigidas a los jóvenes, sobre la importancia de Dios, la presencia de Cristo, la juventud de la Iglesia y la apertura al futuro. En África y en el resto del mundo.

3/27/09

Tercera Predicación de Cuaresma
P. Raniero Cantalamessa


"Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios" (Rm 8, 14)


1. ¿Una era del Espíritu Santo?


"Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte... El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece; mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justificación. Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros".
Son cuatro versículos del capítulo octavo de la Carta a los Romanos sobre el Espíritu Santo y en ellos resuena seis veces el nombre de Cristo. La misma frecuencia se mantiene en el resto del capítulo, si consideramos también las veces que hay referencias a Él con el pronombre o con el término Hijo. Este hecho es de importancia fundamental; nos dice que para Pablo la obra del Espíritu Santo no sustituye a la de Cristo, sino que la prosigue, la cumple y la actualiza.
El hecho de que el recién elegido presidente de los Estados Unidos, durante su campaña electoral, haya aludido tres veces a Joaquín de Fiore, ha vuelto a suscitar el interés por la doctrina de este monje del medioevo. Pocos de los que hablan de él, especialmente en Internet, saben o se preocupan de saber qué dijo exactamente este autor. Toda idea de renovación eclesial o mundial se pone bajo su nombre con desenvoltura, hasta la idea de un nuevo Pentecostés para la Iglesia invocado por Juan XXIII.
Una cosa es cierta. Sea o no atribuible a Joaquín de Fiore, la idea de una tercera era del Espíritu que sucedería a la del Padre en el Antiguo Testamento y de Cristo en el Nuevo es falsa y herética, porque ataca el corazón mismo del dogma trinitario. Bien distinta es la afirmación de san Gregorio Nacianceno, quien distingue tres fases en la revelación de la Trinidad: en el Antiguo Testamento, se ha revelado plenamente el Padre y se ha prometido y anunciado el Hijo; en el Nuevo Testamento, se ha revelado plenamente el Hijo y ha sido anunciado y prometido el Espíritu Santo; en el tiempo de la Iglesia, se conoce finalmente por completo el Espíritu Santo y se goza de su presencia [1].
Sólo por haber citado en un libro mío este texto de san Gregorio, acabé también en la lista de los seguidores de Joaquín de Fiore, pero san Gregorio habla del orden de la manifestación del Espíritu, no de su ser o de su actuar, y en tal sentido su afirmación expresa una verdad incontestable, acogida pacíficamente por toda la tradición.
La tesis llamada joaquimita la excluye de raíz Pablo y todo el Nuevo Testamento. Para estos el Espíritu Santo no es sino el Espíritu de Cristo: objetivamente porque es el fruto de su Pascua; subjetivamente porque es Él quien lo infunde en la Iglesia, como dirá Pedro a la multitud el día mismo de Pentecostés: "Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís" (Hechos 2, 33). El tiempo del Espíritu es por ello co-extensivo al tiempo de Cristo.
El Espíritu Santo es el Espíritu que procede primariamente del Padre, que ha descendido y se ha "posado" en plenitud en Jesús, "historificándose" y acostumbrándose en Él -dice san Ireneo- a vivir entre los hombres, y que en Pascua-Pentecostés desde Él es infundido en la humanidad. Otra prueba de todo esto es precisamente el grito "Abbà" que el Espíritu repite en el creyente (Ga 4,6) o enseña a repetir al creyente (Rm 8, 15). ¿Cómo puede el Espíritu gritar Abbà al Padre? No es generado desde el Padre, no es su Hijo... Puede hacerlo -observa san Agustín- porque es el Espíritu del Hijo y prolonga el grito de Jesús.


2. El Espíritu como guía en la Escritura


Después de esta premisa, vamos al versículo del capítulo octavo de la Carta a los Romanos sobre el que desearía detenerme hoy: "Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios" (Rm 8,14).
El tema del Espíritu Santo-guía no es nuevo en la Escritura. En Isaías todo el camino del pueblo en el desierto se atribuye a la guía del Espíritu. "El Espíritu del Señor los guió a descansar" (Is 63, 14). Jesús mismo "Jesús fue llevado (ductus) por el Espíritu al desierto" (Mt 4,1). Los Hechos de los Apóstoles nos muestran una Iglesia que, poco a poco, es "conducida por el Espíritu". El mismo proyecto de san Lucas de hacer que, al evangelio, le sigan los Hechos de los Apóstoles, tiene el objetivo de mostrar cómo el mismo Espíritu que había guiado a Jesús en su vida terrena ahora guía a la Iglesia, como Espíritu "de Cristo". ¿Va Pedro hacia Cornelio y los paganos? Es el Espíritu quien se lo ordena (Cf. Hch 10,19;11,12); en Jerusalén, ¿los apóstoles toman decisiones importantes? Es el Espíritu quien las ha sugerido (15, 28).
La guía del Espíritu se ejerce no sólo en las grandes decisiones, sino también en las cosas pequeñas. Pablo y Timoteo quieren predicar el Evangelio en la provincia de Asia, pero "el Espíritu Santo se lo había impedido"; intentan dirigirse hacia Bitinia, pero "no lo consintió el Espíritu de Jesús" (Hch 16, 6 s.). Se comprende después el porqué de esta guía tan apremiante: el Espíritu Santo empujaba de este modo a la Iglesia naciente a salir de Asia y asomarse a un nuevo continente, Europa (Cf. Hch 16,9).
Para Juan, la guía del Paráclito se ejerce sobre todo en el ámbito de la conciencia. Es Aquel que "guiará" a los discípulos hacia la verdad completa (Jn 16,3); su unción "enseña toda cosa", hasta el punto que quien la posee no necesita de otros maestros (Cf. 1 Jn 2, 27). Pablo introduce una importante novedad. Para él, el Espíritu Santo no es sólo "el maestro interior"; es un principio de vida nueva (¡"los que son guiados por Él son hijos de Dios"!); no se limita a indicar qué hay que hacer, sino que también da la capacidad de hacer lo que manda.
En ello, la guía del Espíritu se diferencia esencialmente de la de la Ley que permite ver el bien que hay que cumplir, pero que deja a la persona a solas con el mal que no quiere (Cf. Rm 7, 15 ss.). "Si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley" (Ga 5,18), había dicho el Apóstol anteriormente, en la Carta a los Gálatas (Ga 5,18).
Esta visión paulina de la guía del Espíritu, más profunda y ontológica (en cuanto toca el ser mismo del creyente), no excluye la más común de maestro interior, de guía en el conocimiento de la verdad y de la voluntad de Dios, y en esta ocasión es precisamente de lo que querría hablar.
Se trata de un tema que ha tenido un amplio desarrollo en la tradición de la Iglesia. Si Jesucristo es "el camino" (odòs) que lleva al Padre (Jn 14, 6), el Espíritu Santo -decían los Padres- es "la guía a lo largo del camino" (odegòs) [2]. "Este es el Espíritu -escribe san Ambrosio-, nuestra cabeza y guía (ductor et princeps), que dirige la mente, confirma el afecto, nos atrae adonde quiere y orienta hacia lo alto nuestros pasos" [3]. El himno Veni creator recoge esta tradición en los versos: "Ductore sic te praevio vitemus omne noxium": contigo como guía todo mal evitaremos. El Concilio Vaticano II se comprende en esta línea cuando habla "del Pueblo de Dios, movido por la fe, que le impulsa a creer que quien lo conduce es el Espíritu del Señor" [4].


3. El Espíritu guía a través de la conciencia


¿Dónde se explica esta guía del Paráclito? El primer ámbito u órgano es la conciencia. Hay una relación estrechísima entre conciencia y Espíritu Santo. ¿Qué es la famosa "voz de la conciencia" más que una especie de "repetidor a distancia" a través del cual el Espíritu Santo habla a cada hombre? "Mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo", exclama san Pablo, hablando de su amor por los connacionales israelitas (Cf. Rm 9, 1).
A través de este "órgano", la guía del Espíritu Santo se extiende también fuera de la Iglesia, a todos los hombres. Los paganos "muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia" (Rm 2, 14 s.). Precisamente porque el Espíritu Santo habla en todo ser razonable a través de la conciencia -decía san Máximo el Confesor-, "vemos a muchos hombres, también entre los bárbaros y los nómadas, orientarse a una vida decorosa y buena, y despreciar las leyes violentas que desde los orígenes les habían gobernado" [5].
La conciencia es también una especie de ley interior, no escrita, diferente e inferior respecto a la que existe en el creyente por la gracia, pero no en desacuerdo con ella, dado que proviene del mismo Espíritu. Quien no posee más que esta ley "inferior", pero la obedece, está más cerca del Espíritu que quien posee aquella superior que viene del bautismo, pero no vive de acuerdo con ella.
En los creyentes esta guía interior de la conciencia está como potenciada y elevada por la unción que "enseña acerca de todas las cosas -y es verdadera, no mentirosa-" (1 Jn 2, 27), o sea, guía infaliblemente si se le presta atención. Precisamente comentando este texto, san Agustín formuló la doctrina del Espíritu Santo como "maestro interior". ¿Qué quiere decir -se preguntaba- "no necesitáis que ninguno os instruya"? ¿Tal vez que el cristiano solo ya sabe todo por su cuenta y que no necesita leer, formarse, escuchar a nadie? Pero si así fuera, ¿con qué fin habría escrito el apóstol esta carta suya? La verdad es que hay necesidad de escuchar a maestros externos y a predicadores externos, pero sólo entenderá y se aprovechará de lo que dicen aquel a quien le habla en lo íntimo el Espíritu Santo. Esto explica por qué muchos escuchan la misma predicación y la misma enseñanza, pero no todos comprenden de igual forma [6].
¡Qué consoladora seguridad de todo ello! La palabra que un día resonó en el Evangelio: "¡El maestro está aquí y te llama!" (Jn 11, 28), es verdadera para cada cristiano. El mismo maestro de entonces, Cristo, que habla a través de su Espíritu, está dentro de nosotros y nos llama. Tenía razón san Cirilo de Jerusalén al definir al Espíritu Santo como "el gran didascalo, esto es, maestro, de la Iglesia" [7].
En este ámbito íntimo y personal de la conciencia, el Espíritu Santo nos instruye con las "buenas inspiraciones" o las "iluminaciones interiores" de las que todos hemos tenido alguna experiencia en la vida. Son impulsos a seguir el bien y a rechazar el mal, atracciones y propensiones del corazón que no se explican naturalmente, porque con frecuencia van en dirección contraria a la que querría la naturaleza.
Basándose en este componente ético de la persona, precisamente algunos eminentes científicos y biólogos de la actualidad han llegado a superar la teoría que contempla el ser humano como resultado casual de la selección de la especie. Si la ley que gobierna la evolución es sólo lucha por la supervivencia del más fuerte, ¿cómo se explican ciertos actos de puro altruismo y hasta de sacrificio de uno mismo por la causa de la verdad y de la justicia? [8].


