Andrea Tornielli
El Papa Francisco pasa sus vacaciones en su casa, sin perder el buen humor, a pesar de algunas presuntas investigaciones periodísticas que lo retratan apesadumbrado y asediado de adversarios internos: desde hace algunos días en la puerta de su habitación en la Casa Santa Marta apareció un elocuente e irónico aviso que dice: «Prohibido quejarse».
También se lee en él que «los transgresores son sujetos a un síndrome de victimismo con la consecuente disminución del tono del humor y de la capacidad para resolver problemas».
Y «la sanción es doble si la violación es cometida ante la presencia de niños». El texto del aviso termina de esta manera: «Para volverse el mejor de uno mismo hay que concentrarse en las propias potencialidades y no en los propios límites, por lo tanto: deja de quejarte y actúa para hacer mejor tu vida».
Quienes lo notaron fueron los interlocutores más recientes del Pontífice, invitados a Santa Marta, entre los que hay un anciano sacerdote italiano, amigo de hace tiempo, quien, después de haber pedido la autorización, le tomó una foto para divulgarlo. Fue el mismo Francisco quien se lo enseñó al final de una audiencia a principios de esta semana. Ambos sonrieron.
Ese aviso lo inventó el psicólogo y psicoterapeuta Salvo Noé, autor de libros y de cursos de motivación. En su último volumen dedicó algunas páginas precisamente a Bergoglio. El pasado 14 de junio, al final de la audiencia en la Plaza San Pedro, Noé pudo saludar por unos instantes al Papa, a quien le regaló su libro, una pulsera y el aviso, que Francisco apreció inmediatamente y saludó con esta frase: «Lo voy a poner en la puerta de mi oficina, en donde recibo a las personas». Ahora bien, la «oficina» del Papa, en donde se verifican normalmente las audiencias, es en el Palacio Apostólico, cuya austeridad y belleza no habrían quedado muy bien con el aviso un poco goliárdico. Por lo que Francisco decidió ponerlo fuera de su habitación.
En muchas ocasiones, el autor de la Exhortación Evangelii gaudium (la alegría del Evangelio) ha indicado que los cristianos deben abandonar los tonos de la eterna queja: «A veces −dijo el Papa algunos meses después de haber sido elegido−, ¡algunos cristianos melancólicos tienen más cara de pimiento en vinagre que de personas alegres que tienen una vida bella!»
Andrea Tornielli, en lastampa.it.