4/30/21

Cómo reparar los malos recuerdos

  Stephen S. Hall

Una científica -Daniela Schiller-, impulsada por los terroríficos acontecimientos en la historia de su familia, explora cómo se podría eliminar el trauma de los recuerdos.

Era sábado por la noche en el Instituto Psicoanalítico de Nueva York (EE.UU.), y el auditorio del segundo piso albergaba una curiosa mezcla de tipos canosos y cerebrales del Upper East Side con jóvenes estudiantes desaliñados vestidos con vaqueros negros. Sobre el escenario, la neurocientífica Daniela Schiller, una figura fascinante con su pelo largo y liso y una postura imposiblemente erguida, detuvo brevemente lo que estaba haciendo para dar una miniconferencia sobre la memoria.

Explicó cómo investigaciones recientes, incluyendo la suya propia, han demostrado que los recuerdos no son rastros físicos inmutables en el cerebro. Sino que son construcciones maleables que se pueden reconstruir cada vez que se recuerdan. Explicó que las investigaciones sugieren que los médicos (y psicoterapeutas) podrían usar este conocimiento para ayudar a los pacientes a bloquear las emociones de ansiedad que experimentan al recodar un evento traumático, convirtiendo una fuente crónica de ansiedad debilitante en paseos benignos por el sendero de la memoria.

A continuación Schiller volvió a lo que estaba haciendo, que era golpear rítmicamente una batería y cantar los coros para los Amygdaloids, una banda de rock compuesta por neurocientíficos de Nueva York. Durante su actuación en el segundo "Show de variedades Heavy Mental" del instituto, la banda tocó una selección de sus grandes éxitos, entre ellos canciones sobre la cognición ("Teoría de mi mente"), la memoria ("Un rastro") y psicopatología ("Brainstorm").

"Dame una pastilla", susurraba Schiller en un momento dado, durante el estribillo de una canción llamada "Memory Pill" (Pastilla para la memoria) y seguía "Borra mis recuerdos...".

Lo irónico es que si esa investigación de Schiller y otros se consolida, quizá ni siquiera haga falta una pastilla para dejar un recuerdo sin su capacidad para atemorizarte u oprimirte.

Schiller, que tiene 40 años, está a la vanguardia de un drástico replanteamiento de cómo funciona la memoria humana al nivel más básico. Su grupo de laboratorio actual en la Facultad de Medicina de Mount Sinai (EE.UU.), sus antiguos compañeros en la universidad de Nueva York y un creciente ejército de investigadores con ideas parecidas, han reunido un montón de datos para argumentar que podemos alterar el impacto emocional de un recuerdo añadiendo nueva información al mismo, o recordándolo en un contexto diferente. Esta hipótesis desafía a un siglo de neurociencia y anula numerosos hitos culturales, desde Marcel Proust hasta las autobiografías superventas. También cambia cómo imaginamos la permanencia de la memoria y la identidad, y sugiere métodos radicales no farmacológicos para el tratamiento de patologías como el desorden de estrés postraumático, otros desórdenes de ansiedad basados en el miedo, e incluso los comportamientos adictivos.

En un artículo seminal publicado en la revista Nature en 2010, Schiller (que entonces era estudiante postdoctoral en la Universidad de Nueva York -NYU por sus siglas en inglés) y sus compañeros de facultad, entre ellos Joseph E. LeDoux y Elizabeth A. Phelps, publicaron los resultados de experimentos en humanos que indicaban que los recuerdos se reformulan y reescriben cada vez que recordamos un acontecimiento. Y, según sugería la investigación, si se introduce información que mitigue un acontecimiento traumático o infeliz al poco tiempo de recordarlo -durante las pocas horas que tarda el cerebro en reconstruir el recuerdo en el material de construcción biológico de las moléculas-, básicamente la experiencia emocional del recuerdo puede reescribirse.

"Al afectar a la memoria emocional, no afectas al contenido", explica Schiller. "Sigues recordando perfectamente. Simplemente no tienes el recuerdo emocional".

Entrenamiento de miedo

La idea de que los recuerdos están en constante transformación no es completamente nueva. Hay pruebas experimentales de este efecto desde por lo menos la década de 1960. Pero los investigadores consolidados ignoraron estos hallazgos durante décadas porque contradecían la teoría científica predominante respecto a cómo funciona la memoria.

Esa teoría empezó a dominar la ciencia de la memoria a principios del siglo XX. En 1900, dos científicos, Georg Elias Müller y Alfons Pilzecker, llevaron a cabo una serie de experimentos con humanos en la Universidad de Göttingen (Alemania). Sus resultados sugerían que los recuerdos eran frágiles en el momento de su formación, pero que se fortalecían o consolidaban con el tiempo. Una vez consolidados, estos recuerdos permanecían esencialmente estáticos, almacenados de forma permanente en el cerebro como un informe en un archivador del que se podían extraer cuando surgiera la necesidad.

Los neurocientíficos tardaron décadas en llevar a cabo minuciosas investigaciones para desenredar un mecanismo básico de la memoria y explicar cómo se daba la consolidación al nivel de las neuronas y proteínas: una experiencia que entrara en el paisaje neuronal del cerebro a través de los sentidos, primero se "codificaría" en un aparato central del cerebro conocido como el hipocampo, y después migraría -mediante señales bioquímicas y eléctricas- a otras áreas del cerebro para almacenarse. Un famoso capítulo de esta historia es el caso de “H.M.”, un joven cuyo hipocampo fue extirpado durante una intervención quirúrgica en 1953 para tratar sus ataques epilépticos; aunque siguió estando sano a nivel fisiológico durante el resto de su vida (murió en 2008), H.M. nunca pudo volver a crear recuerdos a largo plazo salvo para aprender nuevas habilidades motoras.

Investigaciones posteriores también dejaron claro que no existe una única memoria, sino distintos tipos de memoria que logran distintos propósitos biológicos usando distintos caminos neuronales. La memoria "episódica" se refiere al recuerdo de acontecimientos pasados concretos; la memoria de "procedimiento" se refiere a la capacidad de recordar capacidades motoras concretas como montar en bicicleta o lanzar una pelota: la memoria del miedo, una forma especialmente potente de memoria emocional, se refiere a la sensación instantánea de angustia que surge al recordar una experiencia física o emocional peligrosa. Sin embargo, fuera cual fuera el tipo de memoria, la teoría de la consolidación argumentaba que esta era un rastro neuronal inmutable de un acontecimiento anterior fijado en un almacenamiento a largo plazo. Al recuperar un recuerdo, ya fuera disparado por una asociación emocional desagradable o por el seductivo sabor de una magdalena, esencialmente buscas una narrativa atemporal de un acontecimiento anterior. Los humanos, según esta teoría, son la suma total de sus recuerdos fijos. Incluso en el año 2000 en la revista Science, en un artículo que revisaba la teoría titulado “Memory—A Century of Consolidation” ("La memoria, un siglo de consolidación"), James L. McGaugh, un importante neurocientífico de la Universidad de California, Irvine (EE.UU.), celebraba la hipótesis de la consolidación por la forma en que "sigue guiando" investigación fundamental sobre el proceso biológico de la memoria a largo plazo.

Pero resulta que Proust no era neurocientífico, y la teoría de la consolidación no servía para explicarlo todo sobre la memoria. Esto se hizo evidente durante décadas de investigación en lo que se denomina entrenamiento del miedo.

Schiller me dio un curso intensivo en entrenamiento del miedo una tarde en su laboratorio del Mount Sinai. Una de sus estudiantes de postdoctorado, Dorothee Bentz, me ató un electrodo a la muñeca derecha que emitía una descarga eléctrica suave pero molesta. También me colocó sensores en varios dedos de la mano izquierda para recoger la respuesta galvánica de mi piel, una medida de alerta fisiológica y miedo. Después vi una serie de imágenes -cilindros azules y morados- parpadear en una pantalla de ordenador. Pronto se hizo evidente que los cilindros azules solían preceder (aunque no siempre) a un shock, y las lecturas de la conductividad de mi piel reflejaban lo que había aprendido. Cada vez que veía un cilindro azul, me ponía nervioso anticipando el shock. El "aprendizaje" no me llevó más de un par de minutos y Schiller afirmó que mi ansiedad anticipatoria, que se recogía en tiempo real en un monitor cercano, era una respuesta clásica en el entrenamiento del miedo. "Es exactamente igual que en las ratas", afirmó.

