Javier Vidal-Quadras Trías de Bes
No la llegué a conocer muy a fondo. Cuando ella era pequeña, yo iba a jugar a su casa porque su hermano Javier era uno de mis ‘mejoresamigos’ en algunos años de primaria. Para demostrar que existió esa amistad que perdura, Javier (a quien mando un fuerte abrazo) y yo, cada vez que nos vemos, recitamos el teléfono de nuestros padres y nuestras fechas de nacimiento, aunque, como él dice, yo juego con ventaja porque su teléfono era muy fácil y él nació el mismo día que uno de mis hermanos.
Mientras escribo esto, Javier está volando a Abidjan, para repatriar el cuerpo de Teresa, fallecida en un accidente ayer mismo en Costa de Marfil.
Años más tarde, me la encontré inesperadamente en una reunión de Canigó, el colegio de mis hijas. La reconocí al instante. La sonrisa franca, la mirada limpia y transparente. Cruzamos unas palabras y enseguida detecté el sentido del humor característico de su familia (¡su padre me había dado clases de Derecho Político!). Después, fuimos coincidiendo en diversos eventos. Siempre atenta a todo, dispuesta a ayudar, sin querer hacer sombra a nadie, dejando que los demás brillaran, incluso con la luz que ella les prestaba. Ella fue asumiendo nuevas responsabilidades, acordes a su preparación y disposición. Ahora era subdirectora.
Digo que no la conocía mucho, pero no es cierto del todo. Teresa era, es también ahora en su trayecto al Cielo, numeraria del Opus Dei. Y eso sí lo conozco bien, aunque solo sea porque tengo una hija que también lo es. Sé lo que significa.
Significa haber transformado la maternidad corporal en maternidad espiritual, con esa capacidad de expansión que tiene el corazón humano que se entrega indiviso a Dios y es capaz de anticipar de alguna manera la íntima unión que todos alcanzaremos en la otra vida.
Significa olvidarse de una misma y poner todos los talentos, que suelen ser muchos, al servicio de los demás, para llevar cuantas más almas sea posible a Dios y a la felicidad humana.
Significa reescribir el rostro con una sonrisa permanente, iluminar la mirada con la limpieza de un amor sin condiciones, tener los brazos siempre abiertos a quien quiera refugiarse en ellos.
Significa soportar todas las incomprensiones con alegría y devolver siempre bien por mal, regando a veces con lágrimas la tierra propia y ajena para que crezca y dé fruto.
Significa no tener nada propio y, al mismo tiempo, tener todo a disposición de los otros, vivir una vida desprendida y generosa, volcada a los demás.
Significa irse de voluntariado a Costa de Marfil con un grupo de niñas, mientras la mayor parte de la sociedad se prepara para disfrutar de unas merecidas vacaciones.
Significa dejar la vida en un recodo cualquiera del camino para, desde allí, callada y eficazmente, dejar sembrada en muchas almas una semilla imperceptible que irá creciendo en el corazón de todas sus compañeras de voluntariado, en las personas que les acompañaban, en sus padres, familiares, amigos y en todos los que, como nosotros, desde la distancia próxima del dolor humano y sobrenatural, rezamos por Teresa.
Significa, como diría Teresa, que Dios sabe más y todo lo que sucede es para bien de los que le aman, aunque a veces hagan falta años para entenderlo.