4/30/09

“Llevar la paz a todas las gentes”


Benedicto XVI a los obispos argentinos en visita “ad limina”



Queridos Hermanos en el Episcopado:
1. Es para mí un motivo de gran alegría reunirme con este grupo de Pastores de la Iglesia en Argentina, con el cual concluye su visita ad limina. Os saludo con todo afecto y os deseo que este encuentro fraterno con el Sucesor de Pedro os ayude a sentir el latido de la Iglesia universal y a consolidar los vínculos de fe, comunión y disciplina que unen vuestras Iglesias particulares a esta Sede Apostólica. Al mismo tiempo, doy gracias al Señor por esta nueva ocasión de confirmar a mis hermanos en la fe (cf. Lc 22, 32), y participar en sus alegrías y preocupaciones, en sus logros y dificultades.
Agradezco de todo corazón las amables palabras que, en nombre de todos, me ha dirigido Mons. Luis Héctor Villalba, Arzobispo de Tucumán y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Argentina, y en las que ha manifestado vuestros sentimientos de afecto y adhesión, así como los de los sacerdotes, religiosos y fieles laicos de vuestras comunidades.
2. Queridos Hermanos, el Señor Jesús nos ha confiado un ministerio de altísimo valor y dignidad: llevar su mensaje de paz y reconciliación a todas las gentes, cuidar con amor paternal al Pueblo santo de Dios y conducirlo por la vía de la salvación. Ésta es una tarea que supera con creces nuestros méritos personales y nuestra pobre capacidad humana, pero a la que nos entregamos con sencillez y esperanza, apoyándonos en las palabras de Cristo, «no me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca» (Jn 15, 16). Jesús, el Maestro, mirándoos con amor de hermano y amigo, os ha llamado a entrar en su intimidad, y consagrándoos con el óleo sagrado de la unción sacerdotal ha puesto en vuestras manos el poder redentor de su sangre, para que, con la seguridad de actuar siempre in persona Christi capitis, seáis en medio del Pueblo que se os ha confiado «un signo vivo del Señor Jesús, Pastor y Esposo, Maestro y Pontífice de la Iglesia» (Juan Pablo II, Pastores gregis, 7).
En el ejercicio de su ministerio episcopal, el Obispo debe comportarse siempre entre sus fieles como quien sirve (cf. Lumen gentium, 27), inspirándose constantemente en el ejemplo de Aquel que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos (cf. Mc 10, 45). Realmente, ser Obispo es un título de honor cuando se vive con este espíritu de servicio a los demás y como participación humilde y desinteresada en la misión de Cristo. La contemplación frecuente de la imagen del Buen Pastor os servirá de modelo y aliento en vuestros esfuerzos por anunciar y difundir el Evangelio, os impulsará a cuidar de los fieles con ternura y misericordia, a defender a los débiles y a gastar la vida en una constante y generosa dedicación al Pueblo de Dios (cf. Pastores gregis, 43).
3. Como parte esencial de vuestro ministerio episcopal en la Iglesia, verdadero amoris officium (cf. S. Agustín, In Io. Ev., 123, 5), deseo exhortaros vivamente a fomentar en vuestras comunidades diocesanas el ejercicio de la caridad, de modo especial para con los más necesitados. Con vuestra cercanía y vuestra palabra, con la ayuda material y la oración, con el llamado al diálogo y al espíritu de entendimiento que busca siempre el bien común del pueblo, y con la luz que viene del Evangelio, queréis dar un testimonio concreto y visible del amor de Cristo entre los hombres, para construir continuamente la Iglesia como familia de Dios, siempre acogedora y misericordiosa con los más pobres, de tal manera que en todas las diócesis reine la caridad, en cumplimiento del mandamiento de Jesucristo (cf. Christus Dominus, 16). Junto a eso, quisiera insistir también en la importancia de la oración frente al activismo o a una visión secularizada del servicio caritativo de los cristianos (cf. Deus caritas est, 37). Ese contacto asiduo con Cristo en la plegaria trasforma el corazón de los creyentes, abriéndolo a las necesidades de los demás, sin inspirarse, por tanto, en «esquemas que pretenden mejorar el mundo siguiendo una ideología, sino dejándose guiar por la fe que actúa por el amor» (ibíd., 33).
4. Deseo encomendaros de un modo especial a los presbíteros, vuestros colaboradores más cercanos. Que el abrazo de paz, con el que los acogisteis en el día de su ordenación sacerdotal, sea una realidad viva cada día, que contribuya a estrechar cada vez más los lazos de afecto, respeto y confianza que os unen a ellos en virtud del sacramento del Orden. Reconociendo la abnegación y entrega al ministerio de vuestros sacerdotes, deseo invitarlos también a que se identifiquen cada vez más con el Señor, siendo verdaderos modelos de la grey por sus virtudes y buen ejemplo, y apacentando con amor el rebaño de Dios (cf. 1 P 5, 2-3).
5. La vocación específica de los fieles laicos los lleva a intentar configurar rectamente la vida social y a iluminar las realidades terrenas con la luz del Evangelio. Que los seglares, conscientes de sus compromisos bautismales, y animados por la caridad de Cristo, participen activamente en la misión de la Iglesia así como en la vida social, política, económica y cultural de su País. En este sentido, los católicos deberán destacar entre sus conciudadanos por el cumplimiento ejemplar de sus deberes cívicos, así como por el ejercicio de las virtudes humanas y cristianas que contribuyen a mejorar las relaciones personales, sociales y laborales. Su compromiso los llevará también a promover de modo especial aquellos valores que son esenciales al bien común de la sociedad, como la paz, la justicia, la solidaridad, el bien de la familia fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, la tutela de la vida humana desde la concepción hasta su muerte natural, y el derecho y obligación de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones morales y religiosas.
Deseo concluir pidiéndoos que llevéis mi saludo afectuoso a todos los miembros de vuestras Iglesias diocesanas. A los Obispos eméritos, sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, y a todos los fieles laicos, decidles que el Papa les agradece sus trabajos por el Señor y la causa del Evangelio; que espera y confía en su fidelidad a la Iglesia. A vosotros, queridos Obispos de Argentina, os agradezco vuestra solicitud pastoral y os aseguro mi cercanía espiritual y mi plegaria constante. Os encomiendo de corazón a la protección de Nuestra Señora de Luján y os imparto una especial Bendición Apostólica.

4/29/09

Benedicto XVI presenta la figura del patriarca Germán de Constantinopla
Intervención hoy durante la audiencia general


Queridos hermanos y hermanas:
El patriarca Germán de Constantinopla, del que quisiera hablar hoy, no pertenece a las figuras más representativas del mundo cristiano oriental y sin embargo su nombre aparece con una cierta solemnidad en la lista de los grandes defensores de las imágenes sagradas, redactada en el Segundo Concilio de Nicea, séptimo ecuménico (787). La Iglesia griega celebra su fiesta en la liturgia del 12 de mayo. Él tuvo un papel significativo en la compleja historia de la lucha por las imágenes, durante la llamada crisis iconoclasta: supo resistir válidamente a las presiones de un Emperador iconoclasta, es decir adversario de los iconos, como fue León III.
Durante el patriarcado de Germán (715-730) la capital del imperio bizantino, Constantinopla, sufrió un peligrosísimo asedio por parte de los sarracenos. En aquella ocasión (717-718) se organizó una solemne procesión en la ciudad con la ostensión de la imagen de la Madre de Dios, la Theotokos, y de la reliquia de la Santa Cruz, para invocar de lo Alto la defensa de la ciudad. De hecho, Constantinopla fue liberada del asedio. Los adversarios decidieron desistir para siempre de la idea de establecer su capital en la ciudad símbolo del Imperio cristiano y el reconocimiento por la ayuda divina fue extremadamente grande en el pueblo.
L Patriarca Germán, tras aquel acontecimiento, se convenció de que la intervención de Dios debía considerarse una aprobación evidente de la piedad mostrada por el pueblo hacia los santos iconos. De parecer completamente distinto fue en cambio el emperador León III, que precisamente ese año (717) fue entronizado como emperador indiscutido en la capital, en la que reinó hasta el 741. Tras la liberación de Constantinopla y tras una serie de victorias más, el emperador cristiano empezó a manifestar cada vez más abiertamente la convicción de que la consolidación del Imperio debía comenzar precisamente por una reordenación de las manifestaciones de la fe, con particular referencia al riesgo de idolatría al que, a su parecer, el pueblo estaba expuesto con motivo del culto excesivo a los iconos.
De nada valieron las referencias del patriarca Germán a la tradición de la Iglesia y a la efectiva eficacia de algunas imágenes, que eran reconocidas unánimemente como "milagrosas". El emperador se hizo cada vez más inamovible en la aplicación de su proyecto restaurador, que preveía la eliminación de los iconos. Y cuando el 7 de enero del 730 él tomó postura abierta en una reunión pública contra el culto a las imágenes, Germán no quiso en modo alguno plegarse a la voluntad del emperador sobre cuestiones que él consideraba determinantes para la fe ortodoxa, a la cual según él pertenecía precisamente el culto, el amor por las imágenes. Como consecuencia de aquello, Germán se vio obligado a entregar la dimisión como Patriarca, autocondenándose al exilio en un monasterio donde murió olvidado por todos. Su nombre volvió a emerger precisamente en el Segundo Concilio de Nicea (787), cuando los Padres ortodoxos decidieron a favor de los iconos, reconociendo los méritos de Germán.
El Patriarca Germán cuidaba mucho las celebraciones litúrgicas y, durante un cierto tiempo, fue considerado también el instaurador de la fiesta del Akatistos. Como es sabido, el Akatistos es un antiguo y famoso himno surgido en ámbito bizantino y dedicado a la Theotokos, la Madre de Dios. A pesar de que desde el punto de vista teológico no se pueda calificar a Germán como un gran pensador, algunas obras suyas tuvieron un cierto eco sobre todo por ciertas intuiciones suyas sobre la mariología. De él se han conservado, en efecto, diversas homilías de argumento mariano, y algunas de ellas han marcado profundamente la piedad de enteras generaciones de fieles, tanto en oriente como en Occidente. Sus espléndidas Homilías sobre la Presentación de María en el Templo son testimonios aún vivos de la tradición no escrita de las Iglesias cristianas. Generaciones de monjas, de monjes y de miembros de numerosísimos Institutos de Vida Consagrada siguen encontrando aún hoy en estos textos tesoros preciosísimos de espiritualidad.
Suscitan aún maravilla algunos textos mariológicos de Germán que forman parte de las homilías pronunciadas In SS. Deiparae dormitionem, festividad correspondiente a nuestra fiesta de la Asunción. Entre estos textos el Papa Pío XII utilizó uno que encastró como una perla en la constitución apostólica Munificentissimus Deus (1950), con la que declaró dogma de fe la Asunción de María. Este texto citó el Papa Pío XII en dicha Constitución, presentándolo como uno de los argumentos en favor de la fe permanente de la Iglesia hacia la asunción corporal de María al cielo. Germán escribe: "¿Podía nunca suceder, santísima Madre de Dios, que el cielo y la tierra se sintieran honrados por tu presencia, y tu, con tu partida, dejases a los hombres privados de tu protección? No. Es imposible pensar estas cosas. De hecho cuando estabas en el mundo no te sentías extraña a las realidades del cielo, así tampoco tras haber emigrado de este mundo te has sentido alejada de la posibilidad de comunicar en espíritu con los hombres... De hecho no has abandonado a aquellos a los que has garantizado la salvación... de hecho tu espíritu vive eternamente, ni tu carne sufrió la corrupción del sepulcro. Tu, oh Madre, estás cerca de todos y a todos proteges y, aunque nuestros ojos no puedan verte, con todo sabemos, oh altísima, que tu vives en medio de todos nosotros y que te haces presente de las formas más diversas... Tú (María) te revelas toda, como está escrito, en tu belleza. Tu cuerpo virginal es totalmente santo, todo casto, todo casa de Dios así que, también por esto, es absolutamente refractario a toda reducción al polvo. Éste es inmutable, desde el momento que aquello que en él era humano ha sido asumido en la incorruptibilidad, permaneciendo vivo y absolutamente glorioso, incólume y partícipe de la vida perfecta. De hecho era imposible que fuese tenida encerrada en el sepulcro de los muertos aquella que se había convertido en vaso de Dios y templo vivo de la santísima divinidad del Unigénito. Por otra parte nosotros creemos con certeza que tú sigues caminando con nosotros" (PG 98, coll. 344B-346B, passim).
Se ha dicho que para los bizantinos el decoro de la forma retórica en la predicación, y aún más de los himnos o composiciones poéticas que éstos llaman "tropos", es tan importante en la celebración litúrgica como la belleza del edificio sagrado en el que esta tiene lugar. El Patriarca Germán fu reconocido, en esa tradición, como uno de aquellos que han contribuido mucho a tener viva esta convicción, es decir que la belleza de la palabra, del lenguaje y belleza del edificio y de la música deben coincidir.
Cito, para concluir, las palabras inspiradas con las que Germán califica a la Iglesia al inicio de esta pequeña obra de arte: "La Iglesia es templo de Dios, espacio sagrado, casa de oración, convocación de pueblo, cuerpo de Cristo... Es el cielo en la tierra, donde Dios trascendente habita como en su casa y pasea en ella, pero es también imagen realizada (antitypos) de la crucifixión, de la tumba y de la resurrección... La Iglesia es la casa de Dios en la que se celebra el sacrificio místico vivificante, al mismo tiempo parte más íntima del santuario y gruta santa. Dentro de ella se encuentran aquellas verdaderas y auténticas perlas preciosas que son los dogmas divinos de la enseñanza ofrecida directamente por el Señor a sus discípulos" (PG 98, coll. 384B-385A).
Al final queda la pregunta: qué tiene que decirnos hoy este Santo, cronológicamente y también culturalmente bastante distante de nosotros. Creo sustancialmente tres cosas. La primera: hay una cierta visibilidad de Dios en el mundo, en la Iglesia, que debemos aprendr a percibir. Dios ha creado al hombre a su imagen, pero esta imagen ha sido cubierta de tanta suciedad por el pecado, que en consecuencia Dios casi no se veía más en ella. Así el Hijo de Dios se hizo verdadero hombre, perfecta imagen de Dios: en Cristo podemos así contemplar también el rostro de Dios y aprender a ser nosotros mismos verdaderos hombres, verdaderas imágenes de Dios. Cristo nos invita a imitarle, a llegar a ser semejantes a Él, para que en cada hombre se transparente de nuevo el rostro de Dios, la imagen de Dios. A decir verdad, Dios había prohibido en el Decálogo hacer imágenes de Dios, pero esto era con motivo de las tentaciones de idolatría a las que el creyente podía estar expuesto en un contexto de paganismo. Sin embargo, cuando Dios se hizo visible en Cristo mediant la encarnación, se hizo legítimo reproducir el rostro de Cristo. Las imágenes santas nos enseñan a ver a Dios en la figuración del rostro de Cristo. Tras la encarnación del Hijo de Dios, se ha hecho por tanto posible ver a Dios en las imágenes de Cristo y también en el rostro de los santos, en el rostro de todos los hombres en los que resplandece la santidad de Dios.
Lo segundo es la belleza y la dignidad de la liturgia. Celebrar la liturgia en la conciencia de la presencia de Dios, con esa dignidad y belleza que deja ver un poco su esplendor, es la tarea de todo cristiano formado en su fe. Lo tercero es amar a la Iglesia. Precisamente a propósito de la Iglesia, nosotros los hombres estamos inclinados a ver sobre todo sus pecados, lo negativo; pero con ayuda de la fe, que nos hace pacaces de ver de forma auténtica, podemos también, hoy y siempre, redescubrir en ella la belleza divina. Es en la Iglesia donde Dios se hace presente, se nos ofrece en la Santa Eucaristía y permance presente para la adoración. En la Iglesia Dios habla con nosotros, en la Iglesia "Dios pasea con nosotros", como dice san Germán. En la Iglesia recibimos el perdón de Dios y aprendemos a perdonar.
Oremos a Dios para que nos enseñe a ver en la Iglesia su presencia, su belleza, a ver su presencia en el mundo, y nos ayude a ser también nosotros transparentes a su luz.
"¿Bendita red?"