En las décadas de 1960 y 1970 varios grupos de investigación usaron este tipo de memoria del miedo en ratas para buscar grietas en la teoría de la consolidación de la memoria. En 1968, por ejemplo, Donald J. Lewis de la Universidad de Rutgers (EE.UU.) condujo un estudio que demostraba que se podía hacer que las ratas perdieran el miedo asociado a un recuerdo si se les administraba un fuerte shock electroconvulsivo justo después de inducirlas a recuperar ese recuerdo; el shock producía una amnesia del miedo aprendido anteriormente. Por el contrario, darle un shock a animales que aún no hubieran recuperado el recuerdo, no producía esta amnesia. En otras palabras, un shock fuerte programado para darse inmediatamente después de recuperar un recuerdo, parecía tener una capacidad única para descomponer ese recuerdo y permitir que se reconsolidara de otra forma. Trabajos de investigación posteriores, de la década de 1980, confirmaron algunas de estas observaciones, pero estaban tan alejados del pensamiento convencional que apenas recibieron atención.

Momento de silencio

En aquel momento Schiller desconocía estos desarrollos. Schiller se describe a sí misma como una "geek científica" que monta en monopatín y se crió en Rishon LeZion, la cuarta ciudad más grande de Israel, en la costa, a unos kilómetros al sureste de Tel Aviv. Era la menor de cuatro hijos de una madre marroquí y un padre ucranio aunque "culturalmente polaco". "El típico crisol israelí", explica. Siendo una adolescente alta de piel clara con rasgos europeos, recuerda sentirse aislada de los demás niños del barrio por su aspecto germano.

Schiller recuerda exactamente cuándo se despertó su curiosidad sobre la naturaleza de la memoria humana. Estaba en sexto de primaria y era el Día en Recuerdo del Holocausto en Israel. Le preguntó a su padre por sus recuerdos como superviviente del Holocausto para un proyecto de la escuela, y él ignoró sus preguntas. Se quedó especialmente perpleja ante el comportamiento de su padre a las 11 de la mañana, cuando una erupción simultánea de sirenas por todo Israel señala el comienzo de un momento de silencio nacional. Mientras todo el país se ponía en pie para honrar a las víctimas del genocidio, él permaneció testarudamente sentado en la mesa de la cocina con las sirenas ululando, tomándose su café y leyendo el periódico.

"Los alemanes le hicieron algo a mi padre, pero no sé qué fue porque nunca habla de ello", comentó Schiller ante una sala llena en un cuentacuentos en 2010 en The Moth.

Durante su servicio militar obligatorio en el ejército israelí, organizó conferencias científicas y de divulgación que condujeron a estudios en psicología y filosofía en la Universidad de Tel Aviv. Durante ese mismo periodo se hizo con una batería y formó su propia banda de rock hebrea, Rebellion Movement. Schiller recibió después un doctorado en psicobiología por la Universidad de Tel Aviv en 2004. Ese mismo año, recuerda, vio la película ¡Olvídate de mí! , en la que un joven se somete a un tratamiento con una medicación que borra todos los recuerdos de una antigua novia y su dolorosa ruptura. A Schiller le contaron (erróneamente, al parecer) que la premisa de la película se basaba en investigaciones llevadas a cabo por Joe LeDoux y solicitó una beca postdoctoral para la Universidad de Nueva York (NYU por sus siglas en inglés, EE.UU.).

En la ciencia, como en la memoria, el momento adecuado lo es todo. Schiller llegó a Nueva York justo a tiempo para el segundo advenimiento de la reconsolidación de la memoria en neurociencia.

Cambiando la historia

En el año 2000 se sentaron las bases para el trabajo sobre la modificación de la memoria de Schiller cuando Karim Nader, un estudiante de postdoctorado en el laboratorio de LeDoux sugirió un experimento para probar el efecto de un fármaco sobre la formación del miedo y los recuerdos en ratas. LeDoux le dejó claro a Nader que la idea le parecía un desperdicio de tiempo y dinero. Nader hizo el experimento de todas formas. Acabó publicado en Nature y despertó un renovado interés científico por la reconsolidación de la memoria.

Sometió a las ratas al clásico entrenamiento de miedo y en un desagradable vuelta de tuerca del conductismo pavloviano, les enseñó a asociar un tono auditivo con un shock eléctrico. Pero justo después de que los animales recuperaran el recuerdo temido (los investigadores sabían que era así porque se quedaban quietos cuando oían el tono), Nader inyectó un fármaco que bloqueaba la síntesis de proteínas directamente en su amígdala, la parte del cerebro donde se cree que se almacenan los recuerdos de miedo. Sorprendentemente, el fármaco sirvió para tapar la asociación de pánico. Las ratas ya no se quedaban paralizadas por el miedo al shock al oír el sonido.

Décadas de investigación habían establecido que la consolidación de la memoria a largo plazo exige la síntesis de proteínas en los caminos neuronales de la memoria, pero nadie sabía que también hacía falta una síntesis de proteínas después de recuperar un recuerdo, lo que implica que el recuerdo también se está consolidando en ese momento. Los experimentos de Nader también demostraron que bloquear la síntesis de proteínas impedía a los animales recordar el recuerdo temido solo si recibían el fármaco en el momento adecuado, poco después de que se les recordara dicho acontecimiento. Si Nader esperaba seis horas antes de administrar el fármaco, este no tenía efecto y el recuerdo original se mantenía intacto. Era una buenísima pista bioquímica de que al menos algunos tipos de recuerdos hay que reescribirlos neuronalmente cada vez que se recuperan.

Cuando Schiller llegó a NYU en 2005, Elizabeth Phelps, quien encabezaba la investigación sobre la memoria en humanos, le pidió que ampliara los hallazgos de Nader y probara el potencial de un fármaco para bloquear recuerdos de miedo. El fármaco que se usó en el experimento con roedores era demasiado tóxico para su uso en humanos, pero una clase de ansiolíticos conocida como antagonistas beta adrenérgicos (o, en lenguaje común, "betabloqueantes") mostraba potencial; entre estos medicamentos se hallaba el propranolol, que ya había sido aprobado por la Agencia Estadounidense del Medicamento para el tratamiento de los ataques de pánico y el miedo escénico. Schiller se dispuso a probar inmediatamente el efecto del propranolol en la memoria en humanos, pero nunca llegó a llevar a cabo el experimento debido al prolongado retraso para conseguir el visto bueno institucional para lo que en aquel momento era una forma pionera de experimentación en humanos. "Tardamos cuatro años en conseguir el visto bueno ", recuerda, "y dos meses después volvieron a retirarla. Toda mi beca postdoctoral la pasé esperando a que se aprobara este experimento". ("¡Aún no se ha aprobado!, añade).

Mientras esperaba el visto bueno que nunca llegó, Schiller empezó a trabajar en un proyecto al margen que resultó ser aún más interesante. Salió de una conversación casual con un compañero sobre algunos datos anómalos descritos en una reunión del laboratorio de LeDoux: un grupo de ratas "no se comportaron como se suponía" en un experimento de miedo, explica Schiller.

Los datos sugerían que un recuerdo de miedo se podía interrumpir en los animales incluso sin usar un fármaco que bloqueara la síntesis de proteínas. Schiller usó el germen de esta idea para diseñar una serie de experimentos de miedo en humanos, mientras que Marie-H. Monfils, miembro del laboratorio de LeDoux siguió una línea paralela de experimentación en ratas. En los experimentos con humanos, a unos voluntarios se les mostraba un cuadrado azul sobre la pantalla de un ordenador y después recibían un shock. Una vez asociado el cuadrado azul con un shock inminente, el recuerdo de miedo estaba instalado. Después Schiller demostró que si repetía la secuencia que producía el recuerdo de miedo al día siguiente, pero rompía la asociación en un periodo de tiempo corto -es decir, que mostraba el cuadrado azul sin dar el shock- esta nueva información se incorporaba en el recuerdo.

