El cardenal Newman y la búsqueda de la verdad
Entrevista de Carmen Elena Villa a Cristina Siccardi
Después de viajar cinco horas bajo la lluvia, el 8 de octubre de 1845, el sacerdote pasionista Domenico Barberi se encontró con el entonces pastor anglicano John Henry Newman, (Londres, 1801- Birmingham, 1890) quien le pidió que lo acogiera en los brazos de la Iglesia católica, después de décadas de búsqueda en la teología y la filosofía.
El entonces cardenal Ratzinger escribió en 1990, a propósito del centenario de la muerte de Newman: “… fue su conciencia la que lo condujo de los antiguos lazos y de las antiguas certezas dentro del mundo para él difícil y extraño del catolicismo”.
Y será el ahora el Papa Benedicto XVI quien lo beatificará en Coventry, centro de Gran Bretaña, el próximo 19 de septiembre durante su viaje a Inglaterra.
Sobre la vida y constante búsqueda de Newman, en la que siempre estuvieron entrelazadas la fe y la razón, Carmen Elena Villa entrevistó a la escritora italiana Cristina Siccardi, autora del libro Nello specchio del cardinale Newman (En el espejo del Cardenal Newman n.d.t 2010, editorial Fede e cultura), cuya publicación en Italia se espera para los próximos días. Cristina escribe para varios medios de comunicación católicos en Italia.
Es autora, entre otros libros de La «bambina» di padre Pio. Rita Montella 2003. (La “niña” del Padre Pío. Rita Montella n.d.t) Santa Rita da Cascia e il suo tempo 2004 (Santa Rita de Cascia y su tiempo n.d.t); Paolo VI. Il papa della luce 2008 (Pablo VI el papa de la luz n.d.t); Tutto il mondo in un solo cuore. Maddalena Sofia Barat 2009. (Todo el mundo en un solo corazón. Magdalena Sofía Barat n.d.t)
-¿Cómo transcurrió la infancia de Newman?
Cristina Siccardi: John Henry Newman era el primogénito de seis hijos de los esposos John Newman y Jemina Fourdrinier. Nació en Londres y fue bautizado en la Iglesia anglicana de Saint Bennet Fink.
Su padre, un hombre emprendedor, fue subiendo de posición a nivel social hasta convertirse en banquero. Pero luego de varios años de éxito, cayó en bancarrota. Fue el propio John Henry quien tuvo que mantener a toda su familia cuando asistió a la universidad de Oxford.
“Fui educado durante mi infancia a tener el gran placer de leer la Biblia, pero no tuve sólidas convicciones religiosas sino hasta los 15 años”, así Newman abrió el segundo párrafo de aquella obra maestra titulada Apología pro vita sua. Historia de mis convicciones religiosas, que escribió en 1864 para combatir a quienes, a raíz de de su conversión, lo habían atacado ácidamente.
Un día, en la ermita de Littlemore, donde se convirtió, encontró y ojeó un viejo cuaderno suyo de escuela. En la primera página encontró maravillado un emblema que le cortó la respiración: había dibujado la figura de una cruz robusta y, al costado, una figura que representaba un rosario con una pequeña cruz unida a este. En aquel momento tenía sólo diez años. Estas imágenes no tendrían por qué haber sido dibujadas por el lápiz de Newman, debido a la aversión que los protestantes tienen hacia las imágenes sagradas.
-¿Por qué le llamaban tanto la atención los Padres de la Iglesia?
Cristina Siccardi: Cuando todavía era anglicano, en 1826, Newman decidió estudiar con un método sistemático a los Padres de la Iglesia y así nació un profundo amor por ellos. En primer lugar, los examinó con la óptica protestante, luego, en 1835 y en 1839 retomó el estudio con una óptica más parecida al catolicismo.
En una carta a su amigo Pusey dijo: “No me avergüenzo de basarme en los Padres, y no pienso en lo más mínimo en alejarme de ellos. La historia de sus tiempos no es todavía para mí un almanaque viejo. Los Padres me hicieron católico (The Fathers made me a Catholic) y yo no pretendo arrojar al suelo la escala con la cual he subido para entrar en la Iglesia”.
Los Padres fueron para Newman su gran amor, en ellos encontró la respuesta a las persistentes preguntas religiosas y de fe que lo torturaron durante 44 años hasta que, el 9 de octubre de 1945 fue acogido en la Iglesia católica por el padre Domenico Barberi, pasionista italiano quien fue beatificado por Pablo VI en 1963.