4. El Espíritu guía a través del magisterio de la Iglesia


Hasta aquí, el primer ámbito en el que se ejerce la guía del Espíritu Santo, el de la conciencia. Existe un segundo, que es la Iglesia. El testimonio interior del Espíritu Santo se debe conjugar con el exterior, visible y objetivo, que es el magisterio apostólico. En el Apocalipsis, al término de cada una de las siete cartas, oímos la advertencia: "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias" (Ap 2, 7 ss.).
El Espíritu habla también a las Iglesias y a las comunidades, no sólo a los individuos. San Pedro, en Hechos, reúne ambos testimonios -interior y exterior, personal y público- del Espíritu Santo. Acaba de hablar a las multitudes de Cristo entregado a la muerte y resucitado, y aquellas se sintieron "compungidas" (Cf. Hch 2, 37); lo mismo hace ante los jefes del sanedrín, y estos se enfurecieron (Cf. Hch 4, 8 ss). Mismo tema, mismo predicador, pero efecto completamente distinto. ¿Cómo es eso? La explicación se encuentra en estas palabras que el apóstol pronuncia en esa circunstancia: "Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen" (Hch 5, 32).
Dos testimonios deben unirse para que pueda brotar la fe: el de los apóstoles que proclaman la palabra y el del Espíritu que permite acogerla. La misma idea se expresa en el evangelio de Juan cuando, hablando del Paráclito, Jesús dice: "Él dará testimonio de mí y también vosotros daréis testimonio" (Jn 15, 26).
Es igualmente fatal pretender prescindir de una o de otra de las dos guías del Espíritu. Cuando se descuida el testimonio interior, se cae fácilmente en el legalismo y en el autoritarismo; cuando se descuida el exterior, apostólico, se cae en el subjetivismo y en el fanatismo. En la antigüedad, rechazaban el testimonio apostólico, oficial, los gnósticos. Contra ellos, san Ireneo escribía las conocidas palabras:
"A la Iglesia se le ha confiado el Don de Dios, como el soplo a la criatura plasmada... De él no son partícipes los que no siguen a la Iglesia... Separados de la verdad, se agitan en cada error dejándose zarandear por él; según el momento, piensan cada vez de modo distinto sobre los mismos temas, sin tener jamás un criterio estable" [9].
Cuando todo se reduce a la escucha personal, privada, del Espíritu, se abre el camino a un proceso irrefrenable de divisiones y subdivisiones, porque cada uno cree que tiene razón; y la propia división y multiplicación de las denominaciones y de las sectas, a menudo en oposición entre sí en puntos esenciales, demuestra que no puede ser en todos el mismo Espíritu de verdad el que habla, porque de otra forma estaría Él en contradicción consigo mismo.
Esto, como se sabe, es el peligro al que está más expuesto el mundo protestante, habiendo erigido el "testimonio interno" del Espíritu Santo como único criterio de verdad, contra todo testimonio externo, eclesial, a no ser sólo la Palabra escrita [10]. Algunas franjas extremas irán tan lejos como para desgajar la guía interior del Espíritu Santo también de la palabra de la Escritura; existirán entonces los diversos movimientos de "entusiastas" y de "iluminados" que han atravesado la historia de la Iglesia, tanto católica como ortodoxa y protestante. El punto de llegada más habitual de esta tendencia, que concentra toda la atención en el testimonio interno del Espíritu, es que inadvertidamente el Espíritu... pierde la mayúscula y termina por coincidir con el simple espíritu humano. Es lo que ocurrió con el racionalismo.
Pero debemos reconocer que existe también el riesgo opuesto: el de absolutizar el testimonio externo y público del Espíritu, ignorando el individual que se ejerce a través de la conciencia iluminada por la gracia. En otras palabras, el de reducir la guía el Paráclito al único magisterio oficial de la Iglesia, empobreciendo así la variada acción del Espíritu Santo.
Prevalece fácilmente, en este caso, el elemento humano, organizativo e institucional; se favorece la pasividad del cuerpo y se abre la puerta a la marginación del laicado y a la excesiva clericalización de la Iglesia. Sin contar con que, también por esta ruta, se puede recaer en el subjetivismo y en el sectarismo, asumiendo, de la tradición y del magisterio, sólo la parte que corresponde a la propia elección ideológica o política.
Igualmente en este caso, como siempre, debemos volver a encontrar la totalidad, la síntesis, que es el criterio verdaderamente "católico". Lo ideal es una sana armonía entre la escucha de lo que el Espíritu me dice a mí, singularmente, y lo que dice a la Iglesia en su conjunto, y a través de la Iglesia a cada uno.


5. El discernimiento en la vida personal


Vamos ahora a la guía del Espíritu en el camino espiritual de cada creyente. Se sitúa bajo el nombre de discernimiento de espíritu. El primer y fundamental discernimiento de espíritu es el que permite distinguir "el Espíritu de Dios" del "espíritu del mundo" (Cf. 1 Co 2, 12). San Pablo brinda un criterio objetivo de discernimiento, el mismo que había dado Jesús: el de los frutos. Las "obras de la carne" revelan que cierto deseo viene del hombre viejo, pecaminoso; "los frutos del Espíritu" revelan que viene del Espíritu (Cf. Ga 5, 19-22). "La carne de hecho tiene deseos contrarios al Espíritu y el Espíritu tiene deseos contarios a la carne" (Ga 5, 17).
Sin embargo a veces este criterio objetivo no basta, porque la elección no es entre el bien y el mal, sino entre un bien y otro bien, y se trata de ver qué es lo que Dios quiere en una circunstancia precisa. Sobre todo para responder a esta exigencia, san Ignacio de Loyola desarrolló su doctrina sobre el discernimiento. Invita a mirar sobre todo una cosa: las propias disposiciones interiores, las intenciones (el "espíritu") que están detrás de una elección.
San Ignacio sugirió los medios prácticos para aplicar estos criterios [11]. Uno es el siguiente. Cuando se está ante dos posibles opciones, es útil detenerse primero en una, como si hubiera que seguirla sin duda; permanecer en tal estado durante uno o más días; entonces valorar las reacciones del corazón frente a tal elección: si da paz, si armoniza con el resto de las propias elecciones, si algo en ti te alienta en esa dirección, o, al contrario, si el tema deja un poso de inquietud... Repetir el proceso con la segunda hipótesis. Todo en un clima de oración, de abandono a la voluntad de Dios, de apertura al Espíritu Santo.
Una disposición habitual de fondo a realizar, en cualquier caso, la voluntad de Dios, es la condición más favorable para un buen discernimiento. Jesús decía: "Mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado" (Jn 5, 30).
El peligro, en algunas formas modernas de entender y practicar el discernimiento, es acentuar hasta tal punto los aspectos psicológicos, que se olvide que el agente primario de todo discernimiento es el Espíritu Santo. Hay una profunda razón teológica en ello. El Espíritu Santo es Él mismo la voluntad sustancial de Dios, y cuando entra en un alma "se manifiesta como la voluntad misma de Dios para aquel en quien se halla" [12].
El fruto concreto de esta meditación podría ser una renovada decisión de confiarse en todo y para todo a la guía interior del Espíritu Santo, como en una especie de "dirección espiritual". Está escrito que "cuando la Nube se elevaba de encima de la Morada, los israelitas levantaban el campamento. Pero si la Nube no se elevaba, ellos no levantaban el campamento" (Ex 40, 36-37). Tampoco nosotros debemos emprender nada si no es el Espíritu Santo -de quien la nube, según la tradición, era figura- quien nos mueve y sin haberle consultado antes de cada acción.
Tenemos el ejemplo más luminoso de ello en la propia vida de Jesús. Jamás emprendió nada sin el Espíritu Santo. Con el Espíritu Santo fue al desierto; con el poder del Espíritu Santo regresó e inició su predicación; "en el Espíritu Santo" eligió a sus apóstoles (Cf. Hch 1,2); en el Espíritu oró y se entregó a sí mismo al Padre (Cf. Hb 9, 14).
Santo Tomás habla de esta conducción interior del Espíritu como de una especie de "instinto propio de los justos": "Igual que en la vida corporal el cuerpo no es movido más que por el alma que lo vivifica, así en la vida espiritual cada movimiento nuestro debería provenir del Espíritu Santo" [13]. Es así como actúa la "ley del Espíritu"; es lo que el Apóstol llama "dejarse guiar por el Espíritu" (Ga 5, 18).
Debemos abandonarnos al Espíritu Santo como las cuerdas del arpa a los dedos de quien las toca. Como buenos actores, tener el oído atento a la voz del apuntador escondido, para recitar fielmente nuestra parte en el escenario de la vida. Es más fácil de cuanto se piensa, porque nuestro apuntador nos habla dentro, nos enseña toda cosa, nos instruye en todo. Basta a veces un simple vistazo interior, un movimiento del corazón, una oración. De un santo obispo del siglo II, Melitón de Sardes, se lee este bello elogio que desearía que se pudiera repetir de cada uno de nosotros después de morir: "En su vida hizo todo movido por el Espíritu Santo" [14].


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[1] Cf. S. Gregorio Nazianzeno, Discursos, XXXI, 26 (PG 36, 161 s.).
[2] S. Gregorio Nisseno, Sobre la fe (PG 45, 1241C): cf. Ps.-Atanasio, Diálogo contra los macedonios, 1, 12 (PG 28, 1308C).
[3] S. Ambrosio, Apología de David, 15, 73 (CSEL 32,2, p. 348).
[4] Gaudium et spes, 11.
[5] S. Máximo Confesor, Capítulos varios, I, 72 (PG 90, 1208D).
[6] Cf. S. Agustín, Sobre la primera carta de Juan, 3,13; 4,1 (PL 35, 2004 s.).
[7] S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis, XVI, 19.
[8] Cf. F. Collins, The Language of God
[9] S. Ireneo, Contra las herejías, III, 24, 1-2.
[10] Cf. J.-L. Witte, Esprit-Saint et Eglises séparées, in Dict.Spir. 4, 1318-1325.
[11] Cf. S. Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, cuarta semana (ed. BAC, Madrid 1963, pp. 262 ss).
[12] Cf. Guillermo de San Thierry, Lo specchio della fede, 61 (SCh 301, p. 128).
[13] Santo Tomás, Sobre la Carta a los Gálatas, c.V, l. 5, n.318; l. 7, n. 340.
[14] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, V, 24, 5.