Lección magistral del padre Federico Lombardi en Salamanca, al recibir el doctorado honoris causa

Nuevos problemas de comunicación vistos desde Roma
Cuando la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca decidió generosamente asignarme el título de Doctor honoris causa en comunicación social, era el mes de diciembre de 2008. Como todos saben, desde entonces se han registrado una serie de hechos que han visto a la Iglesia católica, y, en particular al Papa y al Vaticano, en el centro de una serie de debates de notable resonancia en los medios de diversos Países. Por ejemplo, la decisión de levantar la excomunión a los obispos tradicionalistas y el caso del obispo Williamson, negacionista del holocausto; el debate sobre los preservativos en la lucha contra el SIDA en los países africanos... Como todos sabéis, yo me he encontrado implicado de forma muy directa en ello, en particular en los aspectos que se refieren a la comunicación en la Iglesia y de la Iglesia, de la que son indudablemente una dimensión importante - aunque non la única. En todo caso, estoy aquí entre vosotros precisamente como testigo de este tipo de problemas y vivencias, y por ello he pensado que es mi deber tenerlas en cuenta en las consideraciones que ahora os propongo con sencillez. No en calidad de teórico y estudioso - porque no lo soy - sino como agente de las comunicaciones al servicio de la Iglesia y como creyente.
En camino en un mundo que cambia
El cambio del panorama de la comunicación social en los últimos decenios y en los últimos años es muy evidente. Vosotros en la universidad lo estudiáis y lo analizáis continuamente y podríais hablar sobre él mucho mejor que yo. Yo lo vivo en primera persona, pasando a lo largo de mi vida a través del empleo de los diversos medios y sus transformaciones. (Como ya se ha recordado) comencé a escribir en una revista cultural - La Civiltà Cattolica - que con sus largos artículos de profundización es hoy casi igual (como periodicidad y fórmula editorial) a como era hace 160 años, cuando fue fundada. Pero luego se me envió a la radio y después a un centro de producción televisivo y estos medios me han llevado, más duramente, a confrontarme con el rápido desarrollo de la tecnología de las comunicaciones y de la forma de trabajar en las redacciones periodísticas, para comunicar los contenidos del mensaje de la Iglesia en relación con los eventos de actualidad. Personalmente he vivido - sobre todo en la radio - la llegada de la difusión satelital, con la posibilidad de una redifusión más amplia a nivel mundial de los programas de Radio Vaticano, en las diversas lenguas; he vivido la digitalización de los sistemas de producción, con la profunda modificación de los métodos de trabajo y de las figuras profesionales de redactores y técnicos; luego, la llegada de Internet, con nuevas posibilidades para obtener e intercambiar informaciones, rapidez de comunicación por e-mail y distribución capilar de contenidos en la red. Y, finalmente, la experiencia de estos últimos años en la Oficina de Prensa vaticana me está obligando a buscar los caminos para establecer un careo y un diálogo más orgánico y constructivo entre la comunicación de la Santa Sede y el mundo de hoy de las comunicaciones sociales, que está volviéndose muy distinto a como era y en el que mi generación ha vivido hasta ahora.
Hace pocas semanas, en este mes de abril, se publicó un documento, a cargo de Microsoft, titulado: "Europe logs on. European Internet Trends of Today and Tomorrow", y la noticia principal que nos da es ésta: según las proyecciones actuales, en junio de 2010, en Europa, el consumo de Internet superará el de la Televisión tradicional, alcanzando una media de 14.2 horas semanales por persona, contra 11.5 de la TV tradicional. Ya en 2008 Internet había superado los otros medios, excepto la televisión, como fuente primaria de información de actualidad nacional e internacional. La marcha continúa y parece imparable.
Entendámonos, yo me considero interesado y responsable de comunicación en la Iglesia en todas las direcciones, hacia muchos países y situaciones diversas. Soy consciente de que en muchas y grandes partes del mundo las modalidades de las comunicaciones sociales son bastante diferentes a las de los Países más desarrollados. Y de que, aun entre los Países desarrollados hay sensibles diferencias que se deben tener en cuenta. El documento al que me acabo de referir observa que en la misma Europa hay un 'digital divide' - es decir una brecha digital
-entre Norte y Sur, en lo que se refiere al acceso y al uso de Internet. Desde el punto de vista de la Iglesia, de ninguna forma se debe dejar al margen a quien tenga menores posibilidades. Para nosotros, los pobres y los Países en desarrollo son importantes al igual que los ricos, en realidad quizá aún más. Por lo que no debemos dejar caer en el olvido las tecnologías tradicionales y las formas de comunicación que aún son necesarias para servir a esta amplia parte de la humanidad. Sin embargo, no podemos dejar de seguir atentamente el rumbo que está tomando el desarrollo y no podemos perder el contacto con las situaciones más avanzadas del mundo de la comunicación. La experiencia reciente de las discusiones sobre el Papa y sobre la Iglesia y la forma en que se han desarrollado ciertamente ha intensificado y acelerado la reflexión y el debate sobre la comunicación de la Iglesia y en la Iglesia. Se han multiplicado los artículos y la toma de posición sobre el tema. A menudo, se han confundido problemas diversos, pero también se han tocado cuestiones reales. Es nuestro deber esforzarnos en sacar alguna conclusión útil, con el fin de que todo ello no quede en una vana multiplicación de palabras.
Olas de choque
Una primera consideración muy evidente se refiere a la rapidez y amplitud de las olas de choque con que se difunden las noticias que atraen la atención y suscitan sensacionalismo. Esta rapidez y amplitud ha crecido como consecuencia de la nueva realidad de la comunicación en la red. La comunicación se desarrolla durante las 24 horas del día, continuamente, ya no está acompasada por citas distanciadas entre sí, como la salida de los diarios de la mañana o de los noticiarios televisivos, en algunos momentos principales del día. La tempestividad de la información, acelerada por la competencia entre agencias, cabeceras y sitios crea un flujo rapidísimo y prácticamente imparable, en el que es difícil insertar eficazmente respuestas o rectificaciones. La multiplicidad de las voces y de los puntos de información en la red hace que también las verificaciones sean muy difíciles. Además, la gran multiplicidad de voces hace que sea cada vez más difícil atraer la atención, con la consiguiente tendencia a la noticia sensacionalista, al título "sensacionalista", que cause un fuerte impacto con palabras que causan impresión. El 'scoop' - es decir la noticia bomba - es algo que buscan continuamente muchos periodistas y muchas cabeceras, como una necesidad vital para afirmar su existencia en el mar de las palabras y de las imágenes. Pienso que todos somos conscientes de esta situación y vemos sus riesgos continuos, pero no logramos entender cómo podemos encontrarle remedio.
Hace algunos días, en ocasión de los 100 años del nacimiento de uno de los más grandes periodistas italianos - Indro Montanelli - se publicó su última lección de periodismo en la Universidad de Turín, en 1997, casi un testamento. Él sabía muy bien que el periodismo que él conocía y ejercía no podía seguir siendo el de hoy y de mañana. Y sus palabras presentan rasgos nostálgicos y pesimistas, pero contienen también mensajes que vale la pena recoger y meditar. Por ejemplo, él polemizaba con la televisión y el efecto negativo que ha tenido sobre el periodismo y decía, entre otras cosas: "La televisión enseña y abre el camino hacia el protagonismo, que, llevado al periodismo, tiene efectos catastróficos. La televisión azuza aquel pésimo incentivo típico de los malos periodistas que es la búsqueda a toda costa del 'scoop' - de la noticia bomba - ¡Si alguien de vosotros quiere dedicarse a esta profesión, huya de la tentación del scoop! Acordaos que es un atajo para los asnos o burros. Permite llegar antes, pero mal".
Siento que estoy profundamente de acuerdo con Montanelli en la polémica contra la búsqueda del 'scoop'. Pero, en verdad, pensando en la comunicación, se me ocurre pensar no sólo en los asnos o burros, sino también en otros animales: sobre todo en las ovejas. A menudo, cuando una agencia o un periodista, que de alguna forma tiene fama de estar informado, lanza una noticia que puede ser llamativa o un título sensacionalista, muchos o casi todos los siguen, sin tener la valentía o la fuerza para elegir otra perspectiva, o verificar si, en realidad, es una información atendible o no. El miedo de llegar tarde o de parecer que no se está informados prevalece sobre la seriedad de la información. Y en ello, a veces, la responsabilidad es de los jefes de redacción o de los directores, que imponen seguir la corriente aun a los periodistas que quisieran asumir una posición diferente. También ésta es una de las componentes de las olas de choque.
Podemos citar un ejemplo reciente. Hace algunas semanas, había empezado a circular una noticia según la cual el Vaticano había rechazado tres candidaturas distintas propuestas por la Administración Obama, para el cargo de nuevo embajador ante la Santa Sede, porque los candidatos no eran pro-vida. Respondiendo a una pregunta de una agencia estadounidense hice un desmentido. Pero el bulo ha seguido circulando por varios días, llegando a veces incluso a citar mi desmentido, como un elemento más para enriquecer y alargar el mismo bulo. No importaba tanto si era verdadera o falsa, el hecho es que tenía todas las características para ser interesante.
Pero volvamos a Montanelli. Él proseguía su lección con una consideración positiva, puesto que confiaba en que, con el tiempo, el juicio del público sabe reconocer la seriedad de la información y, sobre todo, la seriedad del buen informador: "El público - dice - es un animal raro, parece uno que entiende poco, pero se acuerda, y si os jugáis su confianza estáis perdidos. Esta confianza hay que conquistársela seria y fatigosamente, día tras día. Ello no nos libra del error, pero impone la obligación de denunciarnos a nosotros mismos, cuando nos damos cuenta del error, y de pedir perdón al lector. Si queréis ejercer esta profesión, recordadlo bien. Es una profesión que requiere mucha humildad, mucha, y el protagonismo está en contraste con esta ley fundamental".
Yo confío en el hombre, pienso que todos nosotros debemos tener confianza en la inteligencia y en la capacidad de comprensión y de evaluación de los demás, pero ciertamente estos mensajes - non ceder a la tentación del 'scoop'/noticia bomba, rechazar el protagonismo, trabajar con mucha humildad y seriamente cada día - parecen más bien contracorriente ¿Cómo ponerlos en práctica en el flujo turbulento y agitado de la información en la red durante las 24 horas del día, tanto como agentes individuales de la información, como instituciones que producen y difunden información? Y, al final, el "público" ¿logra verdaderamente encontrar los puntos de referencia que merecen su confianza?
Tomemos los casos recientes que nos han interesado en la Iglesia, por ejemplo la discusión después del discurso del Papa en Ratisbona, o la discusión sobre los tradicionalistas y Williamson, o la que se refiere a los preservativos.
Las oleadas de críticas sensacionalistas han sido muy rápidas y vastas. Las respuestas no faltaron, aun en un tiempo relativamente breve. No sólo de mi parte, a través de la Oficina de Prensa vaticana, pero también de parte de voces bien dispuestas hacia la Iglesia. Sin embargo, se trató evidentemente de voces mucho menos numerosas que las críticas, menos sonoras desde el punto de vista mediático, y, en cierto sentido, atrasadas con respecto al efecto sorpresa de la oleada de críticas. Pero una verdadera reflexión positiva llegó en un segundo tiempo, con una forma de difusión más lenta y gradual. A menudo se trató de respuestas serias, argumentadas, que no sólo permitieron recuperar al menos en parte el efecto de desconcierto inicial, sino también aportar al debate nuevas contribuciones de profundización y de concienciación. Personalmente creo que el tema de la relación entre cristianismo e Islam haya sido afrontado con mayor seriedad, amplitud y concienciación después de Ratisbona, que antes. Pienso también que el clamor suscitado por las declaraciones de Williamson, sobre la negación del holocausto ha permitido hacer conocer de forma más amplia y definitiva las verdaderas posiciones del Papa y de la Iglesia sobre este argumento y fortalecer la relación de diálogo con gran parte del mundo judío. Asimismo me parece que la reanudación de una relación de dialogo y discusión con los tradicionalistas lefebvrianos pueda llevar - esperamos - a una lectura más profundizada y equilibrada del Vaticano II, en el sentido de la hermenéutica de la renovación en la continuidad. También creo que el debate sobre los preservativos esté llevando a un conocimiento y concienciación mayor acerca de las verdaderas líneas eficaces para una estrategia de prevención y de lucha contra el SIDA.
Aquí llegamos a un punto importante de mis consideraciones. No tengo la intención de decir que todo lo que se ha hecho o lo que se haga hoy en la comunicación vaticana esté perfecto, pero creo que en un mundo como el nuestro sería ilusorio pensar que la comunicación pueda estar siempre bien controlada y desarrollarse siempre como un proceso regular y equilibrado.
