6/17/19

“La vida nos enseña a despedirnos”

Homilía del Papa en Funeral de Mons. León Kalenga

Esta Eucaristía terminará con la oración de la valedictio, es decir del adiós: “decir adiós” al hermano. Es como decir: te dejamos ir a Dios, ir a las manos de Dios. La Biblia nos dice en el Libro de la Sabiduría que el alma del justo está en las manos de Dios (ver 3: 1). Las manos de Dios, que son las manos más hermosas, plagadas de amor, las manos plagadas de amor. Y confiamos a nuestro hermano a las manos de Dios.
Y esta es también una oración de despedida, y aún más: es la despedida del pastor. El pastor se despide de su pueblo, de su rebaño. Como hizo Pablo en Mileto, ante  los ancianos de Éfeso, con el llanto (véase Hechos 20: 17-38). Todos lloraban, le abrazaban, le besaban antes de que subiera al barco. La despedida del pastor. El pastor se despide con su testimonio: “Vosotros dabéis cómo me comporté siempre  con vosotros todo desde el primer día” (v. 18): esta es mi vida, le dice al rebaño, juzgad vosotros  mismos”. Un testimonio. El pastor se despide mostrando que su vida es una vida de obediencia a Dios: “Mirad que ahora yo, encadenado  en el espíritu, voy” (v. 22) a  otro lugar. Es el Espíritu que me trajo y que me lleva; es como la “columna” que sostiene la vida del pastor.
El pastor también se despide con un testimonio de desapego: está acostumbrado a no estar atado a los bienes de este mundo, a no estar atado a la mundanalidad. “Sé que ya no volveréis a ver mi rostro […] por esto os testifico en el día de hoy que yo estoy limpio de la sangre de todos” (vv. 25-26) de tantas cosas, y se separa de ellas. Como si dijera: “ahora sois adultos”. “Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño” (v. 28). Velad, luchad, sed adultos, os dejo solos, adelante.
Luego, como hermano y padre, el pastor se despide con la profecía: tened cuidado, tened cuidado porque “después de mi partida se introducirán entre vosotros lobos crueles” (v. 29). Indica el camino, cómo defenderse sin el pastor.
Al final, reza: “Y ahora os encomiendo a Dios” (v. 32), y de rodillas con sus presbíteros reza.
Esta es la despedida del pastor, que Pablo vivió tan fuertemente en Mileto. Y hoy pensamos en todas estas cosas, y quizás nuestro hermano León nos diga y le diga a su pueblo, a su pueblo de Argentina, de El Salvador, de tantas partes donde estuvo: “Ahora os encomiendo a Dios”.
Y también escuchamos la otra despedida, la despedida de Jesús, que es una despedida en la esperanza: “Voy a prepararos un sitio ” (Jn 14, 2). La separación es provisional, es temporal: “Voy adelante, el rebaño vendrá después. Voy a prepararos un sitio “. Es decir,  yo voy  donde quisiera que vinieseis todos,  a ese lugar. ” Voy a prepararos un sitio “: es esperanza. Decía la espiritualidad, que al menos nosotros aprendimos en el noviciado, que toda la vida es un camino para aprender a morir. Esto iba bien en aquella espiritualidad novecentista  que era un poco así … A mí me gusta decir: la vida nos enseña a despedirnos. Aprender a despedirse. Y ver cómo se despiden los pastores, como Jesús, como Pablo,  como tantos, como León, todos se despiden,  todos, se despiden. También nosotros podemos aprender: dar pasos para despedirnos,  pequeñas despedidas de cambio de misión, y la gran despedida al final. Que el Señor nos dé a todos esta gracia: aprender a despedirnos,  que es una gracia del Señor.