-Cuéntenos más sobre su conversión al catolicismo…
Cristina Siccardi: Ésta llegó través de un fatigoso recorrido intelectual y espiritual. Su biografía se identifica con la elaboración del pensamiento y con el empeño del alma. John Henry Newman está situado entre los grandes pensadores, filósofos y teólogos de la historia de la humanidad: Su bibliografía, que se ha ido edificando en el mundo, en el transcurso de los 120 años desde su muerte, es enorme.
Con espíritu de explorador, atento y escrupuloso sondeó aquel interminable nudo de caminos que es el protestantismo. Primero como calvinista y luego como anglicano, para después llegar con alegría a la Iglesia de Pedro, como pudo experimentar también otro converso excepcional: San Agustín. Newman se comportó como el capitán que gobierna su destructor (tipo de nave de guerra, n.d.t.) con destreza y competencia y sin dar tregua alguna, alcanzó con gran humildad y sobre todo con celo, la meta anhelada.
-¿Qué dijeron sus amigos cuando dio este paso?
Cristina Siccardi: Newman, a pesar de que dio una especial importancia al valor de la amistad y a los lazos profesionales, cuando vio y comprendió la verdad y dónde estaba, no se preocupó más de nada ni de nadie y abandonó todo y todos, así como hicieron los apóstoles. Sus amigos anglicanos comprendieron que habían perdido un gran hombre: algunos lo lamentaron, otros lo juzgaron ferozmente, otros, en cambio, lo animaron.
El elogio más bello, a nuestro parecer, que le han dado en su vida, es la misiva que Edward Pusey envió a un amigo:
“Dios está todavía con nosotros y nos permitirá seguir adelante a pesar de esta pérdida. No debemos esconder su importancia porque es la pérdida más grande que hemos podido tener. Quienes lo han adquirido conocen bien sus méritos… Nuestra iglesia no ha sabido beneficiarse. Era como si una espada afilada durmiese en su vaina porque nadie sabía empuñarla. Era un hombre predestinado a ser un gran instrumento divino, capaz de realizar un amplio proyecto que restableciese la Iglesia. Se ha ido – como todos los grandes instrumentos de Dios – inconsciente de su propia grandeza. Se ha ido para cumplir un simple acto de deber sin pensar en sí mismo, abandonándose completamente en las manos del Altísimo. Así son los hombres en quienes Dios se confía. Se podría decir que no tanto quien ha dejado sino quien ahora se ha transferido a otra zona de la viña, donde puede utilizar todas las energías de su poderosa mente”
-¿Recibió muchos ataques de parte de la Iglesia anglicana y de los intelectuales de la época?
Cecila Siccardi: Ciertamente de la Iglesia anglicana, de los intelectuales protestantes y además de la misma Iglesia católica. Los primeros lo consideraban un traidor, los segundos, alguien de quien se debe desconfiar…
También algunos católicos en Irlanda estuvieron en su contra: fue removido del cargo de Rector de la Universidad de Dublín. John Henry Newman escribió Apologia pro vita sua justamente para defenderse de los ataques de los intelectuales. Este libro dio pie a muchas conversiones. Recordemos que fue el papa León XIII quien “cayó la boca” a tantos rumores maliciosos, cuando concedió a Newman el birrete cardenalicio.
-En una sociedad donde prima el relativismo moral e intelectual, ¿Qué nos dice la beatificación de Newman?
Cristina Siccardi: El cardenal Newman combatió sincera y lealmente el liberalismo, trazando, con un método sistemático y analítico, uno de los perfiles más reales de aquella Europa en fase de corrupción, de abandono de la civilización cristiana y de acuciante apostasía.
Logró identificar las connotaciones de secularización y relativismo de nuestros días, fruto de la presunción que ya los griegos paganos, depositarios de verdaderas semillas del Verbo definían ύβρις (übris = la arrogancia de quien no se somete a los dioses), o lo que es lo mismo, la idea de anteponer los lugares comunes supuestamente racionales de la propia época a la racionabilidad y racionalidad de la Tradición.
Newman, quien, como dijo el cardenal Ratzinger en 1990, “pertenece a los grandes doctores de la Iglesia”, ese gran caballero del siglo XVIII inglés, alcanzó la Verdad cuando tenía 44 años, después de décadas de estudio y de profundización: Con valentía exprimió su propia mente para entender, indagar, sondear los meandros de la historia, la filosofía, la teología y descubrir finalmente la perla preciosa… fue así que “vi mi rostro en aquel espejo: era el rostro de un monofisita, el rostro de un hereje anglicano y lo descubrí casi con terror”.
El epitafio de la tumba del futuro Beato Newman, cuya vida es la prueba más evidente y concreta de que la razón puede unirse a la fe para traer a la tierra la Iglesia de Jesucristo, la única verdad que lleva a la salvación eterna. Creer en la verdad y ser libre: “Si permanecéis fieles a mi palabra, seréis de verdad mis discípulos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8, 31 – 32). John Henry Newman es el modelo que la Iglesia, bajo el pontificado de Benedicto XVI, propone a los cristianos y a los católicos a seguir: Es la respuesta clarísima del Papa al mundo relativista.
