7/07/11

LAS CLAVES DEL PRÓXIMO ENCUENTRO INTERRELIGIOSO DE ASÍS



“Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”. Este es el lema del próximo encuentro convocado por el Papa Benedicto XVI en Asís, el 27 de octubre próximo, con líderes religiosos de todo el mundo. Un lema, según el cardenal Bertone, que expresa todo un programa.
El Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, y el cardenal Jean-Louis Tauran explican, en sendos artículos publicados en la edición del fin de semana de L'Osservatore Romano, el significado del próximo encuentro interreligioso en octubre en la ciudad del Poverello.
Un encuentro, recuerda el cardenal Bertone, que se produce en continuidad con los anteriores de 1986 y 2002, pero que tiene sus propias particularidades y acentos, que hacen de él un acontecimiento único.
Este encuentro del próximo 27 de octubre quiere ponerse, por encima de todo, como continuación del anterior de 1986, incorporando una serie de novedades: entre ellas, por primera vez, la invitación a participar a personalidades que se definen no creyentes.
Tras Juan Pablo II
El encuentro de 1986 fue convocado por Juan Pablo II con motivo del Año internacional de la Paz convocado por la ONU, y tuvo gran resonancia en la opinión pública mundial.
Pero más allá de la foto de los líderes religiosos de la tierra, el encuentro de 1986 tenía, según el purpurado, dos intenciones profundas, por parte del papa polaco: la primera, “poner de relieve la dimensión intrínsecamente espiritual de la paz”, frente a una cultura “que tiende a relegar el fenómeno religioso”.
La segunda intención era, afirma, que los líderes religiosos afrontasen su propia responsabilidad de que las creencias personales y comunitarias “se tradujesen en una efectiva construcción de la paz”, recordando que “la pertenencia religiosa ha sido a menudo instrumentalizada como elemento de conflicto”.
En realidad, el objetivo fundamental de Juan Pablo II era, comenta el cardenal Bertone, demostrar cómo era posible el diálogo basado en la experiencia religiosa, sin caer en el relativismo o en el sincretismo.
El propio Juan Pablo II lo explicó aquel 27 de octubre de 1986: no se trata, decía el pontífice, de buscar “un consenso religioso” ni de “negociar nuestras convicciones de fe”, ni tampoco que “las religiones puedan reconciliarse en el plano de un proyecto terreno común que las sobrepase a todas”.
“Este último punto era de capital importancia – subraya el cardenal Bertone – el relativismo o el sincretismo, de hecho, acaban por destruir, en lugar de valorar, la especificidad de la experiencia religiosa”, un aspecto sobre el que hay que volver “ante las interpretaciones superficiales, que no faltaron, de aquel primer encuentro de Asís”.
El siguiente encuentro, el 24 de enero de 2002, fue convocado por el papa Wojtyla a raíz de los atentados del 11 de septiembre, y estuvo dirigido especialmente a conjurar el peligro de la confrontación con el islam.
En realidad, no fue un evento inédito, pues ya en 1994 se había celebrado en esta ciudad una jornada de oración por la paz en los Balcanes, con representantes de otras religiones presentes en esta región europea, entonces en guerra.
El objetivo directo de aquel encuentro fue, afirma el cardenal Bertone, “hacer visible la condena de todas las religiones del terrorismo de matriz fundamentalista”, así como el compromiso de “no dejarse instrumentalizar por los enfrentamientos entre naciones, pueblos y culturas”.
Aquel encuentro finalizó con la reunión de los presentes en la Plaza de san Francisco, en el que se firmó una declaración solemne de las religiones por la paz y de condena del terrorismo de raíz religiosa.
No solo creyentes
¿Cuál es el objetivo, por tanto, de este nuevo encuentro en Asís? Para el cardenal Bertone, el sentido queda claramente expresado en el que Benedicto XVI ha elegido para esta ocasión: “Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”.
“Afirmar que se es peregrino significa admitir que aún no se ha llegado a la meta, o mejor aún, que ésta siempre nos trasciende, constituyendo así el sentido de nuestro viaje. Todo hombre de buena voluntad se siente peregrino de la verdad, se siente en camino, porque es consciente de que la verdad siempre le supera”.
Por ello, y esta es una de las novedades del próximo encuentro, se ha invitado a participar también a algunas personalidades del mundo de la ciencia y la cultura que se definen como no creyentes o no religiosas.
Esto se debe, explica el secretario de Estado, no sólo al hecho de que la paz “es una responsabilidad de todos, creyentes y no creyentes”, sino que hay una razón más profunda: “estamos convencidos de que la postura de quien no cree o le cuesta creer puede realizar un papel saludable para la religión en cuanto tal, por ejemplo ayudando a identificar posibles degeneraciones o inautenticidades”.
