La palabra fósforo proviene del griego. Significa portador de luz. La luz que emite ese elemento se debe a la combustión espontánea que hace con el aire. Como tú eres más listo que el aire, pronto sabrás a cuento de qué viene todo esto.
Si tienes un blog al que quieres sacar chispas, te constará por propia experiencia que hay días en que uno se pone al teclado y está tan poco inspirado que puede llegar a pensar si no es un poco tarugo. Otros días, cuando las musas te visitan, puedes tener la tentación de venirte demasiado arriba y pensar: aquí hay madera. Ni tanto, ni tan calvo.

“   Y todo esto, ¿a cuento de qué?

Me explico: hablarte de fósforo y madera me trae a la memoria algo que leí hace poco:se necesita solo un árbol para hacer un millón de cerillas. Y solo una de ellas para quemar un millón de árboles.
Piensa en cada entrada de este blog como un pequeño fósforo que produce quien te escribe.
Con ese fósforo pretendo aportarte −desde su pequeñez− un poco de luz; o calor; o color y hasta alegría.
Tú, a veces, coges la cerilla y… ¡vaya el juego que le das! Al punto que, en ocasiones, me digo: ¡Con esa pequeña chispa han montado casi las Fallas de Valencia! Bellísimo espectáculo. Pero no te equivoques: los monumentos para la cremá los has puesto tú. Lo mío: nada más que una chispa.

“  Me pasó hace poco. Escribí un post. Te invitaba al coraje de poner al mal tiempo buena cara

Y a todas esas cosas que quedan muy requetebién sobre el papel, en la pantalla del ordenador… pero que a veces son bien difíciles de practicar.
Al poco de publicar el post, que hice a medias con Edita… mensaje privado en una red profesional. Me escribía un joven contacto. Llamémosle Javier.
Lo que Javier me decía me dejó claro que mi tiempo en redactar aquel post había merecido la pena. No, no me refiero a que la entrada en cuestión fuera El Quijote. Pero había sido una cerilla útil.
El mensaje del chaval, de Javier, decía:
“Gracias, José, por publicar esta entrada en el grupo. El post parece para mí. No sabes cómo me ha venido. A causa de una revisión rutinaria, de empresa, me acaban de detectar un tumor. Parece que no es muy grave. Ya estoy con pruebas. Creo que eres un hombre de fe así que te pediría el favor personal de tus oraciones. ¡Gracias! ¡Un abrazo!”.

“  ¿Gracias a mí?

Mi respuesta fue inmediata; me había quedado tocado: “Javier: ten la seguridad de que recobrarás pronto la salud; y de que rezaré por ti. ¡Mucho ánimo y todo mi apoyo!”. Y añadí: “Y muchas gracias porque me haces acordarme de la importancia de rezar. Uno -es mi caso- siempre tiene ¡muuucho que mejorar! ¡Abrazos!”.
Así que, tras el simple post y el cruce de mensajes −lo que prometo, lo hago−, me he puesto a la tarea.
Pensé en no publicar este post. Pensé también en hacerlo. Naturalmente, previa autorización de Javier, que leyó esto cuando aún era un mero borrador.
Javier me dijo que sí; que quería que lo publicara: porque podía ayudar a otras personas, porque no tiene nada que ocultar, porque aún sigue tratándose y porque… te agradece que, si quieres, le dediques un avemaría o −si no− al menos le desees lo mejor.
Estoy seguro de que eso todos se lo deseamos. Pues ya sabes: que te acuerdes de ello; y de él.
No es la primera vez que, tras un post, alguien me escribe en privado para contarme por qué le ha venido bien leerlo. O pasárselo a un hijo. O a un alumno. A veces… se te pone un nudo en la garganta. Porque es bien poco lo que das y mucho lo que recibes…

“  En esto del blog hay cosas y casos curiosos

Una señora de Iberoamérica me cuenta que lee el post en voz alta a su hijo. ¡Pobre chaval! (es broma, lo de pobre; o no…). Una profe me escribe que lleva algún post a reuniones de los claustros. Un padre de familia numerosa, que imprime alguno y lo pega en una pared de la cocina… Me alegra que puedan ser cerillas útiles. Las de la cocina, al menos. Aunque creo que ya hay mucha, mucha vitrocerámica…
Todas estas cosas −y muchas más− me hacen pensar en lo que es la razón de mi blog. Está en el frontispicio (perdón por el palabro) de Dame tres minutos. No lo puedo decir más claro: “Te escribo porque me importas” (haz clic en el enlace).
Concluyo. Quiero hacerlo con tres citas que te regalo y que regalo sobre todo a Javier:
● “El valor es la primera de las cualidades humanas porque es la cualidad que garantiza todas las demás”. W. Churchill.
● “Bajo ciertas condiciones, las fases más duras de nuestra vida pueden alimentar nuestros objetivos más nobles, contribuir a nuestro desarrollo personal” Konosuke Matsushita. Empresario Panasonic.
● “El que resiste, vence”. Camilo José Cela.
¡Ánimo, pues! Todo acabará pronto y bien. Sin duda. Ya ves, Javier, la que has liado con una cerilla…
Amigo lector: Javier y yo contamos contigo.
No me (le) falles. ¡Gracias!
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.