Leopoldo Abadía
Me alegra ver que uno de los
chavales (…) habla del “talento, la ilusión, la capacidad, la
innovación”; pero añade: “y, por encima de todo, ser buenas personas”
En la revista Forbes del mes de junio, me llaman la atención dos cosas:
1. Una afirmación de Stanislaw Lem: “las ideas son como las pulgas: saltan de un hombre a otro. Pero no pican a todo el mundo”.
2. “El aumento de profesionales que no quieren estar en plantilla ayuda a redefinir el concepto de trabajador” (Editorial).
De Stanislaw, escritor polaco, satírico y filosófico, según veo en Wikipedia,
no sabía ni que existía. Si lo sabíais vosotros, perdonad por mi
ignorancia. Solo he leído la frase que he reproducido, con lo que quizá
es lo único en lo que esté de acuerdo con él.
Pero creo que es verdad. Que hay
personas que, en un ambiente creativo, se enriquecen y enriquecen a los
demás y otras, que pasan por allí como un rayo de sol por un cristal,
sin romperse ni mancharse, y, lo peor, sin enterarse, y, peor aún,
diciendo lo mal que está todo, porque ya no hay ideas buenas como antes.
De ahí derivan a afirmar muy seriamente que la culpa es de los
políticos y acaban diciendo que los que mandan intentan sofocar a los
que discurren. Por supuesto, no admiten que alguien, con buena voluntad,
les diga que la culpa es única y exclusivamente de ellos.
Yo creo que estamos en un momento de creatividad importante. Cuando ves que cuatro mozos de Elche inventan Hawkers, un negocio de gafas de sol, que han llegado a tener picos de 35 unidades vendidas por segundo, que patrocinan a Los Ángeles Lakers
y que facturan 100 millones de euros después de tres años de
funcionamiento y que siempre han tenido beneficios, piensas que a esos
la pulga les picó y se dejaron picar.
En las dedicatorias larguísimas que
suelo poner en mis libros, con frecuencia recomiendo tres cosas:
trabajar mucho, trabajar bien, ser muy buena persona.
Curiosamente, alguna vez me han mirado
con cara de sorpresa, por lo de “buena persona”. Me alegra ver que uno
de los chavales de Elche habla del “talento, la ilusión, la capacidad,
la innovación”. Pero añade: “Y, por encima de todo, buenas personas”.
En la segunda cita, el editorialista de Forbes dice que se está redefiniendo el concepto de trabajador.
Seguramente, se está redefiniendo “por fuera”: trabajo en casa,
atención a la familia, jornadas más largas, porque, en vez de acostarme,
acabo el trabajo que tengo pendiente −veo desde la ventana a un vecino
que a las 12 de la noche, cuando me voy a la cama, sigue con su
ordenador−, jornadas flexibles, trabajo y cobro basado en objetivos,
etc.
Pero el trabajo “por dentro” no cambia.
Iba a decir que no puede cambiar. Pues lo digo: no puede cambiar. El
talento, la ilusión, las ganas/la necesidad de formarse constantemente,
el dar vueltas a la cabeza para hacer las cosas cada vez mejor −o sea,
lo que llaman innovación−… todo eso, que es lo que el trabajo lleva
“dentro” es inmutable.
Y lo de “buenas personas”, inmutable y obligatorio.
Aunque a veces cueste un poco de esfuerzo.
Leopoldo Abadía, en lavanguardia.com