Benedicto XVI en el Reino Unido: Audaz y triunfante
Edward Pentin
La visita de Estado de cuatro días de Benedicto XVI a Gran Bretaña desafió a los agoreros y a la publicidad negativa que lo precedió, y acabó con unas 500.000 personas en Escocia e Inglaterra, además de los muchos otros que escucharon sus mensajes en los medios de comunicación y por internet.
Tanto el Gobierno como el Vaticano estuvieron encantados con lo bien que fue todo. El portavoz vaticano, el padre Federico Lombardi, dijo que fue una “visita maravillosa” y, sobre todo, un “éxito espiritual”.
El número de partidarios que lo aclamaban fue mucho mayor que los grupos que protestaron (200.000 en las calles de Londres el sábado frente a los alrededor de cinco mil manifestantes que participaron en la marcha ese día), pero el Vaticano no juzga el éxito por los números. El padre Lombardi dijo que el Papa sintió que fue un éxito porque “muchas, muchas personas escucharon con profundo interés lo que él tenía que decirles”.
La prensa británica, una parte de la cual ha sido extremadamente hostil a la visita, dio un veredicto casi unánime que no podía haber sido mejor para la Iglesia. El Daily Mail describió la visita como “triunfante”, añadiendo que “la última noche, los manifestantes parecían derrotados, con objetores famosos virtualmente silenciosos y manifestaciones contra la visita acalladas y menos numerosas”.
Benedicto XVI empezó su viaje hablándole a la reina Isabel II de sus preocupaciones por las “formas agresivas de secularismo”, pero lo acabó con un mensaje de esperanza: Los británicos, dijo, tienen una “sed profunda” del mensaje del cristianismo, incluso si el país se ha convertido en un “entorno altamente secularizado”. Alertó constantemente de los excesos del secularismo y los peligros del “ateísmo extremista”, pero recordando al país sus profundas raíces cristianas, de las que tanto bien ha alcanzado su pueblo a lo largo de la historia.
El Primer Ministro británico, David Cameron, destacó en su discurso de despedida que los mensajes que Benedicto entregó al país le hicieron “sentarse y reflexionar”. Dio firmes garantías de que la fe “ha sido y siempre será” parte de la estructura de la sociedad británica.
Convenció
Un factor importante del éxito de la visita fue la oportunidad para los británicos de ver lo que el Papa es en realidad, en contraposición a la imagen inventada por sus medios de comunicación. Les conquistó su timidez, su profunda humildad e inocencia como de niño, como muchos en el Vaticano habían predicho. Pero también quedaron impresionados por su valentía y su voluntad de decir lo que piensa.
“Fue una visita mucho más exitosa que lo que la jerarquía católica romana podía esperar”, escribió el comentarista inglés Stepehen Glover. “El Papa habló al alma de nuestro país, afirmando las verdades morales eternas que nuestros líderes políticos y religiosos prefieren evitar normalmente. Esencialmente, nos ha estado pidiendo que examinemos qué tipo de país queremos ser”.
Y quizás más que en cualquier otra visita papal, trató con comprensión el escándalo de los abusos sexuales, primero refiriéndose a su “conmoción” y “tristeza” por el hecho de que sacerdotes hubieran abusado de niños, después expresando su “profundo pesar” por el “crimen indescriptible” de pedofilia por el clero, y finalmente encontrándose con cinco británicos que habían sufrido este tipo de abusos. También abogó por mejores medidas de seguridad para los niños en las escuelas e instó a la Iglesia en Gran Bretaña, que en la década pasada ha manejado bien el escándalo, a compartir su experiencia.
Ésta fue una visita verdaderamente histórica diseñada para ayudar a llevar reconciliación entre la Iglesia y el Estado y entre católicos y anglicanos. La mitad de todos los parlamentarios del país acudió al discurso del Papa en Westminster Hall, donde santo Tomás Moro, el patrón de los políticos, fue juzgado y condenado en 1535. El Santo Padre expresó su preocupación por la “marginación” de la religión en la sociedad, recordándoles que la religión no es un problema que los legisladores deban resolver, sino un “aporte vital” al debate nacional.Nuevo capítuloCon la Iglesia de Inglaterra, los intercambios fueron muy amistosos, a pesar de que últimamente las relaciones habían alcanzado su punto más bajo. El Papa también llegó a los líderes interreligiosos y captó a los profesores y a los jóvenes, instando a éstos últimos a no seguir una cultura de la fama sino a entrar en relación con Dios y buscar la santidad.
También habló desde el corazón a las personas mayores, destacando la importancia de la vida desde la concepción hasta la muerte natural y diciéndoles que las vidas más largas ofrecen una oportunidad de recordar en la oración a aquellos “a quienes hemos querido en esta vida”.
El Papa llamó al cardenal John Henry Newman, el teólogo del siglo XIX que fue a Inglaterra a beatificar, “gran hijo de Inglaterra”, recordando cómo mostró su compasión sacerdotal a los pobres, los débiles y los encarcelados.
La visita fue también una primicia histórica, que sobre todo significó un nuevo capítulo para la Iglesia en este país históricamente protestante, en el que finalmente se trazó una línea sobre las disputas sectarias y sangrientas del pasado.El tema de debate sigue siendo cómo afectará esta visita al país a largo plazo. El cardenal Keith Patrick O'Brien, arzobispo de St. Andrews y Edimburgo, ha hablado de un “rebote Benedicto” y de un esperado crecimiento de vocaciones.
