6/30/16

‘Las obras de misericordia no son teoría, sino testimonio concreto’

El Papa en la Audiencia General

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
¡Cuántas veces, durante estos primeros meses del Jubileo, hemos escuchado hablar de las obras de misericordia! Hoy el Señor nos invita a hacer un serio examen de conciencia. Está bien, de hecho, no olvidar nunca que la misericordia no es una palabra abstracta, sino un estilo de vida. Una cosa es hablar de misericordia, otra es vivir la misericordia. Una persona puede ser misericordiosa o puede ser no misericordiosa. Es un estilo de vida, yo elijo vivir como misericordioso o elijo vivir como no misericordioso. Una cosa eshablar de misericordia, otra es vivir la misericordia. Parafraseando las palabras de Santiago apóstol (cfr 2,14-17) podemos decir: la misericordia sin las obras está muerte en sí misma. ¡Es precisamente así! Lo que hace viva la misericordia es su constante dinamismo para ir al encuentro de los necesitados y a las necesidades de los que están en la penuria espiritual y material. La misericordia tiene ojos para ver, oídos para escuchar, manos para levantar…
La vida cotidiana nos permite tocar con la mano muchas exigencias que tienen que ver con las personas más pobres y más probadas. A nosotros se nos pide esa atención particular que nos lleva a darnos cuenta del estado de sufrimiento y necesidad en la que están tantos hermanos y hermanas. A veces pasamos delante de situaciones de pobreza dramática y parece que no nos tocan; todo continúa como si nada, en una indiferencia que al final hace hipócritas y, sin que nos demos cuenta, conduce a una forma de letargo espiritual que hace insensible el alma y estéril la vida. La gente que pasa por la vida, que va por la vida, sin notar las necesidades de los otros, sin ver tantas necesidades, espirituales y materiales, es gente que pasa sin vivir, es gente que no sirve a los otros. Y recordad bien: quien no vive para servir, no sirve para vivir.
¡Cuántos son los aspectos de la misericordia de Dios hacia nosotros! ¡De la misma manera, cuántos rostros se dirigen a nosotros para obtener misericordia! Quién ha experimentado en la propia vida la misericordia del Padre no puede permanecer insensible delante de las necesidades de los hermanos. La enseñanza de Jesús que hemos escuchado no consiente caminos de fuga: Tenía hambre y me has dado de comer; tenía sed y me has dado beber; estaba desnudo, enfermo, en la cárcel, era prófugo y me has asistido (cfr Mt 25,35-36). No se puede tergiversar delante de una persona que tiene hambre: es necesario darle de comer. Jesús nos dice esto. Las obras de misericordia no son temas teóricos, sino testimonios concretos. Obligan a remangarse para aliviar el sufrimiento.
A causa de los cambios de nuestro mundo globalizado, algunas pobrezas materiales y espirituales se han multiplicado: damos por tanto espacio a la fantasía de la caridad para concretar nuevas modalidades operativas. En este modo el camino de la misericordia se hará cada vez más concerta. A nosotros, por tanto, se nos pide que permanezcamos vigilante como centinelas, para que no suceda que, delante de las pobrezas producidas por la cultura del bienestar, la mirada de los cristianos se debilite y se haga incapaz de mirar a lo esencial. Mirar a lo esencial ¿qué significa? Mirar a Jesús en el hambriento, en el preso, en el enfermo, en el desnudo, en aquel que no tiene trabajo y debe mantener a una familia. Mirar a Jesús en estos hermanos y hermanas nuestros. Mirar a Jesús en aquel que está solo, triste, en aquel que se equivoca y necesita un consejo, en aquel que necesita hacer un camino en silencio para que se sienta en compañía. Estas son las obras que Jesús nos pide. Mirar a Jesús en ellos, en esta gente. ¿Por qué? Porque Jesús a mí, a todos nosotros, nos mira así.
Y ahora pasamos a otra cosa.
En los días pasados el Señor me ha concedido visitar Armenia, la primera nación que abrazó el cristianismo, a principios del siglo IV. Un pueblo que, a lo largo de su historia, ha testimoniado la fe cristiana con el martirio. Doy gracias a Dios por este viaje, y estoy vivamente agradecido al presidente de la República Armenia, el Catholicós Karekin II, al Patriarca y a los obispos católicos, y dentro del pueblo armenio por haberme acogido como peregrino de fraternidad y de paz.
Dentro de tres meses realizaré, si Dios quiere, otro viaje a Georgia y Azerbaiyán, otros dos países de la región caucásica. He acogido la invitación de visitar estos países por un doble motivo: por una parte la valoración de las antiguas raíces cristianas presentes en esas tierras –siempre en espíritu de diálogo con las otras religiones y culturas– y por la otra animar esperanza y sentimientos de paz. La historia nos enseña que el camino de la paz requiere una gran tenacidad y de pasos continuos, comenzando por esos pequeños y poco a poco haciéndoles crecer, yendo el uno al encuentro del otro. Precisamente por esto mi deseo es que todos y cada uno den la propia contribución para la paz y la reconciliación.
Como cristianos estamos llamados a reforzar entre nosotros la comunión fraterna, para dar testimonio al Evangelio de Cristo y para ser levadura de una sociedad más justa y solidaria. Por esto la visita ha sido compartida con el Supremo Patriarca de la Iglesia Apostólica Armenia, que me ha hospedado fraternalmente durante tres días en su casa.
Renuevo mi abrazo a los obispos, a los sacerdotes, a las religiosas y a los religiosos y a todos los fieles de Armenia. La Virgen María, nuestra Madre, les ayude a permanecer firmes en la fe, abiertos al encuentro y generoso en las obras de misericordia. Gracias. 

Custodiar como un tesoro el testimonio de los santos Pedro y Pablo

El Papa ayer en el Ángelus


“Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Celebramos hoy la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, alabando a Dios por su predicación y testimonio.
En la fe de estos dos apóstoles se funda la Iglesia de Roma, que desde siempre los venera como patrones. Si bien es toda la Iglesia universal que les mira con admiración, considerándolos dos columnas y dos grandes luces que brillan no solamente en el cielo de Roma, sino también en el corazón de los creyentes de Oriente y Occidente.
En la narración de la misión de los apóstoles, el Evangelio nos dice que Jesús los envió de dos en dos. En cierto sentido también Pedro y Pablo, desde Tierra Santa fueron enviados hasta Roma, para predicar el Evangelio. Eran dos hombres muy diversos el uno del otro: Pedro un humilde pescador, Pablo, maestro y doctor, como recita la liturgia del día de hoy.
Y si aquí en Roma conocemos a Jesús, y si la fe cristiana es parte viva y fundamental del patrimonio espiritual y de la cultura de este territorio, se lo debemos al coraje apostólico de estos dos hijos de Oriente Próximo.
Ellos, por amor de Cristo, dejaron su patria y sin poner atención a las dificultades del largo viaje y de los riesgos y desconfianzas que habrían encontrado, llegaron a Roma. Aquí se volvieron anunciadores y testimonios del Evangelio entre la gente, y sellaron con el martirio su misión de fe y caridad.
Pedro y Pablo hoy vuelven idealmente entre nosotros, recorren las calles de esta ciudad, llaman a la puerta de nuestras casas, pero sobre todo a nuestros corazones. Quieren traer nuevamente a Jesús, su amor misericordioso, su consolación, su paz. Tentemos tanta necesidad de esto.
Recibamos su mensaje, guardemos su testimonio como un tesoro. La fe sincera y sólida de Pedro, el corazón grande y universal de Pablo nos ayudarán a ser cristianos alegres, fieles al Evangelio y abiertos al encuentro con todos.
Durante la santa misa en la basílica de San Pedro, esta mañana he bendecido los palios de los arzobispos metropolitanos nombrados este último año, provenientes de diversos países.
Renuevo mi saludo y mi deseo a ellos, a sus familiares y a todos quienes les han acompañados en esta peregrinación. Y los animo a proseguir con alegría su misión al servicio del Evangelio, en comunión con toda la Iglesia y especialmente con la Sede de Pedro, como expresa justamente el símbolo del palio.
En la misma celebración he recibido con alegría y afecto a los miembros de la delegación que vino a Roma en nombre del patriarca ecuménico, el querido hermano Bartolomeo. También esta presencia es signo de las fraternas relaciones existentes entre nuestras Iglesias. Rezamos para que se refuercen cada vez más los vínculos de comunión y el testimonio común.
A la Virgen María, Salus Populi Romani, confiamos hoy el mundo entero y en particular esta ciudad de Roma, para que pueda encontrar siempre en los valores espirituales y morales de los cuales es rica, el fundamento de su vida social y de su misión en Italia, en Europa y en el mundo”.