Por otra parte ¿qué institución o gran personalidad de hoy, que esté continuamente en el centro de la atención de los medios, no es frecuentemente objeto de críticas? Sería muy fácil multiplicar los ejemplos hablando de Presidentes o de Primeros ministros y de otras personalidades de este nivel.
¿Por qué deberíamos pensar que el Papa o la Iglesia, en un mundo secularizado como el nuestro, deban ser una excepción? Pienso que sea inevitable - cuando se afrontan temas sensibles - proceder en cierto sentido de modo dialéctico: posición - crítica - respuesta más profundizada. No hay que pensar que se debe evitar el debate, sino que hay que intentar conducirlo siempre - sin desalentarse - para lograr algún resultado positivo, para una compresión mejor de la posición de la Iglesia. Podemos añadir además que también el modo en que se desarrolla el debate es nuevo, ya no se trata de pocas voces muy autorizadas, bien colocadas e identificadas - como, por ejemplo, los grandes comentaristas de las grandes cabeceras -, sino que ahora está mucho más difundido, aun más allá de los tradicionales límites de áreas lingüísticas o culturales: digamos también internacional o incluso global. Me encamino a la conclusión de esta primera parte de mis consideraciones, reconociendo que me parece aún difícil dar una valoración de largo plazo sobre el significado de los resultados de estos debates: hoy no sabría decir decididamente si el impacto de las olas de críticas, tenga al fin sobre todo efectos negativos e irrecuperables, o si la sucesiva respuesta positiva más profundizada logre dar resultados de largo plazo de gran valor o sólo limitados. Probablemente hay casos diversos. Pero ello significa que debemos mirar más allá y, además, ampliar nuestra mirada. Nosotros hoy nos planteamos este problema, desde el punto de vista específico de la Iglesia, o de la imagen del Papa, o de los valores cristianos que queremos anunciar. Pero el problema no es sólo nuestro. Sería ridículo pensarlo. Es un problema mucho más general, que implica a la familia, a las instituciones, a la sociedad y a otros más. Concierne a la capacidad de todos de conservar o de tener referencias sólidas en el flujo de las comunicaciones sociales de este mundo. Buscando el camino bueno para la Iglesia, nosotros buscamos caminos que puedan ser interesantes y útiles para todos.
Vivir en este mundo
En cualquier caso este es el mundo en el que vivimos y debemos vivir y la Iglesia nos enseña a verlo con realismo, pero al mismo tiempo, con confianza y sobre todo con amor.
Todo el magisterio de la Iglesia sobre las comunicaciones sociales llama la atención por el tono positivo que lo caracteriza. Basta con leer los títulos de los documentos principales, donde se transparenta la admiración por las modernas posibilidades que ofrecen los avances de las tecnologías de las comunicaciones sociales --Miranda prorsus, Inter mirifica, Communio et progressio-- también el mensaje con el que Pío XI inauguró en 1931 Radio Vaticano está muy enriquecido con expresiones de confianza al servicio del bien que se podía desarrollar, gracias al uso de las ondas radiofónicas.
Inspirados en este magisterio hemos intentado utilizar mejor los instrumentos que teníamos - aquellos que hoy ya definimos como "tradicionales" - y de desarrollarlos precisamente para este servicio. Pero ahora, nos encontramos inmersos en una nueva etapa de este camino.
Ciertamente, debemos ser conscientes de la ambigüedad y de los riesgos, de las inmensas potencialidades de manipulación y de corrupción moral que se anidan en las comunicaciones sociales modernas. Donde las potencialidades crecen, crecen asimismo las potencialidades de la mala utilización de los medios. Internet -la Red- como sabemos muy bien, si no somos ingenuos, presenta riesgos gravísimos y genera desafíos cruciales en el campo educativo, que ni las familias, ni la escuela, ni la sociedad en su conjunto pueden descuidar. Pero también hay potencialidades positivas y la visión de la Iglesia nos anima a verlas bien para poderlas valorizar, para incluir en el gran mundo de las comunicaciones elementos de bien: el grano crece en el campo aunque también crezca la cizaña.
En este sentido, el mensaje del Papa para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de este año es un documento ejemplar y una gran fuente de reflexión y de ánimo. "Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad". Está inspirado por una intuición estratégica fundamental: dirigirse a la "generación digital". Sabe que solamente alcanzando en relación vital los valores cristianos con el nacer de la nueva cultura y por lo tanto con el crecimiento de las jóvenes generaciones, la Iglesia permanecerá eficazmente presente en el mundo en formación.
Por eso, apunta sobre la cualidad de las "relaciones": "nuevas tecnologías, nuevas relaciones". En efecto, todo el mundo de las comunicaciones sociales concierne a las relaciones entre las personas, los grupos, los pueblos. ¿Qué relaciones queremos alimentar y desarrollar? ¿Con qué contenidos y finalidad? ¿Con qué espíritu?
El impresionante desarrollo de las redes sociales, del intercambio de contenidos e informaciones, del deseo de comentar e intervenir sobre cada argumento, nos enseña que la realidad de la red ha generado una posibilidad y un flujo de comunicaciones transversales y personales en todas las direcciones que anteriormente eran inmensamente más limitadas.
Uno de los mayores desafíos con los que nos confrontamos es por tanto el de la interactividad y, yo diría, de la "interactividad positiva". ¿Cómo afrontarlo a nivel de Iglesia, cada uno desde el campo donde se encuentra trabajando? En mi caso ¿a nivel de comunicación de la Santa Sede? Pienso en nuestra experiencia en Radio Vaticano. En los últimos años hemos descubierto y vivido Internet como un nuevo canal eficaz de difusión de nuestros contenidos hacia innumerables destinatarios, pero ahora nos encontramos ante una nueva realidad, porque no se trata solamente de difundir los contenidos, sino de interactuar cada vez más.
A nivel de Iglesias locales, de ambientes lingüísticos y culturales de una cierta homogeneidad, nos empezamos a mover, con discretos resultados, en el campo de la presencia en la red, por medio de una variedad articulada de sitios Web, en los que la interactividad encuentra su manera de ejercitarse.
En las reuniones recientes de la Conferencia Episcopal Francesa en Lourdes, se ha hablado con satisfacción del debate que ha tenido lugar sobre cuestiones difíciles de bioética en un sitio específico a él dedicado (www.bioethique.catholique.fr), con importantes contribuciones de especialistas y más de 40.000 visitas en dos meses.
La Conferencia Episcopal Italiana organiza desde hace tiempo encuentros para los webmaster de los sitios católicos italianos, que al comienzo de 2009 eran ya 13.000. Existe una gran vitalidad y creatividad a nivel de parroquias, diócesis, movimientos y asociaciones.
En ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney y después, para conservar entre los jóvenes los contactos y el espíritu del movimiento iniciado en Australia se ha abierto un sitio, bautizado con el nombre Xt3 (es decir "Cristo en el 3 milenio"), en lengua inglesa. La iniciativa es ciertamente loable y está bien dirigida, pero es menester todavía evaluar los costes y los resultados.
La nueva Jornada Mundial de la Juventud de Madrid será sin duda una ocasión para ulteriores experiencias y pasos concretos en la dirección indicada en el Mensaje de las Comunicaciones sociales de este año.
De todas formas, es preciso darse cuenta de que este es un campo muy comprometido, porque no basta con recibir comentarios, es menester organizarse para responder con claridad y competencia a las preguntas que van naciendo y ello comporta personas, fuerzas y tiempo, y por lo tanto recursos adecuados.
En colaboración con el Centro Televisivo Vaticano y Radio Vaticano, a finales de enero de este año se ha abierto un Canal vaticano en YouTube en cuatro lenguas de manera regular, con videonoticias cotidianas. En ocasión de la Pascua se ha puesto en línea íntegramente el Mensaje pascual del Papa con los subtítulos completos en 27 lenguas diversas. Es un récord para YouTube, que nunca había tenido en línea un vídeo con los subtítulos en tantas lenguas. De esta manera también en Roma estamos en el camino de la presencia activa en la red, pero por ahora es una presencia fundamentalmente unidireccional, porque no vemos aún cómo entablar un diálogo interactivo con los visitantes.
Para mí, el problema es muy profundo y serio. En cierto sentido es un problema "eclesiológico". Quiero decir esto: con Radio Vaticano y el Centro Televisivo Vaticano hemos desarrollado con el tiempo una buena estrategia de integración entre el servicio ofrecido desde Roma y las radios y las Televisiones Católicas del mundo, constituyendo una red en la que ofrecemos la información y los programas que conciernen el nivel universal en la Iglesia, mientras que las radios o Televisiones católicas nacionales o diocesanas ofrecen el nivel nacional, regional o local.
Nos hemos movido en el campo de la comunicación en analogía a la relación entre los diversos niveles de servicio eclesial del Papa, de las Conferencias Episcopales, de las Diócesis, intentando la integración y el diálogo, pero también el respeto de competencias y responsabilidades.
Ahora la red parece demoler o al menos confundir esta lógica de la distinción y complementariedad de los niveles, porque el navegador se mueve siempre con mayor libertad en la red global y pretende manifestar sus comentarios y entrar en diálogo con todos los sitios e instituciones o personas que le representen.
La canciller Merkel o el presidente Obama están buscando el modo, por medio de un servicio específico para responder de manera personalizada a los ciudadanos que les interpelan a través de la red. Diversas diócesis y Obispos ya se han puesto en marcha también en esta dirección ¿También el Vaticano debe moverse en esta dirección a nivel global? ¿Es posible y oportuno? ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo promover correctamente con las nuevas tecnologías de comunicación el sentido de la presencia del Papa en las diversas partes de la Iglesia en el mundo sin generar una mentalidad centralista inoportuna y que no corresponde a la justa articulación y a la justa descentralización de la vida de la Iglesia? En el fondo, me doy cuenta de que el pequeño paso que hemos cumplido entrando con un canal vaticano en el espacio de YouTube es solamente el comienzo de una vía sobre un camino, cuyos pasos sucesivos y compromisos van vividos con confianza, pero también con prudencia y siendo muy conscientes.
En cada caso, aun dejando por ahora la profundización del aspecto específico de la interactividad personal con los innumerables navegadores de la red, pienso que la capacidad general de interactuar con el mundo de hoy de la comunicación requiere también al centro de la Iglesia - concretamente de nosotros en Roma - un nuevo compromiso. Someramente se podría describir de esta manera:
1) Una capacidad y atención más continua de monitoreo de aquello que está en marcha en la red, en particular en la formación de aluviones de críticas, o de interrogantes o debates que necesitan respuestas inmediatas y clarificadoras.
2) Una creciente capacidad de formulación rápida de respuestas adecuadas competentes.
3) Una creciente capacidad de amplia difusión de tales respuestas, valorizando la sinergia entre los sitios, los blogs, las agencias existentes, comenzando por aquellas de inspiración cristiana o por lo menos positivamente interesadas en la vida y el pensamiento de la Iglesia. Incluso se puede pensar también en recurrir a mensajes y a formas de movimiento de opinión trámite las redes sociales.
En definitiva, cuando el Papa, en su carta a los obispos, observa con humildad que recibe la invitación a una mayor atención y a una mayor eficacia en el uso de Internet por parte de la Curia romana, hace una observación sólo a primera vista ingenua, porque en realidad reconoce la existencia de un nuevo frente en el que no existe solamente el poder buscar informaciones particulares con la ayuda de los motores de búsqueda, sino que hay que desarrollar verdaderamente una estrategia más dinámica de escucha y respuesta en diálogo con el mundo de hoy. En esta dirección, integrando las nuevas dimensiones de la red con la de los medios más tradicionales, es menester hacer crecer en la Iglesia una conciencia universal común de la globalidad de las comunicaciones sociales de hoy. El Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales, en el mes de marzo pasado, ha tomado una iniciativa muy importante, invitando por vez primera a Roma a los obispos encargados de las Comunicaciones sociales de todas las Conferencias Episcopales del mundo: éste es un paso en la buena dirección.
Pero no hay que ser "de este mundo"
Tampoco así superaremos todos los problemas. Cuando se levanta una lluvia de críticas muy fuertes nos interrogamos justamente sobre sus causas y sobre sus posibles errores o límites de comunicación que han podido causarla. Sin embargo, no hay que olvidar que una parte consistente de las reacciones es ciertamente debida también al contenido de aquello que ha sido comunicado y no solamente a la manera de cómo se ha comunicado.
En la perspectiva del servicio a la Iglesia y a su mensaje es muy importante buscar continuamente comprender si somos nosotros, con nuestros defectos de comunicación, los que hacemos difícil la comprensión del mensaje de la Iglesia y por lo tanto los que hacemos que sea rechazado, o si es el mensaje en cuanto tal, que aun habiendo sido entendido, o incluso porque ha sido entendido, es rechazado.
