11/09/09

María, Madre de la Iglesia


Recuerda el Papa en el Ángelus la doctrina de Pablo VI



Al finalizar esta solemne celebración, doy cordialmente las gracias a quienes han garantizado la animación litúrgica y a quienes de diferentes maneras han colaborado en la preparación y realización de mi visita pastoral aquí, a Brescia. ¡Gracias a todos! Saludo también a quienes nos siguen a través de la radio y la televisión, así como a quienes están en la plaza de San Pedro, de manera especial a los numerosos voluntarios de la Unión Nacional Pro Loco de Italia. En el momento del Ángelus, deseo recordar la profunda devoción que el siervo de Dios Giovanni Battista Montini tenía por la Virgen María. Celebró su primera misa en el santuario de Santa María de las Gracias, corazón mariano de la ciudad, no muy lejos de esta plaza. De ese modo, puso su sacerdocio bajo la materna protección de la Madre de Jesús, y este lazo lo acompañó toda la vida. A medida que sus responsabilidades eclesiales aumentaban, él iba madurando una visión siempre más amplia y orgánica de la relación entre la Bienaventurada Virgen María y el misterio de la Iglesia. Desde esta perspectiva, es memorable el discurso de cierre del tercer período del Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964. En esa sesión, fue promulgada la constitución sobre la Iglesia, Lumen gentium, que, según palabras de Pablo VI, "tiene como cumbre y corona todo un capítulo dedicado a la Virgen". El Papa observó que se trataba de la más amplia síntesis de doctrina mariana, nunca antes elaborada por algún concilio ecuménico, con el fin de "manifestar el rostro de la santa Iglesia, a la que María está íntimamente unida" (EnchiridionVaticanum , Bolonia 1979, p. [185], nn. 300-302). En ese contexto, proclamó a María Santísima "Madre de la Iglesia" (Cf. ibídem, n. 306), subrayando, con profunda sensibilidad ecuménica, que "la devoción a María... es un medio esencialmente ordenado a orientar las almas a Cristo y así unirlas al Padre en el amor del Espíritu Santo" (ibídem, n. 315). Recordando esas palabras del Pablo VI, también nosotros elevamos hoy nuestra oración: Virgen María, Madre de la Iglesia, te encomendamos a la Iglesia bresciana y a toda la población de esta región. Recuerda a todos tus hijos; lleva a Dios sus oraciones; conserva firme su fe; fortalece su esperanza; aumenta su caridad. Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María (Cf. ibídem, nn. 317.320.325).