Homilía del Papa en la fiesta de los santos Pedro y Pablo


La Palabra de Dios de esta liturgia contiene un binomio central: cierre – apertura. A esta imagen podemos unir el símbolo de las llaves, que Jesús promete a Simón Pedro para que pueda abrir la entrada al Reino de los cielos, y no cerrarlo para la gente, como hacían algunos escribas y fariseos hipócritas a los que Jesús reprende (cf. Mt 23, 13).
La lectura de los Hechos de los Apóstoles (12,1-11) nos presenta tres encierros: el de Pedro en la cárcel; el de la comunidad reunida en oración; y ‒en el contexto cercano de nuestro pasaje‒ el de la casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde Pedro va a llamar después de haber sido liberado.
Con respecto a los encierros, la oración aparece como la principal vía de salida: salida de la comunidad, que corre el peligro de encerrarse en sí misma debido a la persecución y al miedo; salida para Pedro, que al comienzo de su misión que le había sido confiada por el Señor, es encarcelado por Herodes, y corre el riesgo de ser condenado a muerte. Y mientras Pedro estaba en la cárcel, «la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5).
Y el Señor responde a la oración y le envía a su ángel para liberarlo, «arrancándolo de la mano de Herodes» (cf. v. 11). La oración, como humilde abandono en Dios y en su santa voluntad, es siempre una forma de salir de nuestros encierros personales y comunitarios. Es la gran vía de salida de los encerramientos.
También Pablo, escribiendo a Timoteo, habla de su experiencia de liberación, la salida del peligro de ser, él también, condenado a muerte; en cambio, el Señor estuvo cerca de él y le dio fuerzas para que pudiera llevar a cabo su trabajo de evangelizar a los gentiles (cf. 2 Tm 4,17). Pero Pablo habla de una «apertura» mucho mayor, hacia un horizonte infinitamente más amplio: el de la vida eterna, que le espera después de haber terminado la «carrera» terrena.
Es muy bello ver la vida del Apóstol toda «en salida» gracias al Evangelio: toda proyectada hacia adelante, primero para llevar a Cristo a cuantos no le conocen, y luego para saltar, por así decirlo, en sus brazos, y ser llevado por él «que lo salvará llevándolo a su reino celestial.» (cf. v. 18).
Volvamos a Pedro. El relato Evangélico (Mt 16,13-19) de su profesión de fe y la consiguiente misión confiada por Jesús nos muestra que la vida de Simón, pescador de Galilea ‒ como la vida de cada uno de nosotros‒ se abre, florece plenamente cuando acoge de Dios la gracia de la fe. Entonces, Simón se pone en el camino ‒un camino largo y duro‒ que le llevará a salir de sí mismo, de sus seguridades humanas, sobre todo de su orgullo mezclado con valentía y con generoso altruismo.
En este su camino de liberación, es decisiva la oración de Jesús: «yo he pedido por ti (Simón), para que tu fe no se apague» (Lc 22,32). Es igualmente decisiva la mirada llena de compasión del Señor después de que Pedro le hubiera negado tres veces: una mirada que toca el corazón y disuelve las lágrimas de arrepentimiento (cf. Lc 22,61-62). Entonces Simón Pedro fue liberado de la prisión de su ego orgulloso, de su ego miedoso, y superó la tentación de cerrarse a la llamada de Jesús a seguirle por el camino de la cruz.
Como ya he dicho, en el contexto inmediato del pasaje de los Hechos de los Apóstoles, hay un detalle que nos puede hacer bien resaltar (cf. 12.12-17). Cuando Pedro se encuentra milagrosamente libre, fuera de la prisión de Herodes, va a la casa de la madre de Juan, por sobrenombre Marcos. Llama a la puerta, y desde dentro responde una sirvienta llamada Rode, la cual, reconociendo la voz de Pedro, en lugar de abrir la puerta, incrédula y llena de alegría corre a contárselo a su señora.
El relato, que puede parecer cómico –y que puede dar inicio al así llamado «complejo de Herodes– nos hace percibir el clima de miedo en el que vivía la comunidad cristiana, que permanecía encerrada en la casa, y cerrada también a las sorpresas de Dios. Pedro llama a la puerta. «Y fíjate», hay miedo, hay alegría, «¿abrimos?, ¿no abrimos?», mientras él está corriendo peligro, pues la policía puede cogerlo. Pero el miedo nos paraliza, nos paraliza siempre, nos cierra, nos cierra a las sorpresas de Dios.
Este particular nos habla de la tentación que existe siempre para la Iglesia: de cerrarse en sí misma de cara a los peligros. Pero incluso aquí hay un resquicio a través del cual puede pasar a la acción de Dios: dice Lucas que en aquella casa, «había muchos reunidos en oración» (v. 12). La oración permite a la gracia abrir una vía de salida: del cerramiento a la apertura, del miedo a la valentía, de la tristeza a la alegría.
Y podemos añadir: de la división a la unidad. Sí, lo decimos hoy junto a nuestros hermanos de la delegación enviada por el querido Patriarca Ecuménico Bartolomé, para participar en la fiesta de los Santos Patronos de Roma. Una fiesta de comunión para toda la Iglesia, como pone de manifiesto la presencia de los Arzobispos Metropolitanos venidos para la bendición de Palios, que les serán impuestos por mis Representantes en sus respectivas sedes.
Que los santos Pedro y Pablo intercedan por nosotros, para que podamos hacer este camino con la alegría, experimentar la acción liberadora de Dios y testimoniarla a todos.