“Jesús de Nazaret”

Selección de textos del libro “Jesús de Nazaret”, de Josep Ratzinger - Benedicto XVI
*
En todos los tiempos, el hombre no se ha preguntado sólo por su proveniencia originaria; más que la oscuridad de su origen, al hombre le preocupa lo impenetrable del futuro hacia el que se encamina. (Pág. 23)
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Jesús no aparece como un hombre genial con sus emociones, sus fracasos y sus éxitos, con lo que, como personaje de una época pasada, quedaría a una distancia insalvable de nosotros. Se presenta ante nosotros más bien como “el Hijo predilecto”. (Pág. 47)
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Jesús tiene que entrar en el drama de la existencia humana – esto forma parte del núcleo de su misión – recorrerla hasta el fondo, para encontrar así a la “oveja descarriada”, cargarla sobre sus hombros y devolverla al redil. (Pág. 50)
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El núcleo de toda tentación: apartar a Dios que, ante todo lo que parece más urgente en nuestra vida, pasa a ser algo secundario, o incluso superfluo y molesto. Poner orden en nuestro mundo por nosotros solos, sin Dios, contando únicamente con nuestras propias capacidades, reconocer como verdaderas sólo las realidades políticas y materiales, y dejar a Dios de lado como algo ilusorio, ésta es la tentación que nos amenaza de muchas maneras. (Pág. 52)
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Es propio de la tentación adoptar una apariencia moral. (Pág. 53)
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Cuando a Dios se le da una importancia secundaria, que se puede dejar de lado temporal o permanentemente, entonces fracasan precisamente estas cosas presuntamente más importantes. (Pág. 58)
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Si el corazón del hombre no es bueno, ninguna otra cosa puede llegar a ser buena. Y la bondad de corazón sólo puede venir de Aquel que es la bondad misma, el Bien. (Pág. 58)
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El tentador no es tan burdo como para proponernos directamente adorar al diablo. Sólo nos propone decidirnos por lo racional, preferir un mundo planificado y organizado, en el que Dios puede ocupar un lugar, pero como asunto privado, sin interferir en nuestros propósitos esenciales. (Pág. 67)
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¿Qué ha traído Jesús realmente, si no ha traído la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Qué ha traído? La respuesta es muy sencilla: a Dios. Ha traído a Dios. (Pág. 69)
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Ha traído a Dios: ahora conocemos su rostro, ahora podemos invocarlo. Ahora conocemos el camino que debemos seguir como hombres en este mundo. Jesús ha traído a Dios y, con El, la verdad sobre nuestro origen y nuestro destino; la fe, la esperanza y el amor. Sólo nuestra dureza de corazón nos hace pensar que esto es poco. (Pág. 70)
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El contenido central del “Evangelio” es que el Reino de Dios está cerca…..y se pide a los hombres una respuesta a este don: conversión y fe. (Pág. 74)
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Sin un “morir”, sin que naufrague lo que es sólo nuestro, no hay comunión con Dios ni redención. (Pág. 95)
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Las Bienaventuranzas son promesas en las que resplandece la nueva imagen del mundo y del hombre que Jesús inaugura, y en las que “se invierten los valores”. (Pág. 99)
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Las Bienaventuranzas expresan lo que significa ser discípulo. (Pág. 101)
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Las Bienaventuranzas son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura. (Pág. 102)
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Sólo el hombre reconciliado con Dios puede estar también reconciliado y en armonía consigo mismo, y sólo el hombre reconciliado con Dios y consigo mismo puede crear paz a su alrededor y en todo el mundo. (Pág. 114)
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Cuando el hombre pierde de vista a Dios fracasa la paz y predomina la violencia, con atrocidades antes impensables, como lo vemos hoy de manera sobradamente clara. (Pág. 114)
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Las invectivas no son condenas, no son expresión de odio, envidia o enemistad. No se trata de una condena, sino de una advertencia que quiere salvar. (Pág. 126)
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Las bienaventuranzas se oponen a nuestro gusto espontáneo por la vida, a nuestra hambre y sed de vida. Exigen conversión, un cambio de marcha interior respecto a la dirección que tomaríamos espontáneamente. (Pág. 128)
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La verdadera “moral” del cristianismo es el amor. Y éste, obviamente, se opone al egoísmo; es un salir de uno mismo, pero es precisamente de este modo como el hombre se encuentra consigo mismo. (Pág. 129)
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Puesto que ser hombre significa esencialmente relación con Dios, está claro que incluye el hablar con Dios y el escuchar a Dios. (Pág. 161)
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La oración no ha de ser una exhibición ante los hombres; requiere esa discreción que es esencial en una relación de amor. (Pág. 162)
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Toda la obra de Jesús brota de su oración, es su soporte. (Pág. 166)
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Nada puede llegar a ser correcto si no estamos en el recto orden con Dios. (Pág. 168)
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Lo verdaderamente importante en la oración no es esto o aquello, sino que Dios se nos quiere dar… La oración es un camino para purificar poco a poco nuestros deseos, corregirlos e ir sabiendo lo que necesitamos de verdad: a Dios y a su espíritu. (Pág. 171)
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Damos siempre demasiado poco si sólo damos lo material. (Pág. 240)
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Tenemos que aprender de nuevo, desde lo más íntimo, la valentía de la bondad; sólo lo conseguiremos si nosotros mismos nos hacemos “buenos” interiormente, si somos “prójimos” desde dentro y cada uno percibe qué tipo de servicios se necesita en mi entorno y en el radio más amplio de mi existencia, y como puedo prestarlo yo. (Pág. 240)
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Hay que recortar la autoexaltación del hombre y de las instituciones; todo lo que se ha vuelto demasiado grande debe volver de nuevo a la sencillez y a la pobreza del Señor mismo. (Pág. 308)
Manifiesto de Madrid

Los intelectuales en contra del aborto


«Los abajo firmantes, profesores de universidad, investigadores, académicos, e intelectuales de diferentes profesiones, ante la iniciativa del Grupo Socialista en el Congreso, por medio de la Subcomisión del aborto, de promover una ley de plazos, suscribimos el presente Manifiesto en defensa de la vida humana en su etapa inicial, embrionaria y fetal y rechazamos su instrumentalización al servicio de lucrativos intereses económicos ó ideológicos.
En primer lugar, reclamamos una correcta interpretación de los datos de la ciencia en relación con la vida humana en todas sus etapas y a este respecto deseamos se tengan en consideración los siguientes hechos:
a) Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación. Los conocimientos más actuales así lo demuestran: la Genética señala que la fecundación es el momento en que se constituye la identidad genética singular; la Biología Celular explica que los seres pluricelulares se constituyen a partir de una única célula inicial, el cigoto, en cuyo núcleo se encuentra la información genética que se conserva en todas las células y es la que determina la diferenciación celular; la Embriología describe el desarrollo y revela cómo se desenvuelve sin solución de continuidad.
b) El cigoto es la primera realidad corporal del ser humano. Tras la fusión de los núcleos gaméticos materno y paterno, el núcleo resultante es el centro coordinador del desarrollo, que reside en las moléculas de ADN, resultado de la adición de los genes paternos y maternos en una combinación nueva y singular.
c) El embrión (desde la fecundación hasta la octava semana) y el feto (a partir de la octava semana) son las primeras fases del desarrollo de un nuevo ser humano y en el claustro materno no forman parte de la sustantividad ni de ningún órgano de la madre, aunque dependa de ésta para su propio desarrollo.
d) La naturaleza biológica del embrión y del feto humano es independiente del modo en que se haya originado, bien sea proveniente de una reproducción natural o producto de reproducción asistida.
e) Un aborto no es sólo la «interrupción voluntaria del embarazo» sino un acto simple y cruel de «interrupción de una vida humana».
f) Es preciso que la mujer a quien se proponga abortar adopte libremente su decisión, tras un conocimiento informado y preciso del procedimiento y las consecuencias.
g) El aborto es un drama con dos víctimas: una muere y la otra sobrevive y sufre a diario las consecuencias de una decisión dramática e irreparable. Quien aborta es siempre la madre y quien sufre las consecuencias también, aunque sea el resultado de una relación compartida y voluntaria.
h) Es por tanto preciso que las mujeres que decidan abortar conozcan las secuelas psicológicas de tal acto y en particular del cuadro psicopatológico conocido como el «Síndrome Postaborto» (cuadro depresivo, sentimiento de culpa, pesadillas recurrentes, alteraciones de conducta, pérdida de autoestima, etc.).
i) Dada la trascendencia del acto para el se reclama la intervención de personal médico es preciso respetar la libertad de objeción de conciencia en esta materia.
j) El aborto es además una tragedia para la sociedad. Una sociedad indiferente a la matanza de cerca de 120.000 bebés al año es una sociedad fracasada y enferma.
k) Lejos de suponer la conquista de un derecho para la mujer, una Ley del aborto sin limitaciones fijaría a la mujer como la única responsable de un acto violento contra la vida de su propio hijo.
l) El aborto es especialmente duro para una joven de 16-17 años, a quien se pretende privar de la presencia, del consejo y del apoyo de sus padres para tomar la decisión de seguir con el embarazo o abortar. Obligar a una joven a decidir sola a tan temprana edad es una irresponsabilidad y una forma clara de violencia contra la mujer.
En definitiva, consideramos que las conclusiones que el Grupo Socialista en el Congreso, por medio de la Subcomisión del aborto, trasladará al Gobierno para que se ponga en marcha una ley de plazos, agrava la situación actual y desoye a una sociedad, que lejos de desear una nueva Ley para legitimar un acto violento para el no nacido y para su madre, reclama una regulación para detener los abusos y el fraude de Ley de los centros donde se practican los abortos».
Fdo.:
Nicolás Jouve (Catedrático de Genética; DNI 1154811)Francisco Ansón (Escritor; DNI 847005) Cesar Nombela (Catedrático de Microbiología; 1346619S)Francisco Javier del Arco (Biólogo, Filósofo y Escritor; DNI: 00138438-N)Vicente Bellver (Profesor Titular Filosofía del Derecho: DNI: 24335564T)Luís Franco Vera (Catedrático de Bioquímica: DNI es 02.464.829B)
…/…
Siguen un millar de adhesiones, y siguen aumentando.

3/26/09

San Pablo muestra el amor de Jesús hasta el extremo


En la conferencia presentada por el padre Enzo Bianchi en la basílica de San Pablo Extramuros