En este caso, también resultaba clave el momento adecuado. Si el cuadrado azul al que no seguía un shock se mostraba en los 10 minutos siguientes a la recuperación del recuerdo, los sujetos humanos reconsolidaban el recuerdo sin miedo. Si sucedía seis horas después, el recuerdo inicial persistía. Dicho de otra manera, intervenir durante el breve periodo en que el cerebro está reescribiendo su memoria, ofrece una oportunidad de revisar el propio recuerdo inicial al mismo tiempo que se atenúa la emoción (miedo) que lo acompañaba. Al controlar el momento de administración, el grupo de NYU ha creado un escenario en el que básicamente los humanos podrían reescribir un recuerdo de miedo y darle un final sin temores. Y ese nuevo final es robusto: cuando Schiller y sus compañeros citaron a sus sujetos en el laboratorio un año después, pudieron demostrar que el miedo asociado con el recuerdo seguía bloqueado.

El estudio, publicado en Nature en 2010 dejaba claro que la reconsolidación de la memoria no se daba solo en las ratas.

Los recuerdos más seguros

Como idea científica, la reconsolidación de la memoria parece haber llegado para quedarse. Schiller señala que cuando empezó a acudir a la multitudinaria reunión anual de la Sociedad de Neurociencia hace una década, tenía suerte si veía un solo póster sobre la teoría de la reconsolidación. "Ahora", afirma, "hay pasillos enteros en la sala de exposiciones".

Lo que es más importante, el trabajo de Schiller ha sido replicado y se ha extendido rápidamente. Thomas Agren y sus compañeros de la Universidad de Uppsala (Suecia) confirmaron el año pasado que interrumpir la reconsolidación cuando los humanos reactivaban un recuerdo de miedo abolía eficazmente su efecto de miedo; el grupo también demostró mediante imágenes del cerebro en estos voluntarios que la amígdala era el lugar donde residía el recuerdo cambiado. Yan-Xue Xue de la Universidad de Pekín (China) y sus compañeros informaron el año pasado de que habían usado la manipulación de memoria no farmacológica para ayudar a los adictos a la heroína a reescribir su asociación de disparadores medioambientales con una ansiedad por consumir la droga; los investigadores afirman que el efecto dura al menos medio año, que es la duración del estudio.

Desde que se mudó de NYU a Mount Sinai en la zona norte de la ciudad en 2010, Schiller se ha embarcado en una nueva serie de experimentos que exploran el potencial clínico de la reconsolidación de la memoria. Eso explica en parte por qué comparte su despacho de la novena planta con una tarántula, que está instalada en una jaula bajo su mesa. La araña se llama Web 2.0 (fue bautizada por un miembro del grupo de investigación de Schiller, antiguo guionista de Saturday Night Live) y cumple su papel en los experimentos actuales para bloquear la aracnofobia (el miedo a las arañas) en humanos sin usar fármacos. "Estamos estudiando los mecanismos neuronales de la reconsolidación", explica. Esos mecanismos -tanto al nivel sináptico como al nivel de todo el cerebro- se comprenden relativamente bien en animales, pero no son tan sencillos de estudiar en humanos. "Solo puedes hacer dos cosas", continúa. "Una es hacer estudios farmacológicos, y la otra es analizar la función cerebral en un escáner de resonancia magnética cuando la gente actualiza los recuerdos". Esperan poder publicar hallazgos de ambos frentes en un futuro próximo.

La reconstitución de la memoria tiene un potencial terapéutico enorme. Administrar fármacos como el propranolol a las horas de una experiencia traumática puede modificar o minimizar el impacto emocional a largo plazo del recuerdo. Pero si eso no es posible, el recuerdo puede modificarse más tarde, cuando la experiencia se recuerde en un contexto seguro y libre de amenazas. Roger Pitman de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard (EE.UU.), Karim Nader (que ahora está en la Universidad de McGill) y sus compañeros han informado de que administrar propranolol a las personas cuando recuerdan una experiencia traumática puede atenuar el impacto emocional del recuerdo, lo que resulta esperanzador para el tratamiento de los desórdenes de ansiedad, como el síndrome de estrés postraumático. A Schiller esto le parece muy prometedor. "Si no puedes intervenir a las pocas horas del acontecimiento", explica, "aún tienes otras oportunidades para intervenir".

En algunos sentidos, el potencial impacto cultural y las implicaciones personales de la reconsolidación son aún más sorprendentes. Exagerándolo, si todos reescribimos nuestros recuerdos cada vez que recordamos un acontecimiento, el recuerdo no existe como un archivo en nuestro cerebro, sino solo como la última versión de un guión. Cada recuerdo es fabricado, y el pasado no es más que nuestra última recuperación del mismo. Los datos archivados en la memoria se mezclan con cualquier información nueva que sirve para dar forma a lo que pensamos -y sentimos- respecto a él. "Mi conclusión", explica Schiller, "es que la memoria es lo que eres ahora. No en fotos, no en grabaciones. Tu memoria es quien eres ahora mismo".

Por lo tanto, desde el punto de vista de Schiller, el secreto para conservar un recuerdo no reside en la síntesis de proteínas en las sinapsis, ni en cerrar el tráfico neuronal del hipocampo a otras zonas del cerebro. Sino que piensa que los recuerdos se conservan mejor en forma de una historia que recoge, destila y arregla los detalles tanto físicos como emocionales de un acontecimiento. "La única forma de congelar un recuerdo", afirma, "es meterlo en una historia". Lo que nos devuelve a su padre.

La primera vez que contó la historia del Día en Recuerdo del Holocausto en The Moth en 2010, Schiller especuló con que las sirenas funcionaban como lo que los psicólogos denominan "estímulo condicionado", un disparador sensorial, en la más pura tradición pavloviana que despierta un recuerdo doloroso. Y en vista de su propio trabajo sobre los recuerdos reconsolidados, empezó a pensar que al quedarse sentado en la cocina bebiendo su café, su padre estaba reescribiendo sus recuerdos dolorosos al asociarlos con una actividad placentera.

Pero incluso su historia personal sobre la memoria, como la propia memoria, ha empezado a actualizarse. El año pasado y por primera vez, el padre de Schiller habló brevemente sobre los años de su adolescencia, sobre la entrega de su madre y su tío en un momento de grandes carencias, y sobre todo, de su estrecha relación con su hermana menor, que falleció en el Holocausto. Schiller ahora sospecha que la falta de interés de su padre por recordar esos eventos traumáticos es una forma de proteger y conservar recuerdos tan maravillosos que no quiere reescribirlos jamás y arriesgarse a que pierdan su poder.

Desde entonces han vuelto a sus conversaciones habituales de tres palabras sobre el Holocausto. "Como son tan valiosos, son recuerdos que no quieres cambiar", afirma. "Los recuerdos más seguros son aquellos que nunca recuerdas".


Stephen S. Hall, en technologyreview.es

Carta apostólica en forma de “MOTU PROPRIO”

del Sumo Pontífice Francisco
por el que se establecen disposiciones sobre la transparencia en la gestión de las finanzas públicas

La fidelidad en las cosas de poca importancia está relacionada, según la Escritura, con la fidelidad en las cosas importantes. Así como ser deshonesto en las cosas de poca importancia está relacionado con ser deshonesto en las cosas de importancia (cf. Lc 16,10).

La Santa Sede, al adherirse a la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (Convención de Mérida), ha decidido adecuarse a las mejores prácticas para prevenir y combatir la corrupción en sus diversas formas. Ya con la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio del 19 de mayo de 2020, titulada «Normas sobre la transparencia, el control y la competencia en los contratos públicos de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano», se establecieron medidas  fundamentales para combatir la corrupción en el ámbito de los contratos públicos. La corrupción, sin embargo, puede manifestarse de diferentes maneras y formas incluso en sectores distintos al de las contratas, y por ello las normas y mejores prácticas a nivel internacional prevén obligaciones particulares de transparencia para las personas que ocupan puestos clave en el sector público con el fin de prevenir y combatir, en todos los sectores, los conflictos de intereses, las prácticas clientelistas y la corrupción en general.