6/28/16

65 años de la ordenación sacerdotal de Benedicto XVI

Palabras del Papa Francisco:

«Santidad, hoy festejamos la historia de una llamada que inició hace 65 años con su ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951 en la catedral de Freising. ¿Pero cuál es la nota de fondo que recorre esta larga historia y que desde el primer inicio hasta hoy la domina cada vez más?
En una de las tantas hermosas páginas que usted le dedica al sacerdocio, subraya cómo en la hora de la llamada definitiva de Simón, Jesús mirándolo en profundidad le pregunta una sola cosa: ‘¿Me amas?’.
¡Que bello y verdadero es esto! Porque es aquí –usted dice– es en aquel ‘me amas’ que el Señor fundamenta su pastoreo, porque solo si hay amor por el Señor, Él puede realizar el pastoreo a través de nosotros: ‘Señor tú sabes que te amo’.
Es esta la nota que domina una vida intensa empleada en el servicio sacerdotal y a favor de una verdadera teología que Ud. no por casualidad ha definido como ‘la receta del amado’; sobre esto usted siempre ha dado testimonio y testimonia todavía hoy: que la cosa decisiva en nuestras jornadas –de sol o de lluvia– aquello con la cual solamente viene todo el resto, es que el Señor esté verdaderamente presente, que lo deseamos, que interiormente estamos cerca de Él, que lo amamos, que realmente creemos profundamente en Él y creyendo lo amamos realmente.
Es este amar que verdaderamente nos llena el corazón, este creer es aquello que nos hace caminar seguros y tranquilos sobre las aguas, también en medio de la tempestad, justamente como sucedió con Pedro. Este amar y este creer es lo que nos permite amar al futuro no con miedo o nostalgia, sino con alegría, también en los años avanzados de nuestra vida.
Y así, justamente viviendo y dando testimonio hoy de manera tan intensa y luminosa esta única cosa verdaderamente decisiva -tener los ojos y el corazón dirigido a Dios- usted santidad sigue sirviendo a la Iglesia, no deja de contribuir realmente con vigor y sabiduría a su crecimiento; y lo hace desde aquel pequeño monasterio Mater Ecclesiae, en el Vaticano, que se revela así ser algo muy diverso que uno de esos rincones olvidados en la cual la cultura del descarte de hoy tiende a relegar a las personas cuando debido a la edad, las fuerzas faltan.
Es todo lo contrario. Y permita que lo diga con fuerza su sucesor ¡que ha elegido llamarse Francisco! Porque el camino espiritual de san Francisco inició en San Damián, pero el verdadero lugar amado, el corazón palpitante de la Orden, allí donde la fundó y donde al final de cuentas entregó su vida a Dios fue en la Porziúncola, la ‘pequeña porción’, el rincón junto a la Madre Iglesia; junto a María que, por su fe así firme y por su vivir así enteramente el amor y en el amor con el Señor, todas las generaciones la llamaron bienaventurada.
Así la providencia, quiso que usted, querido hermano, llegara a un lugar por así decir propiamente ‘franciscano’ del cual se irradia tranquilidad, paz, fuerza, confianza, madurez, una fe, una dedicación y una fidelidad que me hacen tanto bien y me dan fuerza así como a toda la Iglesia, así como y un sano y alegre sentido del humor.
El deseo con el cual quiero concluir es por lo tanto un deseo que dirijo a usted junto a todos nosotros y a la Iglesia entera: que usted, santidad, pueda continuar sintiendo que la mano del Dios misericordioso la sostiene, que pueda sentir y darnos testimonio del amor de Dios; que con Pedro y Pablo pueda continuar a exultar con gran alegría mientras camina hacia la meta de la fe».

DÉCIMO CUARTO DOMINGO TIEMPO ORDINARIO - Ciclo C

P. Antonio Rivero, L.C. 
Textos: Is 66, 10-14c; Gal 6, 14-18; Lc 10, 1-12.17-20

Idea principal: Retrato del misionero cristiano.
Síntesis del mensaje: Cristo en el evangelio de hoy da unas consignas concretas a esos 72 discípulos para su misión evangelizadora. Son consignas que parecen calcadas de las bienaventuranzas: humildad, espíritu de pobreza, actitud de paz, aceptación de las persecuciones. Estas mismas consignas valen para todos los misioneros de ayer, de hoy y de siempre.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar¿qué debe llevar el misionero cristiano? Lo esencial. Cristo no se conforma con los doce apóstoles. Ahora elige y envía a otros setenta y dos, de dos en dos, a prepararle el camino. Y hoy Cristo sigue llamando ahora a muchos cristianos, sucesores de esos 72 –sacerdotes, misioneros, religiosos, padres, educadores, cristianos comprometidos, testigos de Cristo en medio del mundo, laicos que participan en los varios consejos y equipos parroquiales o diocesanos. Quiere que colaboremos en la obra de la evangelización de la sociedad, pues la mies es mucha y la secularización se extiende por doquier, sembrando la cultura y globalización de la indiferencia y del descarte. ¿Qué llevar? Lo esencial. Los apóstoles no tenían Cajas de ahorro ni tarjetas de crédito para meter y sacar dinero. ¿Qué llevar, entonces? Unas rodillas para rezar y pedir al dueño de la mies que mande más obreros a su mies. Unos pies ágiles para recorrer todas las periferias de los pueblos y ciudades. Una boca para anunciar el mensaje con decisión, entusiasmo, convicción, respeto y amor, sin miedo ni cobardías. Un corazón lleno de fervor y amor por Jesús y su Reino. El resto –dinero, comida, sandalias…corre a cuenta de la Providencia divina. Cristo quiere a sus misioneros pobres, de vida sobria, mantenernos libres de intereses y posesiones y así estar más disponibles para la tarea más fundamental: anunciar su Reino. Este es el sentido de los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia de los religiosos. Los misioneros de Cristo deben sentirse peregrinos, no instalados cómodamente en posiciones conquistadas. ¿Qué llevó san Francisco Javier cuando fue a las Indias? ¿Qué llevaron los primeros misioneros que fueron a la Nueva España en las carabelas de Colón? ¿Qué llevó Francisco de Asís? ¿Qué trajeron a estas tierras de Santa Cruz (Brasil) las monjas y religiosos que vinieron de España, de Italia, de Alemania, de Portugal?
En segundo lugar¿qué debe anunciar el misionero cristiano? Primero, desear la paz. Y después anunciar este mensaje: “está cerca de vosotros el Reino de Dios”. Los conquistadores cuando llegan a un lugar no llevan la paz, sino el ansia de conquista, incluso con la espada, si es necesario. Los mensajeros del evangelio, en cambio, llevan la paz. Por eso carecen de medios violentos. La paz significa satisfacción de las aspiraciones más profundas del hombres. Cristo, gracias a su misterio pascual, nos hizo partícipes de su paz: paz con Dios, la paz de las conciencias y la paz entre las personas. Dios quiere que todos sus hijos vivan en la paz, en la alegría y en el amor. Dios está lleno de ternura y nos invita a la exultación, al gozo, pues la palabra Shalom no significa sólo ausencia de conflictos, sino también abundancia, consuelo, caricia y prosperidad (1ª lectura). Pablo desea siempre “gracia” y “paz” al inicio de sus cartas. Las dos van juntas. La “gracia” es el amor gratuito de Dios, que se nos ha dado por medio de Jesucristo y nos trae la “paz”. Primero la paz con Dios y, a continuación, la paz en nuestro interior, en nuestra conciencia, y la paz con todos los hombres, que, en cuanto hijo de Dios, tienen derecho a nuestro amor. Y el Reino que debemos anunciar es el reino de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo: reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz, de cercanía y ternura.
Finalmente¿cómo debe reaccionar el misionero cristiano delante de los contratiempos? Es verdad que en algunas partes seremos bien recibidos: gentes que nos escucharán con agrado, que abrirán el corazón al mensaje, que nos hospedarán en sus casas, que nos ayudarán, que nos apoyarán y animarán. Muchas veces también tendremos éxitos y triunfaremos de los poderes del mal. Pero también habrá lobos: materialismo sin alma, indiferencia, relativismo, hedonismo cúltico el cuerpo, secularismo sin espíritu, agnosticismo, ateísmo sin Dios. Puertas que se nos cierran. Habrá días que sentiremos el desaliento, el cansancio, el hastío. Gente que nos criticará. Cultura e idiomas nuevos y tan distintos a los nuestros. Fracasos. Cristo nos marcará con sus estigmas, como hizo a Pablo de Tarso (2ª lectura). Cristo no nos promete que siempre seremos acogidos y que nos va a resultar fácil nuestro testimonio de vida cristiana. ¿Qué hacer? Tanto a unos como a otros tenemos que anunciarles ese mensaje: “de todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios”. Y siempre con mansedumbre y misericordia, no con violencia. Si nos rechazan, no tendríamos que intentar tomarnos la justicia por nuestra mano, condenando a derecha y a izquierda, como querían hacer esos apóstoles pidiendo caer del cielo fuego y castigo sobre los que no les recibieron (domingo pasado). Sembrar, sembrar, sembrar. El resto, que lo haga el Espíritu Santo.
Para reflexionar: ¿Estoy preparado para ser misionero de Cristo? ¿Qué llevo en la talega de mi corazón: oro y plata, o el amor a Cristo y el ansia de extender su Reino por todas partes? ¿Me desanimo rápido ante las dificultades de la evangelización? ¿O al contrario, me crezco y confío en la fuerza del Espíritu Santo, como los primeros apóstoles, que predicaban con osadía y valentía?
Para rezar: recemos esta oración de los Claretianos:
Haz, Señor, que los MisionerosHijos del Inmaculado Corazón de Maríaseamos hombres que ardamos en caridady que abrasemos por donde pasemos.
Que deseemos eficazmente y procuremos por todos los medios posiblesencender a todo el mundo en el fuego del divino amor.Que nada ni nadie nos arredre.Que sepamos gozarnos en las privaciones,abordar los trabajos, abrazar los sacrificios,complacernos en las calumnias que nos levanten,alegrarnos en los tormentos y dolores que suframosy gloriarnos en la cruz de Jesucristo.
Que no pensemos sino en cómo seguire imitar más de cerca a Jesucristoen orar, trabajar y sufriry procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Diosy la salvación de las almas.Amén

