Alocución durante el rezo del Angelus domingo 5 de abril de 2009.
Ayer, 4 de abril, se celebró la IV Jornada dedicada por la ONU a la sensibilización sobre le problema de las minas antipersona. A diez años de la entrada en vigor de la Convención para la erradicación de estas bombas, y tras la reciente apertura de la firma de la Convención para la prohibición de las municiones de racimo, deseo animar a los países que aún no lo han firmado a firmar sin duda estos importantes instrumentos del derecho internacional humanitario, a los que la Santa Sede ha dado desde siempre su apoyo. Expreso además mi apoyo a cualquier medida dirigida a garantizar la asistencia necesaria a las víctimas de estas armas devastadoras.
Quisiera además recordar con gran pena a nuestros hermanos y hermanas africanos, que hace pocos días han encontrado la muerte en el Mar Mediterráneo, mientras intentaban alcanzar Europa. ¡No podemos resignarnos a tragedias de este tipo, que por desgracia se repiten desde hace tiempo! Las dimensiones del fenómeno hacen cada vez más urgentes estrategias coordinadas entre la Unión Europea y los Estados Africanos, como también la adopción de medidas adecuadas de carácter humanitario, para impedir que estos emigrantes recurran a traficantes sin escrúpulos. Mientras rezo por las víctimas, para que el Señor las acoja en su paz, quisiera observar que este problema, agravado ulteriormente por la crisis global, encontrará solución sólo cuando las poblaciones africanas, con ayuda de la comunidad internacional, puedan salir de la miseria y de las guerras.
Dirijo ahora un saludo particular a los 150 delegados -obispos, sacerdotes y laicos- que en estos días han participado en el encuentro internacional sobre las Jornadas Mundiales de la Juventud, organizado por el Consejo Pontificio para los Laicos. Comienza así el camino de preparación hacia el próximo encuentro mundial de los jóvenes, que tendrá lugar en agosto de 2011 en Madrid y para el que ya he indicado el tema: “Enraizados y edificados en Cristo, apoyados en la fe (Col 2,7)”. Como es tradición, los jóvenes australianos entregarán dentro de poco a los jóvenes españoles la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud, la “cruz peregrina”, que lleva a todos los jóvenes de la tierra el mensaje de amor de Cristo. Este “paso del testigo” asume un valor altamente simbólico, con el que expresamos inmensa gratitud a Dios por los dones recibidos en el gran encuentro de Sydney y por el que querrá concedernos en el de Madrid. Mañana la Cruz, acompañada por el icono de la Virgen María, partirá hacia la capital española, y estará presente en la gran procesión del Viernes Santo. A continuación comenzará una larga peregrinación que, a través de las diócesis de España, la devolverá a Madrid en verano de 2011. ¡Que esta Cruz y este Icono de María puedan ser para todos signo del amor invencible de Cristo y de la Madre suya y nuestra!