“Como cristianos, profesamos haber recibido en Cristo la revelación plena y definitiva del rostro de Dios; sabemos que este don de salvación es para todos los hombres y deseamos que el designio de amor del Padre se manifieste y realice en su totalidad”, afirma el cardenal Bertone.
Pero al mismo tiempo, “sabemos que nunca podremos agotar la profundidad del misterio de Cristo. No solo, reconocemos que nuestra fragilidad puede a veces ofuscar el esplendor del tesoro que se nos ha revelado y hacer más difícil su conocimiento”.
“El haber recibido como don la verdad no nos impide, por tanto, sentirnos compañeros de viaje de cada hombre y de cada mujer”, subraya el purpurado.
Nostra Aetate
De alguna forma, este encuentro quiere expresar de forma vivencial, carnal, el artículo 2 de la Declaración Nostra Aetate, de una forma más explícita y directa que los anteriores encuentros: “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”.
Así lo apunta el cardenal Tauran, el cual destaca, por su parte, tres objetivos en el encuentro del próximo octubre: por un lado, “que todos somos criaturas de Dios y, por tanto, hermanos y hermanas”; por otro, que “Dios actúa en cada persona humana, la cual ya a través del uso de la razón puede presentir la existencia del misterio de Dios y reconocer valores universales”.
El tercero es “identificar, en las distintas tradiciones religiosas, el patrimonio de los valores éticos comunes que permite a los creyentes contribuir, como tales, en particular a la afirmación de la justicia, de la paz y de la armonía”.
El diálogo, subraya el cardenal Tauran, no es una “conversación entre creyentes” ni “una tratativa diplomática”, no es terreno de mercadeo “ni mucho menos de compromisos”, no está motivado por intereses políticos o sociales, “no busca ni subrayar las diferencias ni borrarlas”, “no quiere crear una religión universal, aceptado por todos”.
El verdadero diálogo, añade, “es un espacio para el testimonio recíproco entre los creyentes de religiones distintas, para conocer mejor la religión del otro y los comportamientos éticos que emanan de ella”, lo que permite “corregir imágenes erróneas y superar estereotipos”, de “conocer al otro como es, como tiene derecho a ser conocido”.
El purpurado subraya que existen cuatro modalidades de diálogo: el diálogo de la vida (compartiendo las alegrías y las pruebas del día a día), el diálogo de las obras (cooperando en el progreso integral del hombre), el diálogo teológico, siempre que sea posible, y el diálogo de la experiencia religiosa.
Importancia de los gestos
En el encuentro de 1986 se subrayó la universalidad de tres elementos, presentes en prácticamente todas las religiones: la oración, la peregrinación y el ayuno. El momento central del encuentro fue la oración común por la paz.
El segundo encuentro, el de 2002, insistió mucho, ante la violencia de origen religioso, en la necesidad de la purificación, “de la que cada tradición religiosa debe hacerse cargo, ante las demás religiones y ante el mundo”, afirma el cardenal Bertone.
En aquella ocasión, el Papa invitó a los participantes a la preparación mediante una jornada de ayuno, que de modo significativo se colocó al final del mes de Ramadán, el mes de ayuno para los musulmanes.
En el encuentro de 2002, se privilegió, frente a la oración común, la oración particular de cada grupo religioso. Esta elección “derivó de la voluntad, compartida por todos, de no ofrecer el pretexto a interpretaciones de tipo irenista del encuentro”, afirma el cardenal Bertone.
Por ello, la oración se vivirá sobre todo como momento de silencio y recogimiento interior, que serán privilegiados por encima de las formas de oración pública de cada religión.
En este sentido, aclara el secretario de Estado vaticano, “la preocupación por evitar incluso la impresión de cualquier relativismo no es solo católica”, y “es particularmente comprensible en el contexto cultural actual, en muchos aspectos refractario a la cuestión de la verdad, y por ello inclinado a una presentación indiferenciada, y en el fondo irrelevante, del fenómeno religioso”.
Por su parte, el Papa Benedicto XVI presidirá la noche anterior una vigilia de oración por la paz con los fieles de la diócesis de Roma, invitando a unirse a él a obispos y fieles de todo el mundo.
Otro elemento del encuentro será el ayuno, como signo de “la dimensión penitencial que el encuentro quiere asumir, la convicción de deber estar dispuestos siempre a un proceso de purificación”.
El tercer elemento será la peregrinación, que será simbolizada por el viaje en tren de las delegaciones desde Roma hasta Asís, y por la subida a la basílica de Santa María de los Ángeles.
“Nos reconoceremos peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz, comprometiéndonos en ser constructores de un mundo más justo y solidario, y conscientes de que esta tarea supera nuestras pobres fuerzas, y que debe ser invocada de lo alto”, concluye el cardenal Tarcisio Bertone.