Alfonso Aguiló
Un pequeño cambio de dirección en el largo viaje de la vida, marca una diferencia cada vez mayor con el paso del tiempo
"Así se inició el paseo aquella tarde.
De cuando en cuando ella se detenía para retirar de la carretera,
empujándolas con su cachavita negra, algún cristal o alguna piedra de
mayor tamaño". "En detalles tan nimios como este se conoce a los
personas", pensé; y luego me entretuve meditando si alguna vez en mi
vida me había guiado este instinto de caridad hacia mis semejantes.
Comprendí que no y me avergoncé de ello.
"Cada vez que esa viejecita se detuvo
después, a lo largo de nuestro paseo, sentí una especie de censura
interior que me sobrecogía".
Este breve retazo de una de las obras de Miguel Delibes bien puede servirnos para reflexionar sobre la trascendencia que tienen muchas de esas pequeñas cosas, esos detalles que parecen carecer de importancia pero que, en su conjunto, hacen a unas personas diferentes de las otras.
Todos recordamos detalles nimios, como
ese, en los que nos fijamos una vez y que han quedado grabados en
nuestra memoria, porque nos han llevado a una reflexión que les ha dado
relevancia. A otros, quizá, les parecería absurdo que cuestiones tan
pequeñas hayan podido resultarnos importantes, pero lo fueron, y
comprendemos que esas menudencias son como el sabor del ser de las
cosas.
Algunos detalles pequeños
Sabemos también que la felicidad y el acierto en el vivir
dependen en gran medida cómo vivimos muchos de esos detalles mínimos.
Por ejemplo, si sabemos reconocer a una persona que ha hecho bien su
trabajo y le tratamos como merece, eso nos hace mejores a nosotros y a
él. Y si hacemos el propósito de agradecer cualquier favor que recibamos
o cualquier servicio que nos hagan, por pequeño que sea, haremos el
mundo más habitable.
Podemos poner más empeño en hacer la vida agradable
a quienes nos rodean y proponernos llamar de vez en cuando, sin
necesidad de grandes motivos, a esos amigos y familiares que quizá
tratamos menos; o, ayudar económicamente, en la medida de nuestras
posibilidades, a esas personas o proyectos que necesitan un apoyo
nuestro. No es cuestión de tener mucho tiempo ni mucho dinero, sino de
cómo administramos el que tenemos.
No debemos pensar que la felicidad está en los grandes
acontecimientos. Hay que rastrearla en esas pequeñas luces
que se encuentran y se desperdigan en los detalles
Por ejemplo, en el trabajo, a lo mejor
no podemos aspirar hoy a grandes logros, porque quizá no se presente la
ocasión, pero sí podemos esperar o pronunciar una palabra inteligente,
un diminuto detalle que produce alegría y que no se esperaba. Todo eso
es la pequeña llave del detalle, que abre más corazones de lo que
imaginamos.
Lógicamente, lo grande de los detalles no es su valor material. Cuenta Hebbel
con ironía la historia de aquel hombre que, estando hundiéndose en el
mar, recibió la ayuda de un desconocido que le tiró una tabla a la que
pudo agarrarse y salvar así su vida. Y añade que el recién salido de las
aguas se dirigió a su salvador y le preguntó que cuánto costaba la
madera de la tabla, porque quería pagársela y así, agradecérsela. ¡Como
si su salvador le hubiera regalado una madera y no la vida!
Hemos de poner creatividad e ingenio para estar en los detalles.
La vida tiene, en cierta forma, una dinámica acumulativa: los cambios
conducen a otros cambios, la mejora estimula a otras mejoras. Al
avanzar, podemos caminar paso a paso, pero debemos ser constantes. Un
pequeño detalle, visto retrospectivamente tiempo después, ha dado lugar a
progresos importantes. Un pequeño cambio de dirección en el largo viaje
de la vida, marca una diferencia cada vez mayor con el paso del tiempo:
un resultado final muy diferente, aunque la diferencia inicial fuera
casi imperceptible.