En efecto, nosotros debemos ser testigos del amor de Dios por esta humanidad y este mundo, pero no podemos escondernos que el Evangelio de Cristo es muchas veces también signo de contradicción en el curso de las cuestiones del mundo.
No debemos ilusionarnos con que una comunicación perfecta pueda llevar siempre a comunicar todo mensaje de la Iglesia sin contradicciones o conflictos. Esto sería en el fondo un mal síntoma, al límite sería un signo de ambigüedad y de componenda más que de verdadera comunicación.
Estoy convencido de que en los dos últimos Pontífices - probablemente también en los precedentes, pero yo hablo de los dos últimos porque les he conocido mejor - hemos tenido y tenemos testimonios eminentes de la valentía de decir la verdad, de ser uno mismo, sin convertirse en esclavos de la fascinación del consenso, que es uno de los mayores ídolos del mundo actual de las comunicaciones sociales.
Es necesario saber que muchas de las cosas que la Iglesia dice - y que nosotros diremos si somos fieles a ella - van contracorriente, y debemos esperar que ello ocurra no porque estemos atrasados o fuera de la historia de nuestro tiempo, sino porque el evangelio de Jesús va muchas veces contracorriente.
Va contracorriente el perdón con respecto al odio en las situaciones de conflicto exasperado y arraigado. Va contracorriente una visión de la sexualidad siempre unida al amor y a la responsabilidad. Va contracorriente la esperanza de una vida más allá de la muerte en un mundo cerrado en su horizonte terreno, y van contracorriente todas las opciones cristianas concretísimas y cotidianas que tienen su fundamento, precisamente, en la esperanza más allá de la muerte. Aquí estamos en el núcleo de la comunicación en la Iglesia y de la Iglesia para el mundo. El núcleo central, que puede resistir a las travesías de la historia, es su credibilidad, la autoridad que le viene de la coherencia con el testimonio de la fe en la vida. Estoy convencido de que gran parte del respeto que se ha ganado Juan Pablo II, por parte del mundo y de los comunicadores, al final y ha sido la consecuencia - más que de sus carismas de comunicador - de su credibilidad personal. También él fue criticado largo tiempo como conservador y retrógrado, "polaco" desconocedor del mundo moderno y de sus ideas, pero, al final, fue respetado como hombre valiente y coherente, sólidamente enraizado en su fe y capaz de testimoniarla personalmente en las diversas situaciones de la vida.
Benedicto XVI tiene una personalidad muy diversa, pero de su coherencia y de su linealidad intelectual y espiritual nadie puede dudar. Esto le da la valentía de tomar y mantener posiciones incómodas ante la cultura dominante sin titubear. En el fondo, la reciente carta a los obispos del mundo es una comunicación personalísima y admirablemente valiente, en la que se expone en primera persona confirmando y defendiendo las prioridades y los criterios de acción de su pontificado sin dejar lugar a dudas de que sus opciones - como la búsqueda generosa de la reconciliación - están profundamente inspiradas en el Evangelio.
Quizá se puedan presentar situaciones en las que las circunstancias históricas ofrecen particulares oportunidades al anuncio de la Iglesia. Por ejemplo en la lucha por la libertad y contra los totalitarismos, como ocurrió en particular en el pontificado de Juan Pablo II. O como en el recordar la relación entre ética y desarrollo económico, como quizá podría suceder en el contexto de la crisis actual. Pero, en todo caso, pienso que las posiciones de la Iglesia deben contar cada vez más sobre la credibilidad de las personas y de las instituciones de la misma Iglesia.
Es ante todo un desafío de purificación y de testimonio de fe, un desafío de largo plazo y que requiere mucha paciencia y constancia. Es un desafío crucial, en el cual los errores y los puntos débiles emergen inexorablemente a la luz, y las contradicciones entre lo que decimos y lo que hacemos se pagan a precio carísimo, como enseña la trágica historia de los abusos sexuales en la Iglesia y sus consecuencias en varios países del mundo. Es un desafío para el que debemos estar preparados, pensando bien cómo afrontar la comunicación en las situaciones de crisis: una comunicación que debe ante todo fundarse en los pilares de la veracidad y de la credibilidad.
Es un desafío en el que, en fin, no hay que dejares atemorizar fácilmente. Permítanme un ejemplo: en ocasión de la reciente discusión sobre el SIDA y los preservativos, no creo que si el Papa en su famosa entrevista en el avión - cuando dijo que los preservativos no resuelven el problema sino lo agravan - solamente hubiera evitado la palabra más criticada, es decir "agravan" habría evitado la gran agitación mediática. En efecto, ha aparecido muy claro que esta agitación nacía de una fortísima componente polémica con respecto a las posiciones de la Iglesia, una polémica en la cual posiciones hostiles se alían aunque normalmente estén divididas entre sí, una polémica que ha alcanzado hasta expresiones no habituales como la protesta del Parlamento belga. Por ello justamente, en la franca respuesta vaticana a esta protesta, se ha tenido que decir sin medias tintas, que se rechazan los intentos de intimidación, es decir de "cerrar la boca" a una Iglesia muchas veces incómoda por sus posiciones.
En definitiva, no debemos olvidar que hay una dimensión "profética" de la palabra de la Iglesia y del Papa que continuará siempre suscitando también reacciones y oposiciones, pero que logrará hacerse escuchar tanto más cuánto más se afiance en el testimonio creíble de la Iglesia.
Discernir el bien y el mal, para servir eficazmente al bien
Pero no quisiera que mi discurso al final pueda parecer demasiado centrado en una estrategia de autodefensa comunicativa de la Santa Sede o de la Iglesia, o que sea pesimista sobre las posibilidades de diálogo y de comprensión entre la Iglesia y el mundo circunstante. El problema es otro. Es el problema del futuro de las personas que habitan en la faz de la Tierra, de nuestra familia humana. Futuro terrenal y - desde el punto de vista de los creyentes - también futuro eterno en continuidad con el terrenal. ¿De qué se debe preocupar, por último, quien comunica en la Iglesia y al servicio de la Iglesia para el mundo? ¿Qué cosa debe llamar en el fondo su atención? ¿Cómo adquiere aquella credibilidad, sobre la cual al final se juega útilmente el desafío del anuncio de la Iglesia en el mundo? En su bellísima homilía para el Jubileo de los periodistas, en Roma en el año 2000, el Cardenal Etchegaray invitaba a los periodistas a un profundo examen de conciencia. Él decía: "Sí, rechazad la "política de la agenda", que consiste en establecer el orden del día de una redacción exclusivamente a partir de temas mayoritarios, salidos bajo la presión de los sondeos. Sí, reaccionad al conformismo de los medios que practican un copiarse recíproco, se repiten, se corresponden hasta el punto de no representar sino una sola fuente de información. Sí, luchad contra la dictadura de la urgencia, de lo instantáneo, que no es una garantía de la verdad: controlad el reflejo mediante la reflexión, dad una jerarquía a vuestros mensajes, en lugar de amontonarlos a granel. Pensad en todos aquellos que hoy no saben sino practicar el zapeo ante el atasco de noticias, el "surf" en la cresta de la ola espumeante de las imágenes. Guiad al hombre del tercer milenio hasta su propia frontera, hasta su parte más profunda, donde libertad y responsabilidad, comunicación y comunión le dan acceso a su plena libertad. Cuando el reflector de los medios se mueve sobre el mapamundi según las oportunidades políticas o comerciales ¿no se deja acaso en la sombra alguna miseria escondida, alguna guerra olvidada, alguna solidaridad perdida? No dudéis en romper, con vuestras preguntas y vuestras investigaciones los círculos de miopía colectiva o de egoísmo de parte, para ayudar a ver lejos, hasta dónde hay un hombre ¡Os corresponde ser los guardianes de un mundo nuevo que surge: permaneced despiertos en la ventana más alta y más amplia de vuestro medio!".
¡No son sólo los periodistas quienes deben ser los guardianes del mundo nuevo desde la ventana más alta, para poder guiar al hombre del tercer milenio hasta su propia frontera! ¡Lo son también todos los pastores y los responsables 'de' y 'en' la Iglesia! Por ello, en esta perspectiva, debe ser posible y se debe buscar continuamente una "alianza" positiva, una sinergia positiva entre la comunicación de la Iglesia y aquella para el mundo. Aquí nos acercamos al punto más crucial del servicio de la Iglesia y de los creyentes en el mundo de la comunicación, en diálogo y colaboración con todos los comunicadores de buena voluntad. El punto crucial es lograr poner la comunicación en su justa perspectiva de servicio desinteresado al bien de la humanidad, al correcto discernimiento de la presencia del bien y del mal en la historia concreta de nuestro mundo, de forma que se ayude a ver los diversos rostros del bien para favorecerlos, y a desenmascarar los rostros del mal para limitar su fuerza.
Hace algunas semanas, un periodista me pedía que desarrollara, precisamente, una reflexión sobre el bien y el mal en la información. En particular, sobre cuáles son los principales rostros con los cuales el mal se presenta en nuestro trabajo y en el flujo comunicativo. Por lo general, es fácil enumerar los principales, el problema más difícil es reconocerlos en los casos individuales y en las diversas situaciones, para poner en guardia al que pueda quedar atraído o engañado. Está el rostro clásico de la mentira, más o menos explícita, a menudo sutilmente mezclada con medias verdades, motivada por intereses de varios tipos, en todo caso con el fin de engañar. Está el rostro de la soberbia, del protagonismo auto-referencial, del desprecio de los demás, cuando no se acepta escuchar otras posiciones, sino que se persigue sólo la afirmación absoluta de la propia posición como superior. Está el rostro de la opresión, de la injusticia y de la negación de la libertad de información y de expresión de los demás, que no da espacio y posibilidades para expresarse, que es negación de su dignidad de persona y de su responsabilidad en la vida de la comunidad social. Está el rostro de la sensualidad degradante o posesiva, de la falta de respeto hacia el cuerpo del otro y su imagen, que es expresión de un materialismo hedonista que al final embrutece a las personas y sus relaciones. Está el rostro de la fuga de la realidad para refugiarse en la realidad imaginaria o virtual, subvirtiendo así completamente la finalidad de comunicación de las nuevas tecnologías y haciendo que se vuelvan manantial de aislamiento y esclavitud. Está el rostro de la división, de la demolición intencional del diálogo y de los esfuerzos para la comprensión recíproca entre las personas diversas, los pueblos, las culturas; para ponerlos uno en contra del otro, en lugar de ayudarlos a comprenderse y a encontrarse. Llevado al extremo, este rostro se vuelve el rostro del conflicto y de la guerra.
Debemos saber desenmascarar estos rostros del mal para liberar la comunicación, poniéndola al servicio del bien, es decir de una cultura del respeto, del diálogo, de la amistad - como dice el Mensaje del Papa que recordaba antes - para poner todas las increíbles potencialidades de la comunicación actual en la construcción de la comunión en la Iglesia y de la unión de la familia humana.
Comunicación para la comunión
Comunicar para unir. Ésta es la síntesis más rica de mi vocación de comunicador, de nuestra vocación de comunicadores. Vocación de la que he aprendido a descubrir, siempre y nuevamente, la dificultad y la fatiga, pero también la belleza y la grandeza. Hay un momento preciso que permanece grabado en mi memoria, como una iluminación improvisa, en que he comprendido, después de muchos años la naturaleza de esta vocación. Un día, se estaba desarrollando una reunión de oración de los jóvenes en el Aula Paolo VI, con la participación de Juan Pablo II ya anciano. Con los colegas del Centro Televisivo Vaticano, habíamos puesto en marcha una decena de conexiones satelitales bidireccionales televisivas, para que otros jóvenes, reunidos en oración en otras sedes, en varios Países de Europa pudieran participar en directo. Y el Papa iba viendo sucesivamente en la pantalla gigante las distintas reuniones de oración, escuchaba los saludos de los jóvenes y, a su vez, podía dirigirse a ellos. Nosotros naturalmente nos sentíamos muy tensos mientras gestionábamos esta compleja organización técnica; recuerdo que yo estaba empapado en sudor en una pequeña unidad móvil de control con mis colegas. De repente el Papa, con su característica espontaneidad, dijo: "Pero qué cosa maravillosa es esta televisión. Puedo ver y hablar con mis jóvenes de Cracovia como si estuvieran aquí ¡Bendita televisión!". Yo quedé fulgurado. Yo pienso siempre que la Televisión hace cosas muy malas y daños terribles, ¡y ahora el Papa me dice que es bendita! Pero tiene razón, él que ve más allá, porque la televisión puede impulsar la comunión, puede permitir esta tarde al Papa y a la Iglesia experimentar la alegría de la comunión, y ello es signo de que se puede usar para el bien ¡puede ser verdaderamente bendita! Pero ello depende de nosotros. Somos nosotros los que debemos y podemos hacer que llegue a ser fuente de bendición y no dejar que se vuelva instrumento de corrupción. Ésta es pues mi vocación, nuestra vocación: actuar de forma que la prensa, la radio y la televisión sean instrumentos y caminos de bendición. Y ahora, tendré que trabajar, todos debemos trabajar más, para que cada día se pueda decir con mayor veracidad y convicción: ¡bendita Red!

