Javier Vidal-Quadras
- La familia es “fundamento” y, como tal fundamento, no se puede “fundar”: es ella la que funda
Hace unos meses tuve ocasión de leer una conferencia que, bajo el título, hoy casi provocativo, de “¿Qué es una familia”? pronunció Fabrice Hadjadj, filósofo, director de la Fundación Anthropos, en Lausanne (Suiza).
En ella, el profesor Hadjadj constataba que existe un consenso generalizado en considerar a la familia como lugar del amor, lugar de la educación y socialización primera y lugar del crecimiento de la personalidad autónoma y respeto de las libertades.
Sin embargo, explicaba el autor, siendo ciertas todas estas afirmaciones, este enfoque desde sus características, sus competencias, sus deberes y derechos, en síntesis, desde su eficacia, se revela insuficiente y nos acaba distrayendo de lo esencial: el ser del hijo y de los padres.
Y buscando la familia perfecta podemos acabar topando con el perfecto orfanato o el centro de acogida más excelso, donde, ciertamente, priman el amor, la educación, la libertad.
El error básico consiste en considerar a la persona como mero individuo, no como hijo, no como ser familiar, con lo cual corremos el riesgo de proponer una familia “desfamiliarizada”, en la que lo primordial no sea el ser sino el bienestar. Y, en este terreno, las organizaciones, los centros de acogida, atendidos por especialistas y expertos, estarían siempre en mejores condiciones de educar con mayor eficacia “individual” y “social” que nosotros, los padres de la criatura. Incluso, llevado al extremo, cualquier otra pareja, de dos hombres, dos mujeres o mixta, o cualquier grupo entrenado podría ser capaz de dar a mis propios hijos un amor más perceptible, una instrucción más esmerada y unas cotas mayores de autonomía y libertad que las que mi mujer y yo podríamos proporcionarles.
Si analizamos la familia desde el ser “hijo-de” y “padre-de o madre-de”, las características analizadas adquieren una tonalidad distinta.
- El amor es un amor sin preferencias y sin elección, porque a nuestros hijos les queremos por el hecho de serlo, por lo que son y no por lo que tienen o aportan. Ni siquiera, en nuestra familia, son el objeto de nuestro deseo directo, porque nuestro deseo primero y primordial era (¡y, en mi caso, desde luego, sigue siendo!) su madre, y ellos fueron un regalo que nuestro amor generó. Como explica Hadjadj: «Cuando un hijo dice a sus padres: “Yo no elegí nacer”, los padres siempre pueden devolver el cumplido: “Nosotros tampoco, no te hemos elegido, nos has sido regalado y tratamos de cambiar nuestra sorpresa en gratitud”».
- La educación se recibe en la familia desde una “autoridad sin competencia” (que se ha de ir adquiriendo con el tiempo), es decir, a pesar de mis debilidades y carencias, y
- La libertad responde a unos lazos que no se pueden anular y que generan una red de relaciones que nos desbordan y no forman parte del proyecto original (¿acaso alguien pensó en su suegra, y después abuela de sus hijos, como “proyecto vital”?)
La consideración de la familia como “elemento natural y fundamental de la sociedad” (definición del art. 16.3 de la declaración Universal de Derechos Humanos) nos sitúa ante una realidad que nos antecede. La familia, en efecto, estaba ahí antes de que se desarrollara la Sociedad, el Estado y cualquier institución humana, y se encuentra en el principio exacto de cada vida humana concreta. La familia es “fundamento” y, como tal fundamento, no se puede “fundar”: es ella la que funda.
Por eso, acaba diciendo el profesor Hajdajd (perdón por la larga cita, pero no me veo capaz de resumirla con palabras más acertadas), la familia es el lugar de la resistencia:
«Resistencia a la ideología, al pensamiento políticamente correcto, a la programación. La familia es la comunidad de origen, dada por la naturaleza y no sólo establecida por convención. Por lo tanto, ofrece siempre, por su anclaje sexual, un contrapunto al artificio, y proporciona espacio para lo que podríamos llamar una verificación. El político puede cultivar su imagen pública, mostrar su mejor perfil en las redes sociales, pero, ¿cuál es su rostro en lo privado, ante su mujer y sus hijos? El gran Hércules, que derrotó a los monstruos, es patético ante Deyanira. El joven genio, que irrumpe en las pantallas, se avergüenza de ser visto con su papá y su mamá, que dan fe de su origen común. La voluntad de poder es siempre contrariada por la proximidad familiar. Por eso, tanto los totalitarismos como el liberalismo, los controles tecnológicos, o el fundamentalismo religioso, siempre empiezan por poner a la familia bajo tutela, antes de intentar destruirla».