El entonces cardenal Ratzinger escribió en 1990, a propósito del centenario de la muerte de Newman: “… fue su conciencia la que lo condujo de los antiguos lazos y de las antiguas certezas dentro del mundo para él difícil y extraño del catolicismo”.
Y será el ahora el Papa Benedicto XVI quien lo beatificará en Coventry, centro de Gran Bretaña, el próximo 19 de septiembre durante su viaje a Inglaterra.
Sobre la vida y constante búsqueda de Newman, en la que siempre estuvieron entrelazadas la fe y la razón, Carmen Elena Villa entrevistó a la escritora italiana Cristina Siccardi, autora del libro Nello specchio del cardinale Newman (En el espejo del Cardenal Newman n.d.t 2010, editorial Fede e cultura), cuya publicación en Italia se espera para los próximos días. Cristina escribe para varios medios de comunicación católicos en Italia.
Es autora, entre otros libros de La «bambina» di padre Pio. Rita Montella 2003. (La “niña” del Padre Pío. Rita Montella n.d.t) Santa Rita da Cascia e il suo tempo 2004 (Santa Rita de Cascia y su tiempo n.d.t); Paolo VI. Il papa della luce 2008 (Pablo VI el papa de la luz n.d.t); Tutto il mondo in un solo cuore. Maddalena Sofia Barat 2009. (Todo el mundo en un solo corazón. Magdalena Sofía Barat n.d.t)
-¿Cómo transcurrió la infancia de Newman?
Cristina Siccardi: John Henry Newman era el primogénito de seis hijos de los esposos John Newman y Jemina Fourdrinier. Nació en Londres y fue bautizado en la Iglesia anglicana de Saint Bennet Fink.
Su padre, un hombre emprendedor, fue subiendo de posición a nivel social hasta convertirse en banquero. Pero luego de varios años de éxito, cayó en bancarrota. Fue el propio John Henry quien tuvo que mantener a toda su familia cuando asistió a la universidad de Oxford.
“Fui educado durante mi infancia a tener el gran placer de leer la Biblia, pero no tuve sólidas convicciones religiosas sino hasta los 15 años”, así Newman abrió el segundo párrafo de aquella obra maestra titulada Apología pro vita sua. Historia de mis convicciones religiosas, que escribió en 1864 para combatir a quienes, a raíz de de su conversión, lo habían atacado ácidamente.
Un día, en la ermita de Littlemore, donde se convirtió, encontró y ojeó un viejo cuaderno suyo de escuela. En la primera página encontró maravillado un emblema que le cortó la respiración: había dibujado la figura de una cruz robusta y, al costado, una figura que representaba un rosario con una pequeña cruz unida a este. En aquel momento tenía sólo diez años. Estas imágenes no tendrían por qué haber sido dibujadas por el lápiz de Newman, debido a la aversión que los protestantes tienen hacia las imágenes sagradas.
-¿Por qué le llamaban tanto la atención los Padres de la Iglesia?
Cristina Siccardi: Cuando todavía era anglicano, en 1826, Newman decidió estudiar con un método sistemático a los Padres de la Iglesia y así nació un profundo amor por ellos. En primer lugar, los examinó con la óptica protestante, luego, en 1835 y en 1839 retomó el estudio con una óptica más parecida al catolicismo.
En una carta a su amigo Pusey dijo: “No me avergüenzo de basarme en los Padres, y no pienso en lo más mínimo en alejarme de ellos. La historia de sus tiempos no es todavía para mí un almanaque viejo. Los Padres me hicieron católico (The Fathers made me a Catholic) y yo no pretendo arrojar al suelo la escala con la cual he subido para entrar en la Iglesia”.
Los Padres fueron para Newman su gran amor, en ellos encontró la respuesta a las persistentes preguntas religiosas y de fe que lo torturaron durante 44 años hasta que, el 9 de octubre de 1945 fue acogido en la Iglesia católica por el padre Domenico Barberi, pasionista italiano quien fue beatificado por Pablo VI en 1963.
-Cuéntenos más sobre su conversión al catolicismo…
Cristina Siccardi: Ésta llegó través de un fatigoso recorrido intelectual y espiritual. Su biografía se identifica con la elaboración del pensamiento y con el empeño del alma. John Henry Newman está situado entre los grandes pensadores, filósofos y teólogos de la historia de la humanidad: Su bibliografía, que se ha ido edificando en el mundo, en el transcurso de los 120 años desde su muerte, es enorme.
