El Papa ayer en el Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
La liturgia de este domingo nos propone la parábola de los viñadores homicidas a los cuales el propietario confía la viña que él ha plantado y después se va (cf. Mt 21,33-43). Así se puso a prueba la lealtad de estos viñadores: la viña les es confiada, ellos la deben guardar, hacerla fructificar y devolver la cosecha al propietario.
Una vez llegado el tiempo de la vendimia, el propietario envía a sus servidores a recoger los frutos. Pero los viñadores adoptan una actitud posesiva: no se consideran como simples administradores, sino como propietarios y rehúsan recolectar. Maltratan a los siervos hasta el punto de matarlos. El propietario se muestra paciente con ellos: envía a otros servidores, más numerosos que los primeros, pero el resultado es el mismo. Al final, con su paciencia, decide enviar a su propio hijo, pero los viñadores, presos de sus comportamientos posesivos, matan también al hijo, pensando que así serían los herederos.
Este relato ilustra de una manera alegórica estos reproches que los profetas habían hecho en relación a la historia de Israel. Es una historia que nos pertenece: habla de la alianza que Dios quiso establecer con la humanidad y a la cual también nos llamó a participar. Pero, esta historia de alianza, como toda historia de amor conoce sus momentos positivos, pero está marcada por traiciones y rechazos.
Para entender como Dios responde a los rechazos opuestos a su amor y a su propuesta de alianza, el pasaje evangélico pone en los labios del propietario de la viña una cuestión: “Cuando venga el propietario de la viña, que les hará a los campesinos?” (v.40). esta cuestión subraya que la decepción de Dios ante el mal comportamiento de los hombres no es la última palabra!
Esta es la gran novedad del cristianismo: un Dios que, incluso decepcionado por nuestros errores y por nuestros pecados, no falta a su palabra, no se cierra, y sobre todo no se venga!
Hermanos y hermanas,Dios no se venga! Dios ama, no se venga, nos espera para perdonarnos, abrazarnos.
Por las “piedras rechazadas”- es Cristo la primera piedra que los constructores rechazaron”-, por las situaciones de debilidad y de pecado, Dios continua poniendo en circulación “el vino nuevo” de su viña, es decir la misericordia. Este es el vino nuevo de la viña del Señor: la misericordia.
Solo hay un obstáculo de cara a la voluntad tenaz y tierna de Dios: nuestra arrogancia y nuestra presunción, que a veces se convierte en violencia! De cara a estas actitudes y donde no haya fruto, la Palabra de Dios conserva toda su fuerza de reproche y de advertencia: “El Reino de Dios os será quitado y será dado a un pueblo que de fruto” (v. 43).
La urgencia de responder con buenos frutos a la llamada del Señor que nos llama a ser su viña, nos ayude a comprender lo que hay de nuevo y original en el cristianismo.
No es tanto una suma de preceptos y de normas morales, sino que ante todo es una proposición de amor que Dios, por Jesús, ha hecho y continúa haciendo a la humanidad. Es una invitación a entrar en esta historia de amor, convirtiéndose en una viña vivaz y abierta, rica en frutos y en esperanza para todos.
Una viña cerrada puede volverse salvaje y producir uvas salvajes.
Estamos llamados a salir de la viña para ponernos al servicio de nuestros hermanos que no están con nosotros, para sacudirnos mutuamente y animarnos , para recordarnos que debemos ser la viña del Señor en todos los medios, incluso en los más lejanos y desfavorecidos.
Queridos hermanos y hermanas, invoquemos la intercesión de la Virgen María para que ella nos ayude a ser, en todas partes, especialmente en las periferias de la sociedad, la viña que el Señor ha plantado para el bien de todos y a aportar el vino nuevo de la misericordia del Señor.