Como, "una de las confesiones de fe más altas y profundas de todo el Nuevo Testamento", así definió el conocido Himno Cristológico, incluido en la carta de San Pablo a los Filipenses.
La afirmación la realizó el pasado lunes dentro de la catequesis denominada "San Pablo quien habla" que se efectúa cada mes en la basílica San Pablo Extramuros, con motivo del Año Paulino. Esta vez dedicada a la carta a los Filipenses.
El exegeta aseguró que Pablo en esta carta muestra "haber estado aferrado a Cristo, conquistado por Cristo, quien hizo de él un misionero, un apóstol por excelencia. Sintiéndose en una relación de siervo, en lo que respecta a quien llama "el Señor", "mi Señor".
Dios hecho hombre por amor
Enzo Bianchi centró su plática en el pasaje del segundo capítulo de la carta a los Filipenses (versículos 5 - 11), que habla del proceso de "abajamiento" y del deseo de Dios de hacerse uno de nosotros haciéndose obediente "hasta la muerte y muerte de cruz" para que "al nombre de Dios toda rodilla se doble".
Aseguró que la riqueza del himno cristológico consiste en que "canta en síntesis todo el itinerario recorrido por Cristo. Resume toda su vida, la encarnación, la vida terrena, la muerte en cruz, el enaltecimiento de la Gloria"
Y señaló que en este texto del Nuevo Testamento está contenido "no sólo el recorrido de la humanización de Dios sino también el estilo de este recorrido. La kénosis", que quiere decir "el abajamiento de sí mismo y luego el ensalzamiento de toda la humanidad".
El prior de la comunidad de Bosse, indicó que "en el paganismo se narraban mitos de la encarnación de los dioses. Los faraones en toda su potencia eran vistos como la encarnación del dios sol", pero en cambio "el cristianismo, que es la encarnación hasta el abajamiento de quien es Dios, éste se convierte en esclavo. La Palabra de Dios, el logos, en la encarnación ha debido vaciarse de sí mismo para resistir entre nosotros y con nosotros".
Señaló también que Dios "ha hecho un paréntesis en su forma divina para poder resistir como hombre totalmente como nosotros", e indicó que este himno, "no narra la historia en línea recta de los sucesos o de los eventos sino que resalta de lo alto a lo bajo y luego de lo bajo a lo alto".
Indicó el exégeta que Dios, "no podía mantener una condición divina sin compartirla. Sin probar el deseo que también los hombres participaban en la condición divina".
Resaltó también cómo Dios, al hacerse hombre, "ha aceptado la muerte, la condición limitada, nuestra carne. Era santo tres veces, ha aceptado ser tentado por el diablo en su carne humana".
Y recalcó que, "si es verdad que el pecado marca al hombre, es verdad que Cristo ha querido hacerse hombre, no ha cometido ningún pecado, pero ha sido probado en todas las tentaciones".
"He aquí hasta dónde el hijo ha debido andar. Se ha hecho hombre, ha sido reconocido como hijo de José y de María", señaló.
Dijo que el punto más bajo de este himno es cuando san Pablo se refiere a la cruz, recordando que ésta era la muerte más humillante en aquella época, pero que la cruz "no es el resultado de una casualidad o de una fatalidad" sino más bien "el éxito de una vida vivida en la justicia y en el amor".
El exégeta concluyó diciendo que, por ello, delante de Jesús "todos los hombres doblan sus rodillas" y aseguró que, por ello, "Jesucristo, es el Señor del universo, Jesucristo también mi Señor".

Carta de la Santa Sede para la colecta 2009 por Tierra Santa


Congregación para las Iglesias Orientales



Excelencia reverendísima:
Es para mí motivo de gozo el dirigirme también este año a usted y a los fieles que forman parte de esa porción del Pueblo de Dios para mantener viva la sensibilidad a favor de los hermanos cristianos de Tierra Santa, quienes, junto con los demás habitantes de vastas regiones de Medio Oriente, aspiran desde hace mucho tiempo a la paz y la tranquilidad, todavía hoy tan amenazadas.
La Iglesia universal sigue con intensa preocupación la situación que se ha hecho inestable a causa de graves problemas. El primero es la ausencia de la paz. La alegría navideña quedó herida por la violenta reanudación de las hostilidades en la Franja de Gaza. Entre las innumerables víctimas se cuentan muchos niños completamente inocentes. Precisamente en Navidad se ha oscurecido así la esperanza traída por el Niño de Belén, y esto tras el alentador apoyo espiritual y material que la población cristiana había recibido por parte de los peregrinos, que en el año 2008 han superado incluso a los del Jubileo del año 2000.
Durante la asamblea sinodal de octubre pasado, los patriarcas y los arzobispos mayores orientales católicos habían puesto en manos del Santo Padre una vibrante llamada a la paz, inspirada en la Palabra de Dios: el Apóstol Pablo, en efecto, nos dio la extraordinaria certeza de que Cristo "es nuestra paz" (Ef, 2,14). Esta llamada, dirigida al mundo entero, conserva toda su actualidad.
Pero es sobre todo el Papa Benedicto XVI quien conforta constantemente a los cristianos y a todos los habitantes de Tierra Santa con gestos y palabras de extraordinaria solicitud, unidos a su deseo de ir como peregrino sobre las huellas históricas de Jesús. Ante el mundo, en el día de Navidad y después en la solemnidad de Santa María Madre de Dios, el Papa abogó a favor de la paz en aquella Tierra. La premura pontificia ha encontrado un eco del todo singular en el encuentro, al inicio del nuevo año, con los embajadores de ciento setenta y siete naciones acreditados ante la Santa Sede. Así se expresó el Pontífice: "El nacimiento de Cristo en la pobre gruta de Belén nos lleva naturalmente a evocar la situación del Medio Oriente y, en primer lugar, de Tierra Santa, donde, en estos días, asistimos a un recrudecimiento de la violencia que ha provocado daños y sufrimientos inmensos entre las poblaciones civiles [...]. Una vez más, quisiera señalar que la opción militar no es una solución y la violencia, venga de donde venga y bajo cualquier forma que adopte, ha de ser firmemente condenada".
La herida abierta por la violencia agudiza el problema de la emigración, que inexorablemente priva a la minoría cristiana de sus mejores recursos para el futuro. La Tierra que fue cuna del cristianismo corre el peligro de quedarse sin cristianos.
En la Audiencia General del miércoles 1 de octubre de 2008, el Santo Padre Benedicto XVI ya había subrayado claramente los orígenes bíblicos de la atención que merece Tierra Santa: "Quizá ya no seamos capaces de poder comprender plenamente el significado que Pablo y sus comunidades atribuyeron a la colecta en favor de los pobres de Jerusalén. Se trató de una iniciativa completamente nueva en el panorama de las actividades religiosas: no fue obligatoria, sino libre y espontánea; participaron todas las Iglesias fundadas en Occidente por Pablo. La colecta expresaba la deuda de sus comunidades hacia la Iglesia madre de Palestina, de la que habían recibido el don inefable del Evangelio". El Papa añadió: "Es tan grande el valor que san Pablo atribuye a este gesto del compartir, que raramente la llama simplemente 'colecta': para él ésta es más bien 'servicio', 'bendición', 'amor', 'gracia', es más, 'liturgia' (2 Corintios, 9). Sorprende de modo particular este último término, que confiere a la colecta de dinero también un valor cultual: por un lado ésta es un gesto litúrgico o 'servicio', ofrecido por parte de todas las comunidades a Dios, y por otro lado es una acto de amor cumplido a favor del pueblo".
La Congregación para las Iglesias Orientales sigue con atención en nombre del Santo Padre a la comunidad eclesial de Tierra Santa, y por tanto se hace intérprete de su amorosa solicitud, renovando la exhortación a todos los católicos para que contribuyan, también materialmente, al sostenimiento que necesitan los Santos Lugares. Es asimismo un honor para esta Congregación el asegurar el vivo agradecimiento del Papa y su oración por cuantos en el próximo Viernes Santo pondrán el corazón en la tradicional Colecta en favor de Tierra Santa.
Las Iglesias de rito latino y de los diferentes ritos orientales, que se benefician de esa indispensable ayuda, expresan su agradecimiento con la constante oración por las Iglesias particulares del mundo entero.
He podido comprobar estos sentimientos en la peregrinación que realicé del 24 de febrero al 2 de marzo de 2008 a los Santos Lugares, observando con alegría la unidad de miras de los pastores y de los fieles en la misión eclesial, así como su sensibilidad ecuménica e interreligiosa. En todas partes he prometido la diligente atención de este dicasterio y de la Iglesia, con la certeza de contar con la confirmación en todos los Obispos católicos de la generosidad siempre mostrada hacia Jerusalén y la Tierra del Señor Jesús.
Para oportuna información uno un documento preparado por la Custodia de la Tierra Santa y una nota de esta Congregación, que dan fe de las obras realizadas gracias a la Colecta del año 2008.
Con toda la comunidad católica de los Santos Lugares, me es grato invocar sobre usted y sus colaboradores la benevolencia de Dios, que "ama a quien da con alegría" (2 Cor, 9,7), mientras le confirmo mi espíritu de fraternidad episcopal,
Suyo en el Señor
Leonardo Card. Sandri,
prefecto
+ Antonio Maria Vegliò,
arzobispo secretario

3/24/09

Balance de Benedicto XVI de su viaje a África


Palabras del Papa a los periodistas durante el vuelo de vuelta a Roma



Queridos amigos, veo que aún trabajáis. Mi trabajo casi ha terminado, en cambio el vuestro empieza otra vez. Gracias por vuestro empeño.
Se han grabado en mi memoria sobre todo dos impresiones: por una parte la impresión de esta cordialidad casi exuberante, de esta alegría, de una África en fiesta, y me parece que en el Papa han visto, digamos, la personificación del hecho que somos hijos y familia de Dios. Existe esta familia y nosotros con todos los límites estamos en esta familia y Dios está con nosotros. Y así la presencia del Papa ha ayudado a sentir esto.
Y por otra parte me ha impresionado mucho el espíritu de recogimiento en la liturgia, el fuerte sentido de lo sagrado: en la liturgia no hay autopresentación de los grupos, autoanimación, pero está la presencia de lo sagrado, de Dios mismo; también los movimientos eran siempre movimientos de respeto y de consciencia de la presencia divina. Esto me ha impresionado mucho.
Tengo que decir que me ha afectado mucho el hecho de que el sábado en el caos que se formó al ingreso del estadio murieran dos chicas. He rezado y rezo por ellas. Otros dos recuerdos grabados en mi memoria: un recuerdo especial – habría que mencionar tantos- es el centro del Cardenal Lége: me ha tocado el corazón ver aquí el mundo de tantos sufrimientos, todo el sufrimiento, la tristeza, la pobreza de la existencia humana, pero también ver cómo el Estado y la Iglesia colaboran para ayudar a los que sufren.
Por una parte el Estado gestiona de modo ejemplar este gran centro, por otra parte, movimientos eclesiales y la realidad de la Iglesia colaboran para ayudar realmente a estas personas. Y me parece que se nota, que el hombre que ayuda al que sufre es más hombre, el mundo es más humano: esto queda escrito en mi memoria.
También hemos distribuido el Instrumentum laboris para el Sínodo y hemos trabajado para el Sínodo. En la tarde del día de San José me he reunido con los componentes del Consejo para el Sínodo -12 obispos- y cada uno ha hablado de la situación de su iglesia local, de sus propuestas, de sus expectativas y así ha nacido una idea muy rica de la realidad de la Iglesia en África, cómo se mueve y sufre, qué hace, cuáles son las esperanzas, los problemas.
Podría contar mucho, por ejemplo que la Iglesia de Sudáfrica, que ha tenido una experiencia de difícil reconciliación, pero en gran parte ya conseguida, ayuda ahora con sus experiencias al intento de reconciliación en Burundi y busca hacer algo parecido, aunque con grandísima dificultad, en Zimbabwe. Buen viaje a todos. ¡Gracias!