Considerando que todos los que prestan sus servicios en los Dicasterios de la Curia Romana, en las instituciones vinculadas a la Santa Sede o que se remiten a ella, y en las administraciones de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, tienen la particular responsabilidad de concretar la fidelidad de la que habla el Evangelio, actuando según el principio de transparencia y en ausencia de cualquier conflicto de intereses, establezco lo siguiente:

§1 En el Reglamento General de la Curia Romana, después del artículo 13, se inserta el siguiente artículo Artículo 13bis”.

§1 Los sujetos encuadrados o que vayan a ser encuadrados en los niveles funcionales C, C1, C2 y C3, incluidos los cardenales jefes de Dicasterio o responsables de Entes así como los que tengan funciones de administración jurisdiccional activa o de control y vigilancia mencionadas en el § 2, incluidos los sujetos mencionados en los artículos 10, 11 y 13§1 del presente Reglamento y 20 del Reglamento para el personal directivo laico de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano, deben firmar en el momento de la incorporación al cargo o a la función y cada dos años una declaración  en la que atestiguan:

a) que no han recibido condenas definitivas por delitos dolosos en el Estado de la Ciudad del Vaticano o en el extranjero y que no se han beneficiado en relación con los mismos de indulto, amnistía, perdón y otras medidas similares o han sido absueltos de los mismos por prescripción.

b) que no están sujetos a procedimientos penales pendientes o, en la medida en que el declarante tenga conocimiento de ello, a investigaciones por delitos de participación en una organización delictiva; corrupción; fraude; terrorismo o relacionadas con actividades terroristas; blanqueo de capitales procedentes de actividades delictivas; explotación de menores, formas de tráfico o explotación de seres humanos, evasión o elusión fiscal.

c) que no poseen, ni siquiera a través de terceros, dinero en efectivo o inversiones, incluidas las participaciones o intereses de cualquier tipo en empresas y negocios, en países incluidos en la lista de jurisdicciones con alto riesgo de blanqueo de capitales o de financiación del terrorismo, identificados según procedimiento de la Autoridad de Vigilancia e Información Financiera, salvo que el declarante o sus familiares hasta el tercer grado de parentesco residan en dichos países o hayan establecido su domicilio en ellos por demostradas razones familiares, laborales o de estudios.

d) que todos los bienes muebles e inmuebles de propiedad o incluso solamente en posesión del declarante, o las compensaciones de cualquier tipo recibidas por el declarante, en la medida en que el declarante tenga conocimiento de ello, proceden de actividades lícitas y no constituyen el producto o el beneficio de un delito.

e) que no tiene, hasta donde sabe el declarante, participaciones o intereses de ningún tipo en sociedades o empresas que operan con fines y en sectores contrarios a la Doctrina Social de la Iglesia.

f) que no posee, ni siquiera a través de terceros, dinero en efectivo o inversiones, incluidas acciones o participaciones de cualquier tipo en sociedades y empresas, en países incluidos en la lista de jurisdicciones no cooperativas a efectos fiscales identificadas según procedimiento de la Secretaría de Economía, salvo que el declarante o sus familiares hasta el tercer grado de parentesco sean residentes en dichos países o hayan establecido su domicilio en los mismos por razones familiares, de trabajo o de estudio y se haya declarado dicha disponibilidad ante las autoridades fiscales competentes.

§2 Se entienden como funciones administrativas activas aquellas que comportan la participación en los procedimientos que determinan la asunción de compromisos económicos de cualquier tipo por parte del Ente. Las funciones jurisdiccionales a las que se refiere el apartado 1 son únicamente las de carácter judicial. El apartado 1 no se aplicará al personal de asistencia de los organismos de control y vigilancia. Con procedimiento de la Oficina del Auditor General  en calidad de autoridad anticorrupción, se identificarán los cargos y puestos a los que se aplican las obligaciones de declaración previstas en este párrafo.

§3 La declaración mencionada en el apartado 1 será conservada por la Secretaría de Economía en el expediente personal del declarante. Se enviará una copia de la misma, en lo que compete, a la Secretaría de Estado.

§4 Cuando tenga motivos razonables, la Secretaría para la Economía, valiéndose de las estructuras habilitadas a tal efecto en la Santa Sede o en el Estado de la Ciudad del Vaticano, podrá efectuar controles sobre la veracidad de las declaraciones presentadas.

§5 Sin perjuicio de los casos de responsabilidad penal, la falta de declaración o la declaración falsa o no veraz constituye una falta disciplinaria grave en el sentido del artículo 76, §1, n. 2) y da derecho a la Santa Sede a reclamar los daños sufridos eventualmente».

§En el artículo 40, párrafo 1, del Reglamento General de la Curia Romana, después de la letra m) se inserta la siguiente letra: «n) aceptar o solicitar, para sí mismo o para personas distintas del Ente en que se presta servicio, por razón o con ocasión del propio cargo, dádivas, regalos u otros bienes cuyo valor sea superior a cuarenta euros».

§La Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, los Tribunales del Estado de la Ciudad del Vaticano y los Entes incluidos en la lista a la que se refiere el art. 1§1 del Estatuto del Consejo de Economía, para los que no está prevista la aplicación del Reglamento General de la Curia Romana, deberán modificar sus reglamentos de personal en conformidad con lo previsto en los párrafos 1 y 2 dentro de los noventa días siguientes a la entrada en vigor del presente Motu Proprio.

Dispongo que lo establecido tenga efecto inmediato, pleno y estable, derogando también todas las disposiciones incompatibles, y que esta Carta Apostólica en forma de Motu Proprio sea publicada en L’Osservatore Romano del 29 de abril de 2021 y posteriormente en las Acta Apostolicae Sedis.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 26 de abril de 2021, noveno del Pontificado.

FRANCISCUS

4/29/21

‘No estamos hechos para correr sin parar’

El Papa en la Audiencia General


 Hoy hablamos de esa forma de oración que es la meditación. Para un cristiano “meditar” es buscar una síntesis: significa ponerse ante la gran página de la Revelación para tratar de hacerla nuestra, asumiéndola completamente. Y el cristiano, después de haber acogido la Palabra de Dios, no se la queda para sí, porque esa Palabra debe encontrarse con «otro libro», que el Catecismo llama «el de la vida» (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2706). Es lo que intentamos hacer cada vez que meditamos la Palabra.

La práctica de la meditación ha recibido en estos años una gran atención. De ella no hablan solamente los cristianos: existe una práctica meditativa en casi todas las religiones del mundo. Pero se trata de una actividad difundida también entre personas que no tienen una visión religiosa de la vida. Todos necesitamos meditar, reflexionar, encontrarnos a nosotros mismos, es una dinámica humana. Sobre todo en el voraz mundo occidental se busca la meditación porque representa una elevada protección contra el estrés diario y el vacío que abunda por todas partes. De ahí, pues, la imagen de jóvenes y adultos sentados en recogimiento, en silencio, con los ojos entornados... Y podemos preguntarnos: ¿qué están haciendo esas personas? Meditan. Es un fenómeno que hay que mirar con buenos ojos: de hecho, no estamos hechos para correr continuamente, tenemos una vida interior que no siempre se puede pisotear. Por tanto, la meditación es una necesidad para todos. Meditar, por así decirlo, sería como hacer una pausa y tomar un respiro en la vida.

