El Papa ayer en Santa Marta
Claro que se puede rezar a la Virgen, a los Ángeles y a los Santos. Pero la piedra de toque de la oración es Padre. Si no somos capaces de iniciar la oración con esa palabra, la oración no irá bien. Padre. Es sentir la mirada del Padre sobre mí, sentir que esa palabra Padre no es perder el tiempo, como las palabras de las oraciones de los paganos: es una llamada al que me dio la identidad de hijo. Ese es el espacio de la oración cristiana –Padre–, y luego ya podemos rezar a todos los Santos, a los Ángeles, y también hacer procesiones, peregrinaciones… Todo eso es hermoso, pero siempre comenzando con Padre y conscientes de que somos hijos y que tenemos un Padre que nos ama y que conoce todas nuestras necesidades. Ese es el espacio.
Pero en la oración del Padrenuestro, Jesús también habla del perdón al prójimo como Dios nos perdona a nosotros. Si el espacio de la oración es decir Padre, la atmósfera de la oración es decir nuestro: somos hermanos, somos familia. Recordemos lo que le pasó a Caín que odió al hijo del Padre, odió a su hermano. El Padre nos da la identidad y la familia. Por eso es tan importante la capacidad de perdón, de olvidar las ofensas, esa sana costumbre de decir: bueno, déjalo estar… que sea lo que Dios quiera, y no tener rencor, resentimiento ni ganas de venganza.
Rezar al Padre perdonando a todos, olvidando las ofensas, es la mejor oración que puedes hacer. Es bueno que algunas veces hagamos examen de conciencia sobre esto. ¿Para mí, Dios es Padre, lo siento Padre? Y si no lo siento así, pues se lo pido al Espíritu Santo, para que me enseñe a sentirlo así. ¿Soy capaz de olvidar las ofensas, de perdonar, de dejar las cosas, y si no, de pedir al Padre: bueno, también son tus hijos, y, aunque me han hecho una cosa fea, ayúdame a perdonar?. Hagamos ese examen de conciencia y nos sentará bien, bien, bien. Padre y nuestro: nos da la identidad de hijos y nos da una familia para ir juntos por la vida.