“La moral cristiana, un gran 'sí' a la mujer, al amor y a la vida”


Mensaje a la Conferencia Internacional sobre Mujer y Derechos Humanos



A mi Venerable Hermano Cardenal Renato Raffaele Martino:
Me complace extender un cordial saludo a usted ya todos los que participan en la Conferencia Internacional sobre el tema “Vida, Familia, Desarrollo: el papel de la mujer en la promoción de los Derechos Humanos”. Este evento, patrocinado por el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, con la cooperación de la World Women’s Alliance for Life and Family, la World Union of Catholic Women’s Organizations y otras asociaciones, es un ejemplo de respuesta a la convocatoria de un "nuevo feminismo" por parte de mi predecesor el Papa Juan Pablo II, que tiene el poder de transformar la cultura, influyendo en ella con el respeto decidido a la vida (cf. Evangelium vitae, 98-99).
Todos los días advertimos nuevos modos en los que se compromete a la vida, particularmente en sus estadios más vulnerables. Pero mientras la justicia exige que estos sean denunciados como una violación de los derechos humanos, también deben evocar una respuesta positiva y proactiva. El reconocimiento y la valoración del plan de Dios para las mujeres en la transmisión de la vida y la crianza de los niños es un paso constructivo en esa dirección. Además de esto,y dada la influencia propia de la mujer en la sociedad, deben ser animadas a aprovechar la oportunidad de defender la dignidad de la vida a través de su compromiso en la educación y su participación en la vida cívica y política. En efecto, debido a que han sido dotadas por el Creador con una “capacidad de acogida del otro”, las mujeres tienen un papel crucial que desempeñar en la promoción de los derechos humanos, ya que sin su voz se vería debilitado el tejido social (cf. Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración de hombres y mujeres en la Iglesia y en el mundo, Congregación para la Doctrina de la Fe, 13). A medida que reflexionáis sobre el papel de la mujer en la promoción de los derechos humanos, os invito a tomar conciencia de una tarea sobre la que he llamado la atención en muchas ocasiones: a saber, a corregir toda idea errónea de que el cristianismo es simplemente un conjunto de mandamientos y prohibiciones . El Evangelio es un mensaje de alegría que anima a hombres y mujeres a disfrutar del amor conyugal, que lejos de sofocar, la fe y la moral cristianas quieren hacer sano, fuerte y realmente libre. Este es el significado exacto de los Diez Mandamientos: no son una serie de “noes”, sino un gran “sí” al amor ya la vida (cf. Discurso a los participantes en el Convenio Eclesial de la Diócesis de Roma, 5 de junio de 2006 ).
Espero sinceramente que vuestras discusiones en los próximos dos días se traduzcan en iniciativas concretas que salvaguarden el papel indispensable de la familia en el desarrollo integral de la persona humana y de la sociedad en su conjunto. El genio de la mujer para movilizar y organizar los dotará de los conocimientos y la motivación necesarias para desarrollar cada vez más redes de intercambio de experiencias y generación de nuevas ideas. Los logros de la WWALF y de la UMOFC / WUCWO son un buen ejemplo de esto, y animo a sus miembros a perseverar en su generoso servicio a la sociedad. Ojalá que vuestra influencia siga creciendo a nivel regional, nacional e internacional para la promoción de los derechos humanos basados en el sólido fundamento del matrimonio y la familia.
Os hagoi llegar de nuevo mis mejores deseos para el éxito de esta conferencia y mis oraciones para que las organizaciones participantes continúen con su misión. Invocando la intercesión de María, “el símbolo y la más perfecta realización de la Iglesia” (Catecismo de la Iglesia Católica, 570), os imparto cordialmente mi Bendición Apostólica.

Discurso de Benedicto XVI sobre la promoción de la mujer


A los movimientos comprometidos en Angola



Queridos hermanos y hermanas«No les queda vino», dijo María a Jesús, suplicando para que la boda pudiera continuar en fiesta, como siempre debe ser: «Los invitados a la boda no pueden ayunar mientras tienen al novio con ellos» (cf. Mc 2,19). La Madre de Jesús fue después a los sirvientes recomendándoles: «Haced lo que él os diga» (cf. Jn 2,1-5). Y aquella mediación materna hizo posible el «vino bueno», premonitor de una nueva alianza entre la omnipotencia divina y el corazón humano pobre pero bien dispuesto. Por lo demás, esto es lo que ya había sucedido en el pasado cuando - como hemos oído en la primera lectura - «todo el pueblo, a una, respondió: "haremos todo cuanto ha dicho el Señor"» (Ex 19,8). Que estas mismas palabras broten del corazón de todos los que estamos aquí reunidos, en esta iglesia de San Antonio, levantada gracias a la benemérita obra misionera de los Frailes menores capuchinos, como una nueva Tienda para el Arca de la Alianza, signo de la presencia de Dios en medio del pueblo en camino. Sobre ellos y cuantos colaboran y se benefician de la asistencia religiosa y social que se presta aquí, el Papa imparte una benévola y alentadora Bendición. Saludo cordialmente a todos los presentes: Obispos, presbíteros, consagrados y consagradas, y de modo particular a vosotros, fieles laicos, que asumís conscientemente los deberes de compromiso y testimonio cristiano que conlleva el sacramento del bautismo y, para los casados, también del sacramento de la matrimonio. Y, dado el motivo principal que nos reúne aquí, dirijo un saludo lleno de afecto y esperanza a las mujeres, a las que Dios ha confiado la fuente de la vida: vivís y apostáis por la vida, porque el Dios vivo ha apostado por vosotras. Saludo con espíritu agradecido a los responsables y animadores de los Movimientos eclesiales que se preocupan entre otras cosas por la promoción de la mujer angoleña. Agradezco a Mons. José de Queirós Alves y a vuestros representantes las palabras que me han dirigido, expresando los afanes y esperanzas de tantas heroínas silenciosas, como son las mujeres en esta querida Nación. Exhorto a todos a ser realmente conscientes de las condiciones desfavorables a las que han estado sometidas - y lo siguen estando -muchas mujeres, examinando en qué medida esto puede ser causado por la conducta y la actitud de los hombres, a veces por su falta de sensibilidad o responsabilidad. Los designios de Dios son diferentes. Hemos escuchado en la lectura que todo el pueblo contestó al unísono: «Haremos todo cuanto ha dicho el Señor». Dice la Sagrada Escritura que el Creador divino, al ver la obra que había realizado, vio que faltaba algo: todo habría sido bueno si el hombre no hubiera estado solo. ¿Cómo podía el hombre solo ser imagen y semejanza de Dios, que es uno y trino, de Dios que es comunión? «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacer alguien como él que le ayude» (cf. Gn 2,18-20). Dios se puso de nuevo manos a la obra para crear la ayuda que faltaba, y se la proporcionó de forma privilegiada, introduciendo el orden del amor, que no veía suficientemente representado en la creación. Como sabéis, hermanos y hermanas, este orden del amor pertenece a la vida íntima de Dios mismo, a la vida trinitaria, siendo el Espíritu Santo la hipóstasis personal del amor. Ahora bien, «sobre el designio eterno de Dios - como dijo el recordado Papa Juan Pablo II -, la mujer es aquella en quien el orden del amor en el mundo creado de las personas halla un terreno para su primera raíz» (Carta ap., Mulieris dignitatem, 29). En efecto, al ver el encanto fascinante que irradia de la mujer a causa de la íntima gracia que Dios le ha dado, el corazón del hombre se ilumina y se ve a sí mismo en ella: «Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gn 2,23). La mujer es otro «yo» en la común humanidad. Hay que reconocer, afirmar y defender la misma dignidad del hombre y la mujer: ambos son personas, diferentes de cualquier otro ser viviente del mundo que les rodea. Los dos están llamados a vivir en profunda comunión, en un recíproco reconocimiento y entrega de sí mismos, trabajando juntos por el bien común con las características complementarias de lo que es masculino y de lo que es femenino. ¿A quién se le oculta hoy la necesidad de dar más espacio a las «razones» del corazón? En un mundo como el actual, dominado por la técnica, se siente la exigencia de esta complementariedad de la mujer, para que el ser humano pueda vivir sin deshumanizarse del todo. Puede pensarse en las tierras donde hay más pobreza, en las regiones devastadas por la guerra, en muchas situaciones trágicas causadas por las migraciones, forzadas o no... En esos casos, casi siempre son las mujeres las que mantienen intacta la dignidad humana, defienden la familia y tutelan los valores culturales y religiosos. Queridos hermanos y hermanas, la historia habla casi exclusivamente de las conquistas de los hombres, cuando, en realidad, una parte importantísima se debe a la acción determinante, perseverante y beneficiosa de las mujeres. Permitidme que, entre muchas mujeres extraordinarias, os hable de dos: Teresa Gomes y Maria Bonino. Angoleña la primera, fallecida el año 2004 en la ciudad de Sumbe, después de una vida conyugal feliz de la que nacieron 7 hijos; su fe cristiana fue inquebrantable y su celo apostólico admirable, sobre todo en los años 1975 y 1976, cuando una feroz propaganda ideológica y política se abatió sobre la parroquia de Nuestra Señora de las Gracias de Porto Amboim, consiguiendo casi que se cerraran las puertas de la iglesia. Teresa se convirtió entonces en la líder de los fieles que no se rindieron ante dicha situación, animándolos, protegiendo valerosamente las estructuras parroquiales y buscando cualquier modo posible para tener de nuevo la santa Misa. Su amor a la Iglesia la hizo incansable en la obra de la evangelización, bajo la guía de los sacerdotes. Maria Bonino fue una pediatra italiana, que se ofreció voluntaria para diversas misiones en esta querida África, y llegó a ser en los últimos años de su vida responsable del departamento pediátrico del hospital provincial de Uíje. Dedicada la cura de miles de niños allí hospitalizados, María pagó con el mayor sacrificio el servicio prestado durante una terrible epidemia de fiebre hemorrágica de Marburg, acabando contagiada ella misma; aunque se la trajo a Luanda, aquí murió y reposa desde el 24 de marzo de 2005. Pasado mañana se cumple el cuarto aniversario. La Iglesia y la sociedad humana se han enriquecido enormemente - y lo siguen siendo - por la presencia y las virtudes de las mujeres, particularmente por las que se han consagrado al Señor y, apoyándose en Él, se han puesto al servicio de los otros. Queridos angoleños, hoy nadie debería dudar que las mujeres, sobre la base de su igual dignidad con los hombres, «tienen pleno derecho a insertarse activamente en todos los ámbitos públicos y su derecho debe ser afirmado y protegido incluso por medio de instrumentos legales donde se considere necesario. Sin embargo, este reconocimiento del papel público de las mujeres no debe disminuir su función insustituible dentro de la familia: aquí su aportación al bien y al progreso social, aunque esté poco considerada, tiene un valor verdaderamente inestimable» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1995, n. 9). Por lo demás, en el ámbito personal, la mujer siente la propia dignidad no tanto como el resultado de una afirmación de los derechos en el plano jurídico, sino más bien como el resultado directo de las atenciones materiales y espirituales que se reciben en la familia. La presencia materna dentro de la familia es tan importante para la estabilidad y el desarrollo de esta célula fundamental de la sociedad, que debería ser reconocida, alabada y apoyada de todos los modos posibles. Y, por el mismo motivo, la sociedad ha de llamar la atención a los maridos y a los padres sobre sus responsabilidades respecto a su propia familia. Queridas familias, sin duda os habéis dado cuenta de que ninguna pareja humana puede por sí sola, únicamente con las propias fuerzas, ofrecer a los hijos de manera adecuada el amor y el sentido de la vida. En efecto, para poder decir a alguien: «Tu vida es buena, aunque no se sepa su futuro», hace falta una autoridad y una credibilidad mayor de la que pueden dar los padres por sí solos. Los cristianos saben que esta autoridad mayor se ha dado a esa familia más grande, que Dios, por su Hijo Jesucristo y el don del Espíritu Santo, ha creado en la historia humana, es decir, la Iglesia. Vemos en ello la obra de ese Amor eterno e indestructible que asegura a la vida de cada uno de nosotros un sentido permanente, aunque no conozcamos su futuro. Por este motivo, la edificación de toda familia cristiana se realiza dentro de esa familia más grande que es la Iglesia, la cual la sostiene y la estrecha en su pecho, garantizando que sobre ella, ahora y en el futuro, se pose el «sí» del Creador. «No les queda vino», dice María a Jesús. Queridas mujeres angoleñas, tenedla como vuestra abogada ante el Señor. Así la conocemos desde aquellas bodas de Caná: como la mujer bondadosa, llena de solicitud maternal y de valor, la mujer que se da cuenta de las necesidades ajenas y, queriendo poner remedio, las lleva ante el Señor. Junto a Ella, todos, hombres y mujeres, podemos recobrar esa serenidad e íntima confianza que nos hace sentirnos bienaventurados en Dios e incansables en la lucha por la vida. Que la Virgen de Muxima sea la estrella de vuestra vida; que Ella os guarde unidos en la gran familia de Dios. Amén.

