Por Giovanni Maria Vian, director de "L'Osservatore Romano"
El viaje de Benedicto XVI a Camerún y Angola -a Yaundé y Luanda- ha sido una visita a toda África. No sólo desde un punto de vista ideal y simbólico, como el Papa mismo ha subrayado en repetidas ocasiones, sino también por la amplitud y el alcance de los discursos que ha pronunciado, dirigidos explícitamente a todos los pueblos del continente, con una atención particular y elocuente a las mujeres y a los jóvenes. Situándose en la perspectiva de las celebraciones de un acontecimiento importante no sólo para la Iglesia católica, es decir, el desarrollo de la II Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos, en el próximo mes de octubre.
Abierta con una polémica mediática contra Benedicto XVI, apoyada en pretextos, infundada y totalmente europea sobre los métodos para luchar contra el sida, la visita papal -lamentablemente enlutada al final por la muerte de dos muchachas angoleñas unas horas antes del encuentro con los jóvenes- fue para la Santa Sede una nueva ocasión para recordar a todo el mundo con gran determinación la importancia cada vez mayor del continente africano. Y los habitantes de Yaundé y Luanda, que abarrotaron las calles para dar la bienvenida y ver a Benedicto XVI, comprendieron y gritaron repetidamente que entre ellos se encontraba un amigo. Toda la África austral estaba representada en la misa celebrada en la inmensa explanada de Cimangola, ante más de un millón de personas.
Afligida por muchos males y por graves injusticias, explotada por nuevos colonialismos y casi ignorada por la información internacional, África tiene inmensas potencialidades y riquezas, que resultan atractivas para muchos. En diversas ocasiones el Papa recordó este análisis y exhortó continuamente a los pueblos del continente a asumir sus responsabilidades a fin de superar las dificultades que impiden su pleno desarrollo: el hambre, la violencia, las enfermedades y la corrupción. Benedicto XVI puso de relieve sobre todo la solidaridad, la democracia y el rechazo de políticas impuestas desde fuera, como las neocolonialistas que saquean las riquezas locales y a menudo promueven la llamada "salud reproductiva", buscando de hecho apoyar el aborto como método de control de nacimientos.
Así pues, el mensaje político, en sentido elevado, de Benedicto XVI es una opción abierta de la Iglesia de Roma en favor de África, en el contexto de toda la familia humana. Del mismo modo, la reflexión del Papa partiendo de las lecturas bíblicas durante las diversas celebraciones supo hablar al corazón de sociedades naturalmente religiosas y en las que el catolicismo -en algunas regiones arraigado desde hace mucho tiempo- es maduro, con rasgos y contenidos que van más allá de los confines africanos.
Así, han sido especialmente significativas las palabras, dirigidas a los jóvenes, sobre la importancia de Dios, la presencia de Cristo, la juventud de la Iglesia y la apertura al futuro. En África y en el resto del mundo.