4/28/09

“La Iglesia está junto a vuestros sufrimientos”


Discurso del Papa a las víctimas del terremoto en el campamento de Onna



¡Queridos amigos!
He venido en persona a esta vuestra tierra espléndida y herida, que está viviendo días de gran dolor y precariedad, para expresaros del modo más directo mi cordial cercanía. He estado junto a vosotros desde el primer momento, desde cuando he sabido la noticia de esta violenta sacudida del terremoto que, en la noche del pasado 6 de abril, provocó casi 300 víctimas, numerosos heridos e ingentes daños materiales a vuestras casas. He seguido con aprensión las noticias compartiendo vuestra consternación y vuestras lágrimas por los difuntos, junto con vuestras trepidantes preocupaciones por lo que habéis perdido en un momento. Ahora estoy aquí entre vosotros: quisiera abrazaros con afecto uno a uno La Iglesia entera está aquí conmigo, junto a vuestros sufrimientos, partícipe de vuestro dolor por la pérdida de familiares y amigos, deseosa de ayudaros a reconstruir las casas, iglesias, empresas destruidas o gravemente dañadas durante el seísmo. He admirado el valor, la dignidad y la fe con la que habéis afrontado también esta dura prueba, manifestando una gran voluntad de no ceder ante las adversidades. No es, de hecho, el primer terremoto que conoce vuestra región, y ahora como en el pasado, no os habéis rendido, no habéis perdido el ánimo. Hay en vosotros una fuerza de ánimo que suscita esperanza. Muy significativo al respecto es un dicho querido a vuestros ancianos: "Aún hay muchos días detrás del Gran Sasso".
Llegando hasta aquí, a Onna, uno de los centros que ha pagado un alto precio en términos de vidas humanas, he sobrevolado en helicóptero este valle y me he dado cuenta aún más de la entidad de los daños causados por el terremoto. Si hubiera sido posible, habría deseado llegar a cada pueblo y a cada barrio, ir a todos los campamentos y encontrar a todos. Me doy perfecta cuenta de que, a pesar del empeño de solidaridad expresada desde todas partes, son muchas y cotidianas las molestias que comportan vivir fuera de casa o en los automóviles, o en las tiendas, aún más a causa del frío y de la lluvia. Pienso también en tantos jóvenes obligados bruscamente a medirse con una realidad dura, en los chicos que han tenido que interrumpir la escuela con sus amistades, en los ancianos privados de sus costumbres.
Se podría decir, queridos amigos, que os encontráis, en cierto modo, en el estado de ánimo de los dos discípulos de Emaús, de los que habla el evangelista Lucas. Tras el trágico acontecimiento de la cruz, volvían a casa desilusionados y amargados, por el "final" del Jesús; pero, a lo largo del camino, Él se acercó y se puso a conversar con ellos. Aunque no lo reconocieron con los ojos, algo se despertó en sus corazones: las palabras de aquel "Desconocido" volvieron a encender en ellos ese ardor y esa confianza que la experiencia del Calvario había apagado.
He aquí, queridos amigos: mi presencia entre vosotros quiere ser un signo tangible del hecho que el Señor crucificado está resucitado y no os abandona; no deja sin escuchar vuestras preguntas sobre el futuro, no está sordo al grito preocupado de tantas familias que lo han perdido todo: casas, ahorros, trabajo y a veces también vidas humanas. Ciertamente, su respuesta concreta pasa a través de nuestra solidaridad, que no puede limitarse a la emergencia inicial, sino que debe convertirse en un proyecto estable y concreto en el tiempo. Animo a todos, instituciones y empresas, para que esta ciudad y esta tierra vuelvan a resurgir.
El Papa está aquí, entre vosotros, para deciros también una palabra de consuelo sobre vuestros muertos: ellos están vivos en Dios y esperan de vosotros un testimonio de valor y de esperanza. Esperan ver renacer esta tierra suya, que debe volver a adornarse de casas y de iglesias, bellas y sólidas. Y precisamente es en nombre de estos hermanos y hermanas por lo que hay que empeñarse nuevamente en vivir recurriendo a lo que no muere y que el terremoto no ha destruido: el amor. El amor permanece también más allá del límite de esta precaria existencia terrena nuestra, porque el Amor verdadero es Dios. Quien ama vence, en Dios, la muerte y sabe que no pierde a aquellos a los que ha amado.
Quisiera concluir estas palabras mías dirigiendo al Señor una oración particular por las víctimas del terremoto.
Te confiamos nuestros seres queridos a Ti Señor, sabiendo
que a tus fieles Tu no les quitas la vida sino que la transformas,
y en el mismo momento en que es destruidas
la morada de este exilio nuestro en la tierra,
Te preocupas de preparar una eterna e inmortal en el Paraíso.
¡Padre Santo, Señor del cielo y de la tierra,
escucha el grito de dolor y de esperanza,
que se eleva de esta comunidad duramente probada por el terremoto!
Es el grito silencioso de la sangre de madres, de padres, de jóvenes
y también de pequeños inocentes que sube de esta tierra.
Han sido arrancados del afecto de sus seres queridos,
acógelos a todos en tu paz, Señor, que eres el Dios-con-nosotros,
el Amor capaz de dar la vida sin fin.
Te necesitamos a Ti y a Tu fuerza,
porque nos sentimos pequeños y frágiles frente a la muerte;
Te pedimos, ayúdanos, porque solamente Tu apoyo
puede hacernos volver a levantar e inducirnos a retomar juntos,
cogiéndonos confiados uno a otro de la mano, el camino de la vida.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Salvador,
en el que brilla la esperanza de la feliz resurrección. ¡Amén!
Un hombre incómodo