Discurso de Benedicto XVI de despedida de Angola


“No os canséis de hacer progresar la paz”


Excelentísimo señor presidente de la República,ilustrísimas autoridades civiles, militares y eclesiásticas, queridos hermanos y hermanas en Cristo, amigos todos de Angola: A la hora de partir, y muy reconocido por la presencia de vuestra excelencia, señor presidente, deseo expresarle mi aprecio y gratitud, tanto por el distinguido tratamiento que me ha deparado como por las disposiciones tomadas para facilitar el desarrollo de los diversos encuentros que he tenido el gozo de vivir. Expreso mi cordial agradecimiento a las Autoridades civiles y militares, a los pastores y a los responsables de las comunidades e instituciones eclesiales implicadas en dichos encuentros, por la gentileza con que han querido honrarme durante estos días que he podido pasar con vosotros. Se debe una palabra de gratitud a los integrantes de los medios de comunicación social, a los agentes de los servicios de seguridad y a todos los voluntarios que, con generosidad, eficiencia y discreción, han contribuido al buen resultado de mi visita. Doy gracias a Dios por haber encontrado una Iglesia viva y, a pesar de las dificultades, llena de entusiasmo, que ha sabido llevar sobre los hombros su cruz, y la de los demás, dando testimonio ante todos de la fuerza salvadora del mensaje evangélico. Ella sigue anunciando que ha llegado el tiempo de la esperanza, comprometiéndose a pacificar los ánimos e invitando al ejercicio de una caridad fraterna que sepa abrirse a la acogida de todos, respetando las ideas y sentimientos de cada uno. Es el momento de despedirme y regresar a Roma, triste por tener que dejaros, pero contento por haber conocido un pueblo valeroso y decidido a renacer. No obstante las resistencias y los obstáculos, este pueblo quiere edificar su futuro caminando por la senda del perdón, la justicia y la solidaridad. Si se me permite dirigir aquí un llamamiento final, quisiera pedir que la justa realización de las aspiraciones fundamentales de la población más necesitada sea la principal preocupación de los que ejercen cargos públicos, pues su intención - estoy seguro - es desempeñar la misión encomendada, no para sí mismos, sino con vistas al bien común. Nuestro corazón no puede quedarse en paz mientras haya hermanos que sufren por falta de comida, de trabajo, de una casa o de otros bienes fundamentales. Para dar una respuesta concreta a estos nuestros hermanos en humanidad, el primer desafío que se ha de vencer es el de la solidaridad: solidaridad entre las generaciones, solidaridad entre las naciones y entre los continentes, que permita compartir cada vez más ecuánimemente los recursos de la tierra entre todos los hombres.Y desde Luanda levanto la vista sobre toda África, dándole cita para el próximo mes de octubre en la Ciudad del Vaticano, cuando nos reuniremos para la II Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos dedicada a este Continente, donde el Verbo encarnado en persona encontró refugio. Ahora, ruego a Dios que haga sentir su protección y ayuda a los innumerables refugiados y expatriados que vagan en espera de una vuelta a su propia casa. El Dios del cielo les repite: «Aunque la madre se olvide de ti, Yo nunca te olvidaré» (cf. Is 49,15). Dios os ama como hijos e hijas; Él vela sobre vuestros días y vuestras noches, sobre vuestras fatigas y aspiraciones. Hermanos y amigos de África, queridos angoleños: ¡ánimo! No os canséis de hacer progresar la paz, haciendo gestos de perdón y trabajando por la reconciliación nacional, para que la violencia nunca prevalezca sobre el diálogo, el temor y el desaliento sobre la confianza y el rencor sobre el amor fraterno. Eso será posible si os reconocéis mutuamente como hijos del mismo y único Padre del Cielo. Dios bendiga Angola. Bendiga a cada uno de sus hijos e hijas. Bendiga el presente y el futuro de esta querida Nación. Adiós.

3/23/09

“Es necesario reconocer el papel de la religión en la vida pública”


Intervención de monseñor Tomasi en la X Sesión Ordinaria sobre Derechos Humanos


Señor Presidente,
En su último Informe, el Departamento Especial sobre Libertad de Religión y Creencia informó al Consejo sobre los Derechos humanos que “está recibiendo con regularidad informes sobre violaciones de los derechos de los miembros de minorías religiosas y grupos vulnerables para llevar a cabo sus actividades religiosas”. En muchas partes del mundo “minorías religiosas, incluyendo minorías cristianas, todavía afrontan a diario discriminación y prejuicios. La Santa Sede expresa su preocupación por el aumento de estas situaciones de intolerancia religiosa, y apela a los Estados a que tomen todas las medidas necesarias - educativas, legales y judiciales – dirigidas a garantizar el respeto del derecho a la libertad de religión, y a proteger a las minorías religiosas de la discriminación.
En su primera reunión sobre “intolerancia y discriminación contra los cristianos”, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) hizo hincapié en que la negación de los derechos de las comunidades cristianas no es sólo un problema en los lugares donde éstos constituyen una minoría, sino que la discriminación y la intolerancia también puede existir cuando los cristianos son una mayoría en la sociedad. Mi delegación cree que un cierto número de Estados, que previamente se habían comprometido a una relación equilibrada y saludable entre la Iglesia y el Estado, están revistiéndose cada vez más de una política secularista que tiene por objeto reducir el papel de la religión en la vida pública. En este sentido, la Santa Sede exhorta a esos Estados a que no sean excluyentes y a que reconozcan el importante papel que las religiones pueden desempeñar en la sociedad. Las religiones, de hecho, contribuyen a la promoción de valores morales y sociales, que van más allá de un concepto individualista de la sociedad y del desarrollo, buscando el bien común, así como la protección y el respeto de la dignidad humana.
Señor Presidente,
El otoño pasado, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OHCHR) organizó un seminario de expertos sobre los artículos 19 y 20 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (ICCPR), como una contribución a un debate clarificador sobre algunos de los posibles ámbitos de las normas complementarias .
A pesar de que la pregunta sobre las limitaciones al derecho a la libertad de expresión, con miras a respetar los sentimientos religiosos de las personas, es legítimo – muchos Estados tienen estas limitaciones en su legislación, incluyendo Estados occidentales - la Santa Sede no considera que la respuesta correcta sea otro instrumento internacional. Mi Delegación es de la opinión de que la aplicación del principio universal de la libertad religiosa es la mejor protección; que cada Estado debería examinar su propia legislación nacional, así como considerar la forma en que se podría fomentar un diálogo franco pero respetuoso debate entre los miembros de la misma religión , entre los representantes de las diferentes religiones y con las personas que no tienen ninguna creencia religiosa. Debería tenerse presente en todo momento, sin embargo, que el derecho a la libertad religiosa está intrínsecamente relacionado con el derecho a la libertad de expresión. Cuando los seguidores de las religiones no tienen derecho a expresar su opinión libremente, la libertad de religión no está garantizada. Cuando a las personas no se les permite participar en un debate honesto sobre el fondo y / o defectos de una religión, se niegan el derecho a la verdad, y el derecho a elegir o cambiar su religión o creencia está gravemente obstaculizado.
Gracias, señor Presidente

I Conferencia Internacional
“Vida, familia, desarrollo: el papel de las mujeres en la promoción de los derechos humanos”

Roma, 20-21 marzo 2009


C O N C L U S I O N E S
de Su Eminencia el cardenal Renato Raffaele Martino
Presidente del Consejo Pontificio “Justicia y Paz”