Sin embargo, nos damos cuenta de que esta palabra, una vez aceptada en un contexto cristiano, adquiere una especificidad que no se debe obviar. Meditar es una dimensión humana necesaria, pero meditar en el contexto cristiano va más allá: es una dimensión que no se debe anular. La gran puerta por la que pasa la oración de un bautizado –lo recordamos una vez más– es Jesucristo. Para el cristiano, la meditación entra por la puerta de Jesucristo. La práctica de la meditación también sigue ese camino. Y el cristiano, cuando reza, no aspira a la plena transparencia de sí mismo, ni busca lo más profundo de su yo. Eso es lícito, pero el cristiano busca otra cosa. La oración cristiana es ante todo un encuentro con el Otro, con el Otro con O mayúscula: el encuentro trascendente con Dios. Si una experiencia de oración nos da la paz interior, o el dominio de nosotros mismos, o la lucidez en el camino que emprender, esos resultados son, por así decir, efectos colaterales de la gracia de la oración cristiana, que es el encuentro con Jesús, es decir, meditar es ir al encuentro de Jesús, guiados por una frase o una palabra de la Sagrada Escritura.

El término “meditación” ha tenido diferentes significados a lo largo de la historia. Incluso dentro del cristianismo se refiere a diferentes experiencias espirituales. Sin embargo, se pueden trazar algunas líneas comunes, y en esto también nos ayuda el Catecismo, que dice así: “Los métodos de meditación son tan diversos como diversos son los maestros espirituales. […] Pero un método no es más que un guía; lo importante es avanzar, con el Espíritu Santo, por el único camino de la oración: Cristo Jesús” (n. 2707). Y aquí se señala un compañero de camino, uno que nos guía: el Espíritu Santo. La meditación cristiana no es posible sin el Espíritu Santo. Él es quien nos guía al encuentro con Jesús. Jesús nos había dicho: “Os enviaré el Espíritu Santo. Él os enseñará y os explicará. Él os enseñará y os explicará”. Pues también en la meditación, el Espíritu Santo es la guía para avanzar en el encuentro con Jesucristo.

Por tanto, hay muchos métodos de meditación cristiana: algunos muy sobrios, otros más articulados; unos acentúan la dimensión intelectual de la persona, otros más bien la afectiva y emocional. Son métodos. Todos son importantes y todos dignos de ser practicados, pues pueden ayudar a que la experiencia de la fe se convierta en un acto total de la persona: no reza sólo la mente, reza todo el hombre, la totalidad de la persona, así como no reza solo el sentimiento. Los antiguos solían decir que el órgano de la oración es el corazón, y así explicaban que es el hombre en su totalidad, partiendo de su centro, desde el corazón, quien entra en relación con Dios, y no solo algunas de sus facultades. Por tanto, hay que recordar siempre que el método es un camino, no una meta: cualquier método de oración, si quiere ser cristiano, forma parte de esa sequela Christi que es la esencia de nuestra fe. Los métodos de meditación son caminos a seguir para llegar al encuentro con Jesús, pero si te detienes en el camino y solo miras el camino, nunca encontrarás a Jesús. Harás del camino un dios, pero el camino es un medio para llevarte a Jesús. El Catecismo precisa: “La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar los misterios de Cristo” (n. 2708).

Aquí está la gracia de la oración cristiana: Cristo no está lejos, sino siempre en relación con nosotros. No hay aspecto de su persona divino-humana que no pueda convertirse en un lugar de salvación y felicidad para nosotros. Cada momento de la vida terrena de Jesús, por la gracia de la oración, puede convertirse en algo contemporáneo a nosotros, gracias a la guía del Espíritu Santo. Y sabéis que no se puede orar sin la guía del Espíritu Santo. ¡Él es quien nos guía! Y gracias al Espíritu Santo, también nosotros estamos presentes en el río Jordán, cuando Jesús se sumerge en él para recibir el bautismo. Y también somos comensales en las bodas de Caná, cuando Jesús da el mejor vino para la felicidad de los esposos…; es decir, es el Espíritu Santo quien nos conecta con esos misterios de la vida de Cristo para que en la contemplación de Jesús podamos experimentar la oración para unirnos más a Él. También somos testigos de las mil curaciones realizadas por el Maestro. Tomamos el Evangelio, meditamos sobre esos misterios del Evangelio y el Espíritu nos guía para estar presentes allí. Y en la oración –cuando rezamos– todos somos como el leproso purificado, el ciego Bartimeo que recupera la vista, Lázaro que sale del sepulcro... Nosotros también somos curados en la oración como el ciego Bartimeo fue sanado, o aquel otro, el leproso... Y también resucitamos, como Lázaro resucitó, porque la oración de meditación guiada por el Espíritu Santo nos lleva a revivir esos misterios de la vida de Cristo y a encontrarnos con Cristo y a decirle, con el ciego: “¡Señor, ten piedad de mí! ¡Ten piedad de mí!”. “¿Y qué quieres?”. “Ver, entrar en ese diálogo”. La meditación cristiana, guiada por el Espíritu, nos lleva a ese diálogo con Jesús. No hay una página del Evangelio en la que no haya lugar para nosotros. Meditar, para los cristianos, es una forma de encontrar a Jesús y, por tanto, sólo así, de encontrarnos a nosotros mismos. Y esto no es encerrarse en uno mismo, no: ir a Jesús y desde Jesús encontrarnos con nosotros mismos, sanados, resucitados, fuertes por la gracia de Jesús. Y encontrar a Jesús, el Salvador de todos, incluso de mí. Y eso es gracias a la guía del Espíritu Santo.

Saludos

Saludo cordialmente a los fieles de lengua francesa. Hermanos y hermanas, dediquemos más a menudo tiempo para encontrar a Jesús en la oración de meditación. Cada hecho de su vida terrena, mediante el Espíritu Santo, es fuente de gracia, fuente de fuerza y de consuelo en los sucesos más concretos de nuestra existencia. ¡Dios os bendiga!

Saludo cordialmente a los fieles de lengua inglesa. En la alegría de Cristo Resucitado, invoco sobre vosotros y vuestras familias el amor misericordioso de Dios nuestro Padre. ¡El Señor os bendiga!

Dirijo un cordial saludo a los fieles de lengua alemana. Contemplando a menudo el misterio del amor de Dios por nosotros en la vida de Jesús, progresamos en la sequela Christi. Así nos podemos conformar cada vez más al Verbo de Dios hecho hombre, verdadera meta de nuestra vida y única fuente de nuestra perenne felicidad.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor que nos envíe el Espíritu Santo para poder meditar su Palabra, para hacerla vida en nosotros y así poder anunciarla con alegría a quienes nos rodean. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Dirijo un cordial saludo a los fieles de lengua portuguesa. Queridos hermanos y hermanas, la gracia de la oración hace cada momento de la vida terrena de Jesús contemporáneo a nosotros. Esforzaos por encontrar, en medio de las actividades diarias, un tiempo reservado a contemplar los misterios de la vida de Jesús, para que la fe sea confirmada, la esperanza reforzada y la caridad inflamada. Dios os bendiga.

Saludo a los fieles de lengua árabe. Mediante la meditación cristiana, profundizaremos nuestras convicciones de fe, y comprenderemos que Cristo no es lejano, sino que está siempre en relación con nosotros; no hay aspecto de su persona divino-humana que no pueda ser para nosotros lugar de salvación y de felicidad. ¡El Señor os bendiga a todos y os proteja ‎siempre de todo mal‎‎‎‏!

Saludo cordialmente a los polacos. Queridos hermanos y hermanas, el 3 de mayo celebraréis la solemnidad de María Reina de Polonia. Desde el sigo XVII el Pueblo polaco atribuye a la Madre de Dios este título, encomendándose a su materna protección y comprometiéndose a servir fielmente la causa del Reino de su Hijo. Recordando los votos que vuestros padres le hicieron en Jasna Góra, también en estos tiempos difíciles, seguid fielmente la siempre presente invitación de María y “haced lo que Jesús os diga” (cfr. Jn 2,5). ¡Que su bendición acompañe a todos y cada uno, a vuestras familias y a todo el pueblo polaco!

Dirijo un cordial saludo a los fieles de lengua italiana. En este tiempo pascual os invito a renovar con generosidad vuestro compromiso de servir a Dios y a los hermanos.

Mi pensamiento va finalmente, como de costumbre, a los ancianos, jóvenes, enfermos y recién casados. Sed valientes testigos de Cristo resucitado, que muestra a los discípulos las llagas, ya gloriosas, de su Pasión. ¡A todos mi bendición!