Benedicto XVI, cuatro años después de su elección, sigue confundiendo a sus enemigos y encantado a sus admiradores con un pontificado más brillante que cualquier expectativa.


Parecen cercanos aquellos días, en la primavera de 2005, cuando su predecesor nos entristeció con su marcha, y al mismo tiempo nos levantaba el ánimo con la dignidad de su muerte, recordándonos que sólo en la fe la humanidad puede ver más allá de la frontera inevitable. Y después llegó el momento de la sucesión, la aparición de la figura resuelta del cardenal Joseph Ratzinger, que recibía el testigo de San Pedro en un período de duda y de un miedo creciente, nunca visto hasta ahora.
Benedicto era, según el análisis de los medios de comunicación, un "tapa agujeros", un paso atrás, un "reaccionario", un oscurantista. Pero lo que se ha hecho después evidente ya estaba implícito en sus magistrales escritos de las décadas anteriores: una inteligencia suprema en una personalidad vivaz, un hombre que en su vida ha visto la humanidad resbalar entre un gran bien y un mal aún mayor, y que busca reconciliar lo que ha visto con la verdad que ha heredado.
Una de las muchas paradojas de ser Papa en el mundo moderno es que hay que hablar a través de un megáfono controlado por los enemigos. Juan Pablo II fue un actor que se comunicó desarmando con su carisma y con la fascinación de los que tenían el megáfono. La estrategia de Benedicto es una decidida subversión de los códigos culturales de quienes se oponen a prácticamente todo lo que la Iglesia Católica y su líder en este momento representan.
Desde el principio, el Papa Benedicto ha sometido a examen la cultura de la época y con sus primeras encíclicas ha afrontado los dos problemas más acuciantes de nuestro tiempo: la desaparición del lenguaje público del amor y la esperanza. "En un mundo donde el nombre de Dios a veces se asocia con la venganza o incluso con el deber de odiar y con la violencia... yo quiero hablar en mi primera encíclica del amor que nos tiene Dios y que a su vez debemos compartir con los demás", escribió en Deus Caritas Est. Dios es amor, no odio.
Este sutil y brillante Papa ha tenido que luchar para ser escuchado en un clima mediático caracterizado por el sabotaje y la distracción. Los medios de comunicación han tratado de distorsionar o reducir sus declaraciones para encorsetarlo en los prejuicios que han marcado su elección. Pero Benedicto, de los episodios de Ratisbona y la Sapienza, así como de los más recientes intentos de mitificar sus afirmaciones sobre la sexualidad humana y la controversia sobre los preservativos y la lucha contra el SIDA, ha emergido como un hombre lleno de coraje y de gracia. Su mensaje se ha mantenido intacto y su posición se ha fortalecido más allá de los noticiarios.
Benedicto da rigor intelectual al corazón de la cristiandad en la plaza pública, explicando y aclarando las conexiones y desconexiones fundamentales entre el cristianismo y la cultura moderna. Benedicto es un experto en hacer ver el significado esencial de las prescripciones católicas y lograr, a pesar del ruido de los medios de comunicación, educar a generaciones de jóvenes que, como ha identificado correctamente, están hambrientos de algo que transforme el laicismo inoculado de una cultura que vende sensaciones y libertad, pero nada que pueda acercarse al tipo de satisfacción que desean ardientemente.
El Papa Benedicto es un hombre que no puede agotarse en un esquema. Tiene fama de teólogo tradicionalista, pero culturalmente es un "modernista". A veces se equivoca, como en su crítica del fenómeno Harry Potter, al parecer por sugerencia de una sola persona que probablemente no realizó una cuidadosa lectura de los libros en cuestión.
Tales intervenciones ocasionales sirven para reforzar a los medios de comunicación en la caricatura del Papa, cuando en realidad son debilidades inevitables en un hombre que está en la novena década. En realidad es el más moderno y radical de los Papas. Cuando habla, lo hace como jefe de la Iglesia Católica Romana, pero su preocupación es el alma de la sociedad. Tiene de frente una época marcada por una crisis de identidad y trata de mostrar la salida. Su proyecto es restituir a la cultura occidental un concepto integral de la razón, la "re-separación" de lo metafísico de lo físico. El "golpe" de los años sesenta, que pretendía imponer el racionalismo científico como la luz que habría guiado este tiempo, ni siquiera ha convencido a sus partidarios, que, alarmados por la apatía y falta de interés entre sus hijos, ahora piden a grandes voces que se les reafirme como neo-ateos, como Richard Dawkins y Christopher Hitchens.
La idea de que "Dios ha muerto" se ha convertido en una noticia de ayer. Las sociedades modernas tratan de ir más allá de las formas de reducción de la razón, hacia algo que reconozca mejor la experiencia humana y no sólo la cabeza. En un momento en que las ideologías de la "libertad" de los años sesenta rompen en las rocas de la realidad y en que los que las proponían están empezando a comprender que, después de todo, no tienen respuesta a los dilemas fundamentales de la humanidad, cuando estamos arrastrados a lo que mi amigo Magdi Cristiano Allam ha llamado "el suicidio de nuestra civilización", esperamos y rezamos para que Benedicto permanezca con nosotros durante el próximo decenio crítico, comunicando la antigua verdad a través del megáfono de sus enemigos.
John Waters
Consejos de Benedicto XVI a maestros de religión


Discurso al encuentro de profesores italianos



Queridos hermanos y hermanas:
Para mí es un auténtico placer reunirme con vosotros para compartir algunas reflexiones sobre vuestra importante presencia en el panorama escolar y cultural italiano, así como en el seno de la comunidad cristiana. Saludo a todos con afecto, comenzando por el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, a quien le doy las gracias por las corteses palabras que me ha dirigido, al presentarme esta numerosa y viva asamblea. Asimismo dirijo un saludo cordial a todas las autoridades presentes.
La enseñanza de la religión católica forma parte de la historia de la escuela en Italia, y el maestro de religión constituye una figura muy importante en el conjunto de los profesores. Es significativo que los muchachos se mantengan en contacto con él también después de los cursos. El elevadísimo número de quienes escogen esta materia es, además, signo del valor insustituible que reviste en el camino formativo y un índice de los elevados niveles de calidad que ha alcanzado. En su reciente mensaje, la presidencia de la Conferencia Episcopal Italiana ha afirmado que "la enseñanza de la religión católica favorece la reflexión sobre el sentido profundo de la existencia, ayudando a volver a encontrar, más allá de los conocimientos individuales, un sentido unitario y una intuición global. Esto es posible porque esta enseñanza pone en el centro la persona humana y su inviolable dignidad, dejándose iluminar por la experiencia única de Jesús de Nazaret, de quien busca investigar su identidad, que no deja de interrogar a los hombres desde hace dos mil años".
Poner en el centro al hombre creado a imagen de Dios (Cf. Génesis 1,27) es, de hecho, lo que caracteriza diariamente vuestro trabajo, en unidad de objetivos con los demás educadores y maestros. Con motivo del Congreso eclesial de Verona, en octubre de 2006, yo mismo tuve la ocasión de reflexionar sobre "la cuestión fundamental y decisiva" de la educación, indicando la exigencia de "ensanchar los espacios de nuestra racionalidad, de volver a abrirla a las grandes cuestiones de la verdad y del bien, de conjugar entre sí la teología, la filosofía y las ciencias, respetando plenamente sus métodos propios y su recíproca autonomía, pero siendo también conscientes de su unidad intrínseca" (Discurso del 19 de octubre de 2006). La dimensión religiosa, en efecto, es intrínseca al hecho cultural, contribuye a la formación global de la persona y permite transformar el conocimiento en sabiduría de vida.
Vuestro servicio, queridos amigos, se enmarca precisamente en este fundamental cruce de caminos, en el que --sin impropias invasiones de terreno o confusión de papeles-- se encuentran la universal tensión hacia la verdad con el bimilenario testimonio de los creyentes a la luz de la fe; las extraordinarias cimas del conocimiento y del arte, conquistadas por el espíritu humano con la fecundidad del mensaje cristiano, tan arraigada en la cultura y la vida del pueblo italiano. Con la plena y reconocida dignidad escolar de vuestra enseñanza, contribuís, por una parte, a dar un alma a la escuela y, por otra, a asegurar a la fe cristiana plena ciudadanía en los lugares de la educación y de la cultura en general. Gracias a la enseñanza de la religión católica, la escuela y la sociedad se enriquecen con verdaderos laboratorios de cultura y de humanidad, en los cuales, descifrando la aportación significativa del cristianismo, se capacita a la persona para descubrir el bien y para crecer en la responsabilidad; para buscar el intercambio, afinando el sentido crítico y para recurrir a los dones del pasado de manera que se pueda comprender mejor el presente y proyectarse conscientemente hacia el futuro.
La cita de hoy se enmarca también en el contexto del Año Paulino. El apóstol de las gentes sigue ejerciendo una gran fascinación entre todos nosotros: en él reconocemos al discípulo humilde y fiel, al valiente heraldo, al genial mediador de la Revelación. Características a las que os invito a aspirar para alimentar vuestra misma identidad de educadores y de testigos en el mundo de la escuela. Pablo, en la primera Carta a los Tesalonicenses (4, 9), define a los creyentes con la hermosa expresión de theodidaktoi, es decir, "instruidos por Dios", que tienen a Dios por maestro. En esta palabra, encontramos el secreto de la educación, como recuerda también san Agustín: "Nosotros, los que hablamos, y vosotros, los que escucháis, reconozcámonos como fieles discípulos de un único Maestro" (Sermones 23, 2).
En la enseñanza paulina, la formación religiosa no está separada de la formación humana. Las últimas Cartas de su epistolario, las llamadas "pastorales", están llenas de significativas referencias a la vida social y civil que los discípulos de Cristo deben tener bien en cuenta. San Pablo es un verdadero "maestro", que lleva en el corazón tanto la salvación de la persona educada en una mentalidad de fe, como su formación humana y civil, para que el discípulo de Cristo pueda desarrollar plenamente una personalidad libre, una vivencia humana "completa y bien preparada", que se manifiesta también en una atención por la cultura, la profesionalidad y la competencia en los diferentes campos del saber para beneficio de todos. La dimensión religiosa, por tanto, no es una supraestructura; es parte integrante de la persona, desde la primerísima infancia; es apertura fundamental al otro y al misterio que preside toda relación y todo encuentro entre los seres humanos. La dimensión religiosa hace al hombre más hombre. Que vuestra labor de enseñanza sea siempre capaz, como lo fue la de Pablo, de abrir a vuestros estudiantes a esta dimensión de libertad y de pleno aprecio del hombre redimido por Cristo, tal y como forma parte del proyecto de Dios, expresando así a muchos muchachos y a sus familias una verdadera caridad intelectual.
Ciertamente uno de los aspectos principales de vuestra labor de enseñanza es la comunicación e la verdad y de la belleza de la Palabra de Dios, y el conocimiento de la Biblia es un elemento esencial del programa de enseñanza de la religión católica. Se da un lazo que une la enseñanza escolar de la religión con la profundización existencial de la fe, como sucede en las parroquias y en las diferentes realidades eclesiales. Este lazo está constituido por la persona misma del maestro de religión católica: a vosotros os corresponde, además del deber de la competencia humana, cultural y pedagógica propia de todo maestro, la vocación de dejar traslucir que el Dios del que habláis en las aulas de clase constituye la referencia esencial de vuestra vida. Lejos de ser una interferencia o una limitación de la libertad, vuestra presencia es un valioso ejemplo de ese espíritu positivo de laicidad que permite promover una convivencia civil constructiva, fundada en el respeto recíproco y el diálogo leal, valores de los que un país siempre tiene necesidad.
Como sugieren las palabras del apóstol Pablo, que conforman el título de vuestra cita, os deseo a todos que el Señor os dé la alegría de no avergonzaos nunca de su Evangelio, la gracia para vivirlo, la pasión para compartir y cultivar la novedad que mana de él para la vida del mundo. Con estos elementos, os bendigo a vosotros, a vuestras familias, junto a todos los que os encontráis en esa comunidad de personas y de vida, que es la escuela, estudiantes y maestros.