Pero para los laicos católicos y los británicos que valoran la enseñanza de la Iglesia y los principios cristianos -por supuesto, mucho más de lo que los medios de comunicación tienden a transmitir-, la visita del Santo Padre ha sido un estímulo muy necesitado y muy bienvenido tras años de invasiva intolerancia secularista.
Tanto el Gobierno como el Vaticano estuvieron encantados con lo bien que fue todo. El portavoz vaticano, el padre Federico Lombardi, dijo que fue una “visita maravillosa” y, sobre todo, un “éxito espiritual”.
El número de partidarios que lo aclamaban fue mucho mayor que los grupos que protestaron (200.000 en las calles de Londres el sábado frente a los alrededor de cinco mil manifestantes que participaron en la marcha ese día), pero el Vaticano no juzga el éxito por los números. El padre Lombardi dijo que el Papa sintió que fue un éxito porque “muchas, muchas personas escucharon con profundo interés lo que él tenía que decirles”.
La prensa británica, una parte de la cual ha sido extremadamente hostil a la visita, dio un veredicto casi unánime que no podía haber sido mejor para la Iglesia. El Daily Mail describió la visita como “triunfante”, añadiendo que “la última noche, los manifestantes parecían derrotados, con objetores famosos virtualmente silenciosos y manifestaciones contra la visita acalladas y menos numerosas”.
Benedicto XVI empezó su viaje hablándole a la reina Isabel II de sus preocupaciones por las “formas agresivas de secularismo”, pero lo acabó con un mensaje de esperanza: Los británicos, dijo, tienen una “sed profunda” del mensaje del cristianismo, incluso si el país se ha convertido en un “entorno altamente secularizado”. Alertó constantemente de los excesos del secularismo y los peligros del “ateísmo extremista”, pero recordando al país sus profundas raíces cristianas, de las que tanto bien ha alcanzado su pueblo a lo largo de la historia.
El Primer Ministro británico, David Cameron, destacó en su discurso de despedida que los mensajes que Benedicto entregó al país le hicieron “sentarse y reflexionar”. Dio firmes garantías de que la fe “ha sido y siempre será” parte de la estructura de la sociedad británica.
Convenció
Un factor importante del éxito de la visita fue la oportunidad para los británicos de ver lo que el Papa es en realidad, en contraposición a la imagen inventada por sus medios de comunicación. Les conquistó su timidez, su profunda humildad e inocencia como de niño, como muchos en el Vaticano habían predicho. Pero también quedaron impresionados por su valentía y su voluntad de decir lo que piensa.
“Fue una visita mucho más exitosa que lo que la jerarquía católica romana podía esperar”, escribió el comentarista inglés Stepehen Glover. “El Papa habló al alma de nuestro país, afirmando las verdades morales eternas que nuestros líderes políticos y religiosos prefieren evitar normalmente. Esencialmente, nos ha estado pidiendo que examinemos qué tipo de país queremos ser”.
Y quizás más que en cualquier otra visita papal, trató con comprensión el escándalo de los abusos sexuales, primero refiriéndose a su “conmoción” y “tristeza” por el hecho de que sacerdotes hubieran abusado de niños, después expresando su “profundo pesar” por el “crimen indescriptible” de pedofilia por el clero, y finalmente encontrándose con cinco británicos que habían sufrido este tipo de abusos. También abogó por mejores medidas de seguridad para los niños en las escuelas e instó a la Iglesia en Gran Bretaña, que en la década pasada ha manejado bien el escándalo, a compartir su experiencia.
Ésta fue una visita verdaderamente histórica diseñada para ayudar a llevar reconciliación entre la Iglesia y el Estado y entre católicos y anglicanos. La mitad de todos los parlamentarios del país acudió al discurso del Papa en Westminster Hall, donde santo Tomás Moro, el patrón de los políticos, fue juzgado y condenado en 1535. El Santo Padre expresó su preocupación por la “marginación” de la religión en la sociedad, recordándoles que la religión no es un problema que los legisladores deban resolver, sino un “aporte vital” al debate nacional.Nuevo capítuloCon la Iglesia de Inglaterra, los intercambios fueron muy amistosos, a pesar de que últimamente las relaciones habían alcanzado su punto más bajo. El Papa también llegó a los líderes interreligiosos y captó a los profesores y a los jóvenes, instando a éstos últimos a no seguir una cultura de la fama sino a entrar en relación con Dios y buscar la santidad.
También habló desde el corazón a las personas mayores, destacando la importancia de la vida desde la concepción hasta la muerte natural y diciéndoles que las vidas más largas ofrecen una oportunidad de recordar en la oración a aquellos “a quienes hemos querido en esta vida”.
El Papa llamó al cardenal John Henry Newman, el teólogo del siglo XIX que fue a Inglaterra a beatificar, “gran hijo de Inglaterra”, recordando cómo mostró su compasión sacerdotal a los pobres, los débiles y los encarcelados.
La visita fue también una primicia histórica, que sobre todo significó un nuevo capítulo para la Iglesia en este país históricamente protestante, en el que finalmente se trazó una línea sobre las disputas sectarias y sangrientas del pasado.El tema de debate sigue siendo cómo afectará esta visita al país a largo plazo. El cardenal Keith Patrick O'Brien, arzobispo de St. Andrews y Edimburgo, ha hablado de un “rebote Benedicto” y de un esperado crecimiento de vocaciones.
Pero para los laicos católicos y los británicos que valoran la enseñanza de la Iglesia y los principios cristianos -por supuesto, mucho más de lo que los medios de comunicación tienden a transmitir-, la visita del Santo Padre ha sido un estímulo muy necesitado y muy bienvenido tras años de invasiva intolerancia secularista.