La eutanasia desde la Deontología Médica

Joaquín Fernández-Crehuet Navajas

El actual Código de Deontología Médica afirma en su artículo 36.3: “El médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste”

La Ley Orgánica 3/2021 de regulación de la Eutanasia ha traído al seno de la Medicina, como sucedió hace más de 30 años con el aborto, el debate entre el principio hipocrático de respeto a la vida humana y la acción directa y necesaria dirigida a poner fin a la vida (eutanasia).

En esta Ley la eutanasia aparece como una acción compasiva y solidaria porque la intención es acabar con el sufrimiento personal de quién lo solicita. No compartimos esta idea principal recogida en esta norma. Consideramos que no se valora el hecho de que la Medicina, ciencia y arte del siglo XXI, dispone de recursos suficientes para acabar con el sufrimiento, dejando el final de la vida a su natural evolución, eso sí, sin intervención de medios extraordinarios contrarios a la deontología médica al alargar un proceso sin esperanza de reversibilidad. En nuestra opinión, lo más Ético y Deontológico es acabar con el sufrimiento, acompañar al enfermo al final de su vida y ayudarle a morir en paz, atendiendo sus necesidades clínicas, emocionales, sociales y espirituales. No nos parece lícito acabar con el sufrimiento a costa de poner fin a la vida del enfermo que sufre.

Durante más de veinticinco siglos la Medicina ha tenido como fin la curación del enfermo, su mejoría y alivio y si esto no era posible, el acompañamiento en esta etapa final de la vida, procurando una muerte en paz y acorde con la dignidad de la persona, haciendo que un momento trascendental e importante en la vida de todo ser humano pueda ser llevadero y fuente de oportunidades personales.

Consideramos que la acción que define a la eutanasia no se encuentra en ninguna de las definiciones legales de acto médico recogido en nuestro Código de Deontología Médica, ni en la normativa legal que regula la profesión médica −Ley de ordenación de las profesiones sanitarias, Ley General de Sanidad, Ley de cohesión y calidad del Sistema Nacional de Salud, Leyes Sanitarias autonómicas−, ni en la jurisprudencia de los Tribunales Supremo o Constitucional, ni tampoco entra en los fines de la Medicina definidos y actualizados por la Asociación Médica Mundial hasta el día de hoy.

Por todo ello consideramos que ni la eutanasia, como acción directa y necesaria de la que se deriva, directamente, la muerte del enfermo, ni la ayuda o cooperación al suicidio son actos médicos. Estas acciones pueden ser ejecutadas por un médico, pero las entendemos como la aplicación de una prestación ofrecida por el Sistema Nacional de Salud, que podría ser realizada por personas sin formación médica o sanitaria.

Son muchos los profesionales sanitarios que, desde hace más de 30 años y desde la Medicina Interna, la Geriatría, la Oncología, la Medicina Familiar y Comunitaria y la Enfermería se han formado en los conocimientos científicos y cuidados que deben aplicarse a los enfermos que padecen un proceso terminal y se enfrentan al final de su vida. Todos hablamos hoy de los Cuidados Paliativos como aquellos a los que todo enfermo debe tener derecho cuando estén indicados en su proceso patológico. Son medidas que se administran de forma personalizada y entre las que se encuentra la Sedación Paliativa, como medida farmacológica indicada para eliminar el dolor y el sufrimiento, siempre con la dosis adecuada a cada paciente y a los síntomas que padece. Mientras que esta es una medida considerada como un deber deontológico en nuestro Código de Deontología Médica, la muerte ocasionada de forma intencional y directa siempre será el fracaso de la Medicina.

Desde la Deontología Médica, cultivada y aplicada en los Colegios de Médicos, la defensa de la vida humana, desde su inicio hasta el final debe seguir siendo un fin principal. Así lo entiende el actual Código de Deontología Médica, que afirma en su artículo 36.3: “El médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste”.

Ahora bien, el hecho de que esta conducta haya sido aprobada a través de una Ley Orgánica, cuando esta Ley entre en vigor y se aplique lo dispuesto en la misma, los médicos que participen en su cumplimiento último serán médicos colegiados y amparados en el ejercicio de su profesión; por tanto (y como ya sucedió con respecto al aborto), la respuesta colegial será de no someterlos a la disciplina deontológica respecto a ese acto; así lo recoge la Disposición Final Segunda del Código (“El médico que actuara amparado por las Leyes del Estado no podrá ser sancionado deontológicamente”).

En base a las consideraciones precedentes, los firmantes de este documento, apoyamos las solicitudes de moratoria de entrada en vigor de la mencionada Ley, hasta que se produzca el pronunciamiento judicial acerca de su reclamada inconstitucionalidad.


Joaquín Fernández-Crehuet Navajas M.D.PhD
Catedrático Emérito de Medicina Preventiva y Salud Pública
Universidad de Málaga


Fuente: Almudi.org

4/28/21

‘Para que estéis contentos’

Mons.  Fernando Ocáriz, Meditación pascual



Sobre los acontecimientos del día de la Resurrección del Señor, san Juan escribe en el capítulo 20 de su Evangelio: “Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, con las puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos cerradas por miedo a los judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz esté con vosotros” (Jn 20,19).

La alegría. Es la alegría de la Pascua. Una alegría que en este tiempo pascual la Iglesia nos anima a renovar en nuestras almas, pero que es una alegría que debe ser permanente porque Cristo ha resucitado y está siempre con nosotros.

Poco antes de la Pasión, a los apóstoles les dijo: “Como el Padre me amó, así os he amado yo a vosotros. Permaneced en mi amor. Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa”. Es estupendo pensar que el deseo de Jesucristo es que seamos felices, que estemos contentos y que nuestra alegría sea completa. Y nos da además el motivo: os he dicho estás cosas “para que estéis contentos, para que vuestra alegría sea completa”… Y nos dice: “como el Padre me amó, así os he amado yo a vosotros” (Cfr. Jn 15,9-11).

Y ahí tenemos que ver la principalísima fuente de nuestra alegría, la razón de nuestra felicidad: el amor de Dios por nosotros, que no es un amor cualquiera. Él dice: “Como el Padre me amó, así os he amado yo a vosotros”. O sea, que nos quiere —eso que dice a los apóstoles nos lo dice a todos, por eso ha querido que esté en el Evangelio—; el Señor nos ama con el amor −nada menos− con que Dios Padre ama a Jesucristo.

Esta es la gran fuente de nuestra alegría, y así nos lo dice el Señor: “os lo he dicho para que estéis contentos”. Este es el fundamento. Por eso, san Juan, después, en una de sus epístolas, dice esa especie de fórmula solemne que resume la experiencia de los apóstoles en el trato con Jesucristo, cuando escribe: “Nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios nos tiene” (1 Jn 4, 16).

Así es. Y nosotros, Señor, ahora, rezando, haciendo un poco de oración, queremos tener esta fe de creer de verdad en el amor que Tú nos tienes, para que así nuestra alegría sea completa. Porque el Señor quiere que estemos contentos con esa alegría completa, que significa también que sea permanente, que estemos siempre contentos, como nos recuerda san Pablo cuando escribe, en una de sus epístolas: ésta es la voluntad de Dios, que seáis felices, que estéis contentos.

“Se alegraron los discípulos al ver al Señor” (Jn 20,20). Y vosotros, ¿cómo vemos al Señor, para estar, como los discípulos, contentos? Lo vemos con la fe, con lo ojos de la fe; y lo vemos de un modo muy especial, muy especial, en la Eucaristía, cada vez que nos ponemos delante de un sagrario, con la fe de que ahí está verdaderamente Jesucristo, y que se ha quedado ahí para cada uno de nosotros, y que está ahí para entregársenos como alimento, para identificarnos con Él, ahí está. Ver al Señor, ciertamente con la fe, por eso necesitamos tanto que nuestra fe vaya creciendo, y por eso es tan bueno rezar con frecuencia, como los apóstoles, que dijeron al Señor: “Adauge nobis fidem!”, ¡auméntanos la fe!, auméntanos la fe (Lc 17,5).