4/27/09


NOTA FINAL DE LA XCIII ASAMBLEA PLENARIA DE LACONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA



Los obispos españoles han celebrado en Madrid, del lunes 20 al viernes 24 de abril, la 93º reunión de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE).
Ha participado por primera vez, como Obispo auxiliar de Barcelona, Mons. D. Sebastià Taltavull Anglada, tras su ordenación episcopal el pasado 21 de marzo. El nuevo prelado ha quedado adscrito a las Comisiones Episcopales de Pastoral y de Medios Comunicación Social. También ha estado presente, en la sesión inaugural, el Obispo electo de Jerez de la Frontera, D. José Mazuelos Pérez, quien recibirá la ordenación episcopal el próximo 6 de junio. Los obispos han tenido un recuerdo especial para el Obispo emérito de Vitoria, Mons. D. José María Larrauri Lafuente, fallecido el 9 de diciembre de 2008.

La aceptación social del aborto, una tragedia del siglo XX

El Presidente de la CEE, Cardenal Antonio María Rouco Varela, aludió con detalle en el discurso inaugural de la Asamblea al don de la vida y al derecho a vivir y se refirió a la conocida sentencia del filósofo Julián Marías, a propósito de la aceptación social del aborto, para afirmar que aunque el aborto ensombrece desde siempre la historia de la humanidad, “ha sido precisamente en el siglo pasado cuando amplios sectores sociales han empezado a considerar públicamente que eliminar a los que van a nacer no sería algo de por sí reprobable y cuando tal mentalidad ha encontrado eco en las legislaciones que han dejado de proteger de modo adecuado el derecho de todos a vivir”.
El Cardenal Rouco subrayó que también España se ha visto inmersa en las últimas décadas “en el mencionado proceso de deterioro de la conciencia moral en lo que toca al valor sagrado de la vida humana. Desde la legislación despenalizadora de 1983, la situación ha ido empeorando tanto en la práctica como en las leyes. Ante esta situación, los Obispos españoles y la Conferencia Episcopal nunca hemos dejado de anunciar el Evangelio de la vida en su integridad y de denunciar las leyes injustas, proponiendo la doctrina de la Iglesia con absoluta independencia de las cambiantes coyunturas políticas (…) No queremos ni podemos cejar en este empeño de proclamar el Evangelio de la vida en toda su belleza y con todas sus consecuencias”.
Por su parte, el Nuncio de Su Santidad en España, Mons. D. Manuel Monteiro de Castro, en su saludo a los obispos españoles se refirió a la remisión de excomunión de los cuatro obispos consagrados por el Arzobispo Lefebvre. Ante las incomprensiones que suscitó la decisión, Mons. Monteiro quiso resaltar las muestras de confianza y afecto que Benedicto XVI ha recibido desde entonces, en particular la carta que el Comité Ejecutivo de la CEE le envió el pasado 12 de febrero “agradeciéndole su ministerio al servicio de la verdad del Evangelio y de la unidad en la caridad”.

Nuevos cargos de la CEE

Durante esta Asamblea Plenaria se han celebrado tres elecciones de cargos de la CEE. En ellas, han tenido derecho a voto un total de 76 obispos.
El miércoles, día 22 de abril, la Plenaria elegía a Mons. D. Juan del Río Martín, Arzobispo Castrense de España, como miembro del Comité Ejecutivo de la CEE, con un total de 35 votos en tercera votación. En ese mismo escrutinio Mons. D. Braulio Rodríguez Plaza obtuvo 32 votos. Ejercieron su derecho a voto un total de 68 obispos.
Mons. del Río sustituye al Cardenal Antonio Cañizares Llovera, Administrador Apostólico de Toledo y, desde diciembre de 2008, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Según los estatutos de la CEE, el Cardenal Cañizares es miembro de pleno derecho de la Conferencia Episcopal hasta la toma de posesión de su sucesor en la diócesis Primada. Sin embargo, el Cardenal Cañizares, miembro del Ejecutivo desde el año 2005, presentó la renuncia con el fin de que ya en esta Asamblea Plenaria se pudiera proceder a la elección de un nuevo miembro.
El mismo miércoles, la Plenaria elegía a Mons. D. Javier Martínez Fernández, Arzobispo de Granada, como Presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. Fue elegido en segunda votación con 35 votos. En ese mismo escrutinio, Mons. D. Enrique Benavent Vidal, Obispo auxiliar de Valencia, obtuvo 25 votos. Ejercieron su derecho a voto un total de 68 obispos.
Mons. Martínez sustituye al frente de esta Comisión al Cardenal Agustín García-Gasco, que ha pasado a la condición de emérito.
Por último, el jueves, la Plenaria elegía a Mons. D. Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida, como nuevo Presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social (CEMCS). En tercera votación, obtuvo 34 votos. Mons. D. Braulio Rodríguez Plaza obtuvo 30 y ejercieron su derecho a voto un total de 65 obispos.
Mons. Piris sustituye al frente de esta Comisión a Mons. Del Río que al ser elegido miembro del Comité Ejecutivo tuvo que dejar la presidencia de la Comisión de Medios, por la incompatibilidad que prevén los Estatutos de la CEE.
La elección de Mons. Piris como Presidente de la CEMCS supone su inclusión como nuevo miembro de la Comisión Permanente. Al ser un obispo de la Provincia Eclesiástica de Tarragona, deja de formar parte de la Permanente Mons. D. Jaume Pujol Balcells que hasta ahora estaba en dicho organismo en representación de la mencionada Provincia.

Peregrinación de la Cruz y JMJ Madrid 2011

En el discurso inaugural, el Cardenal Rouco Varela, comenzó hablando de la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud que los jóvenes de Sydney entregaron a los jóvenes españoles el pasado domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro. Con palabras del Papa Benedicto XVI, señaló que con este acto ha dado comienzo la preparación hacia el próximo encuentro mundial de los jóvenes, que tendrá lugar en Madrid en agosto de 2011 y que tendrá como lema “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”.
La Asamblea Plenaria también ha recibido información sobre los preparativos. La Jornada será organizada por la Archidiócesis de Madrid, en colaboración especial con la Conferencia Episcopal Española para todo lo relativo a su desarrollo en el resto de las diócesis españolas.

Año sacerdotal

La Plenaria ha encomendado a la Comisión Episcopal del Clero que presente a la Comisión Permanente de septiembre un estudio sobre las acciones que convendrá emprender con motivo del Año sacerdotal convocado por Benedicto XVI. Previsiblemente, el asunto pasará también a la Plenaria de noviembre.
En el discurso inaugural, el Cardenal Rouco también se refirió ampliamente a este acontecimiento que tendrá lugar desde el próximo 19 de junio hasta el 19 de junio de 2010. “El Año sacerdotal –afirmó- significa, sin duda, una gracia, una oportunidad providencial y una llamada a nuestra responsabilidad de Obispos para que, con sentimientos y entrañas de pastores y de hermanos, abordemos, a la luz de la fe y de la riquísima doctrina del Concilio Vaticano II y del Magisterio de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, la situación humana y espiritual de nuestros sacerdotes”.
Ante la crisis económica
Durante esta Plenaria, de la misma forma que ya hicieron en la Asamblea de noviembre de 2008, los obispos han dialogado sobre la crisis económica. Ante las dificultades por la que atraviesan muchas personas, los prelados reiteran que esta situación supone una grave interpelación para los cristianos e invitan una vez más a que, cada uno desde sus posibilidades, ayude a las personas que más lo necesitan.
Constatan con gratitud el esfuerzo que Cáritas y otras organizaciones eclesiales están realizando para atender las demandas crecientes de ayuda. Los obispos sostendrán y promoverán el compromiso de las instituciones católicas en la ayuda a quienes sufren más directamente las consecuencias de la crisis.

Información sobre COPE

A petición del Comité Ejecutivo, organismo encargado del seguimiento de esta materia, el Presidente de la Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE), D. Alfonso Coronel de Palma, ha presentado a la Plenaria un informe sobre los acuerdos adoptados en las semanas pasadas por el Consejo de Administración y por la Dirección de la Compañía. La Dirección de COPE, a quien corresponde la responsabilidad de la toma de decisiones en la empresa, cuenta con la confianza de la Conferencia Episcopal como accionista mayoritario.
Otras informaciones
La Plenaria ha dado su aprobación a diferentes propuestas presentadas por la Comisión Episcopal de Liturgia en orden a la futura publicación de la Traducción de la tercera edición del Misal Romano al español y, también ha hecho una breve reflexión acerca de la situación de la Pastoral de la Eucaristía en España.

