Proposiciones al Papa aprobadas por el Sínodo
Laicos, familia, sacerdotes y religiosos
Proposición 37
Los laicos
Los fieles laicos de Cristo comparten su triple misión de sacerdote, profeta y rey, porque son miembros del Pueblo de Dios. Están por tanto llamados a vivir su vocación y misión a todos los niveles de la sociedad, especialmente en la esfera socio-política, en la socio-económica y en la socio-cultural. De esta forma estos se convierten en “sal de la tierra” y “luz del mundo”, sirviendo a la justicia y la paz en estos ámbitos de la sociedad.
En consecuencia, la Iglesia debe equiparles con una catequesis inicial y permanente para la conversión del corazón, apoyada por una adecuada formación espiritual, bíblica, doctrinal y moral, para crear una conciencia civil de cristiano.
Con este propósito quizás uno de los instrumentos providenciales para el desarrollo de esta conversión y experiencia de fe son los nuevos movimientos eclesiales. Los movimientos y las comunidades de fe y de comunión son en la Iglesia “verdaderos laboratorios de fe”, espacios de formación y de enriquecimiento a través del Espíritu para una vida de testimonio y de misión. Así formados como discípulos del Señor, estos actuarán como levadura en el mundo.
La Iglesia debe cuidar especialmente a aquellos que están implicados en la guía de los asuntos políticos, económicos y culturales, planificando un programa de formación basado en la Palabra de Dios y en la doctrina social de la Iglesia (cfr. “Compendio”). Este programa debe comprender la formación para guiar a los demás de modo que se transforme la vida con la acción (prácticas formativas de guía a través de la acción).
Al mismo tiempo la Iglesia debe animar la formación de asociaciones y compañías laicales en los diferentes campos profesionales (médico, jurídico, parlamentario, académico, etc.) para asistirles en las respectivas actividades en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia. Debe también reforzar y sostener los Consejos para los Laicos ya existentes, asistiéndoles a todo nivel, proveyéndoles de capellanes.
Las Pequeñas Comunidades Cristianas / Comunidades Eclesiales Vivientes (SCC / CEV) deben colaborar en la formación del Pueblo de Dios y servir como lugar donde se viva concretamente la reconciliación, la justicia y la paz.
Proposición 38
La familia
Como institución, la familia tiene origen divino. Es el “santuario de la vida” y el núcleo de la sociedad y de la Iglesia. Es el lugar apropiado para aprender y practicar la cultura del perdón, de la paz, de la reconciliación y de la concordia.
A causa de su capital importancia y de las amenazas que afronta, especialmente la trivialización del aborto, el desprecio de la maternidad (embarazo), la distorsión de la noción del matrimonio y de la misma familia, la ideología del divorcio y una nueva ética relativista, la familia y la vida humana deben ser protegidas y defendidas.
Los Padres sinodales invitan a las iglesias locales a adoptar las siguientes medidas:
- dar a conocer la Carta de la Familia de la Santa Sede;
- una adecuada catequesis sobre la concepción cristiana de la familia;
- programas pastorales integrales que promuevan una vida de oración y escucha de la Palabra de Dios (lectio divina) en las familias;
- educación de las parejas a crecer en el amor conyugal y en la paternidad responsable, según la doctrina de la Iglesia;
- ofrecer apoyo pastoral a los padres en su responsabilidad como primeros educadores;
- acompañamiento espiritual de las parejas (p. e. a través de los Équipes Notre Dame; la Fraternidad de Caná, etc.); - considerar el servicio de los esposos cristianos como ministerio y poner esta dignidad como fundamento de la familia;
- celebraciones de jubileos de matrimonio (bodas de plata, de otro) con diplomas de honor;
- apoyo a las parejas jóvenes a través de parejas ejemplares bien conocidas;
- oferta de consulta matrimonial e institutos para la familia;
- educación y formación en los valores matrimoniales y familiares a través de los medios de comunicación (radio, televisión, etc.) y
- creación de asociaciones diocesanas y nacionales, apoyadas a nivel continental.
Proposición 39
Los sacerdotes
Cada sacerdote, configurado por la Ordenación a Cristo, Cabeza y Buen Pastor, está llamado a ser una imagen viva de Jesucristo, que vino a servir y no a ser servido (Mc 10,45).
En consecuencia los sacerdotes deben cultivar una profunda vida espiritual que comprenda la escucha de la Palabra de Dios, la celebración de la Eucaristía y la fidelidad a la oración, especialmente de las Horas.
Deben dedicarse de modo resuelto a una vida de comunidad evangélica y fraterna, protegidos de las presiones familiares, dedicados a una vida sobria de disciplina y de abnegación (Apostolica vivendi forma), y a un amor especial por los pobres. Deben ser ejemplos de una administración responsable y transparente. Deberían imitar a los profetas valientes frente a los males sociales. Se convierten así en “sal de la tierra” y “luz del mundo”.
La vocación sacerdotal comprende también un compromiso en las virtudes evangélicas de pobreza, castidad y obediencia. Estas son su más grande profesión de amor por Cristo, por su Iglesia y por sus allegados. En consecuencia,los Padres sinodales recomiendan a todos los sacerdotes de rito latino a que vivan su celibato generosamente y con amor.
Según la Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis (n. 29): “El celibato debe ser acogido por tanto como un don inestimable de Dios, como “estímulo de la caridad pastoral”, como singular participación en la paternidad de Dios y en la fecundidad de la Iglesia, como testimonio ante el mundo del Reino escatológico”.
Además el periodo de gracia del Año Sacerdotal invita a todos los sacerdotes a imitar el celo de san Juan María Vianney en el ministerio del sacramento de la penitencia.