Y muy especialmente ahora, en este tiempo de Pascua: Señor, auméntanos la fe en el amor que Tú nos tienes para que, como Tú quieres, al decirnos eso (el amor que nos tienes), nuestra felicidad, nuestra alegría, sea verdaderamente completa.

Realmente, no podemos ignorar tantos motivos que podrían robarnos la alegría, que tienden de hecho, a robarnos la alegría: tanto sufrimiento −personal en ocasiones− de persona queridas, dolores físicos y morales, desgracias; y ahora, pensando en tanto sufrimiento que está causado esta pandemia que esta sufriendo el mundo entero; y tantas otras desgracias, y tantos motivos que habría, naturalmente, para no estar contentos. Sin embargo, podemos estar contentos, ¡debemos estar contentos!, si tenemos fe en el amor de Dios. Pero también, precisamente, con la conciencia de que la fe es de lo que no se ve. Y por eso tantas veces podemos pensar y reaccionar: ¿cómo es posible?, ¿por qué Dios permite esto? Tantas veces permite porque depende de la libertad humana −y es tan grande el valor de la libertad−, que hay tantos males en el mundo que dependen del mal uso de la libertad. Pero hay otras veces que no, y no entendemos, pero es el momento de la fe, el momento de la fe.

Pensando también que, en la providencia de Dios, a la Santísima Virgen y a san José el Señor les exigió una fe grande, ¡Y la tuvieron!, también cuando no entendían. No podemos dejar de recordar esa escena cuando el Señor tiene 12 años y se queda en Jerusalén sin avisar a la Virgen a san José que van de vuelta. No hay quien entienda porqué hace eso el Señor. El Evangelio nos dice que la Virgen y san José estaban angustiados. Y no lo entendieron. Dice el evangelio, expresamente que, cuando lo encuentran y le preguntan “¿por qué nos has hecho esto?” Y les da una razón sorprendente: ¿Nos sabías que tenía que ocuparme de las cosas de mi Padre?, Y dice el evangelio que no entendieron al Señor (Cfr. Lc 2, 41-50).

No nos preocupemos, no nos angustiemos por no entender los planes de Dios. Humanamente muchas veces nos quitarían la alegría. No nos preocupemos, ¡volvemos!, ¡reconquistemos!, porque a veces la perderemos, reconquistemos nuestra alegría con el acto de fe, con el acto de fe en el amor de Dios: en que Dios está con nosotros y que verdaderamente Dominus tecum, le dijo el ángel a la Virgen (Cfr. Lc 1,28). Y también nos lo dice a nosotros siempre, el Señor está con nosotros: “yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Cfr. Mt 28,20). Se lo dijo a los apóstoles y nos lo dice a nosotros.

Tenemos que estar contentos, tenemos que esforzarnos por estar contentos. No con una alegría superficial, y mucho menos irracional, desconocedora de la realidad. Si es una alegría radicada en el amor de Dios es compatible con la Cruz. Me viene a la memoria una expresión de san Josemaría cuando nos aseguraba que “la alegría tiene sus raíces en forma de Cruz” (Forja, 28), sobre todo en la Cruz de Cristo, que es lo que nos ha redimido, lo que nos permite tener fe, lo que nos permite tener amor, lo que nos permite en el fondo, tener una alegría auténtica. Ahí está la raíz de nuestra alegría en la Cruz de Cristo.

Y por eso también, el dolor y el sufrimiento en nuestra vida, pueden tener como raíz de una alegría que se expande a los demás: una alegría que no ha de ser nunca algo egoísta, individualista. De hecho, la alegría autentica −incluso humana, que es buena− de suyo es expansiva. La alegría tiende a expandirse y, más aún, la alegría espiritual −de fondo−, la alegría cristiana tiende a expandirse a los demás, a quienes están a nuestro lado, a todo el mundo, con la sonrisa, con el buen humor, con la ayuda, con el interés por los demás de tal manera que, −como le gustaba decir a san Josemaría− seamos todos, procuremos serlo −a pesar de nuestras limitaciones y de nuestros mismos errores− sembradores de paz y de alegría.

Sí, a lo que tenemos cerca, pero también podemos ser sembradores de alegría en el mundo entero con nuestra oración. Llevándonos al mundo entero a nuestra oración para que la gente esté contenta, para que la gente sepa encontrar la alegría también en la Cruz, sintiendo todo como muy nuestro, el mundo es nuestro.

Recordamos el salmo número dos, cuando refiriéndose proféticamente a Jesucristo dice: “te he dado todas las gentes como heredad” (Sal 2,8). Pues, en Jesucristo nos las ha dado a nosotros, especialmente a los cristianos, el mundo por heredad. Y también tenemos que sentir esa responsabilidad de sentir como muy nuestro todo, también los sufrimientos de quienes no conocemos, hasta el último extremo de la tierra, para con nuestra alegría y con nuestra oración poder también sembrar alegría allí, donde físicamente no podríamos llegar.

La Virgen Santísima podemos pensar que estaba siempre contenta, con la plenitud de gracia como madre de Dios. Y sin embargo, tuvo mucho que sufrir; y sin embargo, es el ejemplo de cómo unir, de cómo ser capaces −ciertamente con la gracia de Dios, pidiéndosela al Señor− de ser felices cuando hay que sufrir, desde ese momento que recordábamos antes del niño perdido y hallado en el templo, hasta el pie de la Cruz.

Vamos a pedirle a la Virgen −a ella que, en las letanías del rosarios la llamamos Causa de nuestra alegría− que nos ayude a estar contentos, y que con su intercesión y con su mediación materna nos consiga un aumento de gracia, un aumento de fuerza, un aumento de fe, especialmente, en el amor que Dios nos tiene para que en estos tiempos de pascua la alegría crezca en nuestras almas y se trasmita a todo el año y la podamos trasmitir a todo lo que está a nuestro alrededor y con la oración hasta el fin del mundo.

AudioPascua. Meditación del Prelado del Opus Dei

Fuente: opusdei.org

4/27/21

‘El de la eutanasia no es un debate cerrado’

 Rocío del Prado


Expertos de Medicina, Derecho, Ética y Comunicación abordan la importancia de la dignidad, el cuidado y la autonomía tras la reciente aprobación de la Ley de la Eutanasia

“Busquemos una sociedad que proteja al débil y alivie al enfermo”, destacó el doctor Carlos Centeno, director del servicio de Cuidados Paliativos de la Clínica Universidad de Navarra en la mesa redonda “Acerca de la Eutanasia”, organizada por el Instituto Core Curriculum de la Universidad de Navarra. En la sesión, expertos de Medicina, Derecho, Ética y Comunicación abordaron la importancia de recuperar el genuino sentido de la dignidad, el cuidado y la autonomía tras la reciente aprobación de la Ley de la Eutanasia.

El doctor Centeno explicó algunos avances de la medicina que combaten el miedo a morir sufriendo. “La muerte debería llegar suavemente, en paz, sin violencia; aliviada del sufrimiento de la enfermedad y del dolor en la separación de los que se quieren”, afirmó Centeno, director del Grupo de Investigación Atlantes del Instituto Cultura y Sociedad (ICS). Una realidad que, según Centeno, “es hoy posible” con los avances de la medicina. “Con buena medicina se puede morir en paz y sin sufrir. La eutanasia significa morir con sufrimiento; es lo contrario a la muerte natural, es morir con violencia. Por eso la medicina y la eutanasia no se encuentran. Por eso no puede haber acuerdo”, afirmó.

El profesor de Ética José María Torralba destacó que “el de la eutanasia no es un debate ya cerrado tras la aprobación de la ley”. “Quienes pensamos que contradice el bien común, tenemos el deber de seguir explicándolo a la sociedad, como hace cualquier ciudadano ante una ley que considera injusta. Eso es lo propio de una sociedad democrática sana”, añadió. En concreto, le parece grave que, a partir de ahora, “se obligue a todos los enfermos o grandes dependientes a preguntarse si deben pedir la eutanasia”, una tesitura que “dejará en situación de desprotección a los más débiles, a pesar de las garantías que la ley pretende ofrecer”.