Aprobación de asociaciones

La Plenaria ha aprobado los estatutos del Movimiento “Acción Católica General”, tras la fusión de los movimientos “Acción Católica General de Adultos” y “Jóvenes de Acción Católica”. También se han aprobado los estatutos y la erección como Asociación Privada de Fieles de ámbito nacional de la “Legión de almas pequeñas”.
Además, se ha dado el visto bueno a la modificación de los estatutos de la “Asociación Católica de Propagandistas”, “Mujeres Trabajadores Cristianas”, “Federación Católica Española de Servicios a la Juventud Femenina” y de la “Asociación de Museólogos de la Iglesia en España para la defensa, promoción y conservación de los museos eclesiásticos”.

4/26/09

Ejemplos para una "sociedad desorientada"

Homilía de Benedicto XVI al proclamar cinco nuevos santos




Queridos hermanos y hermanas:
En este tercer domingo del tiempo pascual, en el centro de nuestra atención, la liturgia pone una vez más el misterio de Cristo resucitado. Victorioso sobre el mal y la muerte, el autor de la vida, que se inmoló como víctima de expiación por nuestros pecados, "no cesa de ofrecerse por nosotros, de interceder por todos; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre." (Cf. Prefacio Pascual III) Dejémonos inundar interiormente por el resplandor de este gran misterio, y con el salmo responsorial, imploremos: "Resplandezca sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro".
La luz del rostro de Cristo resucitado resplandece hoy sobre nosotros en particular a través de los rasgos evangélicos de los cinco beatos, que en esta celebración son inscritos en la lista de los santos: Arcangelo Tadini, Bernardo Tolomei, Nuno de Santa María Álvares Pereira, Gertrude Comensoli y Caterina Volpicelli. Con gusto me uno al homenaje que les rinden los peregrinos, aquí reunidos de varias naciones, a los que con gran afecto dirijo un cordial saludo. Las diferentes vicisitudes humanas y espirituales de estos nuevos santos nos muestran la renovación profunda que, en el corazón del hombre, realiza el misterio de la resurrección de Cristo; misterio fundamental que orienta y guía toda la historia de la salvación. Por este motivo, la Iglesia nos invita siempre, y particularmente en este tiempo pascual, a dirigir nuestra mirada a Cristo resucitado, realmente presente en el Sacramento de la Eucaristía.
En la página evangélica, san Lucas refiere una de las apariciones de Cristo resucitado (24,35-48). Precisamente al inicio del pasaje, el evangelista anota que los dos discípulos de Eamús, al regresar de prisa a Jerusalén, contaron a los once cómo le habían reconocido "al partir el pan" (versículo 35). Y mientras narraban la extraordinaria experiencia de su encuentro con el Señor, "se presentó en medio de ellos" (versículo 36). A causa de esta imprevista aparición a los apóstoles, quedaron atemorizados y asustados, hasta el punto de que Jesús, para tranquilizarles y evitar todo titubeo y duda, les pidió que le tocaran --no era un fantasma, sino un hombre de carne y hueso-- y les pidió después algo para comer. Una vez más, como sucedió a los dos de Emaús, en la mesa, mientras come con los suyos, Cristo resucitado se manifiesta a los discípulos, ayudándoles a comprender las Escrituras y a volver a interpretar los acontecimientos de la salvación a la luz de la Pascua. "Es necesario --dice-- que se cumpla todo lo que está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos acerca de mí" (versículo 44). Y les invita a mirar hacia el futuro: "se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones" (versículo 47).
Cada comunidad revive esta experiencia en la celebración eucarística, especialmente en la dominical. La Eucaristía, el lugar privilegiado en el que la Iglesia reconoce "al autor de la vida" (Cf. Hechos 3, 15), es la "fracción del pan", como es llamada en los Hechos de los Apóstoles. En ella, a través de la fe, entramos en comunión con Cristo, que es "sacerdote, víctima y altar" (CF. Prefacio Pascual V). Nos reunimos a su alrededor para hacer memoria de sus palabras y de los eventos contenidos en la Escritura; revivimos su pasión, muerte y resurrección. Al celebrar la Eucaristía, comunicamos con Cristo, víctima de expiación, y en Él encontramos el perdón y la vida. ¿Qué sería nuestra vida de cristianos sin la Eucaristía? La Eucaristía es la herencia perpetua y viva que nos dejó el Señor en el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, en la que tenemos que profundizar constantemente para que, como afirmaba el venerado Papa Pablo VI, pueda "imprimir su inagotable eficacia en todos los días de nuestra vida mortal" (Insegnamenti, V [1967], p. 779). Alimentados por el Pan eucarístico, los santos que hoy veneramos llevaron a cumplimiento su misión de amor evangélico en los diferentes campos, en los que actuaron con sus peculiares carismas.
Largas horas pasaba en oración ante la Eucaristía san Arcangelo Tadini, quien teniendo en cuenta siempre en su ministerio pastoral a la persona humana en su totalidad, ayudaba a sus parroquianos a crecer humana y espiritualmente. Este santo sacerdote, hombre de Dios, dispuesto en toda circunstancia a dejarse guiar por el Espíritu Santo, estaba al mismo tiempo disponible para acoger las necesidades urgentes del momento y encontrar remedio. Asumió por este motivo muchas iniciativas concretas y valientes, como al organización de la Sociedad Obrera Católica del Mutuo Socorro, la construcción de la fábrica hilandera, de la casa de asistencia para obreras, y la fundación, en 1900, de la Congregación de las Hermanas Obreras de la Santa Casa de Nazaret, con el objetivo de evangelizar el mundo del trabajo, compartiendo el cansancio y siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret. Cuán profética fue la intuición carismática de don Tadini y cuán actual permanece hoy su ejemplo, en una época de grave crisis económica. Él nos recuerda que sólo cultivando una constante y profunda relación con el Señor, especialmente en el Sacramento de la Eucaristía, podemos ser capaces de brindar la levadura del Evangelio a las diferentes actividades laborales y a cada ámbito de nuestra sociedad.
También en san Bernardo Tolomei, iniciador de un singular movimiento monástico benedictino, destaca el amor por la oración y por el trabajo manual. Vivió una existencia eucarística, totalmente dedicada a la contemplación, que se traducía en humilde servicio al prójimo. Por su singular espíritu de humildad y de acogida fraterna, los monjes le reeligieron abad durante veintisiete años consecutivos, hasta la muerte. Además, para asegurar el porvenir de su obra, obtuvo de Clemente VI, el 21 de enero de 1344, la aprobación de su nueva congregación benedictina llamada de Santa María del Monte Oliveto. Con motivo de la gran epidemia de peste del año 1348, dejó la soledad del Monte Oliveto para visitar el monasterio de san Benito en Puerta Tufi, en Siena, y asistir a sus monjes enfermos, y murió contagiado él mismo por la enfermedad, como auténtico mártir de la caridad. El ejemplo de este santo es para nosotros una invitación a traducir nuestra fe en una vida dedicada a Dios en la oración y total entrega al servicio del prójimo, con el impulso de una caridad dispuesta incluso al sacrificio supremo.

"El Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque" (Salmo 4, 4). Estas palabras del salmo responsorial expresan el secreto de la vida del beato Nuno de Santa María, héroe y santo de Portugal. Los setenta años de su vida se enmarcan en la segunda mitad del siglo XIV y en la primera mitad del siglo XV, en los que aquella nación consolidó su independencia de Castilla y se extendió después en los océanos --por un designio de Dios--, abriendo nuevas rutas para propiciar la llegada del Evangelio de Cristo hasta los más lejanos confines de la tierra. San Nuno se sintió un instrumento de esta voluntad superior y se enroló en la Milicia de Cristo, es decir, en el servicio de testimonio que todo cristiano está llamado a dar en el mundo. Sus características son una intensa vida de oración y la confianza absoluta en el auxilio divino. A pesar de ser un óptimo militar y un gran líder, no permitió que sus dotes personales se opusieran a la acción suprema que procede de Dios. San Nuno se esforzaba por no poner obstáculos a la acción de Dios en su vida, imitando a Nuestra Señora, de la que era sumamente devoto, y a quien atribuía públicamente sus victorias. En la última fase de su vida se retiró al convento del Carmelo, que se había construido por orden suya. Me siento feliz al poder presentar a toda la Iglesia esta figura ejemplar, marcada por una vida de fe y de oración en contextos aparentemente poco favorables a la misma, prueba de que en cualquier situación --incluso de carácter militar o bélico-- es posible actuar y realizar los valores y principios de vida cristiana, sobre todo si ésta se pone al servicio del bien común y de la gloria de Dios.

Una particular atracción por Jesús presente en la Eucaristía advirtió desde niña santa Gertrude Comensoli. La adoración del Cristo eucarístico se convirtió en el objetivo principal de su vida, casi podríamos decir la condición habitual de su existencia. Ante la Eucaristía santa Gertrude comprendió su vocación y misión en la Iglesia: dedicarse sin reservas a la acción apostólica y misionera, especialmente a favor de la juventud. Nació así, en obediencia al Papa León XIII, su Instituto para traducir la "caridad contemplada" en el Cristo Eucarístico, en "caridad vivida", dedicándose al prójimo necesitado. En una sociedad desorientada y muchas veces herida, como la nuestra, santa Gertrude indica como punto firme de referencia el Dios que en la Eucaristía se hizo nuestro compañero de viaje a una juventud como la de nuestros tiempos, en búsqueda de valores y de sentido para la existencia. Nos recuerda que "la adoración debe prevalecer sobre todas las obras de caridad", porque del amor por Cristo muerto y resucitado, realmente presente en el Sacramento eucarístico, mana esa caridad evangélica que nos impulsa a considerar hermanos a todos los hombres.
Testigo del amor divino fue también santa Caterina Volpicelli, quien se esforzó por "ser de Cristo, para llevar a Cristo" a cuantos encontró en Nápoles a finales del siglo XIX, en un tiempo de crisis espiritual y social. También para ella el secreto fue la Eucaristía. A sus primeras colaboradoras les recomendaba cultivar una intensa vida espiritual en la oración y, sobre todo, en el contacto vital con Jesús eucarístico. Esta es también hoy la condición para continuar la obra y la misión por ella iniciada y dejada como herencia a las Esclavas del Sagrado Corazón. Para ser auténticas educadoras de la fe, deseosas de transmitir a las nuevas generaciones los valores de la cultura cristiana, es indispensable, como le gustaba repetir, liberar a Dios de las prisiones en las cuales lo han confinado los hombres. Solamente en el Corazón de Cristo la humanidad puede encontrar su "morada estable". Santa Caterina muestra a sus hijas espirituales y a todos nosotros el camino exigente de una conversión que cambie de raíz el corazón, y se traduzca en acciones coherentes con el Evangelio. Es posible así poner las bases para construir una sociedad abierta a la justicia y a la solidaridad, superando ese desequilibrio económico y cultural que todavía permanece en gran parte de nuestro planeta.
Queridos hermanos y hermanas: demos gracias al Señor por el don de la santidad, que hoy resplandece en la Iglesia con singular belleza en Arcangelo Tadini, Bernardo Tolomei, Nuno de Santa María Álvares Pereira, Gertrude Comensoli y Caterina Volpicelli. Dejémonos atraer por sus ejemplos, dejémonos guiar por sus enseñanzas, para que también nuestra existencia se convierta en un canto de alabanza a Dios, siguiendo las huellas de Jesús, adorado con fe en el misterio eucarístico y servido con generosidad en nuestro prójimo. Que nos permita realizar esta misión evangélica la maternal intercesión de María, Reina de los Santos, y de estos nuevos cinco luminosos ejemplos de santidad que hoy veneramos con alegría. ¡Amén!