Almuerzo del Papa con los pobres, los refugiados y los detenidos
Qué alegría de veros a tantos en esta casa! Es como la casa de Nuestra Madre, la casa de la misericordia, la Iglesia que acoge a todo el mundo, especialmente a aquellos que tienen necesidad de un lugar. Vosotros sois el centro de esta casa. La Iglesia os quiere en el centro. No prepara un lugar especial o diferente: en centro y juntos. La Iglesia es de todos, particularmente de los pobres. Todos somos invitados, solamente por gracia. “Es un misterio de amor gratuito de Dios que nos quiere aquí, no por mérito, sino por su amor.
En esta casa normalmente celebramos el misterio de la Eucaristía, la comida sobre la cuál es depositado el pan y el vino que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, partido y derramado para la multitud de los hombres que él ama. Que la matemática de Dios es extraña: se multiplica solamente si se divide!.
Preparemos siempre una comida de amor para quien tenga necesidad.
La caridad nunca es en sentido único, siempre es circular y todos dan y reciben algo. Todos recibimos y todos sabemos y podemos dar mucho. Jesús no aparta a nadie, no desprecia a nadie. Tiene sed y nos pide que le demos de beber porque él camina con nosotros y sufre con nosotros. Y tenemos este cántaro, puede ser un poco usada, que le puede dar agua, que es nuestro corazón!. Nuestra vida es siempre preciosa y todos tenemos algo que dar a los otros.
Al final, os será dado el alimento más precioso, el Evangelio, la Palabra de Dios que todos llevamos en el corazón, que para nosotros cristianos tiene el rostro de Jesús. Es para vosotros! Él se vuelve justamente hacia aquellos que tienen necesidad!. Tomadle todos y llevadlo como signo, marca personal de amistad con Dios que se hace peregrino y sin lugar para prepararlo a todos.
Todos somos viajeros, mendicantes de amor y de esperanza, y tenemos necesidad de ese Dios que se hace cercano a nosotros y se revela en la fracción del pan.
Este pan de amor que hoy compartimos, dadlo vosotros también a los otros. Ofreced a los otros simpatía y amistad. Es el compromiso que todos podemos tener. Hay una gran necesidad. Tenéis una sensibilidad particular para captar la dimensión humana, porque vosotros sabéis cuál es la fragilidad, la necesidad de tender las manos, de dejarse ayudar dejando de lado el orgullo.
El “Padre nuestro” que recitaremos al final es verdaderamente la oración de los pobres. La demanda de pan, en efecto, expresa la confianza en Dios para las necesidades primarias de nuestra vida. Lo que Jesús nos enseñó por medio de esta oración expresa y recoge la voz de aquellos que sufren de la precariedad de la existencia y de la falta de lo necesario. A los discípulos que le pedían a Jesús que les enseñara a orar, Él respondió con las palabras de los pobres que se dirigen al único Padre en el cuál todos se reconocen como hermanos. El “Padre nuestro” es una oración que se expresa en plural: el pan que se pide es “nuestro”, y esto implica compartir, participación y responsabilidad común. En esta oración, reconocemos todas las exigencias de ir más allá de toda clase de egoísmo para acceder a la alegría de la acogida recíproca.
Hoy nosotros podemos compartir nuestro pan cotidiano. Y queremos dar todos gracias a Dios.