Con espíritu de explorador, atento y escrupuloso sondeó aquel interminable nudo de caminos que es el protestantismo. Primero como calvinista y luego como anglicano, para después llegar con alegría a la Iglesia de Pedro, como pudo experimentar también otro converso excepcional: San Agustín. Newman se comportó como el capitán que gobierna su destructor (tipo de nave de guerra, n.d.t.) con destreza y competencia y sin dar tregua alguna, alcanzó con gran humildad y sobre todo con celo, la meta anhelada.
-¿Qué dijeron sus amigos cuando dio este paso?
Cristina Siccardi: Newman, a pesar de que dio una especial importancia al valor de la amistad y a los lazos profesionales, cuando vio y comprendió la verdad y dónde estaba, no se preocupó más de nada ni de nadie y abandonó todo y todos, así como hicieron los apóstoles. Sus amigos anglicanos comprendieron que habían perdido un gran hombre: algunos lo lamentaron, otros lo juzgaron ferozmente, otros, en cambio, lo animaron.
El elogio más bello, a nuestro parecer, que le han dado en su vida, es la misiva que Edward Pusey envió a un amigo:
“Dios está todavía con nosotros y nos permitirá seguir adelante a pesar de esta pérdida. No debemos esconder su importancia porque es la pérdida más grande que hemos podido tener. Quienes lo han adquirido conocen bien sus méritos… Nuestra iglesia no ha sabido beneficiarse. Era como si una espada afilada durmiese en su vaina porque nadie sabía empuñarla. Era un hombre predestinado a ser un gran instrumento divino, capaz de realizar un amplio proyecto que restableciese la Iglesia. Se ha ido – como todos los grandes instrumentos de Dios – inconsciente de su propia grandeza. Se ha ido para cumplir un simple acto de deber sin pensar en sí mismo, abandonándose completamente en las manos del Altísimo. Así son los hombres en quienes Dios se confía. Se podría decir que no tanto quien ha dejado sino quien ahora se ha transferido a otra zona de la viña, donde puede utilizar todas las energías de su poderosa mente”
-¿Recibió muchos ataques de parte de la Iglesia anglicana y de los intelectuales de la época?
Cecila Siccardi: Ciertamente de la Iglesia anglicana, de los intelectuales protestantes y además de la misma Iglesia católica. Los primeros lo consideraban un traidor, los segundos, alguien de quien se debe desconfiar…
También algunos católicos en Irlanda estuvieron en su contra: fue removido del cargo de Rector de la Universidad de Dublín. John Henry Newman escribió Apologia pro vita sua justamente para defenderse de los ataques de los intelectuales. Este libro dio pie a muchas conversiones. Recordemos que fue el papa León XIII quien “cayó la boca” a tantos rumores maliciosos, cuando concedió a Newman el birrete cardenalicio.
-En una sociedad donde prima el relativismo moral e intelectual, ¿Qué nos dice la beatificación de Newman?
Cristina Siccardi: El cardenal Newman combatió sincera y lealmente el liberalismo, trazando, con un método sistemático y analítico, uno de los perfiles más reales de aquella Europa en fase de corrupción, de abandono de la civilización cristiana y de acuciante apostasía.
Logró identificar las connotaciones de secularización y relativismo de nuestros días, fruto de la presunción que ya los griegos paganos, depositarios de verdaderas semillas del Verbo definían ύβρις (übris = la arrogancia de quien no se somete a los dioses), o lo que es lo mismo, la idea de anteponer los lugares comunes supuestamente racionales de la propia época a la racionabilidad y racionalidad de la Tradición.
Newman, quien, como dijo el cardenal Ratzinger en 1990, “pertenece a los grandes doctores de la Iglesia”, ese gran caballero del siglo XVIII inglés, alcanzó la Verdad cuando tenía 44 años, después de décadas de estudio y de profundización: Con valentía exprimió su propia mente para entender, indagar, sondear los meandros de la historia, la filosofía, la teología y descubrir finalmente la perla preciosa… fue así que “vi mi rostro en aquel espejo: era el rostro de un monofisita, el rostro de un hereje anglicano y lo descubrí casi con terror”.
El epitafio de la tumba del futuro Beato Newman, cuya vida es la prueba más evidente y concreta de que la razón puede unirse a la fe para traer a la tierra la Iglesia de Jesucristo, la única verdad que lleva a la salvación eterna. Creer en la verdad y ser libre: “Si permanecéis fieles a mi palabra, seréis de verdad mis discípulos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8, 31 – 32). John Henry Newman es el modelo que la Iglesia, bajo el pontificado de Benedicto XVI, propone a los cristianos y a los católicos a seguir: Es la respuesta clarísima del Papa al mundo relativista.