También explicó que se está cambiando el significado original de la dignidad humana. “Con esta ley, la persona se queda sola ante su decisión y se diluye la certeza de que la sociedad le dará todo el apoyo necesario, todo el tiempo que haga falta”, afirmó. “En el cuidado a otra persona resplandece de modo especial nuestra humanidad. Seamos una sociedad orgullosa de cuidar a sus personas mayores, enfermos y dependientes, donde nadie piense que sobra o es una carga”, concluyó.

Por su parte, la profesora Teresa Sábada, experta en Comunicación, resaltó la necesidad de crear nuevas imágenes y marcos contextuales que sirvan para recuperar el sentido de los conceptos ante la actual “confusión conceptual” que se ha producido en el relato de la eutanasia. “Debemos ayudar a la claridad en el debate en dos direcciones: el significado de la realidad que entendemos por eutanasia y en la introducción de matices”. Además, destacó algunos marcos de la opinión pública actual que favorecen la defensa de la vida, como la igualdad social, la recuperación del sentido de lo natural o el valor de acompañar a los enfermos de COVID que se ha ensalzado en la pandemia, entre otros. 

Desde la perspectiva del Derecho, la nueva Ley, según la profesora de Filosofía del Derecho Pilar Zambrano, presenta una realidad “inconciliable con otros derechos”, pues al despenalizar la eutanasia se han puesto en cuestión otros como “el derecho a la vida, la privacidad o la autonomía, que permite disponer de la propia vida con o sin auxilio de terceros”. Además, Zambrano advirtió de la afectación al derecho de igualdad, pues “no podemos permitir la eutanasia como discriminación".


Rocío del Prado, en unav.edu


4/26/21

El valor de la alegría

 Escrito en: convalores.com


La alegría es un gozo del espíritu

La alegría es algo simple, pero no sencillo. Es simple apreciar si una persona es alegre o no, y la forma en la que ilumina a los demás, sin embargo tratar de ser una persona así no es sencillo. La alegría es un gozo del espíritu. Los seres humanos conocemos muy bien el sufrimiento y el dolor, y quienes han perdido a un ser querido lo han experimentado en toda su profundidad. Bien, pues así como el ser humano conoce el dolor y el sufrimiento, es capaz de tener las sensaciones opuestas: bienestar y... ¿Felicidad? Sí, felicidad.


Sin embargo la alegría es distinta del dolor, pues el dolor generalmente tiene causas externas: un golpe, un acontecimiento trágico, una situación difícil. Y la alegría es exactamente al revés, proviene del interior. Desde el centro de nuestra mente, de nuestra alma, hay un bienestar, una paz que se reflejan en todo nuestro cuerpo: sonreímos, andamos por ahí tarareando o silbando una tonadita, nos volvemos solícitos... El cambio es realmente espectacular, tanto que suele contagiar a quienes están al rededor de una persona así.

La alegría surge, en primer lugar, de una actitud, la de decidir cómo afronta nuestro espíritu las cosas que nos rodean. Quien se deja afectar por las cosas malas, elige sufrir. Quien decide que su paz es mayor que las cosas externas, entonces se acerca más a una alegría. Una alegría que viene desde de adentro.

La fuente más común, más profunda y más grande de la alegría es el amor, particularmente el amor en pareja. ¿Quién no se siente alegre cuando recién conoció a una persona que le gusta? Aún más ¿Quién no ve el mundo diferente cuando se da cuenta de que esa persona, además, está interesada en nosotros? El amor rejuvenece y es una fuente espontánea y profunda de alegría. Ese amor es, efectivamente, el principal combustible para estar alegres. Quien no ama, no ríe. Y es por eso que el egoísta sufre, y nunca está alegre.

Si nos hiciéramos el propósito de enumerar una serie de motivos para no estar alegres, encontraríamos: levantarse todos los día a la misma hora para acudir al trabajo, a la escuela o para reiniciar las labores domésticas; convivir con las personas que no son de nuestro agrado; enfrentarse al tráfico; preocuparnos por ajustar nuestro presupuesto para solventar las necesidades primordiales y además pagar las deudas; estar pendientes de la seguridad y bienestar de la familia; trabajar exactamente en lo mismo que hicimos ayer, y todo aquello que de alguna manera se parece a la vida rutinaria. Esto sería lo mismo que llevar una vida fría y con un gran toque de amargura.

Pocas veces pensamos en el hecho de estar alegres, pues en algunos momentos la alegría surge de manera espontánea por diversos motivos: una mejor oportunidad de trabajo, la propuesta para emprender un negocio, el ascenso que no esperábamos, un resultado por encima de lo previsto en los estudios... y dejamos que la vida siga su curso, sin ser conscientes que a la alegría no siempre se le encuentra, también se le construye.

Tampoco es válido pensar que la solución consiste en tomar con poca seriedad nuestras obligaciones y compromisos para vivir tranquilamente y de esta manera estar alegres. La persona que busca evadir la realidad tiene una alegría ficticia, mejor dicho, vive inmerso en la comodidad y en la búsqueda del placer, lo cual dura muy poco.

¿Qué se debe hacer para vivir el valor de la alegría? Para concretar una respuesta, primero debemos ver lo bueno que hacemos con esfuerzo y cariño:

- El trabajo que todos los días haces en la oficina o en el negocio. Aunque siempre sea el mismo, beneficias a otras personas y por consiguiente a tu familia y ti mismo. El hacerlo bien te da la seguridad de mantenerlo y de tener una fuente de ingresos.

- El cuidado que tienes para tu familia. Si eres padre o madre de familia, tienes la satisfacción de proporcionarles educación, alimentos y cuidados a tus hijos. Te da gusto verlos aseados y contentos. Haz tenido la capacidad de no adquirir algo para tu uso personal con tal de comprarles ropa, libros, zapatos o algún juguete. Como hijo, haces que tus padres se sientan orgullosos al ver tus éxitos en los estudios, el deporte o cualquier sana afición, de estar pendiente de no provocarles un disgusto o una pena como consecuencia de malas amistades, el alcohol o la droga.

- El tener amigos. Cada vez que los visitas por enfermedad, les ayudas en una mudanza, te das tiempo para platicar de sus problemas y darles consejo, o si sabes de mecánica te ofreces para hacer una pequeña reparación, salir a comer o convivir mediante algún deporte.

- El vivir en armonía con la sociedad. Mantener buenas relaciones con tus vecinos, ser aceptado por mostrar educación y respeto, el cuidar la limpieza fuera de tu casa, procurar que existan centros de sana diversión cerca del lugar en el que vives, o si participas en alguna iniciativa de ayuda a los más necesitados.

¿No es todo lo anterior motivo de gozo y de satisfacción interior?

El valor de la alegría está alejado del egoísmo porque todas las personas están primero que la propia, es saber darse sin medida, sin interés, por el simple hecho de querer ayudar con los medios a nuestro alcance.

Cada vez que realizamos algo bueno, con sacrificio o sin él, con desprendimiento de nuestra persona y de nuestras cosas, nos inunda la paz interior porque es la alegría del deber cumplido.

Lo que más apreciamos en la vida se debe al esfuerzo que pusimos para alcanzarlo, estudiando con intensidad, preparándonos para trabajar más y mejor, y los beneficios a obtener serán consecuencia de ese empeño.

El tener vida ya es motivo suficiente de alegría, aún el las circunstancias más adversas, estamos en condiciones de hacer algo positivo y de provecho para los demás, "es hacer el bien, sin mirar a quien". Disfrutar de lo poco o de lo mucho que tenemos sin renunciar a mejorar, mientras tengamos vida, tenemos posibilidades. Toda persona es capaz de irradiar desde su interior la alegría, manifestándola exteriormente con una simple sonrisa o con la actitud serena de su persona, propia de quien sabe apreciar y valorar todo lo que existe a su alrededor.