1. Me toca a mí decir una palabra conclusiva al final de esta I Conferencia Internacional “Vida, familia, desarrollo: el papel de las mujeres en la promoción de los derechos humanos”, que ha contemplado una amplia y apasionada intervención en el debate sobre los diversos temas propuestos en el programa. De todo esto queremos agradecer al Señor que nos ha ayudado y guiado, iluminando con Su Espíritu cuanto de bueno y significativo se ha llevado a cabo en nuestro encuentro. Deseo expresar mi profunda gratitud a la profesora Olimpia Tarzia, presidenta de la World Women's Alliance for Life and Family, y a la señora Karen M. Hurley, presidenta de la World Union of Catholic Women's Organizations, por haber asociado sus organizaciones a esta Conferencia Internacional promovida por el Consejo Pontificio “Justicia y Paz”. Trabajar juntos, dentro del respeto de las recíprocas competencias y funciones, ha sido una forma muy eficaz y amplia de miras de afrontar los problemas de nuestro tiempo. Mi gratitud y la vuestra se dirige también a las ponentes que han introducido magistralmente las diversas sesiones de trabajo. Permitidme que de las gracias de monseñor Crepaldi, que hace un trabajo precioso entre bambalinas, a los miembros del Consejo Pontificio y sobre todo a la doctora Flaminia Giovanelli, que ha gastado tiempo y energías, con mucho amor e incansable generosidad para el éxito de la Conferencia. Gracias de corazón a los intérpretes que, con su acostumbrada profesionalidad, nos han permitido entendernos, dialogar y escucharnos.
2. Dirigimos un particular agradecimiento al Santo Padre Benedicto XVI, que nos ha hecho sentir su paternidad y proximidad enviándonos un Mensaje de confianza y esperanza, rico de la sugestiva propuesta de un cristianismo del SI: del SI a Dios, Padre de toda la humanidad y Creador del hombre y de la mujer a Su imagen y semejanza; de un cristianismo del SI a la vida, a toda la vida y a la vida de todos, siempre, sobre todo ante aquella amenazada por la pobreza extrema, a aquella negada y desfigurada por la violencia y la guerra, a aquella rechazada con el aborto y la eutanasia, a aquella manipulada arbitrariamente por las nuevas tecnologías, a aquella mal comprendida por las esclavitudes viejas y nuevas; de un cristianismo del SI a la familia fundada sobre el matrimonio por amor, unitivo y fecundo, entre el hombre y la mujer, cuya diferencia sexual es el reflejo de un Dios que es caridad creadora en la perfecta relacionalidad de amor entre el Padre, el Hijo en el Espíritu Santo; un cristianismo del SI a las mujeres y a su genio capaz de embellecer el difícil camino de la humanidad en la perspectiva, histórica y cultural, de ese humanismo que Pablo VI describió proféticamente cuando, en la Populorum progressio, afirmó que debía ser íntegro, solidario y abierto a Dios; de un cristianismo del SI a la confianza porque, con realismo y sabiduría, sabe evangelizar la esperanza de la que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo tienen una necesidad extrema, sin detenerse en posturas desesperadas y paralizadoras que, a final de cuentas, suuponen una pecaminosa falta de fe en Dios, que es siempre y por siempre Aquel que con amor providente rige los destinos de la historia; un cristianismo del SI a la vida, a la persona humana, a la solidaridad y al futuro. Nuestra conferencia termina con este gozoso y comprometedor deseo: que las mujeres cristianas elijan ser, con todo su ser, las intérpretes y protagonistas de este cristianismo del SI. Me parece que este es el camino que hay que emprender para dar consistencia y forma a este nuevo feminismo que nos ha solicitado también el Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI.
3. Los retos que tenemos enfrente para llevar a cabo este nuevo feminismo han sido puestos de manifiesto en los trabajos de nuestra Conferencia. Son desafíos nacidos y desarrollados dentro del clima de la modernidad y de la post modernidad, caracterizados en su esencia por los proyectos y las experiencias, colectivas y generalizadas, comunes a la llamada emancipación femenina, hoy signo global y marca imborrable de nuestro tiempo, aunque con manifestaciones muy diversas en las distintas realidades continentales. La emancipación femenina ha sido y es un evento histórico, marcado por significados ambivalentes y contrastados, sobre los que debe ejercerse un discernimiento cristiano constante, paciente, inteligente y sabio, para sacar lo bueno, para combatir lo malo, para orientar lo incierto: un discernimiento cristiano inspirado y guiado por un humanismo íntegro y solidario, firmemente dirigido a hacer avanzar la civilización del amor.
No forma parte del género literario de las conclusiones repetir todo lo que se ha dicho y debatido en estos dos días. No puedo, con todo, eximirme de recordar rápidamente algunos ámbitos en los que este discernimiento está siendo requerido, a día de hoy de forma particular por el carácter de urgencia que presentan algunos desafíos.
a) El primer ámbito se refiere a la relación entre naturaleza y cultura, porque sobre esta relación se juega de hecho la cuestión fundamental: qué es la persona humana, la diferencia sexual, la identidad del matrimonio y de la familia, etc. Negar la naturaleza, es decir, negar que la persona humana es ante todo un proyecto querido y realizado por Dios Creador, que no es bueno subvertir arbitrariamente, es el punto central que hay que tener bien claro. Cuando se niega la naturaleza, la persona humana ya no es un proyecto, sino que se convierte inexorablemente en un producto o de la cultura o de la técnica. En esta perspectiva, no habrá ninguna emancipación auténtica, sino una deshumanización inexorable. El nuevo feminismo no puede ignorar este reto. Debe promoverse un feminismo inspirado por una concepción de la persona, entendida como proyecto de Dios -proyecto que acoger, respetar y realizar con libertad responsable- y rechazar el feminismo inspirado en una concepción de la persona entendida como producto del variopinto y cambiante panorama cultural actual, a menudo expresión de mayorías cambiantes hábilmente manipuladas. La fe cristiana tiene el poder de inspirar una visión coherente del mundo y las mujeres cristianas deben abrirse al diálogo con las otras muchas visiones que compiten por conquistar las mentes y los corazones de nuestros contemporáneos. El pluralismo es plenamente admisible y también obligado, cuando es expresión del bien y de la multiplicidad de recorridos que pueden darse para llevarlo a cabo, o también cuando expresa la complejidad de las cuestiones sobre las que no puede darse una visión definitiva. Pero cuando están en juego los principios de la ley moral natural o la propia dignidad de toda criatura humana, no puede haber compromiso. Hay cuestiones no negociables que no admiten derogaciones y la democracia no puede ser un compromiso a la baja, porque en este caso el buen común se transformaría en el mal menor común.
b) El segundo ámbito que necesita nuestro atento discernimiento, tiene que ver con las diferencias de contexto, sobre todo de carácter cultural, que inciden en los proyectos de promoción de la mujer. Los problemas, aunque en un mundo global, son y siguen siendo locales, y requieren por tanto aproximaciones diferenciadas y realistas. Con todo, si se debe proponer una línea estratégica para un nuevo feminismo, alimentado por la fuerza liberadora del Evangelio, diría que es necesario librarse valientemente de todos los lastres culturales -esos típicos del subdesarrollo y del superdesarrollo- que mortifican la dignidad integral de la mujer y de sus derechos fundamentales como persona, impidiendo su auténtico desarrollo y su aportación al desarrollo. Los lastres -que hay que denunciar como estructuras de pecado- son aún muchos, demasiados y todos niegan el proyecto de Dios. El camino clave para librarnos de ellos es el de invertir de forma abundante en las mujeres, a través de la educación y la formación. Muchos obstáculos culturales y socioeconómicos pueden superarse con la formación. Si no se cultiva el capital humano, disminuye también el capital social y no funciona el capital económico. Cuando la persona es pobre en formación, también la sociedad se empobrece y tampoco funcionan los mecanismos económicos. Evidentemente, este discurso vale para todos los continentes, desarrollados o en vías de desarrollo, porque cuando se habla de formación hay que considerar que, para ser auténtica, debe estar integrada en un humanismo integral y solidario. Como demuestra la actual crisis económico-financiera, en el centro de la misma se pone de manifiesto un peligroso déficit de valores morales y religiosos y por tanto de una formación integral. La respuesta no puede ser sólo técnico-financiera, sino en primer lugar ética, cultural y religiosa. Ser ricos no coincide con estar desarrollados íntegramente. No existe por un lado la economía y por otro la ética o la religión. No existe por un lado la justicia y por otro el amor y la caridad. No existe la producción por un lado y la distribución por otro. No existe por un lado la eficiencia y por otro la solidaridad. No existe la ley natural y por otro lado la ley nueva. Pensar las cosas de esta forma significa aceptar que el mundo pueda funcionar sin Dios. Si la salvación de Dios no afecta a todos los planos, al final es expulsada de todos ellos. Esto no significa que ésta deba invadirlos, sino que su luz garantiza su propia autonomía y libertad, colocándola en la verdad.
c) El tercer ámbito que deseo tocar, y sobre el que es necesario un profundo discernimiento, es el de as desigualdades económicas que, de forma escandalosa, caracterizan a nuestro mundo, aún marcado por fenómenos dramáticos como el hambre, las enfermedades pandémicas, la extendida miseria. Es verdad, en estos años se ha hecho mucho camino... pero también es verdad que queda mucho por hacer. Sin duda, la pobreza extrema hoy se presenta con el rostro sufriente de las mujeres y los niños. Un escándalo inaceptable. Si debe proponerse un nuevo feminismo, este no puede no tener como objetivo un mundo más justo y solidario. Por desgracia en este frente, a todos los niveles, nacionales e internacionales, se desperdician una infinidad de palabras llenas de buenos propósitos, sin ir nunca más allá, como lo demuestran las inciertas políticas de Ayuda Pública al Desarrollo, reconfirmadas también recientemente en la Conferencia Internacional de Doha sobre la financiación al desarrollo. El Santo Padre Benedicto XVI, que dentro de poco nos hará entrega de su primera encíclica social, ha recordado con fuerza, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, la improrrogable necesidad “combatir la pobreza para construir la paz”. Cada día más, me convenzo de que la batalla contra muchas pobrezas del mundo se vencerá si parte desde abajo, con iniciativas ejemplares, como la microfinanciación y el microcrédito, que tienen como protagonistas a muchas mujeres del mundo.
4.No habrá ningún nuevo feminismo sin Dios, sobre todo si no se descubre a Dios como Amor. Los monjes -dijo el Papa en París- buscando a Dios encontraron también la clave de las relaciones humanas pues “ninguna estructuración positiva del mundo puede prevalecer allí donde las almas de vuelven salvajes”. Sobre esto se funda el “derecho de ciudadanía” -por retomar las palabras de la Centesimus annus (n. 5) de Juan Pablo II -de la fe cristiana en la sociedad, el derecho de Dios de no ser “dejado en el banquillo” ni “dejado de lado”. La creación de Dios es según verdad, porque Dios es Logos, pero es también según caridad, porque Dios es amor. En la propia “naturaleza” el hombre lee, por tanto la luz de un diseño de autenticidad sobre él y también un diseño de amor. Nuestra naturaleza, de hecho, está hecha al mismo tiempo de inteligencia y de corazón; las relaciones con los demás no se fundan sólo en conceptos, sino también y sobre todo, sobre actos de amor mutuo. La sociedad necesita reglas conformes a la naturaleza humana, pero también necesita relaciones fraternas, de auténtico amor fraterno. El viejo feminismo se fundaba en el individualismo egocéntrico y, a menudo, egoísta; el nuevo feminismo debe estar entretejido de amor por la vida, por la familia, por los demás; un feminismo regulado por la reina de las virtudes, la caridad. ¡Gracias!

Imploración del Papa por la paz en África


LUANDA, Ángelus domingo, 22 marzo 2009.


Queridos hermanos y hermanas:
Al final de nuestra celebración eucarística, cuando mi visita pastoral a África está llegando a su fin, nos dirigimos ahora a María, la Madre del Redentor, para implorar su amorosa intercesión sobre nosotros, sobre nuestras familias y sobre nuestro mundo.
En esta oración del Ángelus, recordamos el "sí" incondicional de María a la voluntad de Dios. A través de la obediencia de fe de la Virgen, el Hijo vino al mundo para traernos el perdón, la salvación y la vida en abundancia. Haciéndose hombre como nosotros, en todo menos en el pecado, Cristo nos ha enseñado la dignidad y el valor de todo miembro de la familia humana. Murió por nuestros pecados para reunirnos en la familia de Dios.
Nuestra oración se eleva hoy desde Angola, desde África, y abraza al mundo entero. Al mismo tiempo, que los hombres y las mujeres de todas las partes del mundo, que se unen a nuestra oración, dirijan sus ojos a África, a este gran continente, tan lleno de esperanza, pero que todavía sigue tan sediento de justicia, de paz, y de un desarrollo sano e integral, que pueda asegurar a su pueblo un futuro de progreso y de paz.
Hoy encomiendo a vuestras oraciones el trabajo de preparación para la próxima segunda asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, cuya celebración está prevista para octubre de este año. Que inspirándose en la fe en Dios y confiando en las promesas de Cristo los católicos de este continente puedan convertirse cada vez más plenamente en levadura de esperanza evangélica para todas las personas de buena voluntad que aman a África, que están entregadas al progreso material y espiritual de sus hijos, y a la difusión de la paz, de la prosperidad, de la justicia y de la solidaridad de cara al bien común.
Que la Virgen María, Reina de la Paz, siga guiando al pueblo de Angola en la tarea de la reconciliación nacional tras la devastadora e inhumana experiencia de la guerra civil. Que sus oraciones alcancen a todos los angoleños la gracia de un auténtico perdón, del respeto de los demás, de la cooperación, que es la única que puede promover la inmensa obra de la reconstrucción. Que la santa Madre de Dios, que nos señala a su Hijo, hermano nuestro, nos recuerde a nosotros, cristianos de todo lugar, el deber de amar a nuestro prójimo, de ser constructores de la paz, de ser los primeros en perdonar a quien ha pecado contra nosotros, así como también nosotros hemos sido personados.
Aquí, en el África Austral, queremos pedir de manera particular a nuestra Señora que interceda por la paz, por la conversión de los corazones y por el final del conflicto en la cercana región de los Grandes Lagos. Que su Hijo, Príncipe de la paz, traiga curación a quien sufre, consuelo a quienes lloran y fuerza a todos los que llevan adelante el difícil proceso del diálogo, de la negociación y del alto a la violencia.
Con esta confianza, nos dirigimos ahora a María, nuestra Madre, y al recitar la oración del Ángelus recemos por la paz y la salvación de toda la familia humana.

