5/12/19

Buscar agradar a Dios, secreto de la alegría sacerdotal

Homilía del Papa en las Ordenaciones en San Pedro


¡Queridos hermanos y hermanas!
Estos hijos nuestros han sido llamados a la orden de los presbíteros y es necesario reflexionar con atención a qué ministerio acceden en la Iglesia. Como bien saben hermanos el Señor Jesús es el único Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento, aunque en verdad de todo el pueblo santo de Dios que ha sido constituido Sacerdocio Real en Cristo. sin embargo el Gran Sacerdote Jesucristo eligió algunos sacerdotes para que desempeñasen en la Iglesia en su nombre el oficio sacerdotal para bien de todos los hombres, así para que pueda continuar con su misión de Maestro, sacerdote y Pastor.
De hecho, él mismo fue enviado por el Padre, a su vez, él envió a los apóstoles en el mundo para continuar sin interrupción su obra, luego a los obispos y sus sucesores, los presbíteros sus colaboradores con quienes unidos en el ministerio sacerdotal han sido llamados al servicio del Pueblo de Dios.
Después de muchos años de reflexión, reflexión de los superiores, reflexión personal, de aquellos que los han acompañado en este camino, hoy se presentan aquí para que se les confiera el Orden Sacerdotal, ellos serán configurados a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, serán consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento y con este título se reúnen y se unen a los obispos en el Orden Sacerdotal, serán Pastores del Pueblo de Dios, dispensarán el culto, especialmente el sacrificio del Señor, es decir, la Eucaristía.
En cuantos a ustedes hermanos queridos, están por ser promovidos al Orden Presbiterial, consideren que ejercitando el ministerio de la Sagrada Doctrina, serán partícipes de la misión de Cristo, como Maestro. Esta no es una asociación cultural, no es un sindicato, no, ustedes serán partícipes del Ministerio y del Misterio de Cristo. Dispensen a todos esa palabra que ustedes mismos han recibido de Cristo, por esto, lean y mediten frecuentemente la Palabra del Señor, porque para creer lo que han leído y enseñar lo que han aprendido y vivir lo que han enseñado. Jamás se puede hacer una homilía, una predicación sin mucha oración, con la Biblia en la mano, no se olviden de esto, que sea de alimento al Pueblo de Dios vuestra doctrina unida a la oración será muy fecunda, que sea de alegría y gozo para los fieles, el perfume de su vida, hombres de oración, hombres de sacrificio, porque con la palabra y el ejemplo, edifican la casa de Dios, la Iglesia y ustedes continuarán así la obra salvadora de Cristo.
Mediante vuestro ministerio y el sacrificio espiritual de los fieles, se unen al sacrificio de Cristo y por sus manos en nombre de toda la Iglesia les es ofrecido el sacrificio cruento en el altar de los sagrados misterios. Estén atentos a la celebración de la Eucaristía, reconozcan ustedes entonces lo que hacen, imiten lo que celebren porque participando en el misterio de la  muerte y resurrección del Señor, puedan llevar la muerte de Cristo a sus miembros y puedan cambiar de vida.
El Señor nos ha querido salvar gratuitamente, él mismo nos han dicho: “den gratis lo que gratis han recibido”.La celebración de la Eucaristía es lo máximo de la gratuidad del Señor, por favor, no la ensucien con intereses mezquinos.
Por el bautismo agregarán nuevos fieles al Pueblo de Dios, con el sacramento de la Penitencia darán el perdón de Cristo, de la Iglesia y por favor les pido, no se cansen de ser misericordiosos, misericordiosos, como el Padre, como Jesús ha sido misericordioso con todos nosotros. Con el Óleo Santo, darán alivio a los enfermos. Pierdan el tiempo visitando a los enfermos. Al celebrar los ritos sagrados y elevar la oración de alabanza y súplica en diferentes momentos del día, se convertirán en la voz del Pueblo de Dios y de toda la humanidad.
Conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos en su favor para ocuparos en las cosas de Dios, ejerciten con alegría y sincera caridad la obra sacerdotal de Cristo, buscando solo agradar a Dios y no a ustedes mismos. La alegría sacerdotal está solo en este camino, buscando agradar a Dios que nos ha elegido. Finalmente, al participar en la misión de Cristo, Jefe y Pastor, en comunión filial con su obispo, comproméntanse a unir a los fieles en una sola familia. Aquí están las proximidades propias de los sacerdotes: próximos de Dios en oración, próximos del obispo que es vuestro padre, próximos del presbiterio, de otros sacerdotes, como hermanos, sin decirse una palabra, y cerca del Pueblo de Dios. Siempre tengan en sus ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, sino para servir y para buscar y salvar lo que se perdió.