P. ANTONIO RIVERO L.C.
XIII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Textos: 1 Re 19, 16b.19-21; Gal 5, 1.13-18; Lc 9, 51-62
Idea principal: Dios pide radicalidad en la vivencia de nuestra vida cristiana, y no medias tintas.
Síntesis del mensaje: Si el domingo pasado Cristo anunciaba su Pasión e invitaba a sus seguidores a cargar también ellos con su cruz cada día, ahora se acerca la hora de la verdad y se encamina con decisión hacia Jerusalén, dando por terminada su predicación en tierras de Galilea. A Eliseo le costó seguir a Elías, despedirse de sus padres y sacrificar su yunta de bueyes, que era lo que tenía (1ª lectura). Este desprendimiento radical y seguimiento de Cristo tiene que ser en la libertad y desde la libertad (2ª lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Dios pidió radicalidad a los profetas. Abramos la Biblia. Hoy mismo en la primera lectura. Elías por el campo, vio a Eliseo en la arada tras los bueyes, se quitó el manto y se lo echó a los hombros. “Déjame decir adiós a mis padres”, le pidió. “Vete y vuelve”, le dijo Elías. Cuando volvió, sacrificó sus dos bueyes, los asó al fuego de los aperos de labranza, celebró con sus trabajadores la cena del adiós y se fue de profeta (cf. 1 Re 19, 16-21). El permiso que pide para despedir a sus padres no tiene como finalidad dar largas a su decisión, sino que servirá precisamente para mostrar su radicalidad. A Abraham le mandó salir de su tierra e ir a otra que Dios le indicaría. A Moisés le ordenó ir ante el faraón y echarle un discurso que nada tenía de blandengue. Y otro tanto a Isaías, a quien un querubín le purificó los labios con una ascua del altar (cf. Is 6, 6-7); a Jeremías el mismo Dios le tocó los labios (cf. Jer 1, 9); a Ezequiel le dio a comer un libro enrollado que le supo a mieles (cf. Ez 3, 1-3); a Jonás, que le mandó pregonar un duro mensaje de conversión al pueblo de Nínive. Dios fue radical con los profetas. Nadie lo puede negar. Él es el Señor, el Creador. Nosotros, sus creaturas y sus siervos. Sí, también será Padre. Pero tuvo que venir Cristo a revelarlo.
En segundo lugar, Cristo pidió radicalidad a los apóstoles. Porque cristiano es más que profeta. El evangelio es más exigente que el Antiguo Testamento. Abramos el evangelio de hoy. Jesús, a uno que le pedía el mismo permiso del adiós a sus padres que Eliseo hizo a Elías, le respondió que “el que pone su mano en el arado y sigue mirando hacia atrás, no sirve para el reino de Dios”. ¿Es o no exigente y radical, este Jesús? Y al fan que quiso seguirle: “sábete que si la zorra tiene madriguera y nido el ave, tú no tendrás almohada siquiera”. A otro no le acepta la excusa dilatoria de que tiene que enterrar a su padre: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”. Otra vez radicalidad, porque hay mucho trabajo y no nos podemos entretener en cosas secundarias. En el primer caso, se nos dice que no por ser buenos cristianos, o por seguir la vocación religiosa o ministerial, se nos prometen ventajas temporales. Con la segunda respuesta, Jesús no desautoriza ciertamente la buena obra de enterrar a los muertos. Lo que nos dice es que no podemos dar largas a nuestro seguimiento y a nuestro servicio por el Reino. Hay que renunciar a los lazos de la familia si lo pide la misión evangelizadora, como hacen tantos cristianos cuando se sienten llamados a la vocación religiosa o ministerial, y tantos misioneros, también laicos, que deciden trabajar por Cristo dejando todo lo demás. No podemos hacer una cierta cirugía estética al evangelio por respeto al Respetable. Estos del evangelio de hoy, ¿siguieron a Jesús ante tanta radicalidad, o “tomaron las de Villadiego”, es decir, se fugaron y no volvieron a saber más de Jesús?
Finalmente, Cristo nos pide y nos pedirá radicalidad a todos nosotros, eso está claro. Por tanto, ante el evangelio hay que elegir: radicalidad o frivolidad; radicalidad o evangelio a mi bolsillo y con edición reducida; radicalidad o evangelio light. ¡Pues sí que está el hombre de hoy para radicalismos religiosos! ¡Buena está la religión y la Iglesia para exigirlos! El radicalismo que pide el evangelio es la fe o aceptación radical de Jesús como Hijo de Dios, la esperanza o confianza radical en Jesús como salvador del mundo y la caridad o entrega radical a la voluntad de Dios. La radicalidad del evangelio está en pensar como Jesús pensaba, tasar y valorar las cosas como Él lo hacía, trabajar como Él trabajó y amar como Él amó, adorar como adoraba Él, llorar y perdonar como Él lo hacía, morir como Él moría para resucitar. La radicalidad evangélica es triple: la disponibilidad sin condiciones a Dios; la entrega a Dios sin contemplaciones, y la vida consecuente y sin excepciones. Es la exigencia de Jesús a los suyos, los cristianos. Esta radicalidad se concreta en la vivencia de los mandamientos, en la moral matrimonial, en la moral sexual y en la doctrina social de la Iglesia. Quien no entienda esta radicalidad, siempre estará poniendo “cojines” a las exigencias de Cristo e intentará aguar la radicalidad evangélica. Quien se entrega a esta radicalidad, será libre en su interior, sobre todo será libre del egoísmo y vivirá según el Espíritu (2ª lectura).
Para reflexionar:¿Aceptamos o no esta radicalidad de Jesús? ¿Por qué? ¿Por miedo al infierno o por amor y santo temor de Dios? ¿Trato de vivir esta radicalidad en mi matrimonio, en mi familia? Los apóstoles dejaron sus barcas y sus redes; Eliseo, sus bueyes y su familia…¿qué soy capaz de sacrificar yo para ser fiel a mi vocación cristiana en medio de un mundo que tiene otro estilo de vida?
Para rezar: Recemos con san Ignacio de Loyola.
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me disteis,
a Vos, Señor, lo torno.
Todo es Vuestro:
disponed de ello
según Vuestra Voluntad.
Dadme Vuestro Amor y Gracia,
que éstas me bastan.
Amén.