3/22/09

Discurso del Papa a los jóvenes de Angola


Durante el encuentro en el Estadio dos Coqueiros de Luanda

Queridos amigos
Habéis venido muchos, representando a otros muchos más que están espiritualmente unidos a vosotros, para encontrar al Sucesor de Pedro y proclamar conmigo ante todos la alegría de creer en Cristo y renovar el compromiso de ser sus fieles discípulos en nuestro tiempo. Un encuentro parecido tuvo lugar en esta misma ciudad el 7 de junio de 1992 con el amado Papa Juan Pablo II; con los rasgos un poco diferentes, pero con el mismo amor en el corazón, aquí tenéis al actual Sucesor de Pedro, que os abraza a todos en Cristo Jesús, que "es el mismo ayer, y hoy y siempre" (Hb 13,8).
Deseo, ante todo, daros las gracias por esta fiesta que me ofrecéis, por la fiesta que sois vosotros, por vuestra presencia y vuestro gozo. Dirijo un saludo afectuoso a los venerados Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio, así como a vuestros animadores. Os doy las gracias de corazón y saludo a cuantos han preparado este encuentro y, en particular, a la Comisión episcopal para la Juventud y las Vocaciones, con su Presidente, Mons. Kanda Almeida, al que agradezco las amables palabras de bienvenida que me ha dirigido. Saludo a todos los jóvenes, católicos y no católicos, que buscan una respuesta a sus problemas, algunos de los cuales han sido seguramente indicados por vuestros representantes, cuyas palabras he escuchado con gratitud. Naturalmente, el abrazo a ellos, vale también para todos vosotros.
Encontrarse con los jóvenes hace bien a todos. Tal vez tengan muchos problemas, pero llevan consigo mucha esperanza, mucho entusiasmo y deseos de volver a empezar. Jóvenes amigos, lleváis dentro de vosotros mismos la dinámica del futuro. Os invito a mirarlo con los ojos del Apóstol Juan: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva... y también la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: "Ésta es la morada de Dios con los hombres"" (Ap 21,1-3). Queridísimos amigos, Dios marca la diferencia. Así ha sido desde la intimidad serena entre Dios y la pareja humana en el jardín del Edén, pasando por la gloria divina que irradiaba en la Tienda del Encuentro en medio del pueblo de Israel durante la travesía del desierto, hasta la encarnación del Hijo de Dios, que se unió indisolublemente al hombre en Jesucristo. Este mismo Jesús retoma la travesía del desierto humano pasando por la muerte para llegar a la resurrección, llevando consigo a toda la humanidad a Dios. Ahora, Jesús ya no está encerrado en un espacio y tiempo determinado, sino que su Espíritu, el Espíritu Santo, brota de Él y entra en nuestros corazones, uniéndonos así a Jesús mismo y, con Él, al Padre, al Dios uno y trino.
Queridos amigos, Dios ciertamente marca la diferencia... Más aún, Dios nos hace diferentes, nos renueva. Ésta es la promesa que nos hizo Él mismo: "Ahora hago el universo nuevo" (Ap 21,5). Y es verdad. Lo afirma el Apóstol San Pablo: "El que es de Cristo es una creatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo" (2 Co 5,17-18). Al subir al cielo y entrar en la eternidad, Jesucristo ha sido constituido Señor de todos los tiempos. Por eso, Él se hace nuestro compañero en el presente y lleva el libro de nuestros días en su mano: con ella asegura firmemente el pasado, con el origen y los fundamentos de nuestro ser; en ella custodia con esmero el futuro, dejándonos vislumbrar el alba más bella de toda nuestra vida que de Él irradia, es decir, la resurrección en Dios. El futuro de la humanidad nueva es Dios; una primera anticipación de ello es precisamente su Iglesia. Cuando os sea posible, leed atentamente la historia: os podréis dar cuenta de que la Iglesia, con el pasar de los años, no envejece; antes bien, se hace cada vez más joven, porque camina al encuentro del Señor, acercándose más cada día a la única y verdadera fuente de la que mana la juventud, la regeneración y la fuerza de la vida.
Amigos que me escucháis, el futuro es Dios. Como hemos oído hace poco, Él "enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado" (Ap 21,4). Pero, mientras tanto, veo ahora aquí algunos jóvenes angoleños - pero son miles - mutilados a consecuencia de la guerra y de las minas, pienso en tantas lágrimas que muchos de vosotros habéis derramado por la pérdida de vuestros familiares, y no es difícil imaginar las sombrías nubes que aún cubren el cielo de vuestros mejores sueños... Leo en vuestro corazón una duda que me planteáis: "Esto es lo que tenemos. Lo que nos dices, no lo vemos. La promesa tiene la garantía divina - y nosotros creemos en ella - pero ¿cuándo se alzará Dios para renovar todas las cosas?". Jesús responde lo mismo que a sus discípulos: "No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio" (Jn 14,1-2). Pero, vosotros, queridos jóvenes, insistís: "De acuerdo. Pero, ¿cuándo sucederá esto?". A una pregunta parecida de los Apóstoles, Jesús respondió: "No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos... hasta los confines del mundo" (Hch 1,7-8). Fijaos que Jesús no nos deja sin respuesta; nos dice claramente una cosa: la renovación comienza dentro; se os dará una fuerza de lo Alto. La fuerza dinámica del futuro está dentro de vosotros.
Está dentro..., pero ¿cómo? Como la vida está oculta en la semilla: así lo explicó Jesús en un momento crítico de su ministerio. Éste comenzó con gran entusiasmo, pues la gente veía que se curaba a los enfermos, se expulsaba a los demonios y se proclamaba el Evangelio; pero, por lo demás, el mundo seguía como antes: los romanos dominaban todavía, la vida era difícil en el día a día, a pesar de estos signos y de estas bellas palabras. El entusiasmo se fue apagando, hasta el punto de que muchos discípulos abandonaron al Maestro (cf. Jn 6,66), que predicaba, pero no transformaba el mundo. Y todos se preguntaban: En fondo, ¿qué valor tiene este mensaje? ¿Qué aporta este Profeta de Dios? Entonces, Jesús habló de un sembrador, que esparce su semilla en el campo del mundo, explicando después que la semilla es su Palabra (cf. Mc 4,3-20) y son sus curaciones: ciertamente poco, si se compara con las enormes carencias y dificultades de la realidad cotidiana. Y, sin embargo, en la semilla está presente el futuro, porque la semilla lleva consigo el pan del mañana, la vida del mañana. La semilla parece que no es casi nada, pero es la presencia del futuro, es la promesa que ya hoy está presente; cuando cae en tierra buena da una cosecha del treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno.
Amigos míos, vosotros sois una semilla que Dios ha sembrado en la tierra, que encierra en su interior una fuerza de lo Alto, la fuerza del Espíritu Santo. No obstante, para que la promesa de vida se convierta en fruto, el único camino posible es dar la vida por amor, es morir por amor. Lo dijo Jesús mismo: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna" (Jn 12,24-25). Así habló y así hizo Jesús: su crucifixión parece un fracaso total, pero no lo es. Jesús, en virtud "del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha" (Hb 9,14). De este modo, cayendo en tierra, pudo dar fruto en todo tiempo y a lo largo de todos los tiempos. En medio de vosotros tenéis el nuevo Pan, el Pan de la vida futura, la Santa Eucaristía que nos alimenta y hace brotar la vida trinitaria en el corazón de los hombres.
Jóvenes amigos, semillas con la fuerza del mismo Espíritu Eterno, que han germinado al calor de la Eucaristía, en la que se realiza el testamento del Señor. Él se nos entrega y nosotros respondemos entregándonos a los otros por amor suyo. Éste es el camino de la vida; pero se podrá recorrer sólo con un diálogo constante con el Señor y en auténtico diálogo entre vosotros. La cultura social predominante no os ayuda a vivir la Palabra de Jesús, ni tampoco el don de vosotros mismos, al que Él os invita según el designio del Padre. Queridísimos amigos, la fuerza se encuentra dentro de vosotros, como estaba en Jesús, que decía: "El Padre, que permanece en mí, Él mismo hace las obras... El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre" (Jn 14,10.12). Por eso, no tengáis miedo de tomar decisiones definitivas. Generosidad no os falta, lo sé. Pero frente al riesgo de comprometerse de por vida, tanto en el matrimonio como en una vida de especial consagración, sentís miedo: "El mundo vive en continuo movimiento y la vida está llena de posibilidades. ¿Podré disponer en este momento por completo de mi vida sin saber los imprevistos que me esperan? ¿No será que yo, con una decisión definitiva, me juego mi libertad y me ato con mis propias manos?" Éstas son las dudas que os asaltan y que la actual cultura individualista y hedonista exaspera. Pero cuando el joven no se decide, corre el riesgo de seguir siendo eternamente niño.
Yo os digo: ¡Ánimo! Atreveos a tomar decisiones definitivas, porque, en verdad, éstas son las únicas que no destruyen la libertad, sino que crean su correcta orientación, permitiendo avanzar y alcanzar algo grande en la vida. Sin duda, la vida tiene un valor sólo si tenéis el arrojo de la aventura, la confianza de que el Señor nunca os dejará solos. Juventud angoleña, deja libre dentro de ti al Espíritu Santo, a la fuerza de lo Alto. Confiando en esta fuerza, como Jesús, arriésgate a dar este salto, por decirlo así, hacia lo definitivo y, con él, da una posibilidad a la vida. Así se crearán entre vosotros islas, oasis y después grandes espacios de cultura cristiana, donde se hará visible esa "ciudad santa, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia". Ésta es la vida que merece la pena vivir y que de corazón os deseo. Viva la juventud de Angola.