En vista de todo esto y a causa de los ministerios que los sacerdotes ejercen en Cristo y en favor de los fieles cristianos, a veces en circunstancias muy difíciles, los Padre sinodales no cesan de dar gracias a Dios por ellos y de llevarles en la oración a Dios, para que les ayude. Pero los Padres sinodales desean también asegurar a sus sacerdotes una sólida formación permanente en las respectivas zonas de vida y de ministerio.
Les recomiendan para su propio mantenimiento y crecimiento espiritual:
- jornadas mensuales y anuales de retiro;
- vida regular de oración y de lectura bíblica;
- formación permanente especialmente para los sacerdotes jóvenes, que necesitan un acompañamiento afectuoso, que incluya la doctrina social de la Iglesias; y
- un aseguramiento general y medios para una vida digna de los sacerdotes enfermos y ancianos.
Además el Sínodo pide, para los sacerdotes que trabajan fuera de sus diócesis, que se llegue a un convenio entre la diócesis de origen y la de destino, que defina claramente las condiciones de vvida y trabajo y la duración de la misión. Además estos sacerdotes deben ser considerados plenamente pastores en toda justicia y caridad cristiana, e insertos plenamente en el presbiterio.
Proposición 40
Seminaristas
En la formación de los seminaristas es necesario un tratamiento integral de preparación al sacerdocio católico. Mientras es necesario sostener la importancia de una sólida formación intelectual, moral, espiritual y pastoral, el crecimiento humano y psicológico de cada candidato debería incluirse como elemento fundamental para el desarrollo de una vida auténticamente sacerdotal. Los formadores deben asegurar una renovación espiritual de los seminaristas, los cuales deben estar libres de condicionantes étnicos y culturales (cf. Rom 12), sino al contrario, deben ser “nuevos seres en Cristo” (2Cor 5, 17).
De esta forma nuestros futuros sacerdotes podrán estar arraigados más establemente en la comprensión de sus culturas y de sus virtudes evangélicas, y reforzados en su confianza y dedicación a la persona de Cristo y a la misión de la Iglesia por la reconciliación, la justicia y la paz.
El grupo académico del seminario y el grupo formativo especial trabajarán juntos con el fin de facilitar esta formación integral. Los seminaristas deben formarse en la vida de comunidad, de modo tal que la vida fraterna entre ellos será garantía para el futuro de una verdadera experiencia de sacerdocio como una “fraternidad estrictamente sacerdotal”.
En la selección y formación de los candidatos, el obispo y el grupo de formadores deben discernir atentamente la motivación y la actitud de los seminaristas para asegurarse de que quienes serán después ordenados sacerdotes serán verdaderos discípulos de Cristo y servidores de la Iglesia.
Proposición 41
Los diáconos permanentes
Este Sínodo ha identificado el servicio de reconciliación, justicia y paz como el aspecto urgente y la forma de la misión apostólica de la Iglesia-Familia de Dios en África y en sus islas. Haciendo esto, el Sínodo ha descrito también a diversos agentes de esta misión apostólica de la Iglesia, incluidos varios componentes del laicado, pero incluyendo también a los ministros ordenados, entre los cuales están los diáconos permanentes que “sirven a la reconciliación, la justicia y la paz” como ministros dedicados a Dios, a su amor misericordioso y a su Palabra. “Fortificados por la gracia sacramental... éstos sirven al pueblo de Dios en el diaconado litúrgico, de la palabra y de la caridad” (Lumen gentium, 29).
Por tanto, este Sínodo recomienda que estos siervos del Señor reciban una formación adecuada sobre todo en las ciencias sagradas y en la doctrina social de la Iglesia. Dado que el intento de todos los ejercicios espirituales es el descubrimiento de una forma mejor de servir, los Padres sinodales invitan a los diáconos a buscar y contemplar el rostro del Señor cotidianamente, para que éstos puedan descubrir un modo más creíble de servir a la reconciliación, la justicia y la paz.
Proposición 42
La vida consagrada
La Iglesia reconoce el inestimable valor de la vida consagrada, forma particular del discipulado de Cristo, que desempeña un papel fundamental en su vida y misión al servicio del Reino de Dios.
La Iglesia de forma particular aprecia el testimonio de la vida consagrada en la vida de oración y en la vida de comunidad, en la instrucción, en la sanidad, en la promoción humana y en el servicio pastoral.
El papel profético de las personas consagradas debe ser acentuado en el proceso de reconciliación, justicia y paz, y en el hecho de que a menudo estos están muy cercanos a las víctimas de la opresión, la represión, la discriminación, la violencia y los sufrimientos de todo tipo. En estrecha colaboración con el clero en el ministerio pastoral, la dignidad de las mujeres en la vida consagrada y su identidad y carisma religioso deben ser protegidos y promovidos. Los obispos deben asistir a los institutos religiosos jóvenes hacia la autosustentación.
La Iglesia espera mucho del testimonio de las comunidades religiosas, caracterizadas por diversidades raciales, regionales y étnicas. Con su vida en común proclaman que Dios no hace distinción entre las personas, y que todos somos sus hijos, miembros de la misma familia, viviendo en armonía aún en la diversidad, y en paz.
Para apoyar y animar la vida consagrada, los Padres sinodales recomiendan que:
- se haga un atento discernimiento de los candidatos (hermanos, hermanas y sacerdotes) en el curso de su formación;
- se les de una sólida formación humana, espiritual, intelectual (bíblica, teológica, moral) y profesional;
- permanezcan fieles a su vocación y carisma; y
- su formación inicial (postulantado y noviciado) se haga normalmente en África.
El Sínodo se alegra con la constitución de la Confederación de las Conferencias de los Superiores Mayores.