2/10/14

La fuerza de un rosario

Pilar Argelich Casals


El Santo Rosario es un viaje de la mano de la Virgen a lo largo de la vida de Jesús. Con cada misterio nos adentramos un poco más, no solo en sucesos concretos, sino en el hilo de la historia de nuestra redención.
De camino al colegio, en casa después de recoger la cena entre todos, o después de las tertulias de las comidas de los sábados… Mientras la vida avanza, van surgiendo momentos en los que, con naturalidad, enseñaremos a los más pequeños- y a los no tan pequeños- a rezar el Rosario en familia.
A medida que vayamos desgranando las avemarías, y contemplando los misterios de la vida de Jesús, iremos comprobando la eficacia y el poder de la oración mariana por excelencia. Como apuntaba el Papa Juan Pablo II, la familia que reza unida permanece unida. ¿Qué mejor manera para que nuestra familia se asemeje a la Sagrada Familia de Nazaret que contemplar unidos la vida de Jesús? Sin falsas beaterías, con sencillez, pequeños, mayores. Voluntariamente. Ayudando a vencer ese ramalazo de pereza que a veces surge al sonido devamos a rezar el Rosario.
Sin forzar nunca y adecuándonos a las respectivas edades de nuestros hijos, el rezo del Rosario puede convertirse en una ocasión más de unión familiar. Poner intenciones concretas a cada misterio o dejar que los más pequeños dirijan los rezos es una forma de que se sientan- y sientan el Rosario- como algo en lo que toman parte activa y no solo como una sucesión infinita de avemarías.
Vayamos siempre de la mano de la Virgen, intercesora de todas las gracias. Aprendamos a mirar la vida de Jesús con los ojos de María. Aprendamos a amar a Jesús con el corazón mismo de su Santísima Madre. Aprendamos a ver un piropo a nuestra Madre en cada avemaría. Amar el Rosario es aprender a sustituir la posible monotonía de cada repetición por el cariño de decir una y otra vez un te quiero. Uno no puede dar lo que no tiene. Para enseñar a amar el Rosario a nuestros hijos, hemos de empezar nosotros una lucha, un reto para rezarlo cada día con más cariño.Sólo así, con la fuerza del ejemplo, dejaremos de enseñar a repetir para enseñar a querer.