Vacaciones escolares

CATHOLIC.NET


No es un momento litúrgico marcado por la Iglesia, pero siendo un tiempo de descanso y convivencia intensa, pueden aprovecharse para crecer espiritualmente
Las vacaciones, aunque no son un momento litúrgico marcado por la Iglesia, decidimos incluirlas, pues siendo un tiempo de descanso y convivencia intensa, pueden aprovecharse para crecer espiritual y humanamente en familia. A continuación, ofrecemos algunas ideas para aprovechar las vacaciones
I. Trabajar en los valores y virtudes
Familia Escuela de Virtudes

Los padres de familia pueden aprovechar las vacaciones para trabajar de manera personal con cada hijo en alguna virtud que consideren necesario desarrollar, cumpliendo un plan de trabajo para lograrlo. Este puede adaptarse según la edad del niño.
Una virtud es un hábito, una costumbre buena. Las virtudes humanas y sobrenaturales son las herramientas con las cuales vamos a poder vivir los valores en nuestras familias. Los padres de familia, para poder educarlas, debemos conocerlas, vivirlas y propiciarlas tanto en nosotros mismos como en nuestros hijos.
II Trabajar en el desarrollo de los talentos personales
Otra idea para las vacaciones es leer la Parábola de los talentos en familia y hacer un ejercicio en el que cada uno descubra cuáles son sus talentos y como los puede hacer crecer en las vacaciones poniéndolos al servicio de los demás.
Los talentos se pueden agrupar en áreas distintas:
  • Sociales
  • Intelectuales
  • Morales
  • Artísticas
  • Deportivas
Conviene orientar estos talentos hacia un constante agradecimiento a Dios. También, motivar el compartirlos y disfrutarlos. Se puede tener un calendario en el que cada día, los niños vayan marcando qué talentos desarrollarán ese día y cómo lo harán. En la noche, conviene dar gracias a Dios por el esfuerzo realizado.
III Obras de misericordia.

Este tiempo de vacaciones se puede aprovechar para llevar a cabo obras de misericordia en familia.
Para ello, conviene establecer en nuestro calendario de vacaciones actividades como las que se sugieren:

  • Visitar un Hospital o Asilo de Ancianos: Se pueden preparar canciones y galletas para acompañar a quienes sufren. Deben tener claro que están realizando una Obra de Misericordia y que es a Cristo vivo a quien están visitando.
  • Ayudar a los más necesitados, recopilando papel periódico, ropa o comida para luego entregarla en la Parroquia, Cruz Roja o alguna institución que los niños decidan.
  • Organizar un Taller del Juguete: se trata de reparar, repintar y arreglar aquellos juguetes que ya no utilizan y que pueden servir de entretención a otros niños.
IV Entretenimiento con formación humana y espiritual
Se pueden seleccionar libros y películas con un mensaje para leer, ver y analizar en familia.
V Agenda para vacaciones:
Puede resultar muy útil hacer un calendario o agenda de vacaciones en la que cada día pongamos una frase para reflexionar y un propósito para cumplir. Se les puede hacer atractivo a los niños si se hace en forma de libreta y en cada día se deja un espacio para que ellos escriban o dibujen lo que hicieron ese día.
Se recomienda comenzar con esta agenda el día viernes para poder seguir correctamente la secuencia de las vacaciones.

6/27/16

‘Europa necesita creatividad y fecundidad’

ROCÍO LANCHO GARCÍA


El papa Francisco ha concluido este domingo el 14º viaje de su pontificado, tres días que le han llevado hasta Armenia, primer país que abrazó la fe cristiana. Después de tres días intensos de encuentros, el Santo Padre, en el vuelo de regreso a Roma, respondió a las preguntas que le hicieron los periodistas que le acompañan en el vuelo papal. Fueron muchos los temas abordados, desde temas de actualidad como el conflicto de Armenia y Azerbaiyán o el resultado del referéndum en Reino Unido. Y también se afrontaron temas de Iglesia, como del papa emérito, de la creación de la comisión de las mujeres diácono p de la importancia de pedir perdón a los homosexuales.
Brexit
A propósito de la salida del Reino Unido de la Unión Europea por el referéndum que votaron el pasado viernes, el Pontífice explicó que “hay un aire de división, no solo en Europa, en los mismos países”, poniendo como ejemplo Cataluña y Escocia. Por eso indicó que estas divisiones no es que sean peligrosas, pero hay que estudiarlas bien, y “antes de dar un paso adelante para una división, hablar bien entre nosotros y buscar soluciones viables”. Del mismo modo aseguró que hay que pensar otra forma de Unión Europea, “ser creativos”. Hoy las dos palabras claves para la Unión Europea son: “creatividad y fecundidad”.

Genocidio armenio
Le preguntaron al Papa por qué decidió añadir la palabra “genocidio” en el discurso en el Palacio Presidencial, palabra que no estaba escrita en el discurso original. De este modo, Francisco pudo explicar que en Argentina cuando se hablaba del exterminio armenio, siempre se usaba la palabra genocidio. “Yo no conocía otra”, aseguró.  Y fue cuando llegó a Roma que le dijeron que la palabra genocidio es “ofensiva” y que es mejor usar ‘Gran Mal’. Además explicó que también quería subrayar en el discurso que en este genocidio, como en los otros, “las grandes potencias internacionales miraban para otro lado”.

Papa emérito
El Santo Padre recordó que Benedicto XVI es papa emérito, “él dijo claramente ese 11 de febrero de 2013 que daba su dimisión a partir del 28 de febrero, que se retiraba a ayudar a la Iglesia con la oración”.
Del mismo modo, indicó que le fue a ver muchas veces, habla con él por teléfono, se escriben cartas. “Y muchas veces dije que es una gracia tener en casa al abuelo sabio. También se lo dije en la cara y él se ríe”, contó Francisco. También le agradeció haber abierto la puerta a los papas eméritos. “Y él, con coraje y con oración, y también con ciencia y con teología, decidió abrir esta puerta”, precisó el Pontífice asegurando que cree que “es bueno para la Iglesia”.

Concilio Pan-Ortodoxo
Tal y como indicó Francisco “se dio un paso hacia adelante, no con el 100%, pero un paso adelante”. Y manifestó que “el resultado es positivo, el solo hecho de que estas Iglesias se hayan reunido en nombre de la ortodoxia para mirarse a la cara, para rezar juntos y para hablar, es muy positivo”.

Conmemoración de los 50 años de la Reforma
El Papa viajará a Suecia en octubre para conmemorar este evento. Por eso, respondiendo a la pregunta del periodista indicó que las intenciones de Martín Lutero “no eran equivocadas, era un reformador”. Pero precisó que quizá algunos métodos “no eran los correctos”. Al respecto indicó que “debemos meternos en la historia de aquel tiempo, no es una historia fácil de comprender”.  

Pedir perdón a los homosexuales
Un periodista le dijo al Papa que hace unos días, el cardenal Marx en una conferencia en Dublín sobre la Iglesia del mundo moderno, dijo que la Iglesia católica debe pedir disculpas a la comunidad gay por haber marginado a estas personas. Por eso le preguntó al Papa qué pensaba al respecto, especialmente después de la tragedia sucedida en Orlando. De este modo, el Santo Padre subrayó lo que ya dijo en el primer viaje, lo que dice el catecismo de la Iglesia católica: “que no sean discriminados, que deben ser respetados, acompañados pastoralmente”.
Y aseguró que la Iglesia no solo debe pedir disculpas a la persona que es gay a la que se ha ofendido, “sino también pedir disculpas a los pobres también, a las mujeres explotadas, a los niños explotados en el trabajo. Debe pedir disculpas por haber bendecido tantas armas. La Iglesia debe pedir disculpas por no haberse comportado muchas veces”. Y cuando dice Iglesia, “digo los cristianos”. Porque –recordó el Papa–  la Iglesia es santa, los pecadores somos nosotros.  Pero también recordó que hay muchos santos, que “no se ven porque la santidad es pudorosa, se esconde”.

Comisión mujeres diácono
El Pontífice recordó que en los primeros años de la Iglesia, ciertamente existían estas mujeres que ayudaban al obispo y ayudaban en tres cosas: en el bautismo de las mujeres, porque era por inmersión; en la unción prebautismal de las mujeres, y tercero cuando una mujer iba al obispo porque el marido le pegaba, el obispo llamaba a una de estas diaconisas para controlar las marcas en el cuerpo.
Y el Papa dijo se puede estudiar y crear una comisión y ya ha pedido una lista de gente que pudiera formar parte de ella. Del mismo modo, aprovechó la ocasión para explicar que para él “la función de la mujer no es tan importante como el pensamiento de la mujer”. La mujer –precisó– piensa de otro modo que nosotros los hombres y no se puede tomar una decisión buena y justa sin escuchar a las mujeres. E insistió una vez más “es más importante el modo de comprender, de pensar y de ver de las mujeres que la funcionalidad de la mujer”.

Visita Azerbaiyán en septiembre
En Azerbaiyán –indicó el Papa– yo hablaré a los azeríes de la verdad, de lo que siento, de lo que he visto. También les animaré a ellos. Diré también –observó– que no hacer la paz por un pedacito de tierra, porque no es gran cosa, significa algo oscuro. “Esto se lo digo a todos, sea a los armenios, sea a los azeríes”, añadió.

Visita a Auschwitz en julio
Yo quisiera ir a ese lugar del horror sin discursos, sin gente, solamente los pocos necesarios, precisó el Santo Padre. “Pero sin saludar a este, a este, a este. Yo solo, entrar, rezar… Y que el Señor me dé la gracia de rezar”, concluyó.

6/26/16

San Josemaría Escrivá de Balaguer

ISABEL ORELLANA VILCHES


«Fundador del Opus Dei. Juan Pablo II lo denominó el santo de la vida ordinaria. Piadoso desde la infancia, creció bajo el amparo de María. Fue un intrépido apóstol. Pudo ver en vida cómo su obra recibía la estima de papas y prelados»
Cristo no nos pide un poco de bondad, sino mucha bondad. Pero quiere que lleguemos a ella no a través de acciones extraordinarias, sino con acciones comunes, aunque el modo de ejecutar tales acciones no debe ser común», decía el fundador del Opus Dei, un hombre que no ha dejado a nadie indiferente; no lo hizo en vida, ni después de traspasar las fronteras del cielo. Le han escoltado luces y sombras. Sin embargo, fue un aragonés noble, sencillo, que iba creciendo sin otro afán que abrir surcos en su acontecer para llenarlos de Dios, un apóstol que no cesó de evangelizar a tiempo y a destiempo, una persona con un carisma innegable que tuvo la gracia de llegar al corazón de la gente, un apasionado de Cristo y de María, fiel a la Iglesia.
Nació en Barbastro, Huesca, España, el 9 de enero de 1902, y tuvo en su hogar la primera escuela de fe. Envuelto en ternura, se nutrió con la piedad que le inculcaron sus padres. Se percibe en su vida el influjo del remanso de paz y de cariño que vistió su cuna. La promesa materna de llevarlo ante la Virgen al santuario de Torreciudad, le rescató de una previsible muerte a sus 2 años. Inquieto, enredado a veces en infantiles rabietas y escudado en su timidez, escuchaba de su madre sentencias de gran valor espiritual:«Josemaría, vergüenza sólo para pecar». Los ecos de la sabiduría que tuvo cerca se aprecian en «Camino», que ha alumbrado espiritualmente a muchas generaciones.
Vivió la dolorosa pérdida de tres hermanos. Sus ojos infantiles, aturdidos por las desgracias, le hacían temer su propia muerte, pero su madre le tranquilizaba recordándole que a él le protegía la Virgen. En su adolescencia la familia se trasladó a Logroño por haber quebrado el comercio que regentaban en Barbastro. Era muy observador y en las gélidas navidades de 1917 se percató de la presencia de un carmelita que caminaba descalzo por la nieve llevado de su amor a Dios. Las huellas que fue dejando impregnaron su espíritu de un irresistible deseo de ofrecer su vida. Abrió las puertas de su corazón y por ellas penetró la vocación al sacerdocio. Sus padres le apoyaron. Cursó estudios en Logroño y en Zaragoza, donde el cardenal Soldevilla, que apreció sus virtudes y cualidades, le designó inspector del seminario.
En 1923 inició la carrera de derecho. Solía acudir a la basílica del Pilar haciendo confidente a la Virgen de todas sus cuitas. Su padre murió en 1924, y al año siguiente fue ordenado sacerdote. Su primer destino fue Perdiguera. Allí en su breve estancia realizó una edificante labor pastoral dejando un recuerdo inolvidable en los fieles, labor también manifiesta en la parroquia zaragozana de san Pedro Nolasco, entre otras. Tenía don de gentes y gran sentido del humor.
En 1927 fue autorizado a culminar su preparación en Madrid, y comenzó a impartir clases de derecho en una academia. Los destinatarios de su apostolado fueron, además de los enfermos del patronato regido por las Damas Apostólicas, moradores de barrios de la periferia: modestas familias; un entorno cuajado de carencias y marcado por el dolor. Esta vertiente no colmaba del todo sus anhelos. De su interior brotaba la urgencia de llevar el evangelio por doquier. El 2 de octubre de 1928 en la iglesia de los Paules vio la inmensidad de un camino de santidad fraguado en la vida ordinaria al que todos eran llamados. Cada uno desde su lugar de trabajo se convertiría en heraldo para los demás de esa verdad que es Cristo, siempre al servicio de la Iglesia. Adelantándose al Concilio Vaticano II, recordó la invitación universal a la santidad, algo inusual en la época. Poco a poco, a través de amigos, profesores, estudiantes y sacerdotes fue constituyéndose el Opus. Rosario, misa y comunión diarias, oración, lecturas espirituales, disciplinas…, conformaban el ideario a seguir. Comenzó con varones, y a partir febrero de 1930 lo hizo extensivo a las mujeres. Un ingeniero argentino se afilió a la Obra y tras él fueron llegando otros miembros. En agosto de 1931, a través de una moción divina percibida mientras oficiaba la misa, entendió que «los hombres y mujeres de Dios» izarían «la Cruz con la doctrina de Cristo sobre el pináculo de toda actividad humana… Y vi triunfar al Señor, atrayendo a Sí todas las cosas».
Los inicios no fueron fáciles. Se refugiaba en la oración y ofrecía sus mortificaciones. Sufrió la pérdida de tres de los integrantes principales, y tuvo que volver al punto de partida. Mientras, iba adentrándose en los senderos de la mística, invadido de amor por el Padre, conciencia filial que forma parte del carisma que dio a la fundación. Hacía partícipes de sus sueños apostólicos a los estudiantes de Dya, academia fundada por él, animándoles a leer la vida de Cristo y a meditar en su Pasión.
Entre 1934 y 1935 trasladó este centro docente a una de las calles principales madrileñas, donde escribió Consideraciones Espirituales, el conocido «Camino» que vería la luz como tal en 1939. La Guerra Civil le puso en peligro de muerte; tuvo que refugiarse en un psiquiátrico y padeció incontables penalidades. Huyó a Barcelona y a Andorra. Luego pasó por Pamplona y se estableció en Burgos; allí dio nuevo impulso a la Obra. En 1939 volvió a Madrid. Comenzó a impartir numerosos retiros espirituales, y en 1941 surgieron sus detractores cargados con dardos de incomprensión, maledicencia, calumnias y falsedades, carcomidos por la envidia. En 1944 se ordenaron los primeros sacerdotes.
En 1946 viajó a Roma buscando la aprobación que le concedió Pío XII; luego se entrevistaría con Juan XXIII y con Pablo VI. La Obra se extendió por el mundo, alumbrada por él con su palabra, oración y penitencia, amparado en Cristo y en María, viajando incansablemente dentro y fuera de España. Gozó del apoyo de los pontífices y de muchos prelados. Padecía diabetes, y al final sufrió severas cataratas. Murió en Roma el 26 de junio de 1975. Juan Pablo II lo beatificó 17 de mayo de 1992 y lo canonizó el 6 de octubre del año 2002, denominándole el santo de la vida ordinaria.

“Apresuremos el paso a la comunión plena”

El Papa, en Armenia, después del participar en la Divina Liturgia presidida por Karekin II

«Santidad, Queridos Obispos, Hermanos y hermanas
Al coronar esta visita, que tanto he deseado, y para mí ya inolvidable, deseo elevar mi agradecimiento al Señor, junto con el gran himno de alabanza y de acción de gracias que sube de este altar.
Vuestra Santidad me ha abierto en estos días las puertas de su casa y hemos experimentado «qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos (Sal 133,1). Nos hemos encontrado, nos hemos abrazado fraternalmente, hemos rezado juntos y compartido los dones, las esperanzas y las preocupaciones de la Iglesia de Cristo, cuyo corazón oímos latir al unísono, y en la que creemos y sentimos como una.
«Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza […]. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos» (Ef 4,4-6): con gozo podemos hacer verdaderamente nuestras estas palabras del apóstol Pablo.
Nos hemos encontrado precisamente en el signo de los santos Apóstoles. Los santos Bartolomé y Tadeo, que proclamaron por primera vez el Evangelio en estas tierras, y los santos Pedro y Pablo, que dieron su vida por el Señor en Roma, y que ahora reinan con Cristo en el cielo, se alegran ciertamente al ver nuestro afecto y nuestra aspiración concreta a la plena comunión. Por todo esto doy gracias al Señor, por vosotros y con vosotros: ¡Park astutsò! (¡Gloria a Dios!).
En esta Divina Liturgia, el solemne canto del trisagio se ha elevado al cielo, ensalzando la santidad de Dios; que descienda copiosamente la bendición del Altísimo sobre la tierra por intercesión de la Madre de Dios, de los grandes santos y doctores, de los mártires, sobre todo de tantos mártires que en este lugar habéis canonizados el año pasado.
«El Unigénito que vino aquí» bendiga vuestro camino. Que el Espíritu Santo haga de los creyentes un solo corazón y una sola alma; que venga a refundarnos en la unidad. Por eso quisiera invocarlo nuevamente, tomando algunas espléndidas palabras que han entrado en vuestra Liturgia.
Ven, Espíritu, Tú, «que con gemidos incesantes eres nuestro intercesor ante el Padre misericordioso, Tú, que velas por los santos y purificas a los pecadores»; infunde en nosotros tu fuego de amor y unidad, y «que este fuego diluya los motivos de nuestro escándalo» (Gregorio de Narek, Libro de las Lamentaciones, 33, 5), ante todo, la falta de unidad entre los discípulos de Cristo.
Que la Iglesia Armenia camine en paz, y la comunión entre nosotros sea plena. Que brote en todos un fuerte anhelo de unidad, una unidad que no debe ser «ni sumisión del uno al otro, ni absorción, sino más bien la aceptación de todos los dones que Dios ha dado a cada uno, para manifestar a todo el mundo el gran misterio de la salvación llevada a cabo por Cristo, el Señor, por medio del Espíritu Santo» (Palabras al final de la Divina Liturgia, Iglesia patriarcal de San Jorge, Estambul, 30 noviembre 2014).
Acojamos la llamada de los santos, escuchemos la voz de los humildes y los pobres, de tantas víctimas del odio que sufrieron y sacrificaron sus vidas a causa de su fe; tengamos el oído abierto a las jóvenes generaciones, que anhelan un futuro libre de las divisiones del pasado. Que desde este lugar santo se difunda de nuevo una luz radiante; la de la fe, que desde san Gregorio, vuestro padre según el Evangelio, ha iluminado estas tierras, y a ella se una la luz del amor que perdona y reconcilia.
Así como los Apóstoles en la mañana de Pascua, no obstante las dudas e incertidumbres, corrieron hasta el lugar de la resurrección atraídos por el amanecer feliz de una nueva esperanza (cf. Jn 20,3-4), así también sigamos nosotros en este santo domingo la llamada de Dios a la comunión plena y apresuremos el paso hacia ella.
Y ahora, Santidad, en nombre de Dios te pido que me bendigas, a mí y a la Iglesia Católica, que bendigas esta nuestro recorrido hacia la unidad plena».

6/25/16

‘Memoria, fe y amor misericordioso’ bases de vida cristiana

SERGIO MORA


El papa Francisco celebró este sábado la santa misa en la segunda ciudad de Armenia, Gyumri, apenas llegado desde el memorial de Tzitzernakaberd, en las afueras de la capital Ereván, donde abrió el segundo día de su visita apostólica recordando al millón y medio de armenios exterminados durante el imperio otomano.
Ahora en la segunda ciudad, la cual durante el dominio soviético tuvo el nombre de Lininakan, en honor al dictador Lenín, y que en 1988 sufrió un devastador terremoto, el Santo Padre celebró la ‘Misa votiva de la Misericordia de Dios’, según el rito latino, en italiano y armenio. Estuvo presente a la misa el catholicós Karekim II.
“Después de la terrible devastación del terremoto, estamos hoy aquí para dar gracias a Dios por todo lo que ha sido reconstruido” señaló el Papa en su homilía, invitando a construir la propia vida cristiana en tres bases estables.
La primera, la gracia de la memoria de lo que el Señor ha hecho en nosotros y por nosotros: “nos ha elegido, amado, llamado y perdonado”, pero también “otra memoria que se ha de custodiar: la memoria del pueblo”, la vuestra “muy antigua y valiosa”.
“En vuestras voces resuenan –dijo el Papa refiriéndose a la memoria– la de los santos sabios del pasado; en vuestras palabras se oye el eco del que ha creado vuestro alfabeto con el fin de anunciar la Palabra de Dios; en vuestros cantos se mezclan los llantos y las alegrías de vuestra historia. Pensando en todo esto, podéis reconocer sin duda la presencia de Dios: él no os ha dejado solos. Incluso en medio de tremendas dificultades” y de “las primicias de vuestra fe, de todos los que han dado testimonio, aun a costa de la sangre, de que el amor de Dios vale más que la vida”.
La segunda base es la fe, que “es también la esperanza para vuestro futuro”, y rechazar “la tentación de considerarla como algo del pasado”, de manera que “el encuentro con la ternura del Señor ilumine el corazón de alegría” más fuerte que el dolor, transformándose en paz.
El Pontífice invitó especialmente a los jóvenes a no tener miedo de dar el propio ‘sí’, “para dar continuación a la gran historia de evangelización, que la Iglesia y el mundo necesitan en esta época difícil, pero que es también tiempo de misericordia”.
La tercera base es el amor misericordioso: la vida del discípulo de Jesús se basa en esta roca, porque “estamos llamados ante todo a construir y reconstruir, sin desfallecer, caminos de comunión, a construir puentes de unión y superar las barreras que separan”.
“Se necesitan cristianos –añadió el Santo Padre– que no se dejen abatir por el cansancio y no se desanimen ante la adversidad, sino que estén disponibles y abiertos, dispuestos a servir” además de “sociedades más justas, en las que cada uno tenga una vida digna y ante todo un trabajo justamente retribuido”.
“Nadie como Gregorio de Narek, palabra y voz de Armenia ha sabido penetrar en el abismo de miseria que puede anidar en el corazón humano” recordó Francisco, y señaló que él “nos enseña que lo más importante es reconocerse necesitados de misericordia y después, frente a la miseria y las heridas que vemos, no encerrarnos en nosotros mismos, sino abrirnos con sinceridad y confianza al Señor”.
El Papa concluyó invocando con las palabras del santo armenio, el don de no cansarse nunca de amar: Espíritu Santo «Concédenos la gracia de animarnos a la caridad y a las buenas obras […] Espíritu de mansedumbre, de compasión, de amor al hombre y de misericordia, […] tú que eres todo misericordia, […] ten piedad de nosotros, Señor Dios nuestro, según tu gran misericordia» (Himno de Pentecostés).

6/24/16

El Papa rumbo a Armenia

 ROCÍO LANCHO GARCÍA


El papa Francisco, con un ligero retraso de veinte minutos, ha iniciado el 14º viaje internacional de su pontificado, que supone además el 22º país que visita desde que fue elegido sucesor de Pedro. Este país se considera “el primer país cristiano” ya que en el año 301, gracias a San Gregorio el Iluminador, fue el primero en adoptar el cristianismo como religión oficial.
Desde el aeropuerto romano de Fiumicino, ha comenzado un viaje que durará cuatro horas y en el que sobrevolará Italia, Croacia, Bosnia Herzegovina, Montenegro, Serbia, Bulgaria, Turquía y finalmente Armenia. Francisco aterrizará en la capital, Ereván.  
Como es habitual en los viajes, en el séquito papal le acompañan el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin; el sustituto monseñor Angelo Becciu; y el prefecto de la Casa Pontificia, monseñor Georg Ganswein entre otros. Y siguiendo la tradición, también acompaña a Francisco un laico trabajador de la Santa Sede, que en esta ocasión se trata de un empleado de la Biblioteca Apostólica.  
El Santo Padre, a su llegada al aeropuerto “Zvartnots” de Ereván será acogido por numerosas autoridades, entre ellos el presidente de la República, Serzh Sargsyan, obispos de la Iglesia Apostólica y de la Iglesia Católica. En Armenia, Francisco estará un total de 52 horas en las que pronunciará 4 discursos y una homilía, aunque asistirá a un total de 16 eventos.
Además el viaje de este fin de semana se debe considerar la primera etapa del ‘viaje al Cáucaso’, cuya segunda parte será del 30 de septiembre al 2 de octubre, en Georgia y Azerbaiyán.
“Visita al primer país cristiano”, son las palabras elegidas para el lema de este viaje. El logo realizado es un sello redondo dividido por la mitad con los colores de las dos iglesias: morada por la Apostólica Armenia, amarilla por la Iglesia Católica de Roma. Las dos mitades están unidas por una corona blanca que completa así los colores de la Santa Sede. En el fondo se ven las imágenes de monasterio de Khor Virap y el monte Ararat al fondo. Ambos son considerados símbolos fundamentales de la nación. El monasterio está en el lugar donde estuvo prisionero san Gregorio durante 14 años y el monte Ararat es el lugar donde, en la Biblia, el Arca de Noé se detuvo una vez que terminó el diluvio universal.
Se trata de la segunda oportunidad en la que un Papa visita Armenia. La anterior fue en 2001, cuando san Juan Pablo II llegó hasta Ereván para la celebración de los 1700 años de cristianismo en Armenia. En ese viaje, en una declaración conjunta firmada con  Karekin II, patriarca de la Iglesia Apostólica Armenia, el Papa polaco utilizó la palabra ‘genocidio’ para referirse a la matanza del imperio otomano, que Turquía aún no reconoce. De este modo, aseguró que “el exterminio de un millón y medio de cristianos armenios, en lo que se considera generalmente como el primer genocidio del siglo XX, y la siguiente aniquilación de miles bajo el antiguo régimen totalitario, son tragedias que todavía perduran en la memoria de la generación actual”.
También se refirió a genocidio el papa Francisco en abril del año pasado en la basílica de San Pedro, con ocasión de la conmemoración del centenario de este dramático acontecimiento histórico. Que un Pontífice hablara nuevamente de la “primera matanza del siglo XX” provocó la reacción de disconformidad del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
Armenia tiene una población de 2.914.000 habitantes, de los que 280 mil son católicos, es decir, el 9,6 por ciento de la población. Hay una circunscripción eclesiástica y 20 parroquias. Actualmente hay 3 obispos, 27 sacerdotes, 2 religiosos y 20  religiosas. Los seminaristas son 69. La Iglesia cuenta con 1 centro de educación católica. Por lo que concierne a los centros caritativos y sociales de propiedad de la Iglesia o que son dirigidos por eclesiásticos o religiosos, en Armenia hay un hospital, 20 ambulatorios, 5 hogares para ancianos, inválidos o discapacitados y 3 instituciones de otro tipo.

6/23/16

Un extraño silencio sobre el adulterio

CATHOLIC.NET


Vale la pena enfrentarnos al adulterio para denunciar sus males y para ayudar a tantos hombres y mujeres a huir de este pecado
El pecado de adulterio ha sido y sigue siendo algo muy frecuente en la historia humana. Surge por diversos motivos y lleva a resultados nefastos: infidelidad al propio esposo o esposa, tensiones en la familia, problemas con los hijos.
A pesar de la frecuencia de este pecado y de la condena firme que encontramos contra el mismo en la Biblia, un extraño silencio parece envolverlo en nuestros días.
Sí: se habla de pecados muy graves, como la trata de seres humanos, o el tráfico de drogas, o el crimen, o el robo, o la usura, o la especulación económica que daña a miles de inocentes. Pero del adulterio, ¿qué se dice?
Para que el tema no quede abandonado en el limbo del olvido, podemos entresacar algunas ideas presentes en el “Catecismo de la Iglesia Católica” (abreviado como CIC).
Una caracterización de este pecado aparece en dos números del Catecismo, en los cuales encontramos varias citas de la Sagrada Escritura. En el n. 2380, el adulterio queda definido así: “Esta palabra designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio”.
Inmediatamente después, ese mismo n. 2380 recuerda pasajes de la Escritura que hablan del adulterio:
“Cristo condena incluso el deseo del adulterio (cf. Mt 5,27 28). El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el adulterio (cf. Mt 5,32; 19,6; Mc 10,11; 1Co 6,9 10). Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría (cf. Os 2,7; Jr 5,7; 13,27)”.
El número siguiente explica la grave injusticia que se comete en cada adulterio. Quien lo comete “falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres” (n. 2381).
Se trata de un acto que siempre es moralmente ilícito, que nunca puede ser llevado a cabo, ni siquiera para obtener algún bien (cf. CIC n. 1756). Por eso se explica cómo en los primeros siglos de la Iglesia el adulterio era considerado como uno de los pecados más graves, como lo eran también el homicidio o la idolatría (cf. CIC n. 1447).
Con una doctrina tal clara, y en un mundo tan confundido y manipulador, vale la pena enfrentarnos al adulterio para denunciar sus males y para ayudar a tantos hombres y mujeres a huir de este pecado. Y, si alguno ha caído en el mismo, para acompañarle, con respeto y tacto, a dar el paso que permita una conversión madura: reconocer que uno ha pecado, arrepentirse, pedir misericordia en el sacramento de la confesión, y reparar los daños causados en la propia familia.
Sólo con católicos valientes, que sepan imitar la audacia de san Juan Bautista al denunciar el adulterio de Herodes, incluso a riesgo de su vida (cf. Mt 14,1-11), podremos desenmascarar un mal dañino para cada matrimonio. Así, desde una auténtica conversión, muchos esposos superarán los males del adulterio, renovarán su amor, y trabajarán con más entusiasmo para ser fieles a sus compromisos matrimoniales.

6/22/16

Jesús nunca permanece indiferente a la oración humilde y confiada




El Papa en la Audiencia General



“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
“Señor, si quieres, puedes purificarme!” (Lc 5, 12): Es la petición que hemos escuchado dirigir a Jesús por un leproso. Este hombre no pide solamente ser sanado, sino ser “purificado”, es decir, resanado integralmente, en el cuerpo y en el corazón. De hecho, la lepra era considerada una forma de maldición de Dios, de impureza profunda. El leproso tenía que estar lejos de todos, no podía acceder al templo ni a ningún servicio divino. Lejos de Dios y lejos de los hombres. Triste vida hacía esta gente.
A pesar de eso, ese leproso no se resigna ni a la enfermedad ni a las disposiciones que hacen de él un excluido. Para llegar a Jesús, no temió infringir la ley y entrar en la ciudad, cosa que no tenía que hacer, que era prohibido, y cuando lo encontró “se postró ante él y le rogó: ‘Señor, si quieres, puedes purificarme’”.
¡Todo lo que este hombre considerado impuro hace y dice es expresión de su fe! Reconoce el poder de Jesús: está seguro que tiene el poder de sanarlo o que todo depende de su voluntad. Esta fe es la fuerza que le han permitido romper toda convicción y buscar el encuentro con Jesús, arrodillándose delante de Él y llamarlo ‘Señor’.
La súplica del leproso muestra que cuando nos presentamos a Jesús no es necesario hacer largos discursos. Bastan pocas palabras, siempre y cuando estén acompañadas por la plena confianza en su omnipotencia y en su bondad. Confiarse a la voluntad de Dios significa de hecho entrar en su infinita misericordia.
Aquí hago una confidencia personal: por la noche, antes de ir a la cama, rezo esta breve oración: “Señor si quieres puedes purificarme” y rezo cinco Padre Nuestro, uno por cada llaga de Jesús, porque Jesús nos ha purificado con las llagas. Esto lo hago yo, y lo pueden hacer también todos en su casa. Y decir: “Señor, si quieres puedes purificarme”. Pensar en las llagas de Jesús y decir un Padre Nuestro por cada una. Y Jesús nos escucha siempre.
Jesús es profundamente tocado por este hombre. El Evangelio de Marcos subraya que “Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: ‘Lo quiero, queda purificado’”(1,41). El gesto de Jesús acompaña sus palabras y hace más explícita la enseñanza. Contra la disposición de la Ley de Moisés, que prohibía acercarse a un leproso  (cfr Lv 13,45-46), Jesús, contra la prescripción, extiende la mano e incluso lo toca.
¡Cuántas veces encontramos a un pobre que viene a nuestro encuentro! Podemos ser incluso generosos, podemos tener compasión, pero normalmente no lo tocamos. Le damos una moneda, pero evitamos tocar la mano, la tiramos ahí. ¡Y olvidamos que eso es el cuerpo de Cristo! Jesús nos enseña a no tener miedo de tocar al pobre y excluido, porque Él está en ellos.
Tocar al pobre puede purificarnos de la hipocresía e inquietarnos por su condición. Tocar a los excluidos. Hoy me acompañan aquí estos chicos. Muchos piensan de ellos que sería mejor que se hubieran quedado en su tierra, pero allí sufrían mucho. Son nuestros refugiados. Pero muchos les consideran excluidos. Por favor, son nuestros hermanos. El cristiano no excluye a nadie, da sitio a todos, deja venir a todos.
Después de haber sanado al leproso, Jesús le pide que no hable con nadie, pero le dice: “Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio” (v. 14).
Esta disposición de Jesús muestra al menos tres cosas. La primera: la gracia que actúa en nosotros no busca el sensacionalismo. Normalmente esta se mueve con discreción y sin clamor. Para medicar nuestras heridas y guiarnos en el camino de la santidad, esta trabaja modelando con paciencia nuestro corazón sobre el Corazón del Señor, para asumir cada vez más los pensamientos y los sentimientos.
La segunda: haciendo verificar oficialmente la sanación a los sacerdotes y celebrando un sacrificio expiatorio, el leproso es readmitido en la comunidad de los creyentes y en la vida social. Su reintegro contempla la sanación. ¡Como él mismo había suplicado, ahora está completamente purificado! Finalmente, presentándose a los sacerdotes el leproso les da testimonio sobre Jesús y su autoridad mesiánica. La fuerza de la compasión con la que Jesús ha sanado al leproso ha llevado la fe de este hombre a abrirse a la misión. Era un excluido ahora es uno de nosotros.
Pensemos en nosotros, en nuestras miserias. Cada uno tiene la propia, pensemos con sinceridad. ¡Cuántas veces las cubrimos con la hipocresía de las “buenas maneras”! Y precisamente entonces es necesario estar solos, ponerse de rodillas delante de Dios y rezar: “Señor, si quieres, puedes purificarme”. Y es necesario hacerlo, hacerlo antes de ir a la cama, todas las noches. Y ahora hacemos esta bonita oración: ‘Señor si quieres, puedes purificarme’. Todos juntos, tres veces, todos: ‘Señor, si quieres, puedes purificarme. Señor, si quieres, puedes purificarme. Señor, si quieres, puedes purificarme’.Gracias”.