Discurso que del Papa al visitar la sede de L’Osservatore Romano.
Queridos hermanos y hermanas:
Estoy muy contento de poder reunirme en la sede del periódico L’Osservatore Romano, donde cada día desarrolláis vuestro trabajo, un trabajo precioso y cualificado, al servicio de la Santa Sede. Os saludo a todos con afecto. Saludo al director, el profesor Giovanni María Vian, al subdirector, a los redactores y a toda la gran familia de este periódico. Hace pocos días, el 1º de julio, L’Osservatore Romano, alcanzó la notable edad de 150 años de vida. Querría deciros de todo corazón, como se hace en casa: ¡Feliz cumpleaños! Esta celebración suscita sentimientos de gratitud y de orgullo legítimo, pero, junto a las conmemoraciones particulares y solemnes he querido venir aquí, en medio de vosotros, para expresar mi reconocimiento a cada uno de los que “hacen” el periódico con pasión humana y cristiana y con profesionalidad.
Desde hace mucho tiempo tenía la curiosidad de ver como se hace un periódico en la actualidad, donde nace el diario y conocer, al menos por un momento, a las personas que hacéis este, nuestro periódico. He tenido ahora la alegría de descubrir el modo moderno, totalmente distinto de aquel de hace cincuenta años, de cómo nace un diario. Exige mucha más, digamos, creatividad humana que trabajo técnico. Así este “taller” se dedica ciertamente a hacer, pero antes y sobre todo, a conocer, a pensar, a juzgar, a reflexionar. No es ni siquiera sólo un “taller”: es sobre todo un gran observatorio, como dice el nombre. Observatorio para ver las realidades de este mundo e informarnos de ellas. Me parece que en este observatorio se ven tanto las cosas lejanas como las cercanas. Lejanas en un doble sentido: antes que nada, lejanas en todas las partes del mundo, como son Filipinas, Australia, América Latina; esto para mí, es una de las grandes ventajas de L'Osservatore Romano, que ofrece realmente una información universal, que realmente mira al mundo entero y no sólo una parte. Por esto os estoy muy agradecido, porque normalmente en los periódicos se dan informaciones, pero con una preponderancia del propio entorno y esto hace que caigan en el olvido otras partes de la tierra, que no son menos importantes. Aquí se ve algo de la coincidencia de Urbs et Orbis que es característica de la catolicidad y, de alguna manera, también es una herencia romana: mirar verdaderamente al mundo y no sólo a nosotros mismos.
En segundo lugar, desde este observatorio se ven las cosas lejanas también en otro sentido:L'Osservatore no permanece en la superficie de los sucesos, sino que va a la raíz. Más allá de la superficie, nos muestra las raíces culturales y el fondo de las cosas. Para mí no es sólo un periódico es también una revista cultural. Admiro cómo es posible, cada día, hacer grandes contribuciones que nos ayudan a entender mejor al ser humano, las raíces de donde vienen las cosas y como deben ser entendida, cumplidas, transformadas. Pero este periódico ve también las cosas cercanas. Algunas veces es más difícil mirar cerca, nuestro pequeño mundo, que, sin embargo, es un mundo grande.
Hay otro fenómeno que me hace pensar y del que estoy agradecido, es que nadie puede informar de todo. Incluso los medios más universalistas, por llamarlos de alguna manera, no pueden contar todo, es imposible. Es necesario tener siempre un discernimiento, una elección. Y por esto es decisivo en la presentación de los hechos el criterio de elección, no hay nunca un hecho puro, hay siempre una elección que determina lo que aparece y lo que no aparece. Y sabemos bien que las elecciones de las prioridades son, en la actualidad, a menudo muy discutibles, en muchos órganos de la opinión pública. Y L'Osservatore Romano, como ha dicho el director, en su cabecera, se ha regido por dos criterios: "Unicuique suum" y Non prevalebunt". Esta es una síntesis característica para la cultura del mundo occidental. Por una parte, el gran derecho romano, el derecho natural, la cultura natural del hombre concretizada en la cultura romana, con su derecho y el sentido de la justicia, y por otro lado por el Evangelio. Se podría decir también: con estos dos criterios -el de derecho natural y el del Evangelio- tenemos como criterio la justicia y por otra parte la esperanza que viene de la fe. Estos dos criterios unidos -la justicia que respeta a todos y la esperanza que ve también las cosas negativas bajo la luz de la bondad divina de la que estamos seguros por la fe- ayudan a ofrecer realmente una información humana, humanística, en el sentido de un humanismo que tiene sus raíces en la bondad de Dios. Y así no es sólo información, sino, realmente, formación cultural.
Por todo esto os estoy agradecido. De corazón os imparto a todos vosotros, a vuestros seres